Las debilidades del negacionismo
Ha cambiado el rostro del negacionismo clim¨¢tico, que ya sabe con qu¨¦ y con qui¨¦n se la juega. Ante la imposibilidad de negar el problema, el discurso de las grandes petroleras prefiere ignorar las soluciones para mantener el mayor tiempo posible un negocio destinado a una transformaci¨®n radical
Este art¨ªculo forma parte de la revista ¡®TintaLibre¡¯ de abril.
La se?al m¨¢s clara de que vivimos una emergencia clim¨¢tica es que el secretario general de las Naciones Unidas emplea una terminolog¨ªa religiosa mientras el Papa apela a la ciencia. El pasado septiembre, Ant¨®nio Guterres declaraba que ¡°la humanidad ha abierto las puertas del infierno¡±, y un mes m¨¢s tarde, el mism¨ªsimo Francisco I se?alaba que los or¨ªgenes antropog¨¦nicos del calentamiento global estaban fuera de toda duda. ¡°Ya no se puede dudar del origen humano del cambio clim¨¢tico¡±, dijo el pont¨ªfice. De los diez principales riesgos identificados por el Foro Econ¨®mico Mundial para la pr¨®xima d¨¦cada, cinco son directamente medioambientales. El cuartel general del capitalismo en Davos tambi¨¦n est¨¢ alineado.
El negacionismo tradicional es ya una fuerza agotada. Durante d¨¦cadas, las grandes petroleras orquestaron campa?as centradas en enga?ar al p¨²blico y atraer a su causa a los responsables pol¨ªticos, a pesar de haber sido casi las primeras en comprender la realidad cient¨ªfica a la que nos enfrentamos. Hoy se ven obligadas a iniciar una larga retirada que culminar¨¢ necesariamente con el fin de su principal l¨ªnea de negocio. Mientras tanto, cada paso intermedio que demos a favor de una mayor conciencia y consciencia clim¨¢tica ser¨¢ el resultado de una lucha muy re?ida. Puesto que ya no pueden negar el problema, el discurso se centrar¨¢ en ignorar las soluciones. Al fin y al cabo, ni siquiera los Acuerdos de Par¨ªs de 2015 consiguieron emplear un lenguaje que mencionase siquiera al principal impulsor del cambio clim¨¢tico: los combustibles f¨®siles. Esta omisi¨®n se ha subsanado por fin en la COP28 de Dub¨¢i, que ha dado un peque?o pero vital paso al atreverse a se?alarlos. Pero no desfallezcamos: conseguir que se reconozca lo evidente es siempre una ardua tarea.
Como siempre, las victorias son parciales. El nuevo negacionismo es cada vez m¨¢s sofisticado y sigue desplegando todos los recursos a su alcance para alterar los t¨¦rminos del debate. Seguir¨¢ sembrando la confusi¨®n, trabajando para generar una disonancia cognitiva en la que se reconozca la necesidad de abordar el cambio clim¨¢tico, pero no todo lo que ello conlleva. Seg¨²n su taimada l¨®gica, exponer los hechos es hacer alarmismo, y por lo visto es mejor ignorar los desastres que trabajar por evitarlos. El nuevo negacionismo se afana en impedir que se explicite lo que est¨¢ impl¨ªcito.
Las probables consecuencias del cambio clim¨¢tico son bien conocidas. Dado que el IPCC no es inmune a las presiones pol¨ªticas, que las instituciones tienden a ser prudentes en sus predicciones y que en un futuro pr¨®ximo superaremos una serie de puntos de inflexi¨®n a¨²n desconocidos, es muy probable que incluso estemos subestimando los riesgos. Cualquier evaluaci¨®n sobria har¨¢ referencia a la p¨¦rdida de biodiversidad y a una sexta extinci¨®n masiva, a la acidificaci¨®n de los oc¨¦anos y el aumento de los fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos, a las sequ¨ªas, inundaciones e incendios forestales, al aumento de la transmisi¨®n de enfermedades contagiosas, a las migraciones forzosas masivas, al aumento de la mortalidad, en fin, a un largo listado de consecuencias nefastas. Porque lo que est¨¢ en juego es, literalmente, una cuesti¨®n de vida o muerte. No actuar contra el cambio clim¨¢tico es una ¡°sentencia de muerte¡±, dicen Guterres y Greta Thunberg; el cambio clim¨¢tico mata, dice el presidente mientras el Papa rechaza el ¡°pragmatismo homicida¡± que supone confiar en las soluciones tecnol¨®gicas. Alarmismo, p¨¢nico, histeria¡ eso dicen los negacionistas. Si todos vamos a morir, no hay nada que hacer.
