Coronam¨²sica
No todo es pesimismo en la crisis pand¨¦mica. Tambi¨¦n hay armon¨ªa en la locura del virus
He publicado columnas pesimistas en los ¨²ltimos d¨ªas ¨Cuna de ellas se titulaba ¡°Contra el optimismo¡±, directamente¡ª y me ha ca¨ªdo la del pulpo. Mis amigos y los lectores de este diario me llaman cenizo, y una joven lectora me dijo el otro d¨ªa que la hab¨ªa hecho llorar. Ni siquiera Felipe Gonz¨¢lez est¨¢ de acuerdo con mi tesis de que los Gobiernos se enfrentan a la alternativa del diablo: elegir entre v¨ªctimas del virus o de la recesi¨®n subsiguiente. ?l piensa que se pueden arreglar los dos problemas a la vez, y deseo de todo coraz¨®n que est¨¦ en lo cierto. Tal vez todos teng¨¢is raz¨®n, as¨ª que hoy voy a cambiar de tono, no vaya a ser que me quede confinado para los restos en plan pelmazo cazcarriento que predica el apocalipsis como un loro aburrido en su jaula de lat¨®n. Hoy hablaremos de la belleza.
Los cient¨ªficos han convertido en m¨²sica la herramienta m¨¢s famosa del SARS-CoV-2 que est¨¢ poniendo el mundo patas arriba, la que forma las esp¨ªculas que afloran desde su aburrida superficie esf¨¦rica y le dan su nombre de coronavirus, porque le hacen parecer una corona del rey de bastos cuando uno lo mira al microscopio electr¨®nico. Parece absurdo, pero esconde una profunda cuesti¨®n cient¨ªfica y est¨¦tica. Oigan la m¨²sica aqu¨ª. Lo m¨¢s llamativo es que la esp¨ªcula, la corona del coronavirus, tiene un sonido relajante y evocador, en flagrante contradicci¨®n con los 60.000 muertos que esa inocente estructura biol¨®gica ha causado en el mundo. La belleza y la destrucci¨®n van de la mano en esta pandemia. Hay una especie de mensaje ah¨ª, uno que la madre naturaleza nos env¨ªa para nuestro pasmo y para hacernos pensar en las paradojas de la evoluci¨®n biol¨®gica, la mism¨ªsima fuerza que nos ha creado.
?Hay truco en esa transcripci¨®n de la biolog¨ªa a la partitura? Por supuesto, pero es el mismo tipo de truco que usan los genes y los compositores: la repetici¨®n con variaciones. Un blues tiene 12 compases, pero es muy f¨¢cil dividirlos en tres frases de cuatro compases que se enra¨ªzan en la m¨²sica tradicional africana, con su intercambio de preguntas del solista y respuestas del coro. M¨¢s a¨²n, cada bloque de cuatro compases se puede subdividir en una pregunta y una respuesta de car¨¢cter m¨¢s simple, y cada una de ellas se forma por el mismo procedimiento, en una estructura fractal y autosemejante ¨Cinvariante a cualquier acercamiento del zoom¡ª que es fundamentalmente la misma que utiliza la evoluci¨®n para generar las prote¨ªnas y los genes que las codifican. Repeticiones con variaciones, desde la esp¨ªcula venenosa del virus hasta un nocturno de Chopin. As¨ª funcionan la evoluci¨®n y sus criaturas. La vida y la m¨²sica son modulares, como el tresillo del sal¨®n, formadas por combinaciones de un m¨®dulo que se repite con variaciones, y lo mismo vale para una ¡®chaise longue¡¯ que para una esquina. ?Es esto lo bastante optimista?
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