A 50 a?os del golpe de Estado en Chile: el valor de la solidaridad internacional como patrimonio universal
El caso de Chile es poderoso no s¨®lo por el sufrimiento humano derivado del golpe de Estado, sino tambi¨¦n por la solidaridad internacional y su influencia en movimientos de derechos humanos en innumerables pa¨ªses
En 1973, tras el golpe de Estado en Chile, el mundo fue testigo no s¨®lo de una dram¨¢tica fractura democr¨¢tico-institucional, sino tambi¨¦n de la activaci¨®n de una red de solidaridad internacional, con muestras de apoyo provenientes de distintas latitudes. El quiebre de la democracia en Chile se transform¨® en un s¨ªmbolo de resistencia contra la opresi¨®n que, durante los tumultuosos a?os de la Guerra Fr¨ªa, amplific¨® una lucha ideol¨®gica que ha dejado cicatrices hasta el d¨ªa de hoy. De esta forma, el caso del golpe chileno dej¨® de pertenecer ¨²nicamente a los chilenos y chilenas. La recuperaci¨®n de la democracia se convirti¨® en un anhelo y patrimonio universal, porque los valores y derechos en juego tambi¨¦n adquirieron categor¨ªa universal.
La solidaridad internacional con Chile tuvo amplias manifestaciones. Las m¨¢s tempranas y espont¨¢neas se reportaron en Europa, como la marcha de estudiantes en Hamburgo que, seg¨²n el relato de testigos de la ¨¦poca, reuni¨® cerca de cuatro mil personas tan s¨®lo d¨ªas despu¨¦s del golpe. De estas marchas deriv¨® la creaci¨®n de organizaciones como Chile-Solidarit?ts-Komitee, que se ocupar¨ªa de las convocatorias y difusi¨®n de mensajes de protesta. Conciertos, huelgas, jornadas de reflexi¨®n y llamados de rechazo desde la sociedad civil se reprodujeron en Italia, Espa?a, Francia, Portugal, Suecia y otros pa¨ªses europeos, a la espera de pronunciamientos de condena m¨¢s expl¨ªcitos desde sus autoridades de Gobierno de la ¨¦poca. En esta tarea, fue clave la organizaci¨®n de comunidades intelectuales, de periodistas independientes, de partidos pol¨ªticos y de asociaciones de trabajadores. Es as¨ª como en esta etapa, destaca la concurrencia de estos grupos a la Conferencia Internacional de Solidaridad celebrada en octubre de 1973 en Finlandia, la Conferencia Panaeuropea de Solidaridad reunida en Francia en 1974, la Conferencia Internacional de Solidaridad organizada en Atenas ese mismo a?o y, por cierto, la c¨¦lebre Conferencia Mundial de Solidaridad, realizada en Madrid en 1978. Esta ¨²ltima, fue la cristalizaci¨®n de las redes de cooperaci¨®n transnacionales entre Chile y Europa, lo que tambi¨¦n alent¨® a la propagaci¨®n de muestras de apoyo en pa¨ªses inicialmente m¨¢s distantes y reticentes.
Algunas iniciativas derivaron en instituciones con un impacto mayor en la acci¨®n y la reflexi¨®n del exilio entre la izquierda chilena. La temprana creaci¨®n de la oficina Chile Democr¨¢tico en Roma fue esencial para la coordinaci¨®n de los partidos pol¨ªticos de la izquierda en el exilio. La revista Chile Am¨¦rica fundada en esa misma ciudad por miembros de partidos de izquierda y de la Democracia Cristiana en 1976, fue un primer impulso al di¨¢logo democr¨¢tico m¨¢s all¨¢ de la izquierda. Sumado a ello, el Instituto para un nuevo Chile de Rotterdam, fundado en 1977, junto a sus jornadas de debate abierto e inclusivo, constituyeron algunas de las iniciativas que permitieron una nueva mirada sobre la experiencia pol¨ªtica chilena que llevar¨ªa m¨¢s tarde a la renovaci¨®n del pensamiento socialista.
Am¨¦rica Latina estuvo igualmente presente desde los d¨ªas que siguieron al golpe. Desde nuestro continente surgieron pronunciamientos muy audaces. La Comisi¨®n Delegada del Congreso de Venezuela, por ejemplo, expres¨® su repudio al golpe de Estado, comprometiendo su solidaridad con el pueblo chileno mediante la difusi¨®n de un Acuerdo de Condena a los Congresos de todos los pa¨ªses de la regi¨®n. Junto con ello, desde 1976 se realizaron en Venezuela las primeras reuniones de dirigentes de la izquierda con dirigentes de la democracia cristiana que ven¨ªan de ser expulsados de Chile. M¨¦xico, en tanto, adem¨¢s de acoger a m¨¢s de 700 asilados en su embajada en Santiago, cre¨® en su capital la Casa de Chile, desde donde compatriotas exilados promovieron la defensa de los derechos humanos en toda la regi¨®n. A pesar de que muchos pa¨ªses estaban conviviendo con sus respectivos quiebres democr¨¢ticos, el exilio de chilenos y chilenas a distintos pa¨ªses de Am¨¦rica Latina fue clave para mantener la memoria viva, propendiendo a un clima de colaboraci¨®n que comparti¨® con el vecindario regional el triste drama humano del desarraigo y el destierro.
