Los movimientos ecologistas fortalecen la democracia y ayudan a mitigar los peores impactos del crecimiento econ¨®mico
El autor constata que la intensificaci¨®n persistente del consumo de materiales y energ¨ªa es el principal desencadenante de conflictos ambientales
En Espa?a las movilizaciones ecologistas consiguen parar o suspender tres de cada diez de los proyectos a los que se oponen. A pesar de la fuerza de administraciones p¨²blicas y grandes empresas, a todos nos vendr¨¢n a la cabeza logros hist¨®ricos contra la construcci¨®n del Hotel El Algarrobico en el Cabo de Gata, o m¨¢s recientes c¨®mo la paralizaci¨®n de la ampliaci¨®n del Aeropuerto del Prat en Barcelona. Estos datos los hemos obtenido a partir de la documentaci¨®n de 113 conflictos ambientales en Espa?a dentro del proyecto del Atlas Global de Just¨ªcia Ambiental del Instituto de Ciencia y Tecnolog¨ªa Ambiental de la Universidad Aut¨°noma de Barcelona (ICTA-UAB). A trav¨¦s de la experiencia acumulada documentando m¨¢s de 4.100 proyectos conflictivos alrededor del mundo junto con centenares de personas voluntarias, hemos constatado que la intensificaci¨®n persistente del consumo de materiales y energ¨ªa es el principal desencadenante de conflictos ambientales.
En este sentido, los conflictos ambientales son un reflejo de la econom¨ªa del pa¨ªs y nos ayudan a entender cu¨¢les son las incoherencias y los l¨ªmites socioambientales de nuestro modelo econ¨®mico. En el caso espa?ol, los conflictos ambientales reflejan que las tensiones socioambientales m¨¢s importantes coinciden con los sectores dominantes en nuestra econom¨ªa: el turismo, la ganader¨ªa industrial y el sector energ¨¦tico.
Empezamos por el turismo: en los ¨²ltimos diez a?os los visitantes internacionales han aumentado un 40% hasta los 85 millones anuales mientras las plazas hoteleras s¨®lo han aumentado un 8%. El incremento de la demanda tur¨ªstica se absorbe b¨¢sicamente en apartamentos tur¨ªsticos, que han encarecido el alquiler, y han generado una importante respuesta social. Primero en Canarias con la manifestaci¨®n que clamaba ¡°Canarias tiene un l¨ªmite¡±, despu¨¦s en Baleares, con el gobierno del Partido Popular y Vox admitiendo que ¡°Baleares ha llegado a su l¨ªmite¡±. Les han seguido estas semanas las protestas de M¨¢laga, C¨¢diz, Barcelona, Girona, Alicante, Mallorca y Cantabria. El mensaje es el mismo en todos los sitios: se tienen que poner l¨ªmites al turismo para garantizar el acceso a la vivienda a las clases arrendadoras.
Adem¨¢s, los l¨ªmites del turismo tambi¨¦n afloran a trav¨¦s de la oposici¨®n ecologista a la ampliaci¨®n de puertos y aeropuertos en Barcelona, Madrid, Palma, o Valencia entre otras ciudades. El sector tur¨ªstico tambi¨¦n se ve relacionado con un incremento del consumo material y energ¨¦tico, y la deposici¨®n de residuos. Recientemente, un estudio ha determinado que el turismo es responsable del 80% de los residuos que se encuentran en las playas de las islas mediterr¨¢neas en verano. Esto conduce a una alianza entre dos grandes movimientos sociales espa?oles: el del derecho a la vivienda y el movimiento ecologista, que comparten sus demandas y acciones pol¨ªticas para reducir el impacto social y ambiental del turismo.
Los problemas de las macrogranjas
Otro gran puntal de la econom¨ªa es el sector primario. Entre 2012 y 2022 el n¨²mero de macrogranjas se ha multiplicado por 135% hasta las 3.618 explotaciones. Aunque pueda pasar desapercibido en las ciudades, es un problema extendido por todo el territorio. La plataforma estatal Stop Ganader¨ªa Industrial agrupa las comunidades de centenares de pueblos que sufren los impactos en forma de contaminaci¨®n del agua y el aire, que perjudican la salud de los ecosistemas y las comunidades locales. En este movimiento convergen organizaciones y demandas ecologistas, con campa?as por el bienestar animal, por los derechos de los agricultores y en contra de la despoblaci¨®n.
