La pol¨ªtica de la desconfianza
El problema es inquietante, ya que en todas las derechas prevalece, efectivamente, un profundo sentimiento de desconfianza que a estas alturas no tiene arreglo ni correcci¨®n
Cada d¨ªa se hace m¨¢s patente, y t¨®xico, el mal de la desconfianza ya no con la pol¨ªtica, sino entre pol¨ªticos.
Este sentimiento nefasto se viene gestando desde hace tiempo, y es Jos¨¦ Antonio Kast quien lo puso definitivamente en evidencia. En una suerte de festival de la extrema derecha mundial en Madrid, organizado por Vox bajo el nombre ¡®Europa Viva 24¡ä, Jos¨¦ Antonio Kast se posicion¨® definitivamente en la derechaultra. A partir de ahora, es bajo esa etiqueta y con esa identidad que tendr¨¢ que lidiar. Es en esa transici¨®n a la extrema derecha que el l¨ªder del Partido Republicano calific¨® al presidente Gabriel Boric como ¡°un travesti pol¨ªtico¡±, lo que marca una progresi¨®n hacia el infierno del lenguaje despu¨¦s de haberlo calificado semanas antes como ¡°presidente woke¡±.
M¨¢s all¨¢ de los calificativos, hay otra arista involucrada en los duros t¨¦rminos que fueron empleados por Kast. Lo que subyace a estos juicios es una profunda desconfianza con los giros que ha protagonizado el presidente Gabriel Boric, los que despiertan en la derecha en el mejor de los casos perplejidad, pero sobre todo animadversi¨®n y hostilidad. El problema es inquietante, ya que en todas las derechas prevalece, efectivamente, un profundo sentimiento de desconfianza que a estas alturas no tiene arreglo ni correcci¨®n. Prueba de ello es el juicio, genuino, que fue emitido hace un par de d¨ªas por el presidente del Partido Republicano Arturo Squella, quien declar¨® sobre el presidente Boric: ¡°La l¨®gica de estar cambiando permanentemente su posici¨®n genera m¨¢s ambig¨¹edad, m¨¢s incertidumbre, m¨¢s inestabilidad, que repercute en los resultados que hemos estado teniendo como pa¨ªs¡±. Para decirlo en una sola frase: ¡°No le creemos al presidente¡±.
Esta desconfianza es un sentimiento muy extendido en las derechas, y no hay reparaci¨®n posible. Efectivamente, el presidente Boric ha cambiado en innumerables ocasiones de postura respecto de su conducta cuando era diputado: quedaron definitivamente atr¨¢s innumerables demandas en todo tipo de cosas, desde una profunda reforma al sistema de seguridad social hasta la transformaci¨®n profunda de la educaci¨®n. ?l mismo presidente lo ha dicho: gobernar es otra cosa. Pero no hay caso: no es cre¨ªble. Ninguna eventual explicaci¨®n de tama?os cambios surgida del propio presidente aplacar¨ªa este sentimiento, el que tambi¨¦n se encuentra presente en el empresariado y en buena parte de los economistas de la plaza.
As¨ª las cosas, la desconfianza aumenta, y se transforma en un sentimiento rec¨ªproco entre izquierdas y derechas, aumentando la polarizaci¨®n de esa burbuja que llamamos la pol¨ªtica parlamentaria y de partidos.
Nada bueno puede salir de estas subjetividades, lo que afectar¨¢ a este Gobierno y al pr¨®ximo.
No puede entonces sorprender que la imagen que la derecha pol¨ªtica y econ¨®mica tiene del estado del pa¨ªs sea pr¨¢cticamente la de una cat¨¢strofe. A ojos vista, esta imagen no se ajusta a la realidad. Chile no cay¨® en una recesi¨®n, una predicci¨®n que muchos economistas y el propio mercado formulaban semanas antes que expirara el a?o 2023, sin que nadie se haga cargo seis meses despu¨¦s. Es m¨¢s: los pron¨®sticos de crecimiento para Chile en 2025 van al alza, a lo que se suma el elevado precio del cobre. Es cierto, el desempleo (ronda en torno al 8,5%) es un problema, y algo nos dice acerca de los fundamentos de la econom¨ªa chilena y de su productividad: pero no basta para generar una representaci¨®n catastrofista del pa¨ªs.
Tanto el presidente Boric como el ministro de Hacienda Mario Marcel lo han dicho y explicado hasta el cansancio, acusando un prejuicio hacia este gobierno. Pero no hay caso: el empresariado y los partidos de derecha no les creen, reproduciendo d¨ªa tras d¨ªa la desconfianza entre unos y otros.
Lo grave es que, de no mediar cambios de conducta y alg¨²n tipo de ¨¢nimo cooperativo que permitan deponer la hostilidad, esta desconfianza seguir¨¢ corroyendo a la vida pol¨ªtica, ante un pueblo que no solo no la entiende, sino que desprecia a parlamentarios y partidos por igual, sin discriminar si es proclive al gobierno o si es opositor.
No perdamos de vista que los partidos y el Congreso s¨®lo concitan el 1% de confianza seg¨²n la ¨²ltima encuesta Bicentenario de la Universidad Cat¨®lica. Lo singular es que, si el mundo pol¨ªtico chileno produce tanta desconfianza, vaya paradoja que se sume a ella la desconfianza entre quienes habitan ese mundo. As¨ª las cosas, la desconfianza sigue all¨ª. Cada batalla pol¨ªtica que es protagonizada por diputados discurre como si todos los chilenos estuviesen experimentando el mismo fervor.
Hay algo muy inquietante en la pol¨ªtica chilena: un componente t¨®xico que tambi¨¦n se observa en la pol¨ªtica espa?ola, francesa y alemana. Nadie sabe c¨®mo salir de este nefasto estado del mundo.
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