Sin embargo, uno de los episodios de solidaridad menos conocidos de la ¨¦poca es, probablemente, el de Estados Unidos. Existe abundante documentaci¨®n acerca de la participaci¨®n del Presidente Richard Nixon y su asesor de confianza Henry Kissinger en un intento de golpe frustrado contra Salvador Allende en 1970. Este episodio es ampliamente estudiado por Vanessa Walker, en su libro Principles in Power: Latin America and the Politics of U.S. Human Rights Diplomacy (2020) y por Peter Kornbluh en su reciente obra Pinochet Desclasificado: los Archivos Secretos de Estados Unidos sobre Chile (2023). En estas y otras investigaciones se abordan distintas acciones que van desde la decisi¨®n de Washington de sabotear la econom¨ªa y apoyar la causa subversiva de grupos extremistas en el pa¨ªs durante todo el gobierno de la Unidad Popular, hasta la abierta complicidad de Kissinger con la dictadura de Pinochet. Probablemente, este tipo de hitos son responsables de una carga perniciosa donde Estados Unidos figura como c¨®mplice de la dictadura. Sin embargo, la historia ha tendido a omitir la otra cara de la moneda, en donde innumerables pol¨ªticos y activistas de Estados Unidos alzaron su voz de condena tanto al quiebre de la democracia en Chile como a la violaci¨®n de derechos humanos posterior. En consecuencia, la omisi¨®n del rol que estos valientes hombres y mujeres jugaron en per¨ªodos tan cr¨ªticos para la historia reciente de Chile, debe ser corregida.
Se debe recuperar el valor de los innumerables comit¨¦s de defensa de los derechos humanos y de solidaridad con Chile que se extendieron por todo Estados Unidos. Estos comit¨¦s condujeron oportunamente a pavimentar gestos concretos por parte del Congreso norteamericano y, m¨¢s tarde, durante la presidencia de Jimmy Carter, a presionar para instalar la cuesti¨®n de los Derechos Humanos como un principio esencial de la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos, tal como reconstruye Andrew Kirkendall en su libro Hemispheric Alliances: Liberal Democrats and Cold War in Latin America (2022). Si bien el movimiento de los derechos civiles y de igualdad de grupos minoritarios ten¨ªa en Estados Unidos una larga y consolidada trayectoria, el caso chileno proporcion¨® nuevos aires a la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos. La igualdad racial hab¨ªa sido el tema de la generaci¨®n de los sesenta. El movimiento por la paz en Vietnam continu¨® m¨¢s tarde como un cohesionante transversal de distintas organizaciones contra la violencia y la guerra. No obstante, como se?ala Kirkendall, ciertas acciones respecto al caso chileno contribuyeron a la construcci¨®n en Estados Unidos de una narrativa de derechos humanos de car¨¢cter universal y permanente.
Por ejemplo, destacamos la denuncia realizada pocos d¨ªas despu¨¦s del golpe por el senador Edward Kennedy contra el Gobierno de Nixon por su participaci¨®n en la destrucci¨®n del proceso democr¨¢tico chileno y su apoyo a la dictadura; o la orientaci¨®n que el Congresista Donald Fraser dio a su Sub Comit¨¦ de la C¨¢mara de Representantes respecto a la cuesti¨®n de los derechos humanos en Chile. Este tipo de pronunciamientos aliment¨® importantes discusiones sobre la forma en que Estados Unidos conduc¨ªa su pol¨ªtica exterior respecto de reg¨ªmenes que violaban los derechos humanos de sus ciudadanos. Es as¨ª como la cuesti¨®n chilena fue protag¨®nica en el trabajo de la Comisi¨®n del Senador Frank Church sobre las actividades secretas de los organismos de inteligencia norteamericanos. Sumado a ello, la creaci¨®n de la Washington Office on Latin America-WOLA dio vida al principal centro de defensa de los derechos humanos en el pa¨ªs, organizando, durante 1974 y 1975, decenas de grupos de defensa de los derechos humanos y de activismo contra la dictadura chilena.
Esta breve columna no alcanza a incluir numerosas iniciativas de solidaridad que tuvieron mucha importancia para la defensa de los derechos humanos y la recuperaci¨®n de la democracia en Chile. El caso chileno, avanz¨® con fuerza en los foros y parlamentos m¨¢s importantes. Es as¨ª como toda actividad, marcha, jornada de reflexi¨®n, denuncia y reuni¨®n contribuy¨® para que los atropellos fueran condenados por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y, posteriormente, recogidos por la Asamblea General de la Organizaci¨®n.
Cuando conmemoramos los 50 a?os del golpe de Estado en Chile, es imprescindible reflexionar sobre las huellas internacionales que este acontecimiento dej¨® en el mundo. El caso de Chile es poderoso no s¨®lo por el sufrimiento humano derivado del golpe, sino tambi¨¦n por la solidaridad internacional y su influencia en movimientos de derechos humanos en innumerables pa¨ªses. Esto constituye un patrimonio universal que debe ser recuperado, estudiado y promovido, para dar justicia a las voces de los millones de personas que en el mundo entero dieron su apoyo a los valientes chilenos y chilenas que denunciaron desde Chile y el exilio la brutalidad de la dictadura de Pinochet. Pero tambi¨¦n constituye un patrimonio a cultivar por las redes de solidaridad internacional que se activaron, especialmente desde la sociedad civil organizada, la que nunca abandon¨® a nuestro pa¨ªs, incluso en sus a?os m¨¢s oscuros.
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