60 a?os del gran discurso de Kennedy: cuando EE UU decidi¨® ir a la Luna porque ¡°no era f¨¢cil¡±
La apuesta del presidente de EE UU era llegar al sat¨¦lite antes de 1970 y batir a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, tras tantas humillaciones en la carrera espacial desde la ¨¦poca del Sputnik
El primer vuelo del programa Artemis, por ahora pospuesto hasta octubre, coincide con los 60 a?os del famoso discurso del presidente John F. Kennedy en la Universidad de Rice (Texas) en la que renov¨® su compromiso con la frase ¡°escogimos ir a la Luna no porque fuera f¨¢cil, sino porque es dif¨ªcil¡¡±. Por alguna raz¨®n, esta intervenci¨®n se ha convertido en un cl¨¢sico, m¨¢s citada incluso que el propio anuncio con el que hab¨ªa presentado su proyecto en el Capitolio un a?o antes.
El origen de la aventura lunar puede establecerse en abril de 1961, pocos meses despu¨¦s de su toma de posesi¨®n. En solo una semana, Kennedy se encontr¨® con crisis internacionales, nuevos conflictos raciales en el sur, el lanzamiento espacial de Yuri Gagarin y el fracaso de la invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos, una operaci¨®n heredada de la administraci¨®n Eisenhower. Es famoso el memor¨¢ndum que dirigi¨® el 20 de abril al vicepresidente Lyndon B. Johnson en que ¨¦l preguntaba, con cierto aire exasperado ¡°?Hay algo en lo que podamos ganar a los rusos?¡±
Johnson consult¨® con varias personalidades, como presidentes de instituciones acad¨¦micas, militares y grandes conglomerados industriales. La conclusi¨®n fue que Estados Unidos ten¨ªa las de perder tanto si se embarcaba en una carrera por construir una estaci¨®n espacial como en un viaje de circunvalaci¨®n a la Luna. La ¨²nica opci¨®n viable ser¨ªa intentar un alunizaje. Era una operaci¨®n tan complicada que de nada servir¨ªa la innegable ventaja que llevaba la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ambos contendientes partir¨ªan pr¨¢cticamente de cero.
As¨ª, fue como el 25 de mayo de 1961, ante una sesi¨®n conjunta de ambas c¨¢maras, Kennedy propuso que el pa¨ªs se comprometiese a enviar un hombre a la Luna. Este planteamiento ha sido objeto de muchos an¨¢lisis en escuelas de negocios. Establec¨ªa sin ambages qu¨¦ hacer (ir a la Luna y volver), cu¨¢ndo (antes de 1970) y cu¨¢nto costar¨ªa (lo que fuera necesario; si no, mejor no intentarlo). La cifra se hab¨ªa estimado en 10.000 millones de d¨®lares. Se quedar¨ªa muy corta.
La NASA no perdi¨® el tiempo. Para el siguiente ejercicio fiscal su presupuesto se hab¨ªa triplicado y a¨²n crecer¨ªa m¨¢s en a?os sucesivos. A¨²n no exist¨ªa la mayor¨ªa de instalaciones necesarias para el programa Apolo: ni el edificio de montaje, ni las plataformas, ni la red de seguimiento, ni siquiera el centro de control de Houston. Pero el equipo de Werner von Braun ya estaba a punto de probar su primer cohete Saturn-I, predecesor del que alg¨²n d¨ªa llevar¨ªa hombres a la Luna.
El d¨ªa 11 de septiembre de 1962, Kennedy gir¨® una visita a Cabo Ca?averal, donde pudo ver diversos cohetes, reales y en proyecto, as¨ª como conocer de primera mano los avances en la preparaci¨®n del primer Saturn-I, que se lanzar¨ªa al mes siguiente. De ah¨ª se desplazar¨ªa a Houston para asistir a la ceremonia oficial de cesi¨®n de los terrenos en los que se alzar¨ªa el centro de vuelos tripulados. El campo era un enorme campo a medio camino entre Houston y Galveston, donde los ¨²nicos seres vivos eran reba?os de vacas. La Universidad de Rice lo hab¨ªa recibido como donativo de una empresa petrolera y ahora lo ced¨ªa al gobierno federal. No reun¨ªa condiciones para acoger al presidente junto con 40.000 invitados, as¨ª que el acto se realiz¨® en el estadio de la universidad.
El discurso de Kennedy dur¨® 18 minutos escasos. Bajo un sol de justicia, sin toldo protector. No fue una pieza protocolaria, sino estructurado como una lecci¨®n acad¨¦mica (acababa de ser investido profesor honorario de la universidad) en lugar de una perorata presidencial de rutina. Su objetivo era ¡°vender¡± al p¨²blico la arriesgada apuesta por el programa lunar.
Siguiendo un esquema ret¨®rico cuidadosamente preparado, Kennedy mezcl¨® una actitud humilde, reconociendo las carencias del programa con exaltaciones a la ¨¦pica de los primeros colonizadores del oeste. Hizo una did¨¢ctica y breve historia del avance de la ciencia, desde las cavernas hasta la sonda Mariner 2, que estaba a punto de llegar a Venus, sin olvidar las teor¨ªas de Newton, el vapor, la penicilina, el autom¨®vil y la energ¨ªa nuclear. Recalcando una y otra vez la importancia de liderar de esos avances en lugar de ir a remolque de otros.
