Apocalipsis clim¨¢tico
En el a?o 1967, un sat¨¦lite sovi¨¦tico envi¨® la primera se?al de alarma a la Tierra
Es sabido que cuando la realidad opera desde la ficci¨®n, la gente toma conciencia ante las situaciones tr¨¢gicas. Por ello, una novela nunca podr¨¢ cambiar el mundo, pero s¨ª podr¨¢ cambiar la condici¨®n de las personas con respecto al mundo.
Ocurre tras leer La carretera, novela del norteamericano Cormac McCarthy; una historia apocal¨ªptica donde un padre y un hijo arrastran su memoria por una tierra hecha cenizas. El desasosiego de su lectura provoca multitud de preguntas cuya respuesta no es otra que la condici¨®n humana. Llegados aqu¨ª no hay que enga?arse. Hemos alterado el clima global y acabaremos perdidos en una tierra carbonizada donde s¨®lo se escuche el ladrido de alg¨²n perro como protesta.
En el a?o 1967, un sat¨¦lite sovi¨¦tico -la sonda espacial Venera 4- envi¨® la primera se?al a la Tierra. Las altas temperaturas del planeta Venus eran causadas por el di¨®xido de carbono con el que estaba compuesta su atm¨®sfera. Por eso, la vida en Venus es imposible. Si alguna vez la hubo, se perdi¨® a medida que la luz del sol fue aumentando y las aguas se evaporaron. Con el ejemplo de Venus empezaron las predicciones poco favorables para el planeta Tierra. Desde ese momento ya estaba comprobado: de seguir con el uso indiscriminado de combustibles f¨®siles, acabar¨ªamos sin origen ni destino, como los protagonistas de una novela dist¨®pica.
La voz de alarma llegar¨ªa tras la primera Conferencia Mundial sobre el Clima, celebrada en Ginebra en 1979. Entonces se supo que cuando duplic¨¢semos la cantidad de di¨®xido de carbono, el mundo aumentar¨ªa tres grados cent¨ªgrados su temperatura. Pero no sirvi¨® de mucho la advertencia. Es m¨¢s, cada vez que surg¨ªa alguna voz cr¨ªtica ante la creatividad destructiva de nuestra especie, la persona portadora de la denuncia quedaba marcada como aguafiestas o fatalista. Porque si se cuantificaba el grado de incertidumbre de tales afirmaciones, se llegaba a la conclusi¨®n de que exist¨ªa una previsibilidad imperfecta de los hechos.
En 1979 se supo que, cuando duplic¨¢semos la cantidad de di¨®xido de carbono, el mundo aumentar¨ªa tres grados cent¨ªgrados su temperatura
Poco despu¨¦s de la citada conferencia, en 1981, cuando Ronald Reagan fue elegido presidente de los Estados Unidos, la producci¨®n de carb¨®n en el suelo norteamericano se incrementar¨ªa. Cuando desde el Consejo de Calidad Ambiental se realiz¨® un informe para alertar al presidente de que los combustibles f¨®siles podr¨ªan alterar la atm¨®sfera de la Tierra hasta convertirla en el erial de un mal sue?o, el presidente Reagan consider¨® la posibilidad de eliminar el Consejo de Calidad Ambiental.
De esta manera, como si la realidad hiciese trampas, Reagan sigui¨® jugando con pol¨ªticas destructivas, no s¨®lo medioambientales sino tambi¨¦n econ¨®micas. Pero lo que m¨¢s irrita ahora es saber que el desastre se pudo haber evitado, que hubo un momento de nuestra historia en el que estuvimos a tiempo para librar a nuestros herederos del apocalipsis clim¨¢tico. S¨ª.
Estas cosas las recoge el escritor estadounidense Nathaniel Rich en su ensayo Perdiendo la Tierra, recientemente publicado por Capit¨¢n Swing. Aunque se trata de un libro de historia y denuncia ecol¨®gica, hay veces que Nathaniel Rich parece operar desde la ficci¨®n, desde una de esas novelas apocal¨ªpticas que ya forman parte de un g¨¦nero bautizado como Ficci¨®n Clim¨¢tica (Cli-Fi) y donde siempre aparece el cad¨¢ver de un mundo en el que los perros ladran en se?al de duelo.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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