Pensar la cat¨¢strofe: sobre lo inevitable del golpe
Lo inevitable termin¨® siendo el apego a un proyecto y a una representaci¨®n -equivocada o no- de los intereses deseos de un pueblo
Las controversias que rodearon las conmemoraciones del golpe de Estado en Chile fueron tan apasionadas como variopintas, a veces infames, y otras ingenuas, las que se mov¨ªan entre espasmos personales y catarsis colectivas. Desde la afirmaci¨®n que ¡°sin Allende no hay Pinochet¡± hasta que las causas del golpe producen consecuencias, sin olvidar las expresiones revisionistas que equiparaban al gobierno de Allende con el gobierno de Pinochet (¡°las barbaridades del gobierno de Allende son equiparables a las barbaridades del gobierno de Pinochet¡±, una barbaridad dicha en p¨²blico sin arrugarse por la secretaria general de la UDI Mar¨ªa Jos¨¦ Hoffmann), pasando por todo tipo de an¨¢lisis pol¨ªticos del ¡°periodo¡± (pero, ?cu¨¢l? ?1964-1973, el tiempo largo de las revoluciones? ?1970-1973, el tiempo corto de la revoluci¨®n, el del socialismo con olor a empanada y sabor a vino tinto?).
Las conmemoraciones del a?o 50 del golpe estuvieron ba?adas en preguntas obvias y disputas vacuas, batallas interesadas y ego¨ªstas en las que se buscaban responsables y culpables del golpe: por ejemplo, el lamento del presidente Gabriel Boric sobre Sergio Onofre Jarpa, quien fuese ministro del interior de Pinochet (cuyos ¡°d¨ªas terminaron impunes, pese a todas las tropel¨ªas que cometieron¡±, lo que provoc¨® la ira de la derecha, omitiendo que tambi¨¦n fue uno -entre varios- de los art¨ªfices de la transici¨®n a la democracia), o las acusaciones de dirigentes de derecha en las que Salvador Allende fue el responsable final de todo (manipulando la interpretaci¨®n de datos de encuesta).
Si bien algunos historiadores, como Sol Serrano, vieron en estas conmemoraciones un momento en el que se intent¨® responder por primera vez la pregunta por el legado de la Unidad Popular (¡°es que ¨¦ste sea el tema principal de este aniversario: volver a la Unidad Popular, salir del esquema de golpe y dictadura, contextos y justificaciones, en el que nos hemos estado dando vueltas tanto tiempo, y hacerse la pregunta fundamental: ?cu¨¢l es el legado, la lecci¨®n? Es la reivindicaci¨®n de la pol¨ªtica¡±), no es realmente all¨ª en donde hubo algo realmente novedoso, pol¨ªtica o historiogr¨¢ficamente hablando.
En lo que s¨ª hubo un tema original e interesante que de verdad domin¨® el debate p¨²blico de los ¨²ltimos meses se dio en torno a una pregunta: ?fue inevitable el golpe? Esta pregunta ya hab¨ªa sido instalada por Mauro Basaure en el a?o 2018, al publicar un libro no totalmente concluyente sobre la respuesta a la pregunta, la que volvi¨® a reflotar tras la publicaci¨®n del libro de Daniel Mansuy sobre Salvador Allende y la Unidad Popular; y del mismo Mauro Basaure. La pregunta es relevante e inquietante: Gonzalo Cordero tiene raz¨®n en se?alar que la pregunta por lo inevitable del golpe es imposible de zanjar en el presente, y por un largo tiempo. ?Por qu¨¦ ser¨¢?
Deteng¨¢monos en la idea de inevitabilidad, en este caso referida a un acontecimiento con inmensas consecuencias humanas, pol¨ªticas, econ¨®micas, sociales y culturales: algo parecido a un ¡°hecho social total¡± seg¨²n Marcel Mauss, en el que se condensan todo tipo de l¨®gicas y razones. No es una casualidad si la idea de lo inevitable del golpe est¨¢ referido a una cat¨¢strofe: es precisamente porque estamos en presencia de lo catastr¨®fico, de lo indecible, de lo inexplicable, de eso que no se puede narrar totalmente porque el acontecimiento nos desborda, que la hip¨®tesis de ¡°inevitabilidad¡± irrumpe como recurso de socorro.
