Agust¨ªn Squella: ¡°He pasado por la fe, la duda y el agnosticismo, para rematar en un ate¨ªsmo firme¡±
El intelectual chileno publica a sus 80 a?os un libro-ensayo sobre la vejez y sus m¨¢s diversas aristas, guiado por su propia biograf¨ªa
El intelectual chileno Agust¨ªn Squella celebr¨® el pasado abril sus 80 a?os volcado en un tema que lo ata?e hace un tiempo: la vejez. El Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales nacido en Santiago, pero moldeado en la ciudad portuaria de Valpara¨ªso, se zambull¨® en textos, pel¨ªculas y sus propios recuerdos para escribir el libro-ensayo La vejez. Tiempo contra el tiempo (Universidad Diego Portales). El escrito aborda desde sus or¨ªgenes de ¡°ni?o malo¡± hasta sus reflexiones sobre los cuidados paliativos o la inteligencia artificial. El proceso del envejecimiento, sobre todo en su parte final, plantea el abogado y fil¨®sofo del Derecho entre las p¨¢ginas, se parece a ir en un tren sentado de espaldas a la direcci¨®n que este lleva: ¡°Ante nuestros ojos va apareciendo el paisaje que dejamos atr¨¢s y no el que va pasando a nuestro lado y menos el que se avecina m¨¢s adelante¡±.
Pregunta. ?Cu¨¢ntos a?os tendr¨ªa si no supiera el d¨ªa en que naci¨®?, como preguntaba el cantante estadounidense Toby Keith.
Respuesta. Tendr¨ªa muchos menos a?os, desde luego. La edad cronol¨®gica de toda persona es implacable. Basta con mirar la c¨¦dula de identidad. Pero la edad fisiol¨®gica ¡ªaquella que calculan los geront¨®logos¡ª suele ser menor, y ni qu¨¦ decir de la psicol¨®gica, que es la que uno siente tener y que, a menudo, se confunde con la que se querr¨ªa tener. Est¨¢ tambi¨¦n la burocr¨¢tica, aquella en que nos jubilan. E imagino tambi¨¦n una edad existencial, que vendr¨ªa siendo el promedio de las anteriores.
P. ?Recuerda cuando se sinti¨® identificado con el t¨¦rmino viejo?
R. La verdad, hace solo un par de a?os. Aunque mientras fui bien joven, sol¨ªa vitrinear en las farmacias, y un par de amigos me apodaron la Vieja. Entraba y sal¨ªa de las farmacias preguntando qu¨¦ novedad ten¨ªan.
P. Dice que abandonar todos los trabajos a la vez no es lo m¨¢s recomendable. ?Qu¨¦ le pas¨® a usted con eso?
R. Pas¨® que me cans¨¦ de dar clases ¡ªque fue el trabajo por lejos m¨¢s exclusivo y permanente que tuve durante m¨¢s de medio siglo¡ª, y desde que cumpl¨ª 80 voy algo perjudicado de salud. Pero ahora hago lo que m¨¢s me gusta: leer, escribir, ver cine, caminar, y pasar alg¨²n tiempo cada ma?ana en un caf¨¦.
P. ?C¨®mo ha sido envejecer en pareja? En el libro habla de la diferencia entre la relaci¨®n y la convivencia.
R. No estando en pareja ¡ªconcretamente con mi mujer¡ª, la vejez ser¨ªa muy aburrida y por momentos insoportable. Las parejas mayores terminan poni¨¦ndose muy nerviosas entre s¨ª y los ripios de la vida en com¨²n pueden llegar a ser muy frecuentes. Algo as¨ª afecta la convivencia, pero no tiene por qu¨¦ da?ar la relaci¨®n. Lo que importa en una pareja es la relaci¨®n y no tanto la convivencia. Si has pensado en dejar alguna vez a tu pareja, piensa bien qu¨¦ es lo que anda mal: la relaci¨®n o solo la convivencia.
P. ?Ha cambiado su relaci¨®n con la religi¨®n?
R. Reconozco haber pasado por cuatro estados: fe, duda y agnosticismo, para rematar en un ate¨ªsmo firme, pero no beligerante. As¨ª de complicadas pueden llegar a ser las cosas. Ha sido algo extra?o pasar por esos cuatro estados, y no faltan los que se detienen en el agnosticismo solo para no utilizar una palabra estigmatizada por la historia: ate¨ªsmo.
P. Sobre los recuerdos¡ ?Cu¨¢les son los que m¨¢s lo visitan estos d¨ªas?
R. Los de mis padres, ambos muertos, lo mismo que los de dos hermanos mayores que ya no est¨¢n en este mundo y seguramente en ning¨²n otro. Recuerdo tambi¨¦n el f¨²tbol de mi ni?ez y las memorables y muy frecuentes jornadas h¨ªpicas en el hip¨®dromo de Vi?a del Mar. Lo mismo digo de ba?arse en el mar. Estando ellas y ellos vivos y muy cercanos, me gusta recordar tambi¨¦n a mis tres hijas y a los nueve nietos que circulan por all¨ª.
P. ?C¨®mo califica el rol solidario de las instituciones p¨²blicas para garantizar una vejez libre y digna?
R. Mal andamos en eso. La vejez nos cae ahora encima a casi todos, y suele prolongarse por varios a?os. ?Vejez libre, dice usted? Dif¨ªcil. ?Digna? Esto s¨ª, a como d¨¦ lugar, porque lo que llamamos dignidad es el igual valor que damos a cada persona, cualquiera su edad o la condici¨®n en que se encuentre. Schopenhauer dec¨ªa que la vejez en la pobreza era una desgracia, y son muchos los que la viven en medio de condiciones materiales de existencia muy deplorables para s¨ª y sus familias. Tiene que haber cuidados, y el Estado no puede desentenderse de esto.
P. En su libro advierte los recientes gui?os de la econom¨ªa a los de mayor edad. ¡°Lo que se quiere y se respeta es el mercado¡±.
R. El incremento de la vejez y el mayor tiempo de permanencia en ella, ha ensanchado un cada vez m¨¢s amplio y lucrativo mercado: nuevos f¨¢rmacos de precios muchas veces inalcanzables, alimentaci¨®n especial, gimnasios, dientes de reemplazo, entrenadores y param¨¦dicos. En una de estas, ese cada vez m¨¢s poblado mercado est¨¢ siendo visto como una tabla de salvaci¨®n para el capitalismo y los inversionistas. Pero vuelvo a que la mayor¨ªa no tiene acceso regular a esos bienes.
P. ?Por qu¨¦ cree que la filosof¨ªa ha tratado poco el tema de la vejez?
R. Porque se le ha quitado el cuerpo al problema del envejecimiento como proceso y a la vejez como resultado de ese proceso. Por mucho tiempo se crey¨®, err¨®neamente, que era solo un asunto m¨¦dico. Muchos fil¨®sofos de la antig¨¹edad, la mayor¨ªa de ellos ricos, poderosos, prestigiosos e influyentes, cantan loas a la vejez como si se tratara de la edad dorada de la plenitud y la sabidur¨ªa. La vejez es siempre biogr¨¢fica, de manera que lo que hay son vejeces ¡ªas¨ª, en plural¡ª, y desconocer eso puede resultar muy penoso y agraviante para quienes envejecen en malas o incluso p¨¦simas condiciones materiales de existencia. Independientemente de que se tenga en tal sentido una mala, tolerable o buena vejez, una constante de esta es la soledad.
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