Morir de tristeza
En ¡®Los nombres de Feliza¡¯, el premiado escritor colombiano Juan Gabriel V¨¢squez vuelve sobre algunas notas caracter¨ªsticas de su narrativa y entrega un retrato que intenta escrutar una vida m¨²ltiple
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A comienzos de 1982, a poco de haberse instalado en Par¨ªs tras exiliarse de su pa¨ªs natal, la artista colombiana Feliza Bursztyn falleci¨® de manera fulminante en un restor¨¢n del barrio de Montparnasse. No hab¨ªa cumplido todav¨ªa los 50 a?os, pero su vida alcanz¨® a estar repleta de belleza y dolor: estudi¨® escultura con los mejores maestros, vivi¨® en Nueva York y Par¨ªs, sufri¨® las muertes prematuras de amantes y amigas, cultiv¨® un arte ¨²nico, se cas¨® dos veces y tuvo muy joven tres hijas que hicieron su vida en Estados Unidos. En medio de una sociedad que se resist¨ªa a su personalidad rebelde, y contraria a todo convencionalismo, Bursztyn nunca se rindi¨® ante nada. En Los nombres de Feliza, el premiado escritor colombiano Juan Gabriel V¨¢squez vuelve sobre algunas notas caracter¨ªsticas de su narrativa ¡ªel cruce entre realidad y ficci¨®n, el peso de la pol¨ªtica en el arte durante la segunda mitad del siglo XX, las tragedias y oportunidades que trae el azar¡ª y nos entrega un retrato que intenta escrutar una vida m¨²ltiple; o, m¨¢s bien, nos muestra las distintas caras de una mujer que se fue demasiado pronto, pero que dej¨®, a pesar de todo, un legado perdurable.
Feliza Bursztyn fue hija de una familia jud¨ªa que por casualidad se encontraba en Colombia cuando Hitler asumi¨® el poder. Deciden radicarse all¨ª y formar parte de una comunidad hebrea en la que participaron con entusiasmo y a la que Jacobo, el padre de Feliza, ayud¨® con generosidad. La situaci¨®n familiar es confortable, pero el pa¨ªs est¨¢ hundido en la inestabilidad pol¨ªtica: son los a?os m¨¢s duros de La Violencia ¡ªel asesinato de Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n, las protestas callejeras¡ª, por lo que sus padres deciden enviar a Feliza a educarse a Nueva York. All¨ª comienza sus estudios de escultura y conoce a Larry Fleischer, su primer marido, que pronto se convertir¨¢ en el padre de sus tres hijas. El retorno a Colombia signific¨® el reencuentro con el mundo cultural bogotano, y la protagonista busca all¨ª el modo de dedicarle m¨¢s tiempo y esfuerzos a su arte. Los crecientes desencuentros con Larry ¡ªpor las reuniones bohemias y el descuido de lo dom¨¦stico¡ª malogran su matrimonio, y todo desemboca en el esc¨¢ndalo de una relaci¨®n extramatrimonial y en la huida de su esposo, con sus hijas, a Estados Unidos. Y como si eso no fuera suficiente, las reacciones de la comunidad jud¨ªa bogotana hacen que su familia, ritual incluido, la consideren muerta para ellos.
La segunda parte de su biograf¨ªa est¨¢ marcada por intentar reconstruir esa vida en ruinas y por la b¨²squeda de una expresi¨®n propia. Acompa?ada de Jorge Gait¨¢n, el poeta por el que dej¨® a su marido, viaja a Par¨ªs para tomar distancia de esa sociedad escandalizada. En Francia contin¨²a sus estudios, trabajando en lo que ser¨¢ su sello caracter¨ªstico: el uso de metales reciclados, partes de trastos viejos que, en sus manos, adquir¨ªan contornos sugerentes y m¨®viles que provocaban, desconcertaban y despertaban preguntas. Acompa?ada por sus maestros parisinos ¡ªZadkine, Giacometti, Baldaccini¡ª se atreve a explorar en una escultura que no segu¨ªa los patrones cl¨¢sicos ni en sus formas ni en sus materiales, y acomete la tarea de crear una obra original. El nuevo retorno a Bogot¨¢ la hace participar de la escena local, particularmente de la mano de su amiga Marta Traba, una cr¨ªtica argentina que pugnar¨¢ por hacerle un espacio al arte moderno en una Colombia demasiado tradicional. Sin embargo, las airadas respuestas de sus enemigos la hacen tener poca esperanza: ¡°esto es barbarie¡±, le dice a Feliza en un momento. ¡°Aqu¨ª no hay ideas, no hay debate: hay violencia, violencia pura, violencia en todas partes. Y ganaron los violentos¡±.
