La caricia de una generaci¨®n
Alguien nos hizo creer que ¨¦ramos especiales, nos meti¨® en una burbuja y nos lanz¨® al mundo real
?ltimamente, me cruzo con adolescentes casi a diario. De camino a casa de Manu, donde he pasado las ¨²ltimas ma?anas trabajando en un nuevo proyecto, hay un instituto. Adem¨¢s, por Acacias hay varias zonas ajardinadas que dan color a las v¨ªas principales, por lo que es habitual ver a peque?os grupos de chavales charlando en los bancos. El regreso a mi casa suele coincidir con su hora de salida, esa en la que el hambre te lleva a buscar el olor a pan por las esquinas, y me gusta camuflarme entre ellos y escuchar sus conversaciones.
El otro d¨ªa hablaba con unas amigas de las diferencias entre nuestra generaci¨®n (la de los 90) y la suya, aunque apenas nos separen un pu?ado de a?os. Ahora, esas mismas adolescentes que en nuestra ¨¦poca s¨®lo se preocupaban, en su mayor¨ªa, de si el amarillo conjuntaba mejor o peor con el negro, son las que encabezan las manifestaciones feministas, las que cogen el altavoz y claman con fuerza las verdades inc¨®modas. Son, tambi¨¦n, los que hablan sin miedo, se expresan con libertad y nos ense?an a todos la realidad de las identidades. Son los que se mezclan entre ellos, los que despiertan a los dormidos, los que se zafan de los prejuicios de sus padres porque tienen las herramientas para hacerlo. Son los que mejor defienden el planeta de mierda que les va a quedar.
Nuestra generaci¨®n, acordamos todas, ha crecido sobre protegida: alguien nos hizo creer que ¨¦ramos especiales, nos meti¨® en una burbuja y nos lanz¨® al mundo real con la promesa de un trabajo fijo, un sueldo digno y todos, absolutamente todos nuestros sue?os cumplidos. As¨ª crecimos, despreocupados, bajo el amparo de una econom¨ªa boyante y unos padres felices que nos creyeron capaces de todo. Entonces, como un rel¨¢mpago en un bosque, el pa¨ªs fue golpeado por la crisis financiera de 2008 y todo se derrumb¨®: la burbuja explot¨®, los trabajos se esfumaron, los sueldos se vieron reducidos a su m¨¢xima expresi¨®n y esos ni?os felices y despreocupados se convirtieron en j¨®venes desprotegidos e incapaces.
Yo ten¨ªa diecis¨¦is a?os. Empec¨¦ la carrera dos a?os despu¨¦s con la incertidumbre ya rumiando las decisiones. Siempre me dio inter¨¦s la pol¨ªtica, por lo que empec¨¦ a investigar por mi cuenta lo que estaba sucediendo, pero creo que nunca llegu¨¦ a entenderlo del todo. A lo largo de la universidad, vi c¨®mo las matr¨ªculas se multiplicaban y decenas de compa?eros tuvieron que abandonarla. Otros tantos necesitaron otros trabajos para poder continuar con sus estudios. Sin embargo, muchos segu¨ªan viendo todo aquello como una irrealidad que nunca les tocar¨ªa, pero a todos nos dio de lleno. Hubo quienes no se enteraron de nada porque sus padres siguieron protegi¨¦ndolos a capa y espada. No les culpo. Otros despertaron de golpe y su capacidad de reacci¨®n les llev¨® a rearmarse y hacerse adultos.
Me consuela, no saben c¨®mo, saber que este pa¨ªs caer¨¢ en las manos de quienes ya lo est¨¢n acariciando. Es probable que sea la generaci¨®n mejor preparada para afrontar todo lo que viene y salir lo menos herido posible.
Madrid me mata.
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