Finalmente, hablamos del sector energ¨¦tico. Para prevenir los peores impactos clim¨¢ticos debemos desmantelar las infraestructuras f¨®siles a marchas forzadas. Nuestra investigaci¨®n demuestra que los movimientos organizados contribuyen a mitigar el cambio clim¨¢tico a escala mundial, consiguiendo parar centenares de proyectos perjudiciales para el clima. En Espa?a tenemos los precedentes recientes de las victorias ecologistas contra el gasoducto Midcat, la refiner¨ªa de Balboa, y el fracking. Las luchas siguen contra las regasificadoras de GNL y los gasoductos que contin¨²an importando gas y exportando los impactos ambientales de nuestro consumo energ¨¦tico a otros pa¨ªses.
En la transici¨®n energ¨¦tica las renovables son nuestras grandes aliadas, pero solo cuando consiguen desplazar el consumo de combustibles f¨®siles. En la ¨²ltima d¨¦cada, la instalaci¨®n de renovables ha retirado las centrales de carb¨®n y ha reducido las emisiones de nuestro mix el¨¦ctrico significativamente. Sin embargo, en lo que llevamos de 2024 la generaci¨®n con combustibles f¨®siles se concentra en picos de consumo y solo representa un 19% del mix (1% carb¨®n). Con estos datos, las plataformas locales por la salvaguarda del paisaje frente a macroparques de renovables y redes nacionales como Ecologistas en Acci¨®n o Greenpeace cuestionan para qu¨¦ y para qui¨¦n ser¨¢ la electricidad producida y qui¨¦n se va a llevar los beneficios.
Algunos actores pol¨ªticos, entre ellos la extrema derecha, siguen intentando instaurar una falsa tensi¨®n entre los movimientos clim¨¢ticos y los movimientos contra las macrorrenovables para justificar las centrales t¨¦rmicas y nucleares. Nada m¨¢s lejos de la realidad: el movimiento ecologista est¨¢ unido por las reclamaciones de una reducci¨®n en el consumo de energ¨ªa, sobre todo de los grandes consumidores, y una transici¨®n justa que permita acabar con los combustibles f¨®siles y adoptar un modelo de renovables distribuidas que repercutan positivamente en las comunidades.
Este debate nos sit¨²a ante el gran reto de la descarbonizaci¨®n: la mayor¨ªa del petr¨®leo y gas no se consumen para la producci¨®n de electricidad, sino en el transporte, la climatizaci¨®n y la industria. La descarbonizaci¨®n pasa por la electrificaci¨®n, la gran transformaci¨®n energ¨¦tica que lo va a cambiar todo: producci¨®n, distribuci¨®n y consumo.
Conflictos futuros
Esto nos apunta la direcci¨®n de los conflictos ambientales que vendr¨¢n, y que ya empiezan a emerger. La electrificaci¨®n, igual que las renovables, requiere minerales cr¨ªticos. Hasta ahora estos se han extra¨ªdo de terceros pa¨ªses provocando campa?as en contra de la externalizaci¨®n de impactos ambientales. Sin embargo, con la justificaci¨®n de garantizar el suministro dom¨¦stico ya se est¨¢n anunciando la apertura de minas a lo largo del territorio espa?ol, especialmente en las periferias econ¨®micas del pa¨ªs (Galicia, Andaluc¨ªa, Murcia, y Extremadura). Pero las actividades mineras tienen grandes impactos ambientales, y los vecinos de las localidades donde se proponen estas minas est¨¢n ofreciendo resistencia.
Se est¨¢ aglutinando una plataforma nacional de estos movimientos locales para hacer frente a las narrativas que imponen la necesidad de minar m¨¢s sin cuestionarse qui¨¦n se va a beneficiar de la explotaci¨®n y de si necesitamos tal cantidad de materiales para seguir manteniendo nuestros consumos de energ¨ªa. En muchos de los pueblos que acogen minas o renovables sienten que la transici¨®n energ¨¦tica les sacrifica para el beneficio de otros por la falta de informaci¨®n y escucha a las comunidades afectadas. Este descontento se suma al agravio hist¨®rico de la Espa?a Vaciada por la falta de servicios p¨²blicos y oportunidades econ¨®micas sostenibles.
El estudio de los conflictos ambientales demuestra que las reclamaciones ecol¨®gicas son la pieza central de una red de movimientos sociales que se extiende por todo el territorio. Lo son precisamente porque responden y ponen de manifiesto las tensiones de nuestro modelo socioecon¨®mico basado en un crecimiento insostenible del consumo de recursos que choca contra l¨ªmites ambientales y sociales. As¨ª, los movimientos socioambientales son una pieza fundamental de nuestra sociedad que fortalece la toma de decisiones democr¨¢ticas y contribuye a mitigar los peores impactos del crecimiento econ¨®mico sobre las personas, los ecosistemas y el clima. Seg¨²n documenta la plataforma Defender a quien Defiende, en Espa?a el ecologismo es el movimiento m¨¢s criminalizado. Cu¨¢nto nos equivocamos, deber¨ªamos reconocer su importante contribuci¨®n a la sociedad.
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