En su novela, V¨¢squez dibuja muy bien la rebeld¨ªa que siempre caracteriz¨® a Bursztyn. Lo fue al dejar un matrimonio infeliz; lo era tambi¨¦n al responder entrevistas con desparpajo y sin frases hechas, lo que desconcertaba a los periodistas que simplemente quer¨ªan conversar con ella. Pero la cultiv¨®, sobre todo, al crear ese arte provocador, al que el erotismo se le colaba en sus formas ins¨®litas, y al cual los muros de los museos se mostraban incapaces de contener por su car¨¢cter punzante, inc¨®modo y reflexivo, no siempre comprensible para todos.
El punto de partida de esta novela es una aseveraci¨®n de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, buen amigo de la escultora que la acompa?aba la noche de su deceso, y quien escribi¨® en una columna que Feliza hab¨ªa muerto de tristeza. ?C¨®mo puede alguien morir de tristeza, se pregunta V¨¢squez? ?C¨®mo alguien tan vital, de carcajadas escandalosas y ¨¢nimo siempre apabullante, puede fallecer de manera tan repentina? Y ah¨ª, V¨¢squez va desgranando sus grandes tragedias, entrecruzando los hechos de la realidad con la imaginaci¨®n novelesca: su desarraigo por el exilio, su familia desmembrada, sus p¨¦rdidas demasiado tempranas. Al morir, Feliza estaba cansada, en especial por haber sido expulsada por considerarse, sin evidencias, como c¨®mplice del terrorismo.
Los nombres de Feliza es una novela correcta, en la que la narraci¨®n avanza sin tregua hacia el desenlace tr¨¢gico que conocemos desde la primera p¨¢gina, e intercala los episodios del pasado de Feliza desenvolvi¨¦ndolos con maestr¨ªa. Hay, empero, un acercamiento algo desangelado a lo que podr¨ªa haberse construido desde tensiones m¨¢s expl¨ªcitas: ?no era Feliza una pacifista que denunciaba constantemente la violencia de su pa¨ªs? ?Por qu¨¦ esas simpat¨ªas revolucionarias, entonces, con quienes declararon la lucha armada ¡ªviaje a Cuba incluido a fines de los setenta, cuando ya la relaci¨®n de Castro y los intelectuales se hallaba quebrada¡ª sin preguntarse si hab¨ªa all¨ª alguna tensi¨®n? ?Y qu¨¦ pasa con su vida familiar, que el narrador retrata como algo que se sacrifica sin m¨¢s por su arte, como si fuera posible en ello una existencia sin desgarro (o hay, acaso, un rostro de Feliza que se nos pierde en la bruma)? A pesar de ello, los temas habituales de V¨¢squez logran construir en esta biograf¨ªa novelada una gran muestra de c¨®mo la violencia pol¨ªtica termina corroyendo y acorralando todo, y c¨®mo la tragedia toca la puerta en los momentos menos pensados.
Como le dice Jorge Gait¨¢n a Feliza en un momento, ¡°el mundo nos hiere, nos persigue, nos envilece¡±. Pareciera que su sociedad s¨ª la persigui¨®, que el exilio s¨ª la hiri¨® de gravedad. Sin embargo, pareciera que su muerte temprana logr¨® salvarla, al menos, de la vileza.
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Los nombres de Feliza
Editorial: Alfaguara
Formato: 288 p¨¢ginas
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