?Somos republicanos?
¡®Rep¨²blica¡¯ se ha transformado en una de esas palabras de uso circunstancial y oportunista que se emplean para salir del paso y poner cara de serios
Democracia es una palabra griega, rep¨²blica una romana. Esta ¨²ltima significa cosa p¨²blica y, como ocurre frecuentemente con todas las palabras, rep¨²blica no es un t¨¦rmino de uso uniforme en los textos de teor¨ªa pol¨ªtica ni menos en el lenguaje com¨²n de las personas.
El uso m¨¢s antiguo y habitual de rep¨²blica se da por oposici¨®n a monarqu¨ªa, o sea, a Gobierno de uno solo, el rey. Sin embargo, no hay simetr¨ªa entre ambos t¨¦rminos, puesto que la monarqu¨ªa es una forma de Gobierno y la rep¨²blica no lo es. Rep¨²blica es un modo o manera de gobernar en la que el poder sirve al bien com¨²n y no tiene que ver con qui¨¦nes ni cu¨¢ntos son los que gobiernan.
Las formas de Gobierno responden a la pregunta acerca de qui¨¦n debe gobernar; rep¨²blica, en cambio, contesta a la pregunta de para qu¨¦ se gobierna.
A veces rep¨²blica se hace sin¨®nimo de democracia, pero, y por lo antes indicado, vuelve a no haber simetr¨ªa. Como forma de Gobierno, la democracia es el Gobierno de los m¨¢s, mientras que la rep¨²blica es el Gobierno para el bien de todos. Lo que caracteriza a la rep¨²blica no es algo cuantitativo ¨Ccu¨¢ntos son los que gobiernan o elijen a quienes lo hacen-, sino algo cualitativo, y debe ser por eso que cuesta tanto ponerse a la altura del ideal republicano. Este exige de los gobernantes, y tambi¨¦n de los ciudadanos, que sean capaces de alzarse por sobre el torbellino de las pasiones e intereses particulares y sectoriales, incluidos aquellos de los propios gobernantes y fuerzas pol¨ªticas que los apoyan.
Si as¨ª fueran las cosas, todos ser¨ªamos republicanos, al menos labios afuera, porque no ha habido pol¨ªtico alguno en la historia de la humanidad que no haya afirmado buscar y ejercer el poder a favor del bien colectivo o com¨²n que, llegado el momento, reducen a sus propios intereses y creencias, con menoscabo o desd¨¦n por cualquiera que se les oponga. Es leg¨ªtimo que sujetos individuales, organizaciones y sectores de un pa¨ªs defiendan sus intereses ¨Csi lo hacen con transparencia y sin violencia¨C, pero no lo es que embanderen con el emblema patrio los que no pasan de ser intereses de uno o de unos cuantos.
La rep¨²blica es entonces un ideal moral y pol¨ªtico, por mucho que en los tiempos que corren la primera de tales palabras produzca incomodidad y la segunda suene a algo detestable.
El ideal republicano incluye tambi¨¦n el rechazo a toda forma de sometimiento o dominaci¨®n; por ejemplo, el de la mayor¨ªa sobre la minor¨ªa all¨ª donde se encuentre vigente la forma democr¨¢tica de Gobierno. Una de las reglas de la democracia es la de la mayor¨ªa, y es altamente improbable que una mayor¨ªa, por circunstancial que sea (?y cu¨¢ndo hoy una mayor¨ªa no es circunstancial?), deje de comportarse como tal, pero el ideal republicano exige que la mayor¨ªa no aplaste a la minor¨ªa cada vez que pueda y que se comporte con esta ¨²ltima de la manera que desear¨ªa que el d¨ªa de ma?ana se comportara con ella en caso de pasar a ser minor¨ªa. A la vez, ese ideal exige que una fuerza pol¨ªtica que hoy sea minor¨ªa se comporte con la mayor¨ªa gobernante del modo que le gustar¨ªa que se comportara con ella en caso de pasar ma?ana de minor¨ªa a mayor¨ªa, o sea, sin obstaculizarla cada rato y bloquear todas sus iniciativas.
Si tal es lo que se entiende por rep¨²blica y republicanismo, habr¨ªa que preguntar cu¨¢nto de una y otro tenemos hoy en Chile, sin que podamos concluir otra cosa que tenemos poco, muy poco, y que rep¨²blica se ha transformado en una de esas palabras de uso circunstancial y oportunista que se emplean para salir del paso y poner cara de serios.
Tenemos un d¨¦ficit grande en tal sentido. Estamos muy bajos de calor¨ªas genuinamente republicanas y tampoco vamos a superar esta carencia con una mec¨¢nica apelaci¨®n ret¨®rica a la amistad c¨ªvica, una expresi¨®n que ampl¨ªa impunemente la palabra amistad hasta diluirla en una d¨¦bil sustancia empalagosa que no convence a nadie.
Si no somos capaces de lo menos ¨Ccomportarnos de acuerdo al exigente ideal republicano¨C, ?podremos alcanzar alg¨²n d¨ªa el nivel quim¨¦rico de la amistad, en el entendido de que no rebajemos tan importante palabra a simple buena onda?
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