Fuego en Corf¨²: las llamas pintan de negro el Mediterr¨¢neo verde de los Durrell
Vecinos, autoridades locales y bomberos, algunos llegados de Bulgaria, luchan para salvar de la devastaci¨®n la isla inmortalizada por los c¨¦lebres escritores brit¨¢nicos
No hay silencio comparable al que deja un incendio. Es el sonido de la ausencia total de vida. Ni siquiera el desierto suena as¨ª. Cuando las llamas se extinguen y el viento amaina, ese silencio atronador se extiende por la superficie de cenizas. En el Mediterr¨¢neo dura un lapso muy breve, el que tardan las cigarras en volver a poblar lo que hasta hac¨ªa poco fue su bosque. Solo hay una especie que tarda menos que las cigarras en volver a ocupar su espacio: los turistas.
En las monta?as del norte de Corf¨² solo se oye el viento, aunque es menos intenso que por la ma?ana. Es jueves por la tarde; las cigarras, y los turistas, est¨¢n a punto de regresar. El incendio declarado el domingo 24 est¨¢ oficialmente controlado, aunque quedan rescoldos repartidos por una superficie de 25 kil¨®metros cuadrados.
Costas es un bombero que hace guardia cerca de unas brasas a¨²n activas. ¡°Quiero creer que todo ir¨¢ bien, pero la noche es muy larga¡±, dice con una sonrisa. Lleva 24 a?os extinguiendo fuegos en la isla y constata que son cada vez m¨¢s devastadores. No duda de que la causa es el cambio clim¨¢tico. ¡°Antes por las noches refrescaba y el fuego retroced¨ªa, ahora tenemos semanas en las que de d¨ªa no bajamos de 40 o 42 grados y por la noche el fuego avanza¡±, lamenta el veterano agente.
Corf¨² es un id¨ªlico destino tur¨ªstico. Uno de sus principales reclamos es la naturaleza: la espectacular combinaci¨®n de playas con aguas cristalinas y monta?as exuberantes. Pero pocos lugares del Mediterr¨¢neo poseen tanta carga simb¨®lica para el ecologismo como esta isla, cuya vegetaci¨®n y fauna fueron la inspiraci¨®n inici¨¢tica de Gerald Durrell, el c¨¦lebre escritor, naturalista y conservacionista brit¨¢nico. Lleg¨® aqu¨ª en 1935 con su madre y sus tres hermanos mayores (entre ellos, el escritor Lawrence Durrell), comenz¨® a coleccionar ejemplares de fauna local como mascotas y desarroll¨® un intenso amor por las especies salvajes. Fue un ecologista avant la lettre, uno de los primeros autores en defender postulados conservacionistas. En su autobiogr¨¢fica Trilog¨ªa de Corf¨², que recoge sus recuerdos de aquellos a?os en la isla, se basa la popular serie brit¨¢nica Los Durrell, estrenada en 2016. Hoy su isla, como tantos otros bellos parajes naturales del Mediterr¨¢neo, est¨¢ te?ida de negro.
El jueves, en Nea Anj¨ªalos, situada a 150 kil¨®metros de Atenas, otro incendio alcanz¨® una base a¨¦rea y provoc¨® tres fuertes explosiones de munici¨®n. En Rodas el fuego ha sido controlado tras avanzar durante 12 d¨ªas. Pero no es solo Grecia. Italia ha registrado al menos cinco muertos mientras la llamas sitiaban Sicilia. En la Cabilia argelina, el fuego deja un saldo de 40 muertos y centenares de heridos. Croacia, Portugal, T¨²nez y Albania afrontan tambi¨¦n incendios forestales vinculados al calor que convierte julio de 2023 en el mes m¨¢s c¨¢lido registrado nunca.
¡°Los cipreses ondulaban suavemente con la brisa, como si estuvieran pintando el cielo de un azul a¨²n m¨¢s brillante para nuestra llegada¡±, escribi¨® Durrell en la c¨¦lebre trilog¨ªa en la que plasm¨® las memorias de su ni?ez en Corf¨². El viernes a primera hora, exactamente a cinco kil¨®metros y medio de la casa a la que se refiere el escritor en ese pasaje, hay otros cipreses que no pintan el cielo de azul sino de gris. Son uno de los focos activos de los que sigue saliendo humo. Est¨¢ en Palia Pericia, un pintoresco pueblo en el que las llamas han llegado hasta las casas. Tambi¨¦n sale humo del tronco de un olivo lianolia, una variedad propia de Corf¨² que solo crece en las islas J¨®nicas.