La descarbonizaci¨®n como deber
Sin embargo, no todos vamos a morir. Son los m¨¢s vulnerables, tanto entre los pobres del mundo como en sus propios pa¨ªses, los que corren con todos los riesgos, y somos los menos vulnerables quienes tenemos m¨¢s probabilidades de ser c¨®mplices de esas muertes. El cambio clim¨¢tico nos devuelve as¨ª a la esencia de lo pol¨ªtico, pero no deber¨ªa ser motivo de alarma esta pol¨ªtica de la vida y la muerte ¨Cuna constante a lo largo de la historia¨C sino el papel que han decidido desempe?ar los distintos actores de esta historia. Los m¨¢s peligrosos, quienes est¨¢n entrando en p¨¢nico, son tambi¨¦n los m¨¢s apegados a un r¨¦gimen energ¨¦tico que se est¨¢ quedando obsoleto, y por eso predican la par¨¢lisis, una estrategia de retaguardia que adquiere la forma de una pol¨ªtica de tierra quemada.
Durante mucho m¨¢s tiempo y mucho mejor que otros, el sector petrolero y sus aliados han comprendido la l¨®gica implacable del cambio clim¨¢tico: existe, est¨¢ causado por el ser humano, su principal causa es la quema de combustibles f¨®siles y no hay duda de que hay que poner fin a esta quema, y cuanto antes mejor. Su supervivencia pone en peligro la de todos los dem¨¢s y, por ello, la descarbonizaci¨®n es tanto una necesidad econ¨®mica como un deber moral. El abolicionismo del carbono es una cruzada cuya fuerza est¨¢ destinada a crecer.
En la primera de las tres c¨¢nticas de su Divina Comedia, Dante nos ense?a c¨®mo, al cruzar el umbral del infierno, el viajero debe abandonar toda esperanza. Y ¨¦se es, sin duda, el camino f¨¢cil. Imaginar cat¨¢strofes futuras s¨®lo es ¨²til cuando sirve de profilaxis, no de profec¨ªa. Mejor consejo es el que ofrecen H¨¦ctor Tejero y Emilio Santiago en su manifiesto ?Qu¨¦ hacer en caso de incendio?: encontrar el punto medio entre la relajaci¨®n y el p¨¢nico. El optimismo nos permite pensar desde el punto de vista de una victoria colectiva imaginada. Un error mucho mayor que minimizar el alcance de los retos a los que nos enfrentamos es subestimar las posibilidades de transformaci¨®n y exagerar los efectos de la inercia social.
Las previsiones tienden al conservadurismo institucional porque extrapolan las tendencias existentes, pero una Tierra totalmente descarbonizada es mucho m¨¢s f¨¢cil de imaginar pensando hacia atr¨¢s desde el futuro en lugar de proyect¨¢ndonos adelante desde el presente. Porque queramos o no, seamos o no conscientes de ello, un nuevo mundo est¨¢ naciendo y las se?ales son cada vez m¨¢s claras. Las vemos en la batalla de Do?ana, en la sequ¨ªa en expansi¨®n, en la crisis de los pellets en Galicia y en la contaminaci¨®n general, en el debate sobre los diferentes modos de transporte y la revuelta de buena parte del campo. La agenda clim¨¢tica seguir¨¢ ocupando una parte cada vez mayor de la agenda pol¨ªtica. A¨²n estamos cerca del invierno, pero esperen al pr¨®ximo verano r¨¦cord.