Para entonces, Kennedy, reciente a¨²n su visita a Cabo Ca?averal, pas¨® a modo entusiasta. Enumer¨® los beneficios que ya se derivaban del espacio: navegaci¨®n, meteorolog¨ªa, comunicaciones¡ Mencion¨® los espectaculares proyectos que se le hab¨ªan presentado. Y, por fin, su frase m¨¢s ic¨®nica: ¡°Escogimos llegar a la Luna¡±, lo repiti¨® tres veces para sobreponerse a los aplausos, ¡°no porque fuera f¨¢cil, sino porque es dif¨ªcil¡¡±
A partir de ah¨ª, pese al tremendo calor que hac¨ªa sudar la gota gorda a todos los presentes (salvo el propio Kennedy, impoluto en americana y corbata) el p¨²blico ya estaba entregado. Mencion¨® que el coste del programa, aunque caro, valdr¨ªa la pena: nuevas profesiones, nuevos puestos de trabajo, nuevas industrias, algunas todav¨ªa por inventar. Y todo, por menos de lo que gastaba el pa¨ªs anualmente en tabaco. Record¨® que buena parte de las inversiones repercutir¨ªan precisamente all¨ª. Y cerr¨® refiri¨¦ndose a George Mallory y sus motivos para subir al Everest (¡°Porque est¨¢ ah¨ª¡±).
A juzgar por su entusiasmo durante este discurso, Kennedy estaba convencido de que su apuesta tendr¨ªa ¨¦xito. Siempre se hab¨ªa presentado no como una competici¨®n contra los rusos sino contra el tiempo: llegar a la Luna antes de 1970. Sin embargo, para ¨¦l estaba claro que el objetivo era batir a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en desquite a tantas humillaciones en la carrera espacial desde la ¨¦poca del Sputnik. De hecho, en su discurso se hab¨ªa deslizado una sola vez ese concepto: adelantarse a los rusos.
Tan solo un par de meses despu¨¦s, Kennedy empez¨® a no sentirse tan seguro. Una grabaci¨®n del 19 de noviembre de 1962 refleja la conversaci¨®n con James Webb, administrador de la NASA, para asegurarse de que el programa lunar est¨¢ recibiendo m¨¢xima prioridad. Webb, inocentemente, responde que no, que el objetivo de la agencia es obtener la ¡°preeminencia¡± en el espacio de la que se derivar¨¢, en su momento, el viaje a la Luna. Kennedy deja claro que no busca un objetivo cient¨ªfico y a?ade que ¨¦l no est¨¢ interesado en el espacio, solo en vencer a los rusos. El proyecto Apolo era, en esencia y desde el principio, un proyecto pol¨ªtico.
Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 y el programa termin¨® de forma un tanto abrupta al poco tiempo de la llegada de Nixon a la Casa Blanca, en 1969. Le sustituir¨ªa el proyecto del transbordador recuperable, apoyado por la nueva Administraci¨®n. Finalmente, Nixon presidi¨® el alunizaje de la misi¨®n Apolo 11, que llev¨® a los primeros hombres a la Luna: el comandante Neil Armstrong y el piloto Edwin F. Aldrin. Despu¨¦s, la construcci¨®n de la estaci¨®n espacial internacional absorbi¨® buena parte del presupuesto de la NASA en detrimento de otros programas. A?os m¨¢s tarde, los accidentes del Challenger y el Columbia dieron la puntilla al transbordador, que pese a haber volado en 135 misiones, nunca respondi¨® a las esperanzas depositadas en ¨¦l respecto a econom¨ªa y rapidez de reutilizaci¨®n.
A lo largo de medio siglo hubo intentos por reanudar los programas de exploraci¨®n lunar. En 1988, Reagan lo propuso como ¨²ltima opci¨®n en un informe reservado que nunca lleg¨® a m¨¢s. Al a?o siguiente, coincidiendo con la celebraci¨®n del 20? aniversario del Apolo 11, el presidente George Bush (padre) anunci¨® una iniciativa que inclu¨ªa una estaci¨®n espacial y una base lunar permanente. Dur¨® tres a?os hasta ser cancelada por la Administraci¨®n de Bill Clinton. En 2004, George W. Bush trat¨® de revivir el proyecto de su padre bajo el nombre de Constellation. Pero el programa no sobrevivi¨® a una nueva propuesta de Barack Obama, que a su vez fue replanteada por Donald Trump en un intento de poner ¡°las botas en la Luna¡± durante un eventual segundo mandato que no se materializ¨®.
Ahora asistimos, por fin, al vuelo inaugural de la c¨¢psula Ori¨®n, aunque sin tripulaci¨®n, bajo el nombre de Artemis I. Si todo va bien, el a?o que viene la Artemis II llevar¨¢ a cuatro astronautas a dar una vuelta a la Luna, sin siquiera detenerse a orbitarla. Y para 2024, la Artemis III incluir¨¢ un descenso en el sat¨¦lite. Muchos ven el pan exageradamente optimista.
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