Hurac¨¢n ¡®Ian¡¯: el alto precio de vivir en el para¨ªso
La devastaci¨®n de la ¨²ltima tormenta en arrasar Florida reabre el debate sobre la conveniencia de vivir en zonas codiciadas por su naturaleza, pero enormemente expuestas al cambio clim¨¢tico
Hasta el 28 de septiembre, las islas barrera de la costa suroeste de Florida eran para los estadounidenses, sobre todo para sus jubilados, lo m¨¢s cerca del para¨ªso en la tierra que la corriente de la vida (y de la fortuna) pod¨ªa dejarles. Hoy, top¨®nimos como Fort Myers Beach o las islas de Sanibel, Pine y Captiva son sin¨®nimos de destrucci¨®n. Vastas zonas de esas comunidades quedaron arrasadas por la fuerza de Ian, un hurac¨¢n sin precedentes en la pen¨ªnsula que toc¨® tierra rozando la categor¨ªa cinco, la de mayor devastaci¨®n, con vientos de 250 kil¨®metros por hora. Dej¨® tras de s¨ª vecindarios enteros arrasados, al menos 127 muertos, miles de personas sin techo, una cruenta e incierta batalla entre aseguradoras y asegurados y la pregunta de si merece la pena pagar un precio tan alto por habitar el para¨ªso.
Quienes se mudan all¨ª saben que se trata de ¨¢reas enormemente expuestas a los humores de la naturaleza, buenos o malos. Pero el escenario de inexorable calentamiento global, coinciden los expertos, est¨¢ agravando la peor parte hasta convertir las costas de este rinc¨®n de Estados Unidos en zona cero del cambio clim¨¢tico: la furia de Ian fue m¨¢s devastadora porque en su camino hacia Florida se arm¨® con la fuerza que le dieron las altas temperaturas de las aguas del golfo de M¨¦xico.
De los escombros de la tormenta, que se ceb¨® con los residentes de mayor edad (un 70% de los muertos supera los 60 a?os), emerge el debate de qu¨¦ hacer ahora para minimizar los da?os de la pr¨®xima sacudida. ¡°Me temo que volveremos a cometer el error de siempre: reconstruir las casas para dejarlas como antes del hurac¨¢n¡±, explica en una conversaci¨®n telef¨®nica Robert S. Young, profesor de la Universidad de Western Carolina, donde dirige un programa de estudio de las costas desarrolladas. Young da clases en Carolina del Norte, donde Ian caus¨® cinco muertos en su viaje de regreso a tierra firme, ya convertido en tormenta tropical. ¡°Si careces de un buen plan pensado de antemano, es dif¨ªcil mantener la cabeza fr¨ªa e improvisarlo cuando llega el dinero del Gobierno y la gente est¨¢ impaciente por recuperar sus casas¡±, sostiene este ge¨®logo. Seg¨²n un portavoz de la Agencia Federal de Gesti¨®n de Emergencias (FEMA por sus siglas en ingl¨¦s), ¡°se han aprobado m¨¢s de 210 millones de d¨®lares [una cantidad similar en euros] en ayudas para las m¨¢s de 128.000 personas y hogares afectados por el hurac¨¢n Ian¡±.
Las tormentas vienen y van, pero Young considera que Estados Unidos sigue ¡°sin tener una conversaci¨®n productiva sobre c¨®mo proteger esas zonas durante las pr¨®ximas d¨¦cadas en vista de los crecientes niveles de las aguas, la ferocidad de los huracanes y el aumento de las lluvias¡±. El experto recuerda que este no es un problema exclusivo de Florida. Tambi¨¦n afecta a decenas de enclaves por toda la costa del pa¨ªs, ¡°desde Maine a Texas¡±. Y m¨¢s all¨¢: ¡°Venimos observando en las ¨²ltimas d¨¦cadas oleada tras oleada de gente que se va a vivir demasiado cerca del mar. Y Espa?a no es una excepci¨®n¡±.
