A prop¨®sito de confinarse en Marte
Hablar del planeta rojo y sus terror¨ªficas condiciones de habitabilidad viene al caso para recordar el estado de nuestro planeta
El ¨²ltimo veh¨ªculo no tripulado enviado por la NASA a Marte, Perserverance, se pos¨® en la superficie del planeta rojo el 18 de febrero de 2021. Un nuevo ¨¦xito de la ciencia y la tecnolog¨ªa aeroespacial con contribuci¨®n espa?ola: la sonda meteorol¨®gica MEDA desarrollada por INTA y CSIC. La misi¨®n de este rover, a¨²n m¨¢s ambiciosa que la de los cuatro que le precedieron, es buscar rastros de vida pasada o presente y allanar el camino a la exploraci¨®n del planeta directamente por humanos. Marte es indudablemente un lugar fascinante, como cualquier otro planeta de nuestro sistema solar. Pero, dicho esto, ?desear¨ªamos vivir all¨ª, siquiera una corta temporada? Adelanto que yo no. Las im¨¢genes que nos ha enviado Perseverance, dotado con equipos de grabaci¨®n de v¨ªdeo de resoluci¨®n 4k, muestran un paisaje desolado. Rocas y polvo, con cierto relieve de monta?as y aparentes lagos secos. Y no es que no se conociera de antemano. Marte es un planeta fr¨ªo, muy fr¨ªo, con temperaturas que pueden descender por debajo de 100 grados bajo cero en su noche invernal (porque estaciones s¨ª las tiene) y tormentas de polvo brutales que oscurecen en ocasiones el planeta entero. Los seres humanos que pudieran llegar a Marte tras un viaje de varios meses, tendr¨ªan que permanecer dentro de una estaci¨®n, probablemente de reducidas dimensiones, y realizar salidas con trajes de astronauta que les a¨ªslen de la atm¨®sfera marciana desprovista de ox¨ªgeno respirable. Perseverance lleva incorporado un m¨®dulo para fabricar ox¨ªgeno a partir del CO? del aire marciano, pero a raz¨®n de unos 6 gramos de ox¨ªgeno por hora. Lo que puede necesitar un perro mediano y mucho menos de lo necesario para un humano adulto. Creo sinceramente que una persona confinada en Marte, habitando una peque?a estaci¨®n y dependiendo del suministro permanente de ox¨ªgeno en sus cortas excursiones por el fr¨ªo y seco relieve marciano, echar¨ªa mucho de menos su planeta azul y verde originario. Paseos por el bosque, la orilla del mar o un lago, la visi¨®n de monta?as nevadas con aves volando en el cielo, nadar en un r¨ªo o deleitarse en un parque urbano ¨Clos hay absolutamente maravillosos-. Todo eso est¨¢ ausente de Marte. La vida que se busca y que se espera encontrar all¨ª es de escala microbiana. Invisible a los ojos.
No creo que mis reticencias con Marte sean exclusivamente m¨ªas. Las expediciones polares primero y la exploraci¨®n espacial fueron preparadas con entrenamiento espec¨ªfico para el aislamiento en ambientes confinados. Se han hecho experimentos que se llaman ¡°misiones an¨¢logas¡±, en los que se simulan viajes de varios meses de duraci¨®n, en laboratorios situados en tierra con tripulantes reales, que no tienen contacto f¨ªsico ninguno con el exterior hasta finalizar sus misiones. Los responsables de la NASA y de otras agencias espaciales, como la ESA en Europa, estaban y est¨¢n genuinamente preocupados por la salud f¨ªsica y mental de los astronautas y de ah¨ª esos largos ensayos de confinamiento.
La actual pandemia ha revelado lo vulnerables que somos como individuos y como especie. Un virus ¡°prestado¡± por otra especie se est¨¢ cebando en nosotros causando una enorme mortalidad y sembrando el caos en la econom¨ªa y en nuestro modo de vida
Y que conste que no intento denigrar la exploraci¨®n espacial. Ni mucho menos. Estoy convencido de que generar¨¢ conocimiento cr¨ªtico sobre el sistema solar, el universo y, por ende, nuestro lugar en el mismo. Adem¨¢s, estimular¨¢ investigaci¨®n puntera de aplicaci¨®n en la tierra, como ya ocurri¨® con los programas de exploraci¨®n lunar. Pero hablar de Marte y sus terror¨ªficas condiciones de habitabilidad viene al caso para recordar el estado de nuestro planeta.