La descarbonizaci¨®n est¨¢ en marcha. Mientras leen estas l¨ªneas, se realizan inversiones p¨²blicas r¨¦cord en investigaci¨®n y desarrollo energ¨¦ticos. Las nuevas tecnolog¨ªas, como las bater¨ªas de los veh¨ªculos el¨¦ctricos, son cada vez m¨¢s baratas y se despliegan a una velocidad inusitada. China instal¨® s¨®lo en 2023 tanta capacidad solar fotovoltaica como en todo el mundo en 2022. Y ya tenemos algunas certezas: quienes no aceleren sus esfuerzos se quedar¨¢n atr¨¢s; quienes no consigan innovar se volver¨¢n dependientes de otros; quienes sigan anclados en mentalidades del siglo XX ser¨¢n los perdedores de las pr¨®ximas d¨¦cadas. O descarbonizamos o seremos descarbonizados.
No es tarea f¨¢cil. La descarbonizaci¨®n implicar¨¢ la transformaci¨®n total de la econom¨ªa y la renovaci¨®n y sustituci¨®n de la totalidad de nuestro entorno construido, desde los adoquines de las calles hasta los paneles solares de nuestros tejados. La velocidad del cambio no tendr¨¢ precedentes hist¨®ricos: su alcance representar¨¢ la mayor transformaci¨®n desde la Revoluci¨®n Industrial. Como consecuencia, toda la pol¨ªtica ser¨¢ pol¨ªtica clim¨¢tica y todas las pol¨ªticas p¨²blicas se convertir¨¢n en pol¨ªticas clim¨¢ticas. Seg¨²n Guterres, esto implica una estrategia sobre el todo, en todas partes y todo a la vez. Y aunque lo contrario sea el nuevo e indigno negacionismo, el eslogan a¨²n debe transformarse en acci¨®n, lo que se antoja imposible sin una multiplicaci¨®n de las razones, las pol¨ªticas y los actores institucionales y sociales para la descarbonizaci¨®n. Sin duda ser¨¢ incre¨ªblemente dif¨ªcil, pero tambi¨¦n mejor que escuchar los consejos del p¨¢nico y la par¨¢lisis, gemelos in¨²tiles que nos dicen que es imposible.
Como ha dicho Elvira Lindo, es esencial combinar los objetivos medioambientales con la justicia social y el optimismo econ¨®mico. La reciente ola de movilizaciones agrarias pone una vez m¨¢s de manifiesto la necesidad de una transici¨®n justa y las dificultades pol¨ªticas inherentes a su realizaci¨®n. Tambi¨¦n ser¨¢n esenciales las grandes mayor¨ªas democr¨¢ticas. La agenda clim¨¢tica requerir¨¢ coaliciones cada vez m¨¢s amplias: entre sectores econ¨®micos; entre las ciudades, los pueblos y las zonas rurales; coaliciones transfronterizas y entre administraciones p¨²blicas, entre el sector privado y la sociedad civil. Y habremos de lanzar llamamientos en todos los registros, con todas las razones y las emociones, lanzados a todas las identidades: a los ciudadanos, a los trabajadores, a los consumidores, a las generaciones, a las familias.
Habr¨¢ que desplegar toda la taxonom¨ªa de argumentos clim¨¢ticos. No s¨®lo los tradicionales ¡°verdes¡±, que se?alan la p¨¦rdida de biodiversidad, las consecuencias de una sexta extinci¨®n masiva y los da?os que se est¨¢n causando a nuestro aire y agua. O los ¡°rojos¡±, que se centran en la justicia social y los da?os a la salud, y que constatan que la crisis clim¨¢tica intensifica las desigualdades existentes entre los pa¨ªses y dentro de ellos. Tambi¨¦n lo que podr¨ªamos denominar ¡°argumentos azules¡±, centrados en la competitividad, la oportunidad y en captar cuotas de mercado, y que ilustran c¨®mo es mejor invertir en mitigar hoy, para evitar lo peor, que en adaptarnos ma?ana, cuando el da?o ya estar¨¢ hecho. Y, por ¨²ltimo, los argumentos ¡°negros¡±, los que nos dicen que la descarbonizaci¨®n es tambi¨¦n una cuesti¨®n de geopol¨ªtica, de seguridad nacional, de soberan¨ªa y protecci¨®n. Porque no descarbonizar es un signo de debilidad.