Yoca Arditi-Rocha, directora ejecutiva del Instituto CLEO, organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro dedicada a la concienciaci¨®n clim¨¢tica en Florida, echa mano de una imagen ciertamente gr¨¢fica: ¡°Reconstruir significar¨ªa jugar a la ruleta rusa de los huracanes¡±, dice. Poco antes del paso de Ian, lanzaron una campa?a, que result¨® premonitoria, titulada ¡°?No dejes que el Estado del Sol se convierta en el Estado de la emergencia!¡±, que juega con el eslogan de Florida y los negros presagios de la ciencia. ¡°Lo que no sab¨ªamos entonces era lo que la Madre Naturaleza andaba preparando¡±, aclara Arditi-Rocha en un correo electr¨®nico. Como soluciones, propone ¡°condiciones m¨¢s estrictas en las normas de construcci¨®n, elevaciones de las estructuras que tengan en cuenta la subida proyectada del nivel del mar, l¨ªneas el¨¦ctricas subterr¨¢neas y acceso a la energ¨ªa solar con almacenamiento de bater¨ªa¡±.
La activista, que dice que ¡°la buena noticia es que existen las soluciones¡± (?la mala? ¡°Como sociedad no las estamos reclamando¡±), pone el ejemplo de ¨¦xito de Babcock Ranch, innovadora comunidad al norte de Fort Myers que ha acaparado titulares estas semanas. All¨ª, las casas est¨¢n pensadas frente a huracanes: la electricidad viaja, protegida de los fuertes vientos, por el subsuelo, y hay tanques de retenci¨®n de agua que libran a los vecinos de las inundaciones. La energ¨ªa solar les permiti¨® no perder luz ni internet en los d¨ªas siguientes a la cat¨¢strofe, durante los que ambos suministros, con el agua potable y la gasolina, desaparecieron de vastas zonas de Florida (hasta 2,6 millones de abonados sufrieron sus interrupciones).
Young apunta que tambi¨¦n se podr¨ªa plantear lo que en otros desastres, como el hurac¨¢n Sandy. Entonces, 2012, las autoridades de Nueva Jersey compraron a algunos afectados sus terrenos, para evitar que volvieran a construir donde no deb¨ªan. De momento, el gobernador Ron DeSantis no ha anunciado ninguna medida en este sentido.
DeSantis, que suena como posible rival republicano de Donald Trump en las elecciones de 2024, ha mostrado su perfil m¨¢s cercano a las v¨ªctimas y se ha recorrido extensivamente las zonas afectadas, aunque ha evitado hablar de cambio clim¨¢tico. ¡°A?os de liderazgo republicano estatal han condenado a Florida a la edad oscura debido a las divisiones partidistas¡±, advierte Arditi-Rocha. ¡°El 70%-75% de la electricidad del Estado del Sol depende de gas f¨®sil importado y contaminante. El resto proviene de la nuclear, y menos del 1%, de la solar o e¨®lica. El anterior gobernador prohibi¨® a sus agencias mencionar las palabras cambio clim¨¢tico. El actual ha hecho esfuerzos de adaptaci¨®n para hacer frente a los problemas de inundaciones cr¨®nicas, pero sin reconocer la ra¨ªz del problema. Es como limpiar un ba?o inundado con un grifo abierto¡±.
En los d¨ªas siguientes a la tormenta, muchos residentes tambi¨¦n parec¨ªan ajenos a estos debates. Y era frecuente escuchar sobre el terreno los testimonios de quienes, como Anne Dalton, residente en Fort Myers, no solo no pensaban mudarse, sino que hab¨ªan decidido quedarse en casa a hacer frente al hurac¨¢n. Muchos lo hicieron por convicci¨®n, aunque las autoridades, criticadas por su papel en el manejo de la emergencia, tardaron un d¨ªa m¨¢s de lo deseable en hacer sonar las alarmas en el condado de Lee (estas se escudan en un error de c¨¢lculo sobre d¨®nde tocar¨ªa tierra Ian). Los menos, como una pareja de septuagenarios ante su casa inundada en la isla de San Carlos, frente a la zona m¨¢s devastada, se declaraban listos para recoger sus cosas e irse ¡°a otro Estado, en el que no haya incendios, como en California, ni tornados, como en Kansas¡±.