Recientemente, un equipo de cient¨ªficos ha alertado, por en¨¦sima vez, de que la Tierra se encamina al desastre ecol¨®gico y sin embargo seguimos mirando para otro lado (Bradshaw et al. 2021). La relativa novedad del estudio de Bradshaw y colaboradores, en el que se analiza el declive de la biodiversidad y otros indicadores, es que se pregunta si los sistemas pol¨ªticos y econ¨®micos existentes est¨¢n preparados para manejar los desastres que nos esperan (su conclusi¨®n es que no), y demanda acci¨®n urgente a la comunidad cient¨ªfica para exponer lo que ya se sabe sin rodeos a gobiernos, al mundo empresarial y a la gente en general. La desolaci¨®n marciana viene entonces al caso, porque nos encaminamos progresivamente a un planeta cada vez menos habitable y hacemos bien poco por remediarlo.
La actual pandemia ha revelado lo vulnerables que somos como individuos y como especie. Un virus ¡°prestado¡± por otra especie se est¨¢ cebando en nosotros causando una enorme mortalidad y sembrando el caos en la econom¨ªa y en nuestro modo de vida. Nuestro ritmo se ha visto alterado, ya durante un largo a?o, con per¨ªodos de confinamiento domiciliario como nunca se hab¨ªan visto. Y no nos ha gustado. Cada vez que se relajan las medidas despu¨¦s de cada sucesiva ola pand¨¦mica, los parques se llenan y la gente vuelve a pasear por el campo. Padecemos biofilia, es decir, necesitamos el roce con la biodiversidad, aunque sea urbana. Por eso, repito, no me gustar¨ªa confinarme en una estaci¨®n marciana y condenarme, no a llevar mascarilla en un paseo por el planeta, sino todo un pesado traje espacial presurizado con suministro permanente de ox¨ªgeno. El extremo absoluto de la degradaci¨®n en el planeta Tierra ser¨ªa llegar a la situaci¨®n marciana. Polvo, rocas, fr¨ªo y sequedad. Puede que esa esterilidad albergue belleza, pero no nos enga?emos, mejor verla de lejos. Un ingeniero de la NASA que participa en la misi¨®n del rover Perseverance fue preguntado si le gustar¨ªa participar en una pr¨®xima visita con exploradores humanos. Contest¨® que ser¨ªa estupendo visitar Marte, pero ¡°solo si me aseguro de que puedo volver (a la Tierra)¡±.
Los humanos, como cualquier otro ser vivo, tenemos instinto de supervivencia. Por alguna raz¨®n, sin embargo, no se est¨¢n activando mecanismos suficientes para revertir un proceso, el deterioro planetario por causa humana, que puede acabar con nosotros. Pero somos una especie perseverante ¨Ccomo el nombre del rover marciano- y capaces tecnol¨®gicamente de sobreponernos a tremendas crisis. Tambi¨¦n est¨¢ eso en nuestro ADN. Como reclaman los cient¨ªficos antes citados, pong¨¢monos en marcha. Plantemos cara al cambio clim¨¢tico, a la p¨¦rdida acelerada de especies, al mal uso del agua, a los pesticidas ponzo?osos, y en definitiva a todo aquello que ya sabemos perjudica la salud del planeta y por a?adidura, tal cual sufrimos descarnadamente ahora, a nuestra propia salud. Se pueden y deben tomar peque?as decisiones, como cerrar el grifo al lavarnos los dientes, pero realmente lo importante, lo crucial, ser¨ªa tomar conciencia de que nuestros representantes pol¨ªticos deben asumir en nuestro nombre la acci¨®n por el planeta. Y aqu¨ª los representados los votamos en ayuntamientos, comunidades aut¨®nomas o a escala nacional. Hay que recordarlo y aplicarlo. De ese modo, quiz¨¢ no tengamos que recurrir al grito desgarrador de Miguel Delibes, que atribulado hace d¨¦cadas por el ya entonces lamentable estado ambiental de su pa¨ªs y del planeta, escribi¨®: ¡°?Que paren la Tierra, quiero apearme!¡±. Y es que tener un apartamentito en Marte no es ni mucho menos mejor opci¨®n. De verdad.
Juan Jos¨¦ Negro es profesor de Investigaci¨®n del CSIC. Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana-CSIC
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