Las cosas del amor
Una novela de Umberto Galimberti que muestra la relaci¨®n del amor con la sensualidad, la trascendencia, la perversi¨®n, los celos, el pudor, la trasgresi¨®n, la pornograf¨ªa, la locura, la soledad, la pasi¨®n...
Fragmento
En las sociedades tradicionales, de las que nos ha emancipado la tecnolog¨ªa, hab¨ªa poco espacio para las decisiones del individuo y la b¨²squeda de la propia identidad.
A excepci¨®n de determinados grupos y minor¨ªas elitistas que pod¨ªan permitirse el lujo de tener deseos de realizaci¨®n personal, el amor no sancionaba tanto la relaci¨®n entre dos personas, como la uni¨®n de dos familias o grupos parentales que, a trav¨¦s del amor, pod¨ªan adquirir seguridad econ¨®mica, fuerzas vivas para la empresa familiar, tener herederos, asegurar las posesiones existentes y, en el caso de los privilegiados, ampliar el patrimonio y el prestigio.
Hoy en d¨ªa la uni¨®n de dos personas ya no est¨¢ condicionada por la lucha cotidiana por la supervivencia, o por el mantenimiento o la ampliaci¨®n de la propia condici¨®n de privilegio social y de prestigio, sino que es fruto de una decisi¨®n individual que se lleva a cabo en nombre del amor, sobre la cual las condiciones econ¨®micas, las condiciones de clase, la familia, el Estado, el derecho, la Iglesia, ya no tienen ninguna influencia ni ejercen ning¨²n poder, sea en relaci¨®n al matrimonio donde dos personas se eligen con completa autonom¨ªa, sea en relaci¨®n a la separaci¨®n y al divorcio donde, con la misma autonom¨ªa, los dos se dejan.
El amor pierde as¨ª todos sus v¨ªnculos sociales convirti¨¦ndose en un absoluto (?solutus ab?, desligado de todo), en el que cada uno puede liberar lo m¨¢s profundo de s¨ª mismo que no puede expresar en los roles que ocupa en el ¨¢mbito social.
De este modo entre intimidad y sociedad ya no se establece ninguna clase de intercambio, ¨®smosis, relaci¨®n. En el marco de la sociedad cada uno es funcionario y ejecutor de acciones descritas y prescritas por el aparato al que pertenece, y es en el amor donde halla el espacio para ser s¨ª mismo, para encontrar su identidad profunda m¨¢s all¨¢ de aquella declinada en el rol, para buscar la propia realizaci¨®n y la expresi¨®n de s¨ª mismo. Autenticidad, sinceridad, verdad, individuaci¨®n, hallan en el amor aquel espacio que la sociedad, regulada por la racionalidad de la tecnolog¨ªa, ya no concede.
El amor se convierte en este punto en la medida del sentido de la vida, y no encuentra otro fundamento que en s¨ª mismo, es decir, en los individuos que lo viven, que, en el amor, rechazan el c¨¢lculo, el inter¨¦s, la consecuci¨®n de un objetivo, incluso la responsabilidad que requiere el desenvolverse en la sociedad, para alcanzar aquella espontaneidad, sinceridad, autenticidad, intimidad que en la sociedad ya no es posible expresar.
Como contraposici¨®n a la realidad social