La locura como juego; m¨¢s all¨¢ del Quijote y de las novelas de P¨¦rez Gald¨®s
En los tiempos de Gald¨®s a¨²n no se hab¨ªa puesto la mirada cr¨ªtica sobre la manera de encarar la mal llamada locura. En los centros psiqui¨¢tricos se empleaban m¨¦todos poco ortodoxos, algo que, por otra parte, no era algo original de nuestro pa¨ªs
Con el ¨²ltimo libro de Mario Vargas Llosa titulado La mirada quieta (Alfaguara) nos adentramos en el vasto territorio de la obra de Benito P¨¦rez Gald¨®s, un autor que en los ¨²ltimos tiempos ha sido reivindicado como modelo de novelista a destacar en lo que se refiere a la recreaci¨®n de ambientes y construcci¨®n de personajes.
Con todo, hay veces que al Nobel peruano le parece que Gald¨®s es m¨¢s pesado que el propio abrigo que se gastaba el escritor canario. Por estas cosas, el libro de Vargas Llosa viene con la pol¨¦mica cosida a sus p¨¢ginas; asunto para celebrar, pues donde hay discusi¨®n hay discurso.
Vargas Llosa termin¨® de componer el mapa de la obra galdosiana durante el confinamiento y, aunque uno presente distancias en alg¨²n que otro rengl¨®n, no deja de ser un trabajo de calibre acerca de una de las grandes figuras de nuestras letras. Una de las muchas consideraciones en las que puedo mostrar acuerdo con Vargas Llosa ocurre cuando se trata de se?alar las grandezas de la novela La desheredada, publicada en 1881, y donde aparece la Casa de Dementes Santa Isabel, en Legan¨¦s, lugar conocido popularmente como el Manicomio de Legan¨¦s. En la citada novela, Gald¨®s toma el testigo cervantino para recrear la locura y su entorno, donde encontramos a Rufete en ¡°un gran patio cuadrilongo, cerrado por altos muros, sin resalto ni relieve alguno que puedan facilitar la evasi¨®n¡±.
Del manicomio de ayer, hoy tan solo queda el recuerdo - en la actualidad se llama Hospital Universitario Jos¨¦ Germain - junto a una montonera de cartas que formaban parte del archivo de la Casa de Dementes desde su inauguraci¨®n en 1851 y que han sido publicadas en un libro titulado Cartas desde el manicomio (Catarata). Si nos sumergimos en sus letras podemos hacernos una idea de la lucidez que muestran algunos pacientes que fueron tratados como enfermos mentales.
Estamos hablando de una ¨¦poca en la que a¨²n no se hab¨ªa puesto la mirada cr¨ªtica sobre la manera de encarar la mal llamada locura; una ¨¦poca de atraso en Espa?a donde, como se?ala Vargas Llosa, nuestro pa¨ªs hab¨ªa quedado ¡°fatalmente postergado despu¨¦s de haber sido durante siglos la primera potencia europea¡±.
Con todo, en lo que se refiere a reclusi¨®n de enfermos mentales y m¨¦todos de tratamiento, Espa?a estaba con los tiempos. Sin ir m¨¢s lejos, en el pa¨ªs vecino, en el Hospicio de Charenton, donde fue recluido Sade, se hac¨ªa curaci¨®n por medio del agua como elemento purificador de la locura, sumergiendo a los pacientes con los ojos vendados en un estanque de agua helada. En otros casos eran atados a una silla y torturados con chorros de agua fr¨ªa sobre la cabeza. Con esto, queda claro que los centros de reclusi¨®n psiqui¨¢trica eran iguales en todas las partes de occidente. Nuestra civilizaci¨®n no da para m¨¢s por mucho que Vargas Llosa se empe?e en hacer distingos entre pa¨ªses que tuvieron revoluci¨®n industrial y pa¨ªses que carecieron de la misma.
No hace muchos a?os, a principios de los setenta, el psic¨®logo David Rosehan public¨® un estudio en la revista Science bajo el t¨ªtulo On being sane in insane places, que se puede traducir como ¡°estar cuerdo en lugares para locos¡±. Se trataba de un estudio pol¨¦mico que supuso una revoluci¨®n en lo que se refiere a los m¨¦todos utilizados en las instituciones psiqui¨¢tricas. Dicho estudio constaba de dos partes, la primera se puso en acci¨®n con el entrismo. Al igual que si se tratase del regalo troyano, algunos colaboradores de Rosehan simularon demencia para ser internados en una docena de hospitales donde fueron atiborrados de pastillas.
La segunda parte del experimento ten¨ªa truco, pues se llev¨® a cabo cuando uno de los establecimientos psiqui¨¢tricos desafi¨® a Rosehan a enviar a colaboradores sanos haci¨¦ndose pasar por enfermos mentales para que su personal los detectara. Rosehan acept¨® el desaf¨ªo y el hospital se?al¨® a una montonera de pacientes como troyanos. Lo mejor vino cuando el propio David Rosehan declar¨® no haber enviado paciente alguno. El experimento volvi¨® locos a los defensores del m¨¦todo psiqui¨¢trico y, a partir de entonces, la reclusi¨®n en centros psiqui¨¢tricos ser¨ªa tratada de otro modo. No hace falta decir que en todo esto tuvo mucho que ver la publicaci¨®n en 1962 del best seller Alguien vol¨® sobre el nido del cuco, la novela escrita por Ken Kesey.
Bien mirado, desde los tiempos en que Cervantes inaugur¨® la novela moderna con su Quijote, los locos no existen. Tan solo existen personas que juegan a estar locas, como le ocurr¨ªa a Sade - que muri¨® en Charenton - o como le ocurr¨ªa a Rufete, el personaje de Gald¨®s confinado en el hospital de Legan¨¦s donde muere, o como le ocurre a Vargas Llosa cada vez que se pone a inventar una novela cuyo primer personaje siempre es el narrador.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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