El tab¨² de la amistad entre los animales, una ventaja evolutiva que no es exclusiva de los humanos
La comunidad cient¨ªfica ha cambiado su hist¨®rica reticencia a usar el t¨¦rmino amistad para referirse a las relaciones estrechas entre los animales
Hare y Ellington eran dos viejos machos que viv¨ªan en el Parque Nacional Kibale, en Uganda. No estaban emparentados, pero hac¨ªan un buen equipo. Tras una cacer¨ªa, Ellington extend¨ªa un brazo, gesto habitual en los chimpanc¨¦s para pedir comida, y Hare le daba un trozo de su carne. Pasaban d¨ªas desplaz¨¢ndose por el bosque juntos y, cuando se separaban, manten¨ªan el contacto mediante fuertes vocalizaciones. Cuando Ellington muri¨®, Hare cambi¨® de repente y se aisl¨® del grupo durante semanas, como si necesitase pasar un duelo.
Unos a?os despu¨¦s, unos delfines mulares tambi¨¦n mostraron su afinidad al otro lado del mundo, en la bah¨ªa de Sarasota (Florida, EE UU). Una vieja hembra de 58 a?os llamada Nicklo sol¨ªa cazar cerca de la costa, en una zona poco profunda donde abundan los bancos de peces. Un d¨ªa, apareci¨® acompa?ada por otra vieja hembra con la que no estaba emparentada. Entre las dos agrupaban a los peces y los aturd¨ªan con la cola para com¨¦rselos. Esto llam¨® la atenci¨®n de los investigadores, pues rara vez ve¨ªan a delfines hembra cazando juntas. Sin embargo, para Nicklo y su compa?era esto se convirti¨® en una rutina. Podr¨ªan tener simplemente una relaci¨®n de trabajo, pero a menudo se las ve¨ªa nadando juntas por otras zonas, como si estuvieran simplemente de paseo.
Animales carism¨¢ticos como los delfines y los chimpanc¨¦s nos regalan an¨¦cdotas sobre la amistad que nos conmueven y se hacen populares. No obstante, no fueron estas especies las que promovieron que la comunidad cient¨ªfica se decidiera a utilizar la etiqueta ¡°amistad¡± en los estudios sobre las relaciones sociales de los animales.
La ciencia debe tener mucho cuidado con los t¨¦rminos que utiliza, para que no se generen malentendidos. Cuando se describe un comportamiento nuevo, suelen surgir varios nombres hasta que se llega a un consenso. Por ejemplo, a los primates les encantan los reci¨¦n nacidos. Tienen una conducta muy frecuente que consiste en acerarse a los beb¨¦s para olerlos y manosearlos, llegando a veces a arrancarlos de la mano de su madre. Las primeras veces que se hizo referencia a esto en los estudios cient¨ªficos se utilizaron etiquetas como aunting (hacer de t¨ªa) o kidnapping (secuestrar). La primera ten¨ªa connotaciones positivas y la segunda negativa, as¨ª que se le acab¨® llamando infant handling (manoseo de infantes).
Al principio, ning¨²n acad¨¦mico se atrevi¨® a utilizar la palabra amistad en sus estudios sobre animales. Observaban que los individuos ten¨ªan marcadas preferencias a la hora de relacionarse, pero hablaban de v¨ªnculos o relaciones estrechas. Solo se hac¨ªa referencia a la amistad en tertulias distendidas. Si se inclu¨ªa esta palabra en un art¨ªculo cient¨ªfico, se pon¨ªa en cursiva, como si eso protegiese al autor o los autores de las acusaciones de antropomorfismo o falta de rigor. Algunos cient¨ªficos, con af¨¢n de re¨ªrse de s¨ª mismos, sol¨ªan referirse a la amistad como la palabra F (del ingl¨¦s friendship), haciendo referencia al car¨¢cter innombrable del t¨¦rmino.
A principios de los a?os ochenta, estaba asentada la idea de que las relaciones humanas eran muy diferentes a las de los animales. Los humanos establec¨ªamos amistades incondicionales, en las que d¨¢bamos algo a cambio de nada, mientras que los animales eran como m¨¢quinas econ¨®micas. No actuaban movidos por sentimientos de afecto, sino por el ¡°yo te ayudo hoy, porque t¨² me ayudar¨¢s ma?ana¡± o ¡°me junto contigo por conveniencia¡±. Por tanto, sus relaciones no eran merecedoras de ser calificadas como amistad.
