50 a?os de resistencia y recuperaci¨®n democr¨¢tica
La idea de que este acontecimiento constituye el hito fundacional de la actual sociedad chilena implica infravalorar el medio siglo de esfuerzos sucesivos para resistir a la dictadura, recuperar la democracia y reparar sus secuelas
El 11 de septiembre de 1973 representa uno de esos acontecimientos para los cuales el historiador franc¨¦s Henry Rousso ha acu?ado la noci¨®n de ¨²ltima cat¨¢strofe: una ruptura radical en la trayectoria de una comunidad humana, provocada por un despliegue extenso y organizado de extrema violencia. Algunos de estos acontecimientos se prolongan durante semanas, meses o incluso a?os, como guerras internacionales o civiles; pero tambi¨¦n hay casos como el golpe chileno, el cual, en s¨®lo 48 horas, impuso una metamorfosis que invirti¨® el sentido de la historia del pa¨ªs y puso en cuesti¨®n la propia identidad en la que ¨¦ste hab¨ªa cre¨ªdo hasta entonces reconocerse.
Entre el inicio de las acciones militares para asaltar el poder al amanecer del martes 11 y el mediod¨ªa del jueves 13, cuando se levant¨® el riguroso toque de queda que se hab¨ªa extendido durante dos d¨ªas, el Chile republicano y democr¨¢tico en el que su ciudadan¨ªa se hab¨ªa reflejado durante d¨¦cadas, parec¨ªa haber desaparecido inexorablemente.
El Palacio de la Moneda hab¨ªa sido destruido por el bombardeo de la Fuerza A¨¦rea y tomado por el Ej¨¦rcito tras un combate desigual que se prolong¨® durante varias horas y al final del cual el presidente Salvador Allende se hab¨ªa suicidado; los ministros y otros altos funcionarios del Gobierno, as¨ª como los parlamentarios y dirigentes de los partidos de izquierda estaban prisioneros, en la clandestinidad o asilados en embajadas; miles de militantes y simpatizantes de esos partidos abarrotaban estadios y otros recintos convertidos en campos de prisioneros, donde ser¨ªan sometidos sistem¨¢ticamente a torturas y vej¨¢menes; cientos ya hab¨ªan muerto bajo las balas que rubricaban la amenaza que la Junta lanzara desde los primeros momentos del golpe respecto a que quienes lo resistieran ser¨ªan reprimidos sin contemplaciones. La declaraci¨®n de todo el territorio nacional en Estado de Sitio y la aplicaci¨®n del C¨®digo de Justicia Militar en tiempos de guerra otorgaba la cobertura para la ejecuci¨®n de estos actos.
Bajo las ruinas de La Moneda hab¨ªa quedado sepultada la pac¨ªfica, democr¨¢tica y pluralista v¨ªa chilena al socialismo, que s¨®lo seis meses antes hab¨ªa logrado el respaldo de un 43,5% de la ciudadan¨ªa chilena y que hab¨ªa concitado el entusiasmo de las m¨¢s diversas izquierdas del planeta. Tambi¨¦n yac¨ªa ex¨¢nime la institucionalidad democr¨¢tica y el Estado de Derecho, los cuales fueron desmantelados con extremada rapidez por el nuevo poder que asum¨ªa el control del pa¨ªs.
La instalaci¨®n del r¨¦gimen militar implic¨® la expulsi¨®n de los representantes de la ciudadan¨ªa de las instituciones del Estado, incluyendo la clausura del Congreso Nacional y la quema de los registros electorales, la prohibici¨®n de la actividad de todos los partidos pol¨ªticos, el control de los medios de comunicaci¨®n y la supresi¨®n de la autonom¨ªa de las organizaciones de la sociedad civil. Se lleg¨® hasta reemplazar por generales o almirantes a los rectores de las universidades estatales, cat¨®licas y privadas. Al mismo tiempo, se establecieron severas restricciones a las libertades y derechos de las personas. Una concentraci¨®n formidable del poder en la Junta Militar, que se atribuy¨® las facultades y atribuciones de los poderes Ejecutivo, Legislativo y constituyente, a la vez que someti¨® al Poder Judicial en el marco de un imaginario estado de guerra, fue seguida por la concentraci¨®n del poder de la propia Junta en manos del general Pinochet.
