C¨®mo destruir la virolog¨ªa en ocho meses
Un comit¨¦ de congresistas documenta 47 ataques de Trump a los cient¨ªficos durante la pandemia
En vez de concentrarse en destruir al coronavirus, la Administraci¨®n Trump lleva ocho meses intentando destruir la virolog¨ªa, esa misma ciencia que ha salvado el corpach¨®n de su jefe de sucumbir al SARS-CoV-2, o el ¡°virus chino¡±, como ¨¦l prefiere llamarlo. La C¨¢mara de Representantes de Estados Unidos, que equivale a nuestro Parlamento, estableci¨® en abril un Subcomit¨¦ Selecto de Crisis del Coronavirus para hacer un seguimiento de la eficacia, la equidad y la transparencia del uso de los fondos p¨²blicos para abordar la crisis pand¨¦mica. Uno de sus informes m¨¢s interesantes, del mes pasado, est¨¢ dedicado a ¡°las pautas de interferencia pol¨ªtica por la Administraci¨®n Trump en la respuesta al coronavirus¡±. El subcomit¨¦ ha documentado 47 ataques directos a los cient¨ªficos en ocho meses, una muestra lo bastante amplia como para deducir algunas tendencias, o ¡°pautas¡±, de esa estrategia de desinformaci¨®n premeditada y sistem¨¢tica.
Los congresistas acusan a Trump de ¡°marginar repetidamente a los cient¨ªficos de mayor nivel y minar la salud de los americanos¡±
¡°El an¨¢lisis¡±, escriben los congresistas, ¡°demuestra que en los ¨²ltimos ocho meses la Administraci¨®n ha entablado una pauta persistente de interferencia pol¨ªtica, desestimando y marginando repetidamente a los cient¨ªficos de mayor nivel y minando la salud de los americanos en beneficio de la agenda partidista del presidente¡±. Es una declaraci¨®n pol¨ªtica, como cabe esperar de un comit¨¦ del Congreso, pero se basa en hechos verificables bien simples, como qui¨¦n deneg¨® qu¨¦ despu¨¦s de llamar ad¨®nde, el tipo de evidencia donde un abogado se mueve como pez en el agua.
Nadie puede hablar por todos los cient¨ªficos norteamericanos, pero no es dif¨ªcil percibir en sus mentideros un sentimiento de frustraci¨®n extendida. ¡°Es dif¨ªcil expresar lo incre¨ªblemente desmoralizante que ha sido la experiencia¡±, dice en Nature la presidenta del Centro Nacional de Investigaci¨®n en Salud, Diana Zuckerman, una organizaci¨®n no lucrativa que est¨¢ poniendo voz a muchos colegas que no se sienten tan libres para hablar, ya sea por sus responsabilidades institucionales o por el mero hecho de que una Casa Blanca hostil puede hacer un enorme da?o a su investigaci¨®n, empezando por no financiarla y acabando en los tribunales, o sacando esposados del campus a jefes de departamento de Harvard sospechosos de colusi¨®n con los chinos.
Si Trump logra enquistarse de alg¨²n modo en la Casa Blanca, una de las referencias de la epidemiolog¨ªa mundial, Anthony Fauci, se ver¨¢ despedido como asesor presidencial, tal y como exigen a coro unos votantes que seguramente no saben ni qui¨¦n es, ni les importa lo m¨¢s m¨ªnimo. Si Trump, por el contrario, acaba encontrando la puerta de salida del 1.600 de la Avenida Pensilvania y se vuelve a su rascacielos de Manhattan, Fauci deber¨ªa ser canonizado por alguna instituci¨®n laica, quiz¨¢ los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) o qui¨¦n sabe si la OMS. Este cient¨ªfico brillante, que ha dirigido desde 1984 uno de los NIH (en el de enfermedades infecciosas, justamente) y que ha asesorado sobre sida a seis presidentes de Estados Unidos no se ha avenido a las fantas¨ªas psic¨®ticas de Trump, y le ha plantado cara una y otra vez en defensa de la racionalidad cient¨ªfica. Un santo laico.
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