Fue una antrop¨®loga americana llamada Barbara Smuts quien, en 1985, sac¨® a la amistad animal del armario con su libro Sexo y amistad en babuinos. En Kenia se hab¨ªan iniciado en los a?os setenta los primeros estudios sobre el comportamiento social de los babuinos. Midiendo el tiempo que estos monos pasaban en proximidad y acical¨¢ndose entre s¨ª, descubrieron que las babuinas formaban relaciones muy estrechas con algunas hembras y no con otras. A menudo estaban emparentadas, pero no siempre.
Los datos dejaban claro que los babuinos ten¨ªan un mundo social muy complejo. Yo misma pude comprobarlo de primera mano cuando trabajaba en Senegal, siguiendo a un grupo de babuinos de Guinea. Esta especie tiene una vida social diferente a la de los babuinos que se encuentran en Kenia, ya que son los machos los que establecen fuertes relaciones durante mucho tiempo.
Recuerdo una vez que estaba siguiendo a un joven macho llamado Bela, mientras tomaba datos con un smartphone. Estaba tan pendiente del m¨®vil que no vi una rama y tropec¨¦. No llegu¨¦ a caer al suelo, pero hice un movimiento brusco que asust¨® a Bela, provoc¨¢ndole un grito muy fuerte. Cinco segundos despu¨¦s, me vi rodeada por sus mejores amigos, tres babuinos enormes que se pusieron a gritar y a levantar las cejas con gesto amenazante. Me lo dejaron muy claro: si ten¨ªa intenci¨®n de hacer da?o a Bela, me las tendr¨ªa que ver antes con ellos.
Hoy en d¨ªa, la amistad animal aparece con frecuencia en los art¨ªculos cient¨ªficos. La amplia aceptaci¨®n del t¨¦rmino se debe a que las evidencias indican que las relaciones de los humanos y el resto de los primates son bastante similares. Como nosotros, ellos tambi¨¦n tienen amigos.
Es importante recalcar que la amistad es una adaptaci¨®n. Es decir, est¨¢ muy extendida porque confiere ventajas en la supervivencia y en la reproducci¨®n. Por ejemplo, un estudio de 1993 demostr¨® que las humanas de clase baja daban a luz a beb¨¦s m¨¢s pesados cuando ten¨ªan conexiones sociales fuertes. A su vez, las babuinas mejor integradas en el grupo tambi¨¦n tienen m¨¢s ¨¦xito en la crianza de sus peque?os.
Amigos y adaptaci¨®n evolutiva
A todos nos conviene tener amistades. Ahora bien, cuando dos ni?os se hacen amigos, no piensan que as¨ª mejoran su reproducci¨®n y sus posibilidades de supervivencia. Con los otros animales pasa lo mismo, sus amistades tienen una funci¨®n adaptativa, pero eso no quita que sus acciones puedan estar movidas por emociones similares a las nuestras.
De hecho, parece ser que a los monos se les da bastante mal llevar la cuenta de los favores. Algunos autores han propuesto que, en su lugar, la reciprocidad en las relaciones animales es incondicional en el corto plazo y est¨¢ basada en las emociones. Estas ideas se sustentan en estudios que indican que un primate tiene m¨¢s probabilidades de ayudar a otro si mantiene con ¨¦l una relaci¨®n estrecha a largo plazo, que si este le ha ayudado hace poco tiempo.
A nivel fisiol¨®gico, sabemos que los mecanismos que median las relaciones de los humanos y otros animales son muy similares. La oxitocina y la vasopresina son las reinas de los v¨ªnculos sociales. Un estudio en 2007 mostr¨® que el ¨¢rea septal del cerebro humano, que controla la liberaci¨®n de oxitocina y vasopresina, est¨¢ involucrada en la confianza incondicional que tenemos con nuestras amistades. Curiosamente, esta ¨¢rea est¨¢ muy conservada en forma y funci¨®n en una variedad de especies.
Esto no quiere decir que los animales experimenten sus relaciones de amistad exactamente igual que nosotros. Los humanos tenemos unas capacidades sociales muy desarrolladas que nos permiten entender de manera profunda la perspectiva, el conocimiento y los sentimientos de otros individuos. Cada especie tiene su manera ¨²nica de relacionarse. Al utilizar el t¨¦rmino amistad en los animales no estamos negando esta diversidad, sino aceptando, una vez m¨¢s, que no somos tan diferentes.
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