La palabra republicano
Cuando yo era chico no pod¨ªa imaginar nada mejor. Ahora se dice sin fuego, sin deseo, como quien dice guay o chachi
Cuando era chico la o¨ªa mucho: en mi casa la dec¨ªan como quien dice algo importante. Las palabras dicen m¨¢s que lo que dicen, y a cada quien le dicen otras cosas. Pocas, supongo, lo hacen tanto como republicano.
Y, sin embargo, en el origen parec¨ªa tan clara. Republicano es, por supuesto, el que propone y promueve la rep¨²blica. Y rep¨²blica es de esas pocas palabras que no est¨¢n hechas de sonidos y despu¨¦s letras y despu¨¦s poco m¨¢s. La palabra rep¨²blica est¨¢ hecha de dos conceptos claros: la res ¡ªla cosa¡ª publica ¡ªdel pueblo¡ª. En lat¨ªn, faltaba m¨¢s, porque rep¨²blica es una invenci¨®n de los latinos o romanos para decir que la cosa ¡ªlas decisiones, el gobierno¡ª era p¨²blica porque no era privada: que no era de un rey o fara¨®n o macho recio, sino de todos. Aunque todos, entonces, en la rep¨²blica romana, fueran solo algunos. En las rep¨²blicas a menudo todos son algunos.
En cualquier caso, pasados los romanos, la palabra rep¨²blica entr¨® en hibernaci¨®n tipo Walt Disney ¡ªcon alg¨²n sobresalto¡ª y no resucit¨® hasta el siglo XVIII, cuando la rescataron unos criollos norteamericanos y unos franceses revoltosos para decir que nadie era m¨¢s que sus vecinos, amo de sus vecinos. Y que la cosa era de todos, aunque todos otra vez fueran algunos: hasta hace siglo y medio, por ejemplo, esos todos eran solo los hombres propietarios. Despu¨¦s todos fueron todos los hombres y, hace tan poco, tambi¨¦n las mujeres.
En cualquier caso, la palabra republicano se difundi¨® por tantos sitios, tom¨® tantos sentidos. En Estados Unidos, sin ir m¨¢s lejos, define a los m¨¢s derechistas de ese sistema de dos partidos de derecha que se alternan y se justifican. En ?am¨¦rica, ahora mismo, republicano se usa como contrario de populista o algo as¨ª: los que dicen que respetan las instituciones y las reglas, los que prefieren conservarlas. La palabra republicano, en general, se enrola con los conservadores. En cambio, aqu¨ª en Espa?a tuvo un peso fuerte, lo sabemos. Cuando yo era chico no pod¨ªa imaginar nada mejor que ser republicano ¡ªaun cuando sab¨ªa que, por serlo, mi abuelo Antonio hab¨ªa dejado de ser un doctor madrile?o y pasado por la c¨¢rcel y el exilio y una vida modesta en un pueblito de la pampa. O quiz¨¢s era porque lo sab¨ªa y sab¨ªa que, aun as¨ª, mi abuelo Antonio sigui¨® siendo, toda su vida, un republicano: derrotado pero republicano. Algo deb¨ªa tener esa palabra, que hac¨ªa que un hombre le entregara tanto.
Mi abuelo Antonio, por supuesto, ya muri¨®, a sus 94, republicano todav¨ªa, de vuelta en una Espa?a donde esa palabra significaba menos. La palabra republicano, que tanto quiso decir, se fue maleando. Se dice ¡ªqueda bien¡ª sin fuego, sin deseo, como quien dice guay o chachi. Espa?a es, ahora, un pa¨ªs raro lleno de republicanos que est¨¢n contentos ¡ªo se contentan¡ª con su Rey. As¨ª que, en principio, estos republicanos no quieren tener una rep¨²blica. La rememoran, si acaso, la aluden con nostalgia, pero no insisten, no se esfuerzan. La gente seria que gobierna de uno u otro modo dice que al fin y al cabo no vale la pena meterse en esos lodos porque ahora, en Espa?a, una rep¨²blica cambiar¨ªa muy poco. Y es cierto que no cambiar¨ªa mucho: solo liquidar¨ªa por fin ¡ª85 a?os despu¨¦s¡ª el dictado de un ej¨¦rcito ilegal y sanguinario; solo demostrar¨ªa que el Rey est¨¢ desnudo ¡ªque los reyes siempre est¨¢n desnudos¡ª; solo establecer¨ªa la idea de que nadie es m¨¢s que nadie por haber nacido en una de esas cunas. Ser¨ªa, por supuesto, una idea falsa: seguir¨ªa habiendo algunos que ser¨ªan m¨¢s que muchos, pero, al menos, esa ya no ser¨ªa la religi¨®n oficial, el s¨ªmbolo de Espa?a.
Y entonces s¨ª, quiz¨¢, la palabra republicano volver¨ªa a ser la de mi abuelo: una palabra por la que tantos, alguna vez, dieron sus vidas, las vivieron; una de esas que no se dicen gratis.
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