Adem¨¢s del mensaje de alerta
El buen funcionamiento de los sistemas de aviso temprano, junto con orientaciones claras sobre el comportamiento que los ciudadanos deben tener, permite salvar vidas
En los ¨²ltimos d¨ªas, y con motivo de las decisiones tomadas por parte de las autoridades auton¨®micas en materia de comunicaci¨®n de la emergencia, se ha puesto el foco en la evidencia de que los protocolos de comunicaci¨®n deben ser mejorados y ejecutados adecuadamente. Los tiempos, formas y contenidos de la comunicaci¨®n del riesgo son claves para evitar consecuencias catastr¨®ficas y, en ocasiones, irreparables. Los sistemas de alerta temprana constituyen una herramienta comunicativa clave en las fases previas a la emergencia y su adecuado funcionamiento permite salvar vidas. Resulta importante recordar que la comunicaci¨®n del riesgo tiene la funci¨®n, no solo de ofrecer informaci¨®n a la ciudadan¨ªa, sino de promover comportamientos seguros. Por lo tanto, adem¨¢s de comunicar la alerta meteorol¨®gica con la debida antelaci¨®n, esta informaci¨®n debe ir acompa?ada de orientaciones claras sobre el comportamiento que los ciudadanos deben desarrollar.
No obstante, la emisi¨®n de mensajes de alerta es solo uno de los muchos elementos que intervienen y que deben considerarse en las tareas de comunicaci¨®n del riesgo si ¨¦sta desea influir en el comportamiento ciudadano y evitar tragedias de esta magnitud. La evidencia cient¨ªfica en el ¨¢mbito del an¨¢lisis y gesti¨®n del riesgo ha demostrado que disponer de la informaci¨®n y del conocimiento necesarios no garantiza que el receptor del mensaje act¨²e de manera segura. Ante situaciones de alto riesgo, nuestro comportamiento est¨¢ determinado tambi¨¦n por otros factores, como la predisposici¨®n a confiar en el mensaje o en su emisor, o la existencia o inexistencia de condiciones de oportunidad para activar ese comportamiento. Por ejemplo, si una persona se encuentra en situaci¨®n de inestabilidad laboral y su empresa no detiene la actividad y le facilita que se quede en su domicilio, las posibilidades de que decida no salir a carretera se reducen; si alguien con movilidad reducida no puede trasladarse por sus propios medios a un lugar seguro, la disposici¨®n de informaci¨®n y conocimiento no es suficiente para ponerse a salvo. Por lo tanto, si bien la comunicaci¨®n y los sistemas de alerta temprana son una herramienta indispensable para transmitir la informaci¨®n y conocimiento esencial durante una situaci¨®n de alto riesgo, es igualmente indispensable proporcionar las condiciones que permitan ponerlo en pr¨¢ctica, atendiendo especialmente a los grupos vulnerables.
La comunicaci¨®n del riesgo debe ser dise?ada y entendida en el marco del contexto social en que se produce y al que se dirige, siendo uno de los m¨²ltiples instrumentos que constituyen la gesti¨®n integral del riesgo. Desafortunadamente, el enfoque habitual en la atenci¨®n a los desastres ha sido de car¨¢cter reactivo y centrado en la respuesta a la emergencia. Desde hace d¨¦cadas, las instituciones internacionales y directrices como el Marco Sendai insisten en la necesidad de transitar hacia modelos integrales que enfaticen la preparaci¨®n y prevenci¨®n y fortalezcan las condiciones de resiliencia de las poblaciones expuestas al riesgo.
Recientemente, en el marco de una de las investigaciones sobre impactos sociales de inundaciones que venimos desarrollando, un entrevistado afirmaba que ¡°los desastres se evitan en los despachos mucho antes de que el evento ocurra¡±, refiri¨¦ndose a la necesidad de desarrollar protocolos de comunicaci¨®n y actuaci¨®n, dise?ar mecanismos de preparaci¨®n frente a inundaciones o promover planes de formaci¨®n al personal t¨¦cnico y a la ciudadan¨ªa. Nuestro pa¨ªs es, sin lugar a dudas, un referente en cuanto a la calidad de nuestros equipos de respuesta ante emergencias (bomberos, protecci¨®n civil, servicios sanitarios, ej¨¦rcito, cuerpos de seguridad, Cruz Roja, etc.), pero es el deber de cualquier sociedad desarrollada facilitar su tarea m¨¢s all¨¢ de las actuaciones en la fase de respuesta. Resulta imprescindible una apuesta s¨®lida por modelos enfocados a la gesti¨®n preventiva del riesgo que asegure esas condiciones de oportunidad y reduzcan las condiciones de vulnerabilidad de las poblaciones expuestas. Todo ello sin olvidar que la comunicaci¨®n para el riesgo excede el mero acto de emisi¨®n de mensajes y requiere analizar y entender los contextos sociales en los que se produce el riesgo y c¨®mo las desigualdades y vulnerabilidades sociales intervienen tambi¨¦n en la respuesta individual y colectiva ante episodios extremos como el que hemos padecido.
El papel que juega la vulnerabilidad social en la producci¨®n del riesgo ha llevado a las Ciencias Sociales a insistir en la necesidad de dejar de hablar, de una vez por todas, de desastres naturales. Los desastres, y muy especialmente los de inundaci¨®n, son sociales, tanto en su origen como en sus consecuencias. Hablar de desastres naturales invisibiliza la responsabilidad que tenemos como sociedad en la manera en que la naturaleza se manifiesta y trasluce una suerte de ¡°inevitabilidad¡± de lo ocurrido. La manera en que ordenamos el territorio y protegemos nuestros ecosistemas, nuestra forma de atender a grupos especialmente vulnerables, nuestros esfuerzos en reducir desigualdades sociales, las redes de apoyo y solidaridad con que contamos, la lucha contra el negacionismo o la comunicaci¨®n eficaz del riesgo son todos elementos que determinan la manera en que experimentamos y respondemos ante las amenazas de nuestro tiempo que, desgraciadamente, se esperan m¨¢s intensas y m¨¢s frecuentes con motivo del cambio clim¨¢tico que las sociedades modernas hemos generado. Vamos tarde, muy tarde, en la actuaci¨®n frente al cambio clim¨¢tico. No podemos permitirnos llegar tarde tambi¨¦n a la urgente tarea de la gesti¨®n integral del riesgo.
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