Los dilemas del coronavirus
El neurocient¨ªfico Mariano Sigman se?ala algunas preguntas existenciales que nos plantea la pandemia
Soy neurocient¨ªfico y hace a?os hago experimentos para entender el comportamiento humano. Y en este camino, muchas veces, la literatura o el cine han sido la ¨²nica forma de imaginar como reaccionar¨ªamos frente a situaciones extraordinarias: grandes desamores, invasiones, pandemias. Y de repente, la ficci¨®n se hizo real. Y aqu¨ª, cada uno en su casa, en medio de una ciudad desolada, no dejamos de hacernos preguntas. Para descubrir los rincones m¨¢s fant¨¢sticos de la condici¨®n humana, pero tambi¨¦n los m¨¢s rid¨ªculos y mundanos.
Por ejemplo, las salidas desesperadas para comprar monta?as de papel higi¨¦nico. Estos comportamientos que parecen (y son) absurdos, reflejan una l¨®gica inconsciente. El foco est¨¢ m¨¢s en la contundencia de la reacci¨®n, que en su relevancia. Es como el futbolista que corre desesperadamente una pelota a la que sabe que no llega. Y es que fracasar con la sensaci¨®n de que se ha hecho un gran esfuerzo da cierto alivio.
Tambi¨¦n nos es propio buscar explicaciones y causas para lo que sucede. En este caso, el Gobierno chino, en solo diez d¨ªas, no solo descubri¨® el virus que produc¨ªa esta enfermedad sino que hizo p¨²blico su genoma. Y esto nos dio al resto mundo meses de anticipaci¨®n que desaprovechamos por otro principio de la psicolog¨ªa humana: el sesgo optimista. La misma ceguera que hace que muchos usemos el tel¨¦fono mientras conducimos, pensando que a nosotros no nos va a pasar nada (el riesgo es solo para los otros, este es el sesgo optimista) ha hecho que muchos pol¨ªticos pierdan una gran oportunidad de actuar a tiempo.
Pero, en general, buscamos explicaciones morales y sociales. ?Por qu¨¦ esta pandemia sucede ahora y a nosotros? Y, lamentablemente, estas preguntas suelen terminar en estigmas o culpables. Durante la peste bub¨®nica se culp¨® a los jud¨ªos en Europa y a los chinos en San Francisco. Y as¨ª, buscando culpables, se les escap¨® ver que la ciudad se convert¨ªa en un cementerio de ratas que eran las verdaderas portadoras de la enfermedad. En esta pandemia, las mascarillas son ¨²tiles sobre todo para que los enfermos no contagien. Pero si solo las llevan los enfermos se vuelven una suerte de cruz distintiva, que los marca. Para evitar esto, en Jap¨®n se decidi¨® que todo el mundo las use. En primer lugar porque tambi¨¦n evita el contagio de aquellos que est¨¢n enfermos y no lo saben. Pero, sobre todo, porque cuidar al enfermo sin discriminarlo, es una buena forma de cuidarnos a todos.
?Por qu¨¦ esta pandemia sucede ahora, y a nosotros? Lamentablemente, estas preguntas suelen terminar en estigmas o culpables
Quiz¨¢s estos d¨ªas nos ense?en que tenemos una capacidad de cambiar mayor de lo que imaginamos. Persistimos en nuestras tradiciones, vicios y costumbres, no tanto porque no podamos cambiarlas sino porque no hay una verdadera motivaci¨®n para hacerlo. Se dijo durante d¨¦cadas que la educaci¨®n era la ¨²nica actividad humana que no cambiaba. En tres d¨ªas la hemos cambiado. Todos los ni?os aprender¨¢n durante un buen tiempo de su casa. Todav¨ªa no sabemos las consecuencias de esto, pero sabemos que estamos dispuestos a hacerlo. Y el mundo sigue girando.
Cambian tambi¨¦n, por supuesto, nuestros juicios y valores. Hace apenas dos meses, se cuestionaba a China porque privaba libertades individuales, controlando y confinado poblaciones. Meses despu¨¦s, lo que era horrible parece prioritario. Y sobre esta idea, quiero proponerles el siguiente dilema como experimento mental para pensar el futuro:
Quiz¨¢s estos d¨ªas nos ense?en sobre todo que tenemos una capacidad de cambiar mayor de lo que imaginamos
¡°Supongamos que retrocedemos el tiempo al comienzo de la pandemia, en enero del 2020. Los gobiernos, Naciones Unidas y la OMS tienen la tecnolog¨ªa para conocer nuestros movimientos y a quienes hemos contactado. Tambi¨¦n datos de nuestra intimidad corporal como temperatura, frecuencia respiratoria, carga viral... Aquellos que presenten riesgos, por ley, ser¨¢n confinados, en cuarentenas, en su casa. Supongamos que esto acota enormemente la pandemia sin tanto costo porque se elige qui¨¦n se queda en cuarentena y qui¨¦n no. Nada es gratis por supuesto, nadie nos garantiza que no habr¨¢ usos nocivos y conspirativos de esta informaci¨®n.¡±
Si pudieses volver en el tiempo, ?te parecer¨ªa bien hacer esto?
Eleg¨ª este dilema porque creo que refleja la tensi¨®n inevitable que existe entre la privacidad y la libertad individual, que son pilares fundamentales de nuestra cultura, y las soluciones colectivas que son las m¨¢s efectivas para controlar epidemias.
?Cu¨¢l ser¨¢, cuando pase todo esto, el equilibrio que encontremos para sentirnos a la vez cuidados y libres?
Podemos pensar que ceder parte de nuestros datos es como vacunarnos. Es una concesi¨®n que hacemos de una de nuestras muchas libertades como parte de un pacto social. Para cuidarnos¡ A nosotros y a todos. Para el VIH, que en su momento tambi¨¦n fue un jaque a la libertad, encontramos un buen compromiso. Sexo con preservativo. ?Cu¨¢l ser¨¢, cuando pase todo esto, el equilibrio que encontremos para sentirnos a la vez cuidados y libres?
?Acaso volar¨¢n menos aviones en el cielo, acaso nos saludaremos de manera distinta, o quiz¨¢s aceptemos compartir parte de nuestros datos como un bien p¨²blico, para cuidarnos? No lo sabemos. Pero en el encierro en casa podemos aprovechar para pensar, m¨¢s libremente que nunca, cu¨¢l queremos que sea el sexo con preservativo del coronavirus.
Este texto est¨¢ inspirado en una charla realizada por Mariano Sigman para TEDxR¨ªodelaPlata.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aqu¨ª a nuestra Newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.