Desde ese poder absoluto y mediante el terror de Estado, se despleg¨® lo que el historiador estadounidense Steve Stern ha llamado un policidio: un proyecto sistem¨¢tico, orientado a destruir todo un modo de vida pol¨ªtica y social democr¨¢tica profundamente arraigado en la historia de las pasadas d¨¦cadas, para instalar, en los a?os siguientes, sobre el miedo y la fragmentaci¨®n, un orden autoritario y excluyente.
La radicalidad del golpe y la profundidad de la metamorfosis impuesta al pa¨ªs desde el 11 de septiembre de 1973, han instalado, a lo largo de estos cincuenta a?os, la idea de que este acontecimiento constituye el hito fundacional de la actual sociedad chilena, lo que implica afirmar que el ¨¦xito de los golpistas fue total y se ha extendido hasta hoy, a pesar de que la dictadura termin¨® hace 33 a?os, el dictador dej¨® de ser un hombre fuerte hace 25 a?os y el orden constitucional heredado del r¨¦gimen militar fue modificado sustancialmente hace 18 a?os; pero, sobre todo, implica infravalorar 50 a?os de esfuerzos sucesivos para resistir a la dictadura, recuperar la democracia y reparar sus secuelas.
Esa trayectoria de esfuerzos comenz¨® durante esos mismos tr¨¢gicos d¨ªas de septiembre de 1973, con palabras y actos de dignidad ciudadana y de solidaridad humana imborrables:
La serenidad del presidente Allende en su hora final, llamando en la ma?ana de ese martes 11 a resistir sin dejarse masacrar, e infundiendo valor -con sus palabras y su ejemplo- para una lucha de largo aliento. La lucidez de los 13 dirigentes democristianos -duros opositores hasta el lunes 10 al Gobierno derribado- que, apenas se levant¨® el toque de queda, se reunieron el jueves 13 para redactar una declaraci¨®n condenando categ¨®ricamente el golpe e inclin¨¢ndose respetuosos ante el sacrificio que el presidente ¡°hizo de su vida en defensa de la autoridad constitucional¡±. El coraje de miles de integrantes de los partidos de izquierda proscritos, decididos a continuar ejerciendo sus derechos pol¨ªticos en la clandestinidad, pese a la amenaza cierta de la prisi¨®n, la tortura o la muerte. El inmediato compromiso con la defensa de los derechos humanos de la Iglesia Cat¨®lica y de otras comunidades religiosas, anunciado ya aquel mismo 13 de septiembre por el Comit¨¦ Permanente del Episcopado que ped¨ªa ¡°respeto por los ca¨ªdos, moderaci¨®n frente a los vencidos [y] que se acabe el odio, que venga la hora de la reconciliaci¨®n¡±.
Todos esos esfuerzos, junto a muchos otros desplegados desde entonces y por largos a?os, convirtieron a los pocos miles de opositores activos de 1973 en los millones de ciudadanos y ciudadanas que 10 a?os despu¨¦s se levantar¨ªan en sucesivas protestas contra la dictadura, que luego derrotar¨ªan al dictador en un plebiscito y velar¨ªan por el respeto de cada unos de sus votos, y que desde 1990 a la actualidad han hecho posible el progreso democr¨¢tico, pese a todas las trabas impuestas por enclaves y legados autoritarios que han sido dif¨ªciles y lentos de remover. Y han permitido, hasta ahora, poner un freno a las tentaciones autoritarias emergentes ante nuevas crisis y conflictos que han azotado a la democracia chilena.
Esa historia de resistencia y recuperaci¨®n democr¨¢tica que representa lo mejor de Chile y ha motivado el aprecio del mundo, merece ser a¨²n m¨¢s destacada en este cincuentenario, porque es tan constitutiva de la actual sociedad chilena como la cat¨¢strofe y el policidio sobre los que deber¨ªa prevalecer.
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