Traici¨®n y traducci¨®n en Chile
El ¨¢nimo en las calles de Santiago los d¨ªas posteriores al estallido social de 2019 da pistas sobre el rechazo a la nueva Constituci¨®n: ?instituciones, Estado, pactos, negociaciones? No, gracias. Eso era alta traici¨®n
En diciembre de 2019 las calles y plazas del centro de Santiago segu¨ªan llen¨¢ndose cada tarde de manifestantes. Se cumpl¨ªa entonces el segundo mes del estallido social y para un turista militante como yo aquel espect¨¢culo popular aparec¨ªa a primera vista como algo hermoso y esperanzador. ¡°Chile despert¨®¡±, cantaba la gente con tonada de cancha, dando saltos, tocando tambores alrededor de la pintarrajeada y casi irreconocible estatua de Baquedano. A pocos metros de all¨ª, con la misma puntualidad que los manifestantes, aparec¨ªan los veh¨ªculos de los carabineros, listos para una nueva jornada de represi¨®n brutal.
Con todo, pasada la emoci¨®n de los primeros compases, era imposible no percibir que, despu¨¦s de casi ocho semanas de manifestaciones, el teatro del estallido callejero hab¨ªa adquirido un aire de rutina estancada, una cualidad casi coreogr¨¢fica donde los actores retomaban incansablemente sus papeles respectivos, sus disfraces, sus c¨¢nticos, sus armas. Las calles ard¨ªan, literalmente, pero nada parec¨ªa augurar que la energ¨ªa del espect¨¢culo exceder¨ªa el orden del d¨ªa. Las fuerzas contrarias que se revolv¨ªan en las calles, por mucha intensidad que pusieran en su rol, sumaban cero. Perplejo, uno se preguntaba en qu¨¦ direcci¨®n se desencadenar¨ªa todo aquel fen¨®meno, ad¨®nde conducir¨ªa.
En esos d¨ªas, durante una conferencia en una universidad, estuvimos discutiendo sobre los lenguajes est¨¦ticos de la revuelta. Se dijeron cosas interesantes sobre la insurrecci¨®n como obra de arte, pero, a la hora de vislumbrar una resoluci¨®n de la performance, una salida pol¨ªtica para un problema pol¨ªtico que hasta ahora hab¨ªa producido signos predominantemente est¨¦ticos, se impon¨ªa el mensaje de que esto era todo. Es decir, que el ¨²nico discurso pol¨ªtico posible era la movilizaci¨®n misma y que cualquier cosa que oliera a instituciones, partidos y liderazgos ser¨ªa tachada de inmediato como una traici¨®n y un retroceso. Y precisamente ese era el lenguaje que se usaba en esos c¨ªrculos acad¨¦micos y militantes para describir lo que hab¨ªa tenido lugar el 15 de noviembre de ese a?o, cuando se concert¨® el acuerdo por la paz social y la nueva constituci¨®n. Esto es, que la multitud, una vez m¨¢s, hab¨ªa sido traicionada por los pol¨ªticos, deseosos de robarse el protagonismo. La performance diaria alrededor del Baquedano multicolor adquir¨ªa as¨ª un estatus casi sagrado, imbuido de una religiosidad que solo admit¨ªa un lenguaje de¨ªctico: hela ah¨ª, dec¨ªan, se?alando con el dedo. Ah¨ª est¨¢, contempladla. Y nada tan vulgar como una constituci¨®n, nada tan s¨®rdido como la pol¨ªtica de partidos, podr¨ªa aspirar a reflejar algo tan supremo, dec¨ªan con aire sacerdotal. A lo sumo se pod¨ªa citar a Negri, a Deleuze, a Bifo y otros te¨®ricos de la derrota narcisista: multitud, m¨¢quina de guerra, rizoma, deconstrucci¨®n. Pero, ?instituciones, estado, pactos, negociaciones? No, gracias. Eso era alta traici¨®n.
Despu¨¦s de la derrota en el plebiscito del domingo, no dejo de pensar en esa palabra, traici¨®n, y en su hermana gemela: traducci¨®n. Ambas palabras comparten etimolog¨ªa, ya se sabe. Y me inclino a pensar que lo que acaba de suceder en Chile obedece a una lamentable confusi¨®n entre los sentidos de estas dos palabras. Porque, en efecto, aunque todo lo hermoso que estaba sucediendo en la calle pidiera a gritos un reflejo institucional, la consolidaci¨®n de unos liderazgos y una articulaci¨®n decidida entre movimiento social y partidos, la militancia dizque radical ya hab¨ªa decidido que no hab¨ªa traducci¨®n posible, solo traici¨®n. Traduttore, traditore, gritaban, viendo girar el carrusel destituyente rumbo a su propia desintegraci¨®n. Pienso tambi¨¦n en el papel de Gabriel Boric entonces y ahora y no me cabe duda de que la historia est¨¢ siendo tr¨¢gicamente injusta con el actual presidente que, desde muy pronto, tuvo la valent¨ªa y la responsabilidad de ofrecerse como int¨¦rprete. En los d¨ªas posteriores a aquel 15 de noviembre, cuando entr¨® en escena el p¨¢lido horizonte de una constituci¨®n, Boric fue agredido por un grupo de manifestantes al grito de traidor. Una ingratitud contra el entonces joven congresista, que solo se hab¨ªa propuesto traducir, en medio de semejante caos, la gestualidad del malestar al lenguaje de la rep¨²blica, la rabia en m¨¦todo, la apor¨ªa en una apertura de sentido.
La derrota del domingo pasado deja muchas lecciones para las nuevas fuerzas progresistas que empiezan a surgir en el continente, lecciones sobre las estrategias de comunicaci¨®n propias y del adversario, sobre la labor interminable de traducir para educar ciudadan¨ªas libres (no traducir con calculada mala fe, con enga?os y desinformaci¨®n, como lo hizo la campa?a del Rechazo), lecciones sobre la necesidad de hacer coincidir ciertas demandas contempor¨¢neas con la sensibilidad popular. Pero sobre todo, nos confronta una vez m¨¢s con la oportunidad de insistir en la reconquista de las instituciones por parte de los sectores subalternos que vienen protagonizando los levantamientos. El estado no es un mero aparato de normalizaci¨®n y disciplinamiento al servicio de las oligarqu¨ªas. El estado somos todos y ya es hora de que nos hagamos cargo.
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