La suma de todos los miedos en el cl¨¢sico del f¨²tbol chileno
Asistimos el domingo al ¡®supercl¨¢sico¡¯ entre la Universidad de Chile y Colo Colo. Pero el balance futbol¨ªstico carece de valor cuando aparecen los fantasmas de la violencia
La Universidad de Chile prefiri¨® hacer la ecuaci¨®n m¨¢s f¨¢cil: salir ilesa del Estadio Monumental de Colo Colo, donde no ha podido ganar en los ¨²ltimos 22 a?os. Evit¨® as¨ª una nueva humillaci¨®n, a costa de convertir ese pleito que pomposamente llamamos el supercl¨¢sico en un festival de puntetes al aire que ameritaba m¨¢s un controlador a¨¦reo que un ¨¢rbitro.
En ese escenario, Colo Colo sum¨® otro temor, ya no fuera cosa que, en un descuido, un error o simplemente un soplo de mala fortuna, se le escapara el registro estad¨ªstico que convierte este duelo en el m¨¢s disparejo de todo el mundo futbol¨ªstico civilizado. Por lo tanto, asistimos al m¨¢s deslavado, anodino, desabrido y prescindible duelo, que, sin embargo, nos encargamos de valorar y etiquetar como el principal de nuestros espect¨¢culos.
El pr¨®ximo a?o, en la inminencia de acercarnos al cuarto de siglo de hegemon¨ªa de Colo Colo, el equipo albo, repetiremos incansablemente el mismo ejercicio de sobrevalorar esto, que mal que mal, se supone una fiesta. Para aumentar el aire depresivo que dej¨® la contienda, la planificaci¨®n t¨¦cnica opac¨® a los principales j¨®venes disponibles en ambos planteles. Mientras Dar¨ªo Osorio ¨Cvalorado en m¨¢s de seis millones de d¨®lares por Azul Azul, de la Universidad de Chile¨C luci¨® una vez m¨¢s su intrascendencia, en el lado de Colo Colo, Jordy Thompson ingres¨® s¨®lo en los minutos finales en reemplazo de compa?eros que ni siquiera tuvieron ¨¢nimo de jugar.
Digamos a favor que se jug¨® en un horario decente ¨Cpor la tarde y no a mediod¨ªa, como est¨¢bamos ya acostumbrados¨C y con aforo m¨¢ximo, lo que supone un desaf¨ªo importante para la autoridad policial y pol¨ªtica, que suele ahorrarse problemas reduciendo al m¨ªnimo las asistencias.
Pero como viene sucediendo en el ¨²ltimo tiempo, el balance futbol¨ªstico en el f¨²tbol chileno carece de valor real cuando aparecen los fantasmas de la violencia irracional provocada por dos barras que, desprovistas de control por parte de las sociedades an¨®nimas controladoras, repiten lo que vienen haciendo por d¨¦cadas: sembrar el terror y poner en jaque la capacidad de la industria para generar una experiencia grata en el estadio.
Los buses que trasportaron a los jugadores y dirigentes de la U fueron apedreados; la barra local de Colo Colo arroj¨® fuegos artificiales como proyectiles a sus adversarios, que respondieron prendiendo fuego al sector donde se encontraban; arrojaron un cortaplumas a la cancha, que un jugador se apresur¨® a mostrarle al ¨¢rbitro, pese a que hace unos d¨ªas hab¨ªa escondido un proyectil en la media para que el informe no perjudicara a sus propios violentistas. Podr¨ªa haber un largo listado de hechos repudiables, incluidos asaltos en las cercan¨ªas del metro o vandalismo de los fan¨¢ticos de la Universidad de Chile en el sector asignado, pero la reiteraci¨®n termina por cansar.
Es, en el balance habitual, lo que queda fuera y termina por normalizarse en los medios y, lo que es peor, en los propios equipos, que les dispensan tratamiento especial y prebendas que se niegan al resto de los espectadores.
A diferencia de lo que sucede en casi todas las latitudes, el enfrentamiento de los dos equipos m¨¢s populares suele culminar con m¨¢s desaz¨®n que entusiasmo, lo que se condice con el momento actual de la actividad. Sentado en la tribuna, como un observador interesado pues su hijo defiende los colores de Colo Colo, se encontraba el flamante Ministro de Deportes, Jaime Pizarro, uno de los campeones de la Copa Libertadores en 1991, cuando el f¨²tbol chileno era capaz de competir internacionalmente. Pizarro, alguna vez ungido como el mejor volante defensivo del planeta, ya se code¨® con el poder en el Gobierno de Michelle Bachelet, cuando el Estado asumi¨® la construcci¨®n de estadios que la nueva dirigencia era incapaz de emprender, pese a las promesas.
Sabr¨¢, por ende, que se requieren de reformas profundas a la estructura de la federaci¨®n de las mismas sociedades an¨®nimas, pero todo el mundo mira con pesimismo y distancia lo que ser¨¢ su gesti¨®n, porque es un hombre del sistema y que, tal cual pasa con las promesas que se desvanecen en el ejercicio del actual Gobierno, jam¨¢s encarar¨¢ la transformaci¨®n profunda que se requiere y que se hace tan especialmente obvia cuando asistimos a un pleito que estar¨¢ lejos de hacer historia, jugado en medio de tanta violencia y que deja ese repetido sabor amargo a quienes clamamos por un poco de jerarqu¨ªa en medio de tanta desgracia futbolera.
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