Crist¨®bal Mar¨ªn: ¡°Las guerras culturales tienen hoy en peligro a las universidades, cuya labor es mantener a raya?el?eslogan¡±
El ensayista y acad¨¦mico, prorrector de la UDP, habla sobre la falta de di¨¢logo en los planteles universitarios, as¨ª como sobre la memoria -personal y colectiva- y otros temas presentes en su ¨²ltimo libro, ¡®Atacama fantasma¡¯
¡°Siempre me ha gustado el ensayo como una forma de reflexionar en torno a la condici¨®n humana: es una reflexi¨®n m¨¢s cercana al lector que el paper acad¨¦mico¡±, cuenta Crist¨®bal Mar¨ªn en su espaciosa oficina de la prorrector¨ªa de la Universidad Diego Portales, a pasos de la estaci¨®n Toesca del Metro de Santiago de Chile.
No es que los papers sean un problema, agrega, pero el g¨¦nero ensay¨ªstico es otra cosa: una mirada ¡°m¨¢s cercana, pero tambi¨¦n m¨¢s amplia a los temas de la existencia humana, en general¡±. Y aun m¨¢s amplia si lo que se quiere es radicalizarlo, como ¨¦l mismo propone, incorporando la minibiograf¨ªa (propia o ajena), el relato antropol¨®gico, el relato de viaje, la disquisici¨®n filos¨®fica, la novela de formaci¨®n, el trabajo de memoria. Tambi¨¦n la primera persona, que asoma en los dos libros que ha publicado: Huesos sin descanso. Fueguinos en Londres (2019) y Atacama fantasma. Viaje a la memoria del desierto (2023), el segundo de los cuales lleg¨® a la segunda edici¨®n, mientras el primero va en la sexta, adem¨¢s de aparecer en Argentina y en Espa?a, donde llegar¨¢ en octubre.
Y no es todo: Las cordilleras de la memoria, el libro que actualmente prepara, deber¨ªa cerrar una trilog¨ªa inhabitual.
Pero esta entrevista arranca con una reflexi¨®n sobre coyuntura y su papel de prorrector universitario.
Pregunta. ?C¨®mo ve el hecho de que no pocos estudiantes exijan a distintos planteles pronunciamientos y tomas de posici¨®n, partiendo por la situaci¨®n en Gaza? ?C¨®mo ve las batallas culturales a este respecto?
Respuesta. Desde su origen, la universidad ha tenido como principal caracter¨ªstica el reflexionar, a trav¨¦s de la raz¨®n, en torno a los temas de inter¨¦s com¨²n, de inter¨¦s p¨²blico. Y eso a veces se pierde en estas batallas culturales, porque no hay di¨¢logo, porque se usa el eslogan, porque se usan lugares comunes, cuando la labor de la universidad es precisamente ese: mantener a raya el lugar com¨²n, el eslogan, y reflexionar con las herramientas de la raz¨®n. Eso es el ideal ilustrado de las universidades: as¨ª nacieron y as¨ª debieran pervivir. Pero hoy est¨¢n en peligro.
P. ?Qu¨¦ tiene desafiadas a las universidades?
R. Lo que me est¨¢ diciendo: las guerras culturales. Se pide que la universidad sea un espacio para manifestar opiniones diversas, pero sin pasarlas por el filtro de la raz¨®n. Creo que la universidad deber¨ªa volver a sus pr¨¢cticas b¨¢sicas: a usar la reflexi¨®n, el di¨¢logo racional en torno a los problemas. Esa es su tarea, y si no lo hace la universidad, no lo va a hacer nadie.
P. Vayamos a sus libros. El ensayo permite tantear; ir para un lado y devolverse¡
R. Permite la digresi¨®n, por supuesto, algo que hago bien seguido. Porque la digresi¨®n tambi¨¦n es una forma de conocimiento.
P. ?Por las ramas, derecho a lo esencial, como dec¨ªa Ra¨²l Ruiz?
R. Eso es muy propio del ensayo.
P. ?Cu¨¢l es el estado del ensayo en Chile? Los acad¨¦micos no lo cultivan mucho y, como g¨¦nero literario o como formato editorial, tampoco tiene el empuje de otros pa¨ªses.
