Por qu¨¦ pisar una mariposa puede traer graves consecuencias
Todo sucedi¨® cuando Edward Lorenz tecleaba en su computadora un sistema para predecir el tiempo atmosf¨¦rico
Hay un s¨ªmbolo que se repite constantemente en el imaginario de las personas de ciencia. Se trata de un punto incandescente en la noche del desierto de Los ?lamos; la brasa del cigarrillo de Oppenheimer, vestido de traje y corbata, con su sombrero calado hasta las cejas, caminando cabizbajo mientras busca ...
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Hay un s¨ªmbolo que se repite constantemente en el imaginario de las personas de ciencia. Se trata de un punto incandescente en la noche del desierto de Los ?lamos; la brasa del cigarrillo de Oppenheimer, vestido de traje y corbata, con su sombrero calado hasta las cejas, caminando cabizbajo mientras busca la llave perdida que un mal d¨ªa abri¨® las puertas del infierno.
Sus ojos son dos caleidoscopios cu¨¢nticos que emiten turbulencias cada vez que el hongo nuclear asoma en su memoria. El encargado de la filmaci¨®n de la entrega del regalito sobre Hiroshima fue el joven Harold Agnew, su aprendiz, quien hab¨ªa volado como observador cient¨ªfico en la misi¨®n del bombardeo. Con el tiempo, Agnew se convertir¨ªa en el director del Laboratorio Nacional de Los ?lamos, donde estudiar¨ªa no solo el comportamiento de las part¨ªculas subat¨®micas, sino la conducta de un joven de melena rizada que daba largos paseos por el desierto, siempre a la noche y cabizbajo; tal vez buscaba la llave que no pudo encontrar Oppenheimer. Qui¨¦n sabe.
El joven de rizos no era otro que Mitchell Feigenbaum, un explorador del caos que, en uno de aquellos paseos, dio por terminada la ciencia cl¨¢sica. Porque para poder fechar el origen del cosmos hab¨ªa que abandonar las leyes de Newton que son deterministas y que nos ense?an que los comportamientos futuros de la materia se pueden predecir. Feigenbaum buscaba la imposibilidad de ciertas predicciones a lo largo del tiempo; el comportamiento de la materia depende de diversas variables que no siempre permiten predecir con precisi¨®n. Porque la naturaleza es compleja y la ¨²nica manera de describirla es con las matem¨¢ticas, con n¨²meros en vez de letras, a sabiendas de que la ciencia solo podr¨¢ ser exacta si damos sitio a lo impredecible.
De ah¨ª que pisar una mariposa puede traer graves consecuencias, como ocurre en el cuento de Ray Bradbury titulado El ruido del trueno, fechado en 1952, una historia de ficci¨®n que precede el trabajo del matem¨¢tico y meteor¨®logo Edward Lorenz alrededor de casi 10 a?os, cuando en 1961 Lorenz descubri¨® el efecto mariposa. Lo que hasta el momento hab¨ªa sido ficci¨®n se convirti¨® en una realidad cient¨ªfica.
Todo sucedi¨® cuando Lorenz tecleaba en su computadora un sistema para predecir el tiempo atmosf¨¦rico. Iba introduciendo una serie de valores, cantidades para medir la direcci¨®n del viento, la humedad y la presi¨®n atmosf¨¦rica, as¨ª como la temperatura, obteniendo una serie de resultados que ¡ªsorpresa¡ª variaron cuando volvi¨® a introducir de nuevo los datos. El pron¨®stico del tiempo ya no era igual, sino que era diferente al primero. Se debi¨® a que la segunda vez, el programa de la computadora no redonde¨® las cifras, de tal manera que unas d¨¦cimas, en apariencia insignificantes, provocaron grandes cambios. Dicho de otra manera: El aleteo de una mariposa en Brasil puede desatar un tornado en Texas.
As¨ª, grosso modo, nac¨ªa la ¡°Teor¨ªa del caos¡± y su ¡°Efecto mariposa¡±. Con ello, la f¨ªsica abr¨ªa una nueva puerta cuyas llaves encontr¨® Mitchell Feigenbaum en uno de sus paseos por el desierto de Los ?lamos. La historia de la Teor¨ªa del caos es apasionante. Por todo esto, no est¨¢ de m¨¢s recomendar un libro que nos presenta el caos y lo impredecible de manera did¨¢ctica. Se trata de Caos, de James Gleick (Cr¨ªtica) donde el periodista y divulgador cient¨ªfico norteamericano nos ilustra acerca de c¨®mo dicha teor¨ªa se ha ido relacionando con distintas disciplinas, desde la f¨ªsica hasta la biolog¨ªa y las matem¨¢ticas, as¨ª como la econom¨ªa y los valores burs¨¢tiles; todo ello lo explica Gleick sin perder de vista la brasa del cigarrillo de Oppenheimer, un punto de luz sobre la noche del desierto de Los ?lamos.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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