Cuando un rechazo constitucional no es sin¨®nimo de fracaso
Tal vez la principal victoria que debe celebrarse, por p¨ªrrica que sea, es que mientras la atenci¨®n chilena estuvo concentrada en los procesos constituyentes, han ocurrido acontecimientos que permiten desarticular nudos del problema constitucional
Por segunda vez en poco m¨¢s de un a?o, los chilenos rechazaron por un amplio margen una propuesta de nueva Constituci¨®n en un plebiscito. Si un rechazo ya es excepcional a nivel comparado, dos consecutivos son algo completamente in¨¦dito. De ah¨ª que es entendible que el resultado sea recibido con pesimismo y resignaci¨®n. Pero frente al nihilismo constitucional que impera, debemos ser cautelosos y cuestionarnos qu¨¦ constituye realmente un fracaso.
Por de pronto, es necesario reconocer que no siempre ser¨¢ f¨¢cil determinar cu¨¢ndo se est¨¢ ante un fracaso en un proceso constituyente. Por ejemplo, el rechazo de la propuesta de la Convenci¨®n Constitucional en 2022 supuso para muchos ¨Cy me incluyo¨C un triunfo de la democracia chilena, mientras que para otros represent¨® un retroceso democr¨¢tico. Id¨¦ntica interrogante podr¨ªa formularse respecto del reciente plebiscito: ?habr¨ªa sido un triunfo aprobar, por un estrecho margen y bajo la excusa del fracaso anterior, una propuesta que habr¨ªa perpetuado la discordia constitucional entre las ¨¦lites pol¨ªticas? As¨ª lo suger¨ªan quienes abogaban en su favor. Pero en contra podr¨ªa ofrecerse la experiencia francesa de 1946. Luego de un primer plebiscito en el que se rechaz¨® la Constituci¨®n de una asamblea liderada por la izquierda, seis meses despu¨¦s se aprob¨® estrechamente una segunda propuesta elaborada por una asamblea dominada por la derecha. Esa Constituci¨®n dar¨ªa lugar a la Cuarta Rep¨²blica, caracterizada por su inestabilidad, corta vida y por terminar al borde de una guerra civil.
Es cierto que hay algunos fracasos m¨¢s evidentes que otros. Tal vez el m¨¢s patente es el creciente entredicho en el que queda la ¨¦lite pol¨ªtica, que nuevamente se muestra incapaz de solucionar un problema al que ella misma ha asignado un protagonismo desmedido. Desde 2009, parte importante de ella ha impulsado la necesidad de una nueva Constituci¨®n como una urgencia pol¨ªtica. Aunque exist¨ªan buenas razones para esta demanda, la preeminencia asignada a este anhelo llev¨® a muchos a sucumbir en esa obsesi¨®n tan latinoamericana de buscar solucionar los problemas pol¨ªticos a trav¨¦s de lo constitucional, aun cuando ya en los primeros d¨ªas que siguieron al estallido social se advert¨ªa que no deb¨ªa recurrirse a la Constituci¨®n como a una bala de plata.
Este fracaso conlleva adem¨¢s una consecuencia que la ¨¦lite pol¨ªtica parece todav¨ªa no dimensionar. Si con una nueva Constituci¨®n se buscaba relegitimar una institucionalidad en perpetua sensaci¨®n de crisis, los sucesivos rechazos solo terminan por contaminar el espacio constitucional de esta deslegitimaci¨®n y te?irlo de malestar ciudadano. Contrario al objetivo buscado, esto solo termina por favorecer el discurso de quienes buscan apostar electoralmente en contra de la institucionalidad y sus protagonistas.
Pero frente a este fracaso, hay muchos otros que dif¨ªcilmente podr¨ªan calificarse de tales y que m¨¢s bien deben destacarse. Por ejemplo, debe celebrarse la resiliencia de la democracia chilena. Luego de mostrarse abrumadoramente a favor de una nueva Constituci¨®n en 2020, los chilenos le dieron la espalda a dos propuestas que buscaban avanzar agendas program¨¢ticas y excluir a sectores completos del debate. No debemos olvidar que los plebiscitos de 2022 y 2023 ten¨ªan como prop¨®sito servir como un control ciudadano a los constituyentes y, en ambos casos, proporcionaron una instancia para castigar a los constituyentes que prefirieron hacer primar sus preferencias a las del votante medio. Tambi¨¦n debe destacarse el positivo esp¨ªritu de di¨¢logo y simpat¨ªa pol¨ªtica que prim¨® en la primera instancia de este ¨²ltimo proceso, la Comisi¨®n Experta, y que posteriormente fue menospreciado por los constituyentes electos. En un pa¨ªs cada vez m¨¢s acostumbrado a la polarizaci¨®n afectiva, los 24 comisionados expertos ofrecieron una lecci¨®n de madurez democr¨¢tica que debe reivindicarse y celebrarse.