R. En Chile hay una tradici¨®n que se remonta a las cr¨®nicas de la Conquista y la Colonia con componentes ensay¨ªsticos: que mezclan autobiograf¨ªa, relatos de viajes, reflexiones sobre el otro (el pueblo originario). Y est¨¢n los historiadores del XIX, como Vicu?a Mackenna, que usa este g¨¦nero de manera muy intensiva y muy entretenida, como en su libro sobre La Quintrala, o en lo que escribi¨® sobre su expedici¨®n a la Laguna Negra en el Caj¨®n del Maipo. Ahora, si bien se perdi¨® bastante de esa tradici¨®n, algo ha ido renaciendo, creo yo. Al menos, soy uno de varios que est¨¢n intentando despertar el ensayo y su potencialidad literaria. Es lo que me interesa.
P. ?C¨®mo asume la primera persona, ahora que el yo est¨¢ en todos lados?
R. Uno dice, bueno, ?por qu¨¦ negar el yo? El punto es qu¨¦ hacer con ¨¦l. No me interesa la autoficci¨®n, no me interesa la literatura del yo, que est¨¢ tan de moda. Pero, con los materiales que ten¨ªa encontraba valioso usar mi propia experiencia. Entonces, trat¨¦ de equilibrar el yo y la memoria personal: que esta fuera un elemento que despertara la memoria colectiva. Que incentivara la memoria del pa¨ªs, la historia del pa¨ªs. En ese equilibrio estoy, y puede que a veces me caiga para un lado o para el otro.
¡°El libro es una forma de ant¨ªdoto contra la melancol¨ªa¡±
La reflexi¨®n en Atacama fantasma orbita en torno al viaje, a la melancol¨ªa y al desierto, como la propia obra lo explicita en la p¨¢gina 42, de un total de 488, cuando el lector ya ha visto entremezclarse los recuerdos pampinos de la ni?ez del autor con episodios como la infame expedici¨®n de Diego de Almagro por el actual territorio chileno y con casos como el de Robert Burton, autor de Anatom¨ªa de la melancol¨ªa (1621).
P. Usted reivindica el viajar y el caminar como formas leg¨ªtimas de conocimiento.
R. Veo ah¨ª tres dimensiones. Una de ellas es, de alguna forma, una condici¨®n existencial: la idea del viaje o del movimiento y del recorrido permanentes; de llegar a ciudades o viajar por lugares remotos. Es una especie de necesidad, de condici¨®n existencial que para m¨ª tiene mucho sentido. En segundo lugar, hay una forma de conocimiento: en el viaje voy conociendo historias, lugares, memoria. Y en tercer lugar, hay una metodolog¨ªa de investigaci¨®n de los temas que estoy trabajando: fui al desierto de nuevo, recuper¨¦ mis viajes al desierto de mi juventud y mi ni?ez. Pero tambi¨¦n fui al desierto de nuevo para ver qu¨¦ pas¨® con esos lugares, con esas historias. Esa metodolog¨ªa tiene sus protocolos, sus mecanismos¡
P. ?No es m¨¢s azarosa, tambi¨¦n?
R. Es m¨¢s azarosa. El azar es parte de la metodolog¨ªa: que te pasen cosas.
P. Y el viaje, como dice usted citando a Bruce Chatwin, es el mejor ant¨ªdoto contra la melancol¨ªa. ?Ve esta ¨²ltima como un estado de ¨¢nimo, m¨¢s que como un ¨ªtem de salud mental?
R. En primer lugar, la melancol¨ªa es parte de la condici¨®n humana, de la condici¨®n mortal del ser humano, y todos tenemos en alg¨²n momento estados de ¨¢nimo melanc¨®licos. Pero hay otra forma de melancol¨ªa muy retratada por Robert Burton, que es una condici¨®n m¨¢s patol¨®gica: es lo que despu¨¦s se ha llamado depresi¨®n, aunque es m¨¢s compleja que eso, si bien tiene alg¨²n parentesco. De hecho, hoy se usa el t¨¦rmino depresi¨®n melanc¨®lica. Como estado de ¨¢nimo, es muy bueno para pensar, pero se puede convertir en un infierno.
P. Rescatar su experiencia con la melancol¨ªa, ?le permite afrontar aspectos m¨¢s sombr¨ªos de la vida?
R. El propio libro es una forma de ant¨ªdoto contra la melancol¨ªa.
P. Y la memoria, ?la concibe m¨¢s identitaria, menos dada a entrar en contradicci¨®n consigo misma que la historia?
R. A m¨ª me interesaba la memoria, sobre todo mi memoria y la del pa¨ªs, a trav¨¦s de los testigos, de los acontecimientos que relato. La historia tambi¨¦n me interesaba, por supuesto, pero es una disciplina que intenta interpretar y dar cuenta de hechos con una metodolog¨ªa m¨¢s sist¨¦mica. La memoria es m¨¢s subjetiva, en ese sentido: la mayor¨ªa de las cosas que rescato son textos de testigos de los hechos. Le¨ª mucho el libro de historia, pero me interesaba m¨¢s la subjetividad de los acontecimientos, y lo mismo respecto a mi propia memoria, la forma en que yo viv¨ª ciertos acontecimientos.
