Evidencias extraordinarias
La pregunta central que debemos hacernos sobre la vida en Venus es si las evidencias son lo bastante extraordinarias para satisfacer la ¡®ley de Sagan'

El astrof¨ªsico Carl Sagan dec¨ªa que las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias. Si uno pretende haber hallado una nueva especie de escarabajo ¨Cya se han descrito 350.000¡ª, le bastar¨¢ con presentar un pu?ado de datos anat¨®micos para convencer a sus colegas. Pero si lo que afirma es haber descubierto vida en Venus, tendr¨¢ que tener muy bien agarradas sus pruebas o, de lo contrario, quedar¨¢ expuesto no solo al escrutinio s¨¢dico de los dem¨¢s cient¨ªficos, sino tambi¨¦n a hacer un rid¨ªculo espantoso ante el mundo entero. La pregunta central que debemos hacernos en este caso es si las evidencias son lo bastante ¡°extraordinarias¡± para satisfacer la ley de Sagan. ?Lo son?
El dato es simple de enunciar: en la atm¨®sfera de Venus hay fosfina (un ¨¢tomo de f¨®sforo enlazado a tres de hidr¨®geno, PH3), una mol¨¦cula extremadamente rara en la naturaleza, que en la Tierra proviene o bien de la actividad de ciertos microbios que viven sin ox¨ªgeno, o bien de procesos industriales. Si lo mismo fuera cierto en Venus, la mera presencia de fosfina ser¨ªa un indicador de actividad microbiana en su atm¨®sfera (que hubiera actividad industrial en Venus ser¨ªa una afirmaci¨®n todav¨ªa m¨¢s extraordinaria). Es cierto que se conocen procesos abi¨®ticos (no biol¨®gicos) que pueden generar fosfina, entre ellos la actividad volc¨¢nica, los rayos y la radiaci¨®n solar, pero ni mucho menos en las cantidades observadas ahora. La hip¨®tesis m¨¢s simple es que haya microbios flotando en la atm¨®sfera de Venus.
Si Marte es nuestro vecino exterior en el Sistema Solar, Venus es el vecino interior. Es el planeta que m¨¢s se aproxima a la Tierra en cierta fase de su ¨®rbita, hasta el extremo de convertirse en el objeto celeste m¨¢s brillante del cielo (despu¨¦s de la Luna). Como su ¨®rbita es interior a la nuestra, siempre lo vemos en la direcci¨®n del Sol, y por tanto solo al amanecer y al anochecer. Al igual que Mercurio, Marte, J¨²piter y Saturno, es visible con el ojo desnudo, y al igual que ellos, fue estudiado hace 5.000 a?os por los astr¨®nomos babilonios, que lo llamaron Ishtar, como su diosa del amor y la belleza. Venus es el nombre romano de la diosa hom¨®loga. Cuando Galileo le enfoc¨® con su telescopio de fabricaci¨®n casera, descubri¨® que exhib¨ªa fases (cuarto creciente, cuarto menguante y dem¨¢s), obteniendo as¨ª la primera evidencia directa de la teor¨ªa copernicana.
Pese a tanto prestigio cient¨ªfico y tan divina belleza, la astronom¨ªa moderna ha revelado a Venus como una met¨¢fora apta del infierno. Caliente como hierro al rojo vivo, seco como un desierto inabarcable y rodeado por una eterna atm¨®sfera pre?ada de ¨¢cido sulf¨²rico, nuestro vecino interior es uno de los lugares m¨¢s improbables para que evolucione la vida, al menos tal y como la conocemos en la Tierra. Pero los datos mandan: hay abundante fosfina en su aire ponzo?oso, y eso requiere una explicaci¨®n. Seguramente esa extra?a mol¨¦cula resulta insuficiente para cumplir la ley de Sagan, pero desde luego justifica intensificar la investigaci¨®n sobre esta extra?a diosa de la belleza.
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