Andrea y Ralph, dos turistas alemanes que han llegado en quad, miran sorprendidos el olivo humeante y las laderas carbonizadas. Ralph hace fotos. No sab¨ªan nada del incendio, est¨¢n aqu¨ª por casualidad, pocas horas despu¨¦s de volar desde Fr¨¢ncfort. A pocos metros, operarios del Ayuntamiento se esfuerzan por acondicionar el camino a la iglesia. El domingo se debe llevar a cabo la procesi¨®n de la virgen y para el Ayuntamiento es una prioridad que el icono pueda salir de la iglesia sin contratiempos. Todo est¨¢ listo. El ¨²nico cambio ser¨¢ el de la hora, para evitar salir con demasiado calor. El di¨¢cono, mientras supervisa las obras, se lo confirma al alcalde.
El alcalde de Corf¨² Norte es Yorgos Majimaris. Ocupa el cargo desde 2019, pero cuenta con una dilatada carrera en otras administraciones locales. Su tel¨¦fono no para de sonar. Despacha con todo el mundo a la vez: los trabajadores municipales que abren caminos en el monte para que los bomberos accedan m¨¢s f¨¢cil al fuego; los coordinadores de los voluntarios que preparan comidas; periodistas. Lo acompa?a un funcionario municipal que le ayuda a evaluar los da?os para solicitar la declaraci¨®n de zona catastr¨®fica.
Majimaris conduce un Fiat Panda con logotipo del Ayuntamiento sin dejar de hablar por tel¨¦fono. Cuando llega a Loutses, otro de los pueblos que forma parte de su municipio, lo est¨¢ esperando un equipo que repara los postes de la red el¨¦ctrica para devolver la corriente al pueblo. El alcalde destaca la labor de coordinaci¨®n entre todas las personas implicadas. ¡°El fuego avanz¨® en seis frentes distintos a la vez, pero gracias al enorme esfuerzo de bomberos, brigadas municipales y voluntarios, solo se quemaron dos casas y hemos salvado todos los pueblos¡±.
No todo el mundo en Loutses est¨¢ tan satisfecho como el alcalde. Spiros Doyianitis, panadero de 67 a?os, se queja de que la polic¨ªa le impidi¨® luchar contra el fuego que se acercaba a su casa, cuando regresaba de poner a salvo a familiares. ¡°Mi hijo se escondi¨® cuando nos evacuaron por la fuerza y, gracias a eso, hemos salvado la casa, aunque hemos perdido 100 olivos¡±.
Spiros est¨¢ sentado en la taberna Hatzos, la ¨²nica en Loutses. Es el centro de reuni¨®n de los voluntarios. Aunque no hay electricidad desde hace d¨ªas, gracias a un generador siempre hay agua y cerveza fr¨ªa para quien necesite tomarse un descanso. Tambi¨¦n hay bocadillos y fruta, gratis, para todo el que pasa por aqu¨ª. Junto a Spiros, otros hombres mayores del pueblo cuentan con resignaci¨®n las p¨¦rdidas de cada familia. Preguntados por si tienen miedo a que las llamas reaviven, un amigo de Spiros llamado Costas responde con sorna: ¡°Lo que se ha quemado no puede volver a arder y los alrededores del pueblo ya est¨¢n as¨ª. Como mucho se quemar¨¢ el a?o que viene¡±.
Spiros y Costas recuerdan que, adem¨¢s de la fauna que enamor¨® a Gerald Durrell, Corf¨² cuenta con una gran biodiversidad de flora. Hay 236 especies end¨¦micas de plantas sin contar los ¨¢rboles. ¡°Especialmente en el norte¡±, apostilla Spiros.
Matula y Amalia, dos vecinas que prefieren no dar su apellido, discrepan de Spiros. Ellas creen que la coordinaci¨®n entre polic¨ªa, bomberos, ayuntamiento y vecinos ha sido ejemplar. Est¨¢n muy orgullosas de los voluntarios, venidos de toda la isla, entre los que estaban sus hijos. ¡°El alcalde estuvo a nuestro lado todo el rato¡±, dice Amalia, en referencia a la noche que pasaron en un hotel cuando fueron evacuadas de sus casas.
A Matula, due?a de varias habitaciones, le preocupa que la mala publicidad ahuyente a los turistas. Ella ya ha tenido varias cancelaciones tras el incendio. ¡°Si no se recupera pronto, van a dejar de venir¡±, dice nerviosa.