P. En cuanto al desierto chileno, ?de qu¨¦ dir¨ªa que est¨¢ hecho? ?Por qu¨¦ le importa desentra?ar sus sentidos?
R. El desierto ha sido un protagonista de la historia de Chile y no ha sido del todo pensado. No ha habido una reflexi¨®n intensa sobre su rol, desde los pueblos originarios hasta la dictadura de Pinochet, donde tuvo un papel muy importante. Fue escenario de prisiones, torturas, desaparecimiento de personas, y gracias al clima del desierto que los conserv¨®, muchos de esos cuerpos se pudieron identificar. Asimismo, en el desierto est¨¢ el cobre, estuvo el salitre y hoy est¨¢ el litio: es parte de la riqueza de Chile. Al mismo tiempo, influy¨® mucho en la constituci¨®n de los campos intelectuales chilenos, como el de la arqueolog¨ªa y el de la historia natural. Todo eso, dir¨ªa, no ha sido suficientemente relevado.
Intento darle al desierto el protagonismo que se merece en la historia de Chile, que no es solo geograf¨ªa, sino que tambi¨¦n contiene una historia muy impresionante y muy dram¨¢tica, con muchas zonas oscuras. Una historia que no han sido del todo contada.
¡°La mayor¨ªa de los lugares que me han interesado son lugares extremos¡±
P. ?Qu¨¦ tanto le ha interesado reconsiderar lo humano a partir de la experiencia de la muerte?
R. Algo de eso hay, claro, en lugares extremos como el desierto de Atacama y la Patagonia. La mayor¨ªa de los lugares que me han interesado y que de alguna forma me han construido como persona, son lugares extremos. El desierto est¨¢ muy conectado con la muerte por sed o por hambre, y como adem¨¢s conserva los cuerpos, la muerte est¨¢ a¨²n m¨¢s presente: los conserva y los deja en un estado fantasmal (de ah¨ª el t¨ªtulo del libro). Los dos libros que he escrito est¨¢n atravesados por la reflexi¨®n sobre la muerte y sobre los restos mortales: cu¨¢l es su estatus cultural; por qu¨¦ el ser humano entierra a sus muertos, o por qu¨¦ hay ritos mortuorios tan complejos en sociedades simples, como la de los chinchorro [que habitaron la costa del desierto de Atacama entre el 7020 y el 1500 a. C]. Y en medio de esas reflexiones, cuento alguna an¨¦cdota familiar, como el desentierro y vuelta a enterrar de tatarabuelos o bisabuelos.
P. Sus libros dan cuenta del inter¨¦s en Europa y Estados Unidos por Latinoam¨¦rica que implic¨® saqueo, expoliaci¨®n e incluso la exhibici¨®n de abor¨ªgenes en zool¨®gicos humanos. ?C¨®mo se propuso abordar a esos personajes que hacen avanzar el conocimiento con procedimientos que hoy ser¨ªan inaceptables?
R. Hay que analizar hist¨®ricamente estas figuras: para no caer en anacronismos y mantener la ambig¨¹edad de muchas de ellas figuras. Darwin es el gran personaje del siglo XIX, que hizo avanzar la ciencia de manera notable, pero ten¨ªa sus limitaciones. Vio a los pueblos originarios del extremo sur de Chile como primitivos, personas de un lenguaje apenas articulado, etc¨¦tera. Pero todos los seres humanos tienen ambig¨¹edades que intento recoger en sus luces y sus sombras. Otro tanto pasa con la historia del mundo kaw¨¦sqar, o la del mundo yag¨¢n: hay ah¨ª una tragedia que no es f¨¢cil de resolver y que enfrenta civilizaci¨®n, historia y pueblos originarios. Darwin exageraba, dec¨ªa que esto era inevitable, que era parte de la historia natural, poco menos. Sin embargo, las cosas siempre se pudieron hacer de otra forma, y por ah¨ª pasa la reflexi¨®n que intento hacer: el avance del conocimiento cient¨ªfico era posible, pero no era inevitable que las cosas ocurrieran de la forma en que ocurrieron. Hubo pr¨¢cticas que ya eran condenadas en su ¨¦poca, como revela la pelea que tiene Darwin con FitzRoy sobre la esclavitud (que el primero consideraba una aberraci¨®n).
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