En manos de los seguros
La decisiones, dr¨¢sticas o no, de muchos afectados, sobre todo, los de rentas m¨¢s bajas, depender¨¢n tambi¨¦n de los seguros. Se calcula que a las compa?¨ªas el hurac¨¢n les ocasionar¨¢ 60.000 millones de d¨®lares en p¨¦rdidas solo en Florida, lo que har¨¢ de Ian el segundo m¨¢s costoso de la historia de EE UU tras el Katrina en 2005, seg¨²n su patronal. Eso, sin contar las reparaciones provocadas por las inundaciones. Un cap¨ªtulo aparte. ¡°En este pa¨ªs eso se paga como un a?adido a la p¨®liza, y solo es obligatorio en las zonas que delimita el Gobierno¡±, explica Young, que a?ade que esos mapas federales ¡°no son muy buenos¡±.
Desde luego, no lo fueron para los vecinos de las zonas del interior de Florida que sufrieron inundaciones tras el paso de Ian. Zonas como North Port, donde los residentes ten¨ªan que acceder a sus casas, inundadas hasta la altura del pecho, en canoa. Una de ellas, Wendy Bowman, se lamentaba a EL PA?S de que ella y su marido carec¨ªan de seguro contra el agua y tendr¨ªan que hacer frente a una factura que no sab¨ªa si podr¨ªan pagar. Lo ocurrido a los Bowman tiene un nombre: inundaci¨®n compuesta. Es lo que sucede cuando los desbordamientos provocados por la marejada cicl¨®nica del hurac¨¢n impiden que los r¨ªos descarguen en el mar porque est¨¢n al m¨¢ximo de su capacidad, debido a las fuertes lluvias, m¨¢s fuertes porque la crisis clim¨¢tica tambi¨¦n hizo que Ian llegara cargado con un 10% m¨¢s de precipitaciones.
Lejos de los focos medi¨¢ticos de las zonas costeras, las m¨¢s devastadas, los expertos alertaron tras el paso de la tormenta de que esta se hab¨ªa cebado tambi¨¦n con esas zonas interiores, cuyos habitantes tienen rentas m¨¢s bajas y algunos, como Hope Smith, viven en casas prefabricadas de las que se desentienden las aseguradoras, muchas de las cuales se espera que dejen de operar en Florida, como ya hicieron otras despu¨¦s de anteriores cat¨¢strofes. ¡°En las islas id¨ªlicas de la costa muchas son segundas residencias¡±, advierte Young. ¡°Y luego otras muchas est¨¢n para el alquiler de las vacaciones. ?Por qu¨¦ esas personas querr¨ªan correr el riesgo nuevamente? Porque no viven all¨ª, y las cuentas del negocio les saldr¨¢n despu¨¦s de todo¡±.
Estos d¨ªas en Florida ha quedado demostrado que la desigualdad tambi¨¦n dicta las normas de la respuesta a una tormenta. ¡°Si eres rico, ni siquiera te importa si tienes un seguro contra inundaciones o no; lo m¨¢ximo que cubren esas p¨®lizas es 250.000 d¨®lares. Para un propietario en Sanibel eso es lo que cuesta el coche aparcado a la entrada. Quienes no puedan hacer frente a las reparaciones se mudar¨¢n y vendr¨¢n otros en su lugar con m¨¢s dinero¡±, dice Young, apuntando a un efecto inesperado de Ian: el imparable proceso de gentrificaci¨®n de las sociedades desarrolladas tambi¨¦n impone sus despiadadas normas en el para¨ªso.
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