El esfuerzo de los bomberos b¨²lgaros
El lugar que m¨¢s preocupa este viernes est¨¢ entre Loutses y Lafki. Entre ambos pueblos solo hay tres kil¨®metros en l¨ªnea recta, pero en medio est¨¢ una de las monta?as que ha ardido. Para ir por carretera hay que dar un rodeo que supone media hora de conducci¨®n. En cada cruce de la ruta hay un cami¨®n de bomberos vigilando posibles rebrotes. Permanecer¨¢n ah¨ª 10 o 15 d¨ªas m¨¢s, por si acaso, excepto que una emergencia en otro punto de Grecia los obligue a desplazarse.
El punto m¨¢s delicado est¨¢ en una escarpada ladera a la que solo se puede acceder a pie. No hay ning¨²n camino. Aunque un helic¨®ptero ha vertido agua durante la ma?ana, el bosque es muy frondoso y no sirve de mucho. Sigue saliendo humo, hay que ir. El encargado es el GFFF-V b¨²lgaro. GFFF-V significa lucha contra incendios terrestres con veh¨ªculos, es un m¨®dulo homologado por la Protecci¨®n Civil Europea. Han venido 50 bomberos desde Bulgaria. Entre ellos, el inspector jefe Martin Nikolav. Cuenta que, aunque la manera habitual es trabajar 24 horas y librar otro tanto, ellos est¨¢n trabajando 12 horas cada d¨ªa. ¡°Es importante atacar el fuego sin perder tiempo porque se puede extender r¨¢pido y nosotros nos cansamos cada d¨ªa m¨¢s¡±, razona.
Los bomberos b¨²lgaros se han dividido en dos grupos. El equipo de Nikolav ha empalmado varias mangueras desde su cami¨®n hasta unas brasas a 300 metros de bosque frondoso. Para llegar a ¨¦l hay que subir entre grandes rocas por el caudal de un r¨ªo seco. El grupo de b¨²lgaros cuenta con la ayuda del coronel de Bomberos griego Filipos Filipiadis. Viene de Komotin¨ª, cerca de Turqu¨ªa. El coronel Filipiadis coordina el grupo con el centro de mando y verifica que el fuego est¨¦ extinguido antes de que los hombres de Nikolav recojan la manguera. A la una de la tarde hacen una pausa para comer, mientras muy cerca dos hidroaviones comienzan a descargar agua hasta que, dos horas despu¨¦s, los releva un helic¨®ptero.
En la ladera de enfrente, Stathis Kardakaris y Konstantinos Stratigos observan con prism¨¢ticos la labor del helic¨®ptero y transmiten indicaciones por radio. Estos dos veteranos mandos de bomberos locales tampoco tienen dudas sobre si la virulencia de los incendios est¨¢ vinculada al cambio clim¨¢tico. ¡°¦¦Ï solo los veranos son peores, tambi¨¦n los inviernos con riadas e inundaciones que antes no hab¨ªa¡±, asegura Stratigos mientras su compa?ero asiente.
Los da?os son ¡°incalculables¡±, opina Kardakaris. ¡°El valor econ¨®mico es enorme, pero el ecol¨®gico es peor¡±, le contesta Stratigos, ¡°se han quemado m¨¢s de 200 panales de abejas y, si se mueren las abejas, nos morimos nosotros¡±. Son amables y simp¨¢ticos, y por sus sonrisas nadie dir¨ªa que est¨¢n viviendo algunos de los d¨ªas m¨¢s estresantes de sus vidas. Pero ellos lo tienen muy presente. ¡°Hace tres d¨ªas, para salvar la bah¨ªa de Syki, luchamos toda la noche contra llamas de 30 metros¡±, rememora Kardakaris, mientras los ojos azules de su compa?ero se iluminan con orgullo.
La teniente de alcaldesa Spyridoula Kokkali es la concejala de medio ambiente. Est¨¢ ¡°cansada, preocupada y nerviosa¡±. Viaja en un todoterreno de Protecci¨®n Civil. Saluda y agradece a los voluntarios que reparten comida en Lafki. ¡°Hemos perdido m¨¢s de 1.000 olivos, casta?os, mucho ganado, much¨ªsimos panales de abejas de donde sal¨ªa nuestra famosa miel¡±, recapitula, antes de lanzar un deseo al aire: ¡°Ojal¨¢ Gerald Durrell viviera aqu¨ª ahora, para ayudarnos a encontrar la manera de regenerar nuestra tierra tan r¨¢pido como necesitamos¡±.
Kokkali concluye con un punto de esperanza: ¡°Durrell vivi¨® aqu¨ª unos a?os, pero cada d¨ªa los vecinos de la isla cuidan del territorio¡±. ¡°Hemos heredado un jard¨ªn incre¨ªblemente hermoso y complejo¡±, escribi¨® Gerald Durrel hace 50 a?os, ¡°pero el problema es que hemos sido muy malos jardineros¡±.
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