En esta l¨ªnea, debe destacarse la gran participaci¨®n ciudadana que los tres procesos concitaron, sobre todo trat¨¢ndose de un pa¨ªs con serias deficiencias en esta materia. A¨²n a pesar de que esa participaci¨®n no se vio finamente reflejada en las propuestas constitucionales, tales instancias igualmente ofrecieron a la ciudadana un espacio para que pudiera expresarse, algo del todo sorprende en un contexto de creciente apat¨ªa. Esta experiencia participativa ofrece muchas lecciones que son ¨²tiles no solo para Chile, sino tambi¨¦n para otros procesos a nivel comparado. Por ¨²ltimo, despu¨¦s de tres intentos infructuosos de trasladar la discusi¨®n constituyente a instancias especialmente dise?adas para tal prop¨®sito, parece evidente que el lugar natural para tener estas discusiones es el Congreso Nacional. Con todo su descr¨¦dito y m¨²ltiples defectos, los parlamentarios han evidenciado en los ¨²ltimos a?os una mayor capacidad de alcanzar e implementar acuerdos constitucionales que otras instancias representativas.
Pero tal vez la principal victoria que debe celebrarse, por p¨ªrrica que sea, es que mientras la atenci¨®n chilena estuvo concentrada en los procesos constituyentes, han ocurrido muchos acontecimientos que permiten desarticular dos de los principales nudos del problema constitucional. Por una parte, en los ¨²ltimos a?os el Congreso atenu¨® las reglas de reforma constitucional y de las leyes org¨¢nicas destinadas a desarrollar su contenido, lo que muchos consideraban uno de los cerrojos constitucionales legados por la dictadura. A ello debemos sumar la reforma electoral de 2016, que elimina el ¡®cerrojo¡¯ que subsidiaba a minor¨ªas que posteriormente pod¨ªan vetar discusiones parlamentarias. As¨ª, desaparece el reclamo que la Constituci¨®n imposibilita un espacio de disputas pol¨ªticas.
Es cierto que todav¨ªa subsisten normas en los cap¨ªtulos de principios y derechos que se sindican como favorables a los idearios de derecha. Pero ante esta cr¨ªtica, hay un importante matiz: los nuevos equilibrios en tribunales han llevado a que tales normas hayan sido reinterpretadas judicialmente, muchas veces desdibuj¨¢ndolas casi por completo. En algunos casos, ellas incluso han servido como fundamento para que jueces puedan avanzar agendas sociales progresistas, como en materia de salud.
M¨¢s importante a¨²n, los sucesivos rechazos ciudadanos aten¨²an ¨Co derechamente anulan¨C el origen de la Constituci¨®n como un motivo para su reemplazo. Si para muchos las m¨¢s de 70 reformas constitucionales promulgadas en democracia y el reemplazo de la firma del general Pinochet por la del presidente Ricardo Lagos no eran suficientes para limpiar este pecado original, la reiterada preferencia ciudadana por la Constituci¨®n vigente por sobre alternativas de izquierda y derecha hacen dif¨ªciles sustentar este argumento. Como bromeaba un amigo extranjero luego de conocidos los resultados del ¨²ltimo plebiscito, ¡®la chilena es probablemente la constituci¨®n m¨¢s ratificada de Occidente¡¯.
En ning¨²n caso esto supone minimizar el peso de una dictadura. Supone simplemente reconocer que el origen democr¨¢tico de una Constituci¨®n no deber¨ªa ser la ¨²nica variable al juzgar su legitimidad, como evidencian la experiencia alemana o japonesa. Porque tampoco debemos olvidar que hay muchas constituciones redactadas en democracia que han contribuido a su erosi¨®n o la consolidaci¨®n de proyectos autoritarios, como en Bolivia o Venezuela.
En este ¨²ltimo punto tal vez descansa la principal lecci¨®n constitucional que deben sacar los chilenos. Frente a quienes insisten en la posibilidad rom¨¢ntica de un nuevo y puro comienzo, debemos recordar que, como suger¨ªa Immanuel Kant, de la madera torcida de la humanidad nada puede forjarse que sea del todo recto.
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