?C¨®mo pensar nuestra ¨²ltima cat¨¢strofe que se tradujo en un hecho social total, abarcando para sus contempor¨¢neos todas las esferas de la vida, para bien o para mal? Precisamente porque es una cat¨¢strofe que acudimos a la creencia de su car¨¢cter inevitable, un recurso m¨¢s psicol¨®gico que intelectual para resignarnos ante un acontecimiento sobre el que no hab¨ªa nada que hacer. Mirado con la distancia del tiempo, se trata de un recurso c¨®modo, exculpatorio: aceptemos que estamos en presencia de un proceso revolucionario irresistible para entender y adherir a la creencia que su interrupci¨®n mediante un golpe era inevitable, el ¨²ltimo recurso. Otra historia es lo que sigui¨® a continuaci¨®n: las violaciones masivas a los derechos humanos. Dicho de otro modo: hay un momento, ?cu¨¢l?, en el que no hab¨ªa nada m¨¢s que hacer: pero, ?qu¨¦ puede significar esto?
Aceptar sin m¨¢s, as¨ª como as¨ª, que enfrentados a la posibilidad de un golpe militar subyac¨ªa una raz¨®n, un sentimiento y una creencia sobre la inevitabilidad de la cat¨¢strofe equivale a aceptar la idea que la agencia humana tiene l¨ªmites y puede sucumbir ante la realidad: es posible que as¨ª sea ante realidades y estados del mundo que son externos a los deseos y voluntades de los agentes humanos (crisis clim¨¢ticas o crisis econ¨®micas, que nadie persigue, pero que ocurren a partir de acciones humanas). ?Pero podemos aceptar esta aserci¨®n cuando lo que somete y aplasta a la agencia humana es su propia creaci¨®n, eso que llamamos ¡°realidad pol¨ªtica¡± que engendra sin percatarse un golpe de Estado?
Bien digo su propia creaci¨®n pol¨ªtica para no confundirnos con sus creaciones que impactan negativamente en el medioambiente o en otras esferas de la vida. Aqu¨ª estamos hablando de lo que la pol¨ªtica puede generar, en medio de instituciones que ella misma cre¨® para limitar sus excesos, sin que sus actores tengan conciencia de lo que est¨¢n engendrando. De ser cierta esta hip¨®tesis de que la propia agencia pol¨ªtica crea las condiciones para su propia destrucci¨®n (es por razones pol¨ªticas que grupos e individuos actuaron entre 1970 y 1973 para crear condiciones que se pensaban eran revolucionarias, pero terminaron siendo reaccionarias y contra-revolucionarias), entonces deber¨ªamos estar en condiciones para explicar, concretamente, en qu¨¦ sentido los distintos actores pol¨ªticos de la ¨¦poca generaron las condiciones para que tuviese lugar un acontecimiento que, retrospectivamente, era inevitable: una cosa muy distinta es argumentar sobre los actores que, en el tiempo real de aquel entonces, creyeron que no hab¨ªa nada m¨¢s que hacer, sin tener conciencia sobre lo que significaba un quiebre democr¨¢tico ni menos sobre sus consecuencias.
Se ha podido sostener que, ocurridas tales o cuales circunstancias que son tambi¨¦n el resultado de conductas humanas, la sociedad chilena y su pol¨ªtica transitaron hacia un estado del mundo sobre el que no ten¨ªan control: algo as¨ª como un efecto no deseado generado por m¨²ltiples acciones individuales en las que cada actor satisfac¨ªa sus propios intereses y preferencias pero que, cuya agregaci¨®n con otros comportamientos de igual naturaleza, generaron un gran mal colectivo. Es a este tipo de fen¨®menos, reales, que se refiere la sociolog¨ªa interesada en asociar preferencias individuales y males colectivos (como, por ejemplo, los embotellamientos vehiculares a continuaci¨®n de la b¨²squeda por satisfacer el inter¨¦s de transportarse en la soledad gratificante del autom¨®vil).
?Es sostenible esta sociolog¨ªa de los efectos no deseados para explicar el golpe de Estado en Chile? No lo es. ?Por qu¨¦? Porque en las controversias pol¨ªticas que tuvieron lugar en las postrimer¨ªas del gobierno de la Unidad Popular hubo conductas maximalistas referidas no a la democracia, sino a la satisfacci¨®n de necesidades por grandes grupos populares: es sobre estos grupos que el gobierno de la Unidad Popular nunca cej¨® en referir a sus intereses. Este es el origen de lo inevitable. Dicho de otro modo, lo inevitable termin¨® siendo el apego a un proyecto y a una representaci¨®n -equivocada o no- de los intereses deseos de un pueblo. Es en ese contexto que el marco institucional de la democracia no pudo impedir lo ¡°inevitable¡±.
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