Nada de esto podr¨¢ lograrse sin que despleguemos toda la gama de instrumentos disponibles (econ¨®micos, fiscales, reguladores, administrativos, burocr¨¢ticos, etc.) de forma coordinada y al m¨¢s alto nivel. Todo el mundo tiene aqu¨ª un papel que desempe?ar: los ministerios econ¨®micos para los cambios sectoriales; los ministerios sociales en la gesti¨®n de los conflictos distributivos que se est¨¢n intensificando; pero tambi¨¦n el n¨²cleo duro del Estado en lo que debe suponer un ambicioso proyecto de renovaci¨®n nacional, continental y global. M¨¢s pronto que tarde, todos los ministerios ser¨¢n, en cierto modo, el Ministerio para la Transici¨®n Ecol¨®gica.
Como dice el refr¨¢n, la derrota es hu¨¦rfana, pero la victoria tiene mil padres. As¨ª lo aplicamos en su d¨ªa al Estado del bienestar: los socialistas pasaron de reclamar la nacionalizaci¨®n de los medios de producci¨®n a los servicios p¨²blicos universales; los liberales, del laissez-faire al informe Beveridge; los conservadores, de la represi¨®n de los trabajadores al ben¨¦volo paternalismo. Como sostiene el economista Branko Milanovic, la competencia con el comunismo de Stalin y el miedo que ¨¦ste suscitaba tambi¨¦n contribuyeron. Todos desempe?aron su papel. Del mismo modo, la descarbonizaci¨®n se convertir¨¢ en la progenie de una familia de actores muy poco convencional.
Aqu¨ª reside la virtud de la batalla de las ideas. Provocar cambios en las posiciones ret¨®ricas va unido a la reconfiguraci¨®n de los intereses. Del mismo modo que, en comparaci¨®n con hace apenas una d¨¦cada, casi todo el mundo ha reconocido ya la realidad del cambio clim¨¢tico es s¨®lo cuesti¨®n de tiempo que den los siguientes pasos y asuman de una vez lo que hace falta para hacerle frente. M¨¢s vale tarde que nunca para los nuevos conversos, pero ser¨ªa mejor que lo hiciesen cuanto antes. Incluso los m¨¢s recalcitrantes acabar¨¢n comprendiendo que, si las estaciones se deforman lo suficiente, todos llegaremos a sentirnos extranjeros en nuestro propio pa¨ªs. El Sahara, esta vez s¨ª, empezar¨¢ a los pies de los Pirineos.
No tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Vivir la emergencia clim¨¢tica conlleva una contradicci¨®n permanente. Las tendencias indican que cada a?o ser¨¢ el m¨¢s c¨¢lido de la historia, pero el m¨¢s fr¨ªo de las pr¨®ximas d¨¦cadas. Entre la utop¨ªa y la distop¨ªa se extiende el duro camino de una reforma tras otra. ?La esperanza? Producir una cascada pol¨ªtica y econ¨®mica a tiempo de evitar lo peor de la escalada clim¨¢tica. A los nuevos negacionistas se les combate acelerando los pasos en la direcci¨®n correcta. Porque, en realidad, Dante se equivocaba: si te encuentras a las puertas del infierno, no abandones toda esperanza. Sobre todo, ?date la vuelta!
*David Lizoain es economista y autor del libro ¡®Crimen clim¨¢tico¡¯ (Debate).
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