Muri¨® el t¨¦cnico que no vio venir el final de su carrera
Orlando Aravena era sagaz e intuitivo, y se vanagloriaba de aquello. Pero en el esc¨¢ndalo del ¡®C¨®ndor¡¯ Rojas en el Maracanazo del 89 era el t¨¦cnico de la selecci¨®n chilena y jam¨¢s supo del complot ni particip¨® del retiro del equipo. Fue sancionado a perpetuidad para dirigir internacionalmente
Orlando Aravena se jactaba de su viveza, que era una mezcla de conocimientos futbol¨ªsticos y sapiencia popular. Algo de raz¨®n ten¨ªa, porque tras una discreta campa?a como jugador destac¨® de inmediato como t¨¦cnico, donde cimentar¨ªa una carrera que siempre lo tuvo al borde del ¨¦xito, que le resultaba esquivo en la puntada final.
Estuvo al frente de una selecci¨®n juvenil en 1975, que en el Sudamericano de Lima estuvo a punto de ganar el t¨ªtulo, finalmente entregado a penales a Uruguay. Dirigi¨® a casi todos los equipos de Santiago ¡ªexceptuando a la Universidad de Chile¡ª pero jam¨¢s pudo levantar una copa. Fue sagaz en el Palestino de 1986, que perdi¨® la definici¨®n del campeonato contra Colo Colo y su momento de mayor gloria lo vivi¨® en la Copa Am¨¦rica de 1987, al ganarle por 4 a 0 a Brasil, con baile incluido. Fuel a su historia, la final la volvi¨® a perder contra Uruguay por la cuenta m¨ªnima.
De una alegr¨ªa contagiosa, optimismo desbordante y barniz popular, establec¨ªa ¨ªntima relaci¨®n con sus dirigidos y era un pragm¨¢tico a la hora de enfrentar los problemas. Directo y confrontacional con la prensa y los adversarios, se gan¨® el odio de los brasile?os en las clasificatorias al Mundial de Italia provoc¨¢ndolos con bromas y met¨¢foras que terminaron por transformar el partido de ida en el Estadio Nacional en una suerte de guerra inevitable.
En el partido de vuelta, con una poderosa selecci¨®n encabezada por Romario y el Maracan¨¢ lleno, Aravena estaba sancionado. Debi¨® ver desde una cabina de prensa como Roberto Rojas se cortaba una ceja intencionalmente y c¨®mo, en respuesta a esa acci¨®n, la selecci¨®n chilena se retiraba de la cancha en un hecho sin precedentes en la historia de las clasificatorias a las Copas del Mundo. Lejano e incomunicado, Aravena, pese a toda su viveza y sabidur¨ªa, no estuvo enterado del complot del arquero ni tuvo injerencia en la determinaci¨®n de dar por terminado el partido sin considerar la opini¨®n del juez.
Ese fue el punto de quiebre en su carrera. Sancionado a perpetuidad por la FIFA para dirigir internacionalmente, la peor condena de Aravena, apodado El Cabez¨®n, fue no entender lo que suced¨ªa en el momento clave de su carrera. Ser ignorante de la trama y perder el control de su grupo cuando m¨¢s lo necesitaba. Nada volver¨ªa a ser lo mismo, no para ¨¦l, ni para el C¨®ndor Rojas ni para el f¨²tbol chileno.
Enfermo desde hace rato, Aravena muri¨® con la l¨¢pida de lo ocurrido en aquel septiembre de 1989. Y por m¨¢s esfuerzos que hagamos los que conocimos su trayectoria completa, todo qued¨® te?ido por el episodio. Le quedar¨¢, a ¨¦l y a sus admiradores, una doble satisfacci¨®n. No tuvo nada que ver con la farsa vergonzosa que lo sac¨® de la actividad. Y, pese a no haber ganado t¨ªtulos en su carrera, ganarse en un lugar entre los t¨¦cnicos hist¨®ricos del f¨²tbol chileno. Por su viveza, aunque el olfato le fallara cuando menos deb¨ªa.
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