Planificaci¨®n hidrol¨®gica en una de las ¡°zonas cero¡± del cambio clim¨¢tico
Los autores defienden que Espa?a debe apostar por el uso sostenible de los recursos h¨ªdricos propios en cada cuenca y, en caso de no ser suficientes, por el aprovechamiento de aguas depuradas y desaladas

La publicaci¨®n del primer volumen del 6? Informe del Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas para el Cambio Clim¨¢tico (IPCC), que han elaborado m¨¢s de 300 expertos y han revisado cerca de 1.500 cient¨ªficos en todo el mundo, ha supuesto la confirmaci¨®n definitiva de las significativas alteraciones que est¨¢ experimentando el sistema clim¨¢tico terrestre debido a la acci¨®n humana. Los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero en el balance energ¨¦tico del planeta son evidentes y debido a las mismas el clima terrestre est¨¢ cambiando a ritmo acelerado. Despu¨¦s de este nuevo informe del IPCC no queda margen ¡ªsi quedaba alguno¡ª para esa doctrina de la ignorancia que es el negacionismo del cambio clim¨¢tico. Desde los a?os setenta del pasado siglo se viene se?alando el problema que supone la acumulaci¨®n de gases procedentes de la quema de combustibles f¨®siles en la atm¨®sfera terrestre. Lamentablemente, los a?os ochenta del pasado siglo fueron, como ha se?alado Nathaniel Rich en su ensayo Perdiendo la Tierra, una d¨¦cada perdida para la acci¨®n contra el cambio clim¨¢tico. Los seis informes del IPCC, desde 1990, han ido acumulando evidencias de los cambios que est¨¢n ocurriendo en el clima de nuestro planeta y sus efectos, incorporando cada vez m¨¢s complejidad en los modelos clim¨¢ticos utilizados y mejorando las proyecciones sobre c¨®mo ser¨¢ el clima del futuro.
En Espa?a, ya son evidentes algunas alteraciones clim¨¢ticas asociadas a nuestras acciones y sus consecuencias, entre las que se encuentran la subida de temperatura media, el incremento notable de ¡°noches tropicales¡±, los cambios en la cuant¨ªa e intensidad de las lluvias, la reducci¨®n de las superficies de hielo de nuestra alta monta?a, los cambios en la distribuci¨®n espacial de especies de vegetaci¨®n y fauna, y el aumento preocupante de la temperatura del agua en los mares que ba?an la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y el archipi¨¦lago Balear, especialmente en la cuenca occidental del Mediterr¨¢neo. Estos cambios, ampliamente constatados con datos cient¨ªficos, sit¨²an a nuestro pa¨ªs dentro de una de las ¡°zonas cero¡± en cuanto a los efectos de cambio clim¨¢tico m¨¢s destacados a escala mundial.
A tenor de las evidencias cient¨ªficas y de los impactos del cambio clim¨¢tico que ya estamos empezando a sufrir, reducir la constante acumulaci¨®n de gases de efecto invernadero provocada por nuestro modo de vida se est¨¢ antojando como una tarea realmente dif¨ªcil. No se consigue romper la tendencia en la cantidad anual de emisiones de estos gases que se emiten a la atm¨®sfera, que sigue aumentando a nivel global pese a los avances en la descarbonizaci¨®n de sectores clave de la econom¨ªa (como la generaci¨®n de energ¨ªa). El protocolo de Kioto (1998) no ha conseguido este objetivo y dif¨ªcilmente lo podr¨¢ conseguir el Acuerdo de Par¨ªs (2015) en los pr¨®ximos a?os. Es por ello que debemos comenzar a adaptar territorios y sociedades ante el escenario clim¨¢tico futuro.
Esta adaptaci¨®n supone un cambio radical en pautas y comportamientos de administraciones, empresas y ciudadanos. Debemos preparar nuestras actividades econ¨®micas y ciudades para un futuro clim¨¢tico m¨¢s c¨¢lido, con menor confort t¨¦rmico, con lluvias m¨¢s irregulares y con extremos atmosf¨¦ricos m¨¢s frecuentes. Dos elementos necesarios para el desarrollo de la sociedad ya est¨¢n experimentando notables cambios y lo har¨¢n m¨¢s en los pr¨®ximos a?os: la energ¨ªa y el agua. Muchos pa¨ªses, entre ellos Espa?a, han aprobado leyes de transici¨®n energ¨¦tica. La Uni¨®n Europea ha fijado unos l¨ªmites exigentes de emisiones para 2030 y 2050 que nos obligan a cambiar el modelo de producci¨®n energ¨¦tica, apostando decididamente por las energ¨ªas renovables. Agua, viento y sol son la clave de una revoluci¨®n energ¨¦tica que ya est¨¢ en marcha y que Espa?a puede liderar a nivel europeo. M¨¢s compleja est¨¢ siendo la transici¨®n hacia una pol¨ªtica del agua en un contexto de cambio clim¨¢tico. La Directiva Europea del Agua estableci¨® las bases para una planificaci¨®n sostenible de los recursos h¨ªdricos, apostando por la calidad del agua y la gesti¨®n de la demanda. Pero en Espa?a nos est¨¢ costando asimilar esta nueva filosof¨ªa porque llevamos d¨¦cadas, por no decir siglos, de pol¨ªtica hidr¨¢ulica basada en aumentar la oferta con pantanos, trasvases y explotaci¨®n abusiva de recursos subterr¨¢neos.
Esta pol¨ªtica ha derivado en que nuestro consumo total de agua no disminuya significativamente e incluso est¨¦ aumentando en los ¨²ltimos a?os en actividades fundamentales como la agricultura (la actividad que m¨¢s consume en Espa?a) pese al continuo incremento de su eficiencia, lo que se debe a que la superficie puesta en regad¨ªo no para de aumentar a?o tras a?o. Adem¨¢s, el contexto geogr¨¢fico es complejo: diversidad de climas y de recursos h¨ªdricos, con zonas de abundancia de lluvias y ¨¢reas semi¨¢ridas con d¨¦ficits cr¨®nicos de agua. Las pol¨ªticas realizadas al respecto en Espa?a se han basado en transferir recursos h¨ªdricos de las regiones con super¨¢vit a las regiones con d¨¦ficit con grandes obras de infraestructura como el trasvase Tajo-Segura, entre otros existentes en nuestro pa¨ªs. Pero en un contexto de cambio clim¨¢tico como el que vivimos, este tipo de trasvases dejan de ser una soluci¨®n y se convierten en un problema, porque los recursos son cada vez menores y las posibilidades de realizar transferencias se restringen, generando tensiones entre territorios de las cuencas donantes y receptoras que suelen culminar en conflictos y ¡°guerras del agua¡±.
En Espa?a, el agua es, en efecto, dominio p¨²blico hidr¨¢ulico, pero, en primer lugar, pertenece a los territorios por donde circula. Es por ello que las cesiones requieren de consenso pleno entre las partes implicadas, lo que por otra parte es lo deseable en las sociedades democr¨¢ticas que buscan el bien com¨²n. Nunca la imposici¨®n o la menci¨®n a unos derechos adquiridos en ¨¦pocas anteriores, cuando no hab¨ªa efectos del cambio clim¨¢tico, puede utilizarse como argumentos para mantener un statu quo que va a ser imposible de sostener en el futuro. No s¨®lo porque el clima que tendremos no lo va a permitir sino porque la gesti¨®n del agua en sectores clave como la agricultura sigue bas¨¢ndose m¨¢s en buscar nuevos recursos que en moderar la demanda total del consumo de agua. Espa?a necesita un nuevo esquema de planificaci¨®n hidrol¨®gica adaptado a sus condiciones clim¨¢ticas actuales y futuras, que adem¨¢s no resultan nada halag¨¹e?as.
Han pasado 20 a?os desde la aprobaci¨®n del ¨²ltimo Plan Hidrol¨®gico Nacional y en este intervalo la evoluci¨®n del clima terrestre y sus manifestaciones regionales en nuestro pa¨ªs obliga a reformular su pol¨ªtica hidr¨¢ulica. ?sta debe apostar por el uso sostenible de recursos propios en cada cuenca y, en caso de no ser suficientes, por el aprovechamiento de aguas depuradas y desaladas, en este orden. En Espa?a seguimos sin reutilizar gran parte de las aguas regeneradas que se producen en las estaciones de depuraci¨®n. A modo de ejemplo, apenas reutilizamos, en su conjunto, un 10% del total de aguas depuradas en Espa?a (con matices regionales, ya que en zonas como la Comunidad Valenciana o Murcia hacen un uso m¨¢s intensivo de estos efluentes). Y en muchas de nuestras ¨¢reas costeras y en las islas, el agua desalada tendr¨¢ que ser considerada como un recurso h¨ªdrico primordial a lo largo del presente siglo. Eso s¨ª, es imperativo mejorar la eficiencia energ¨¦tica de la desalaci¨®n y descarbonizar mediante el uso de energ¨ªa renovable en las desaladoras existentes y futuras, as¨ª como reducir el impacto ambiental que genera la salmuera que producen. Las energ¨ªas renovables, la investigaci¨®n y el desarrollo tecnol¨®gico sin duda contribuir¨¢n a hacer de la desalaci¨®n una opci¨®n m¨¢s econ¨®mica y ambientalmente sostenible. Y junto a ello hay recursos de agua posibles que deben incorporarse al esquema de gesti¨®n, especialmente en las zonas semi¨¢ridas espa?olas, como las aguas pluviales y las almacenadas en tanques de tormenta. Es, en este caso, una vuelta a las tradiciones h¨ªdricas que dejaron de funcionar hace d¨¦cadas, pero con las t¨¦cnicas y el conocimiento actuales.
Afrontamos una d¨¦cada decisiva para la mitigaci¨®n y adaptaci¨®n ante el cambio clim¨¢tico. Lo que no se haga o se inicie al respecto en estos pr¨®ximos a?os ser¨¢ tiempo perdido que incrementar¨¢ los impactos negativos del cambio clim¨¢tico en Espa?a. El agua es un elemento b¨¢sico para el desarrollo de las sociedades, pero en su condici¨®n terrestre es un recurso limitado y, en Espa?a, lo ser¨¢ m¨¢s en el futuro. De ah¨ª la necesidad de adaptar el discurso y la acci¨®n de la planificaci¨®n hidr¨¢ulica al nuevo contexto clim¨¢tico, que va a ser m¨¢s c¨¢lido y con mayor irregularidad en sus lluvias. El pr¨®ximo ¡ªy necesario¡ª plan hidrol¨®gico es una excelente oportunidad para ello. Y no hay tiempo que perder.
Jorge Olcina es catedr¨¢tico de Geograf¨ªa de la Universidad de Alicante y comisionado de la Generalitat Valenciana para el Plan Vega Renhace.
Fernando T. Maestre es investigador distinguido de la Universidad de Alicante y premio Jaume I en Protecci¨®n del Medio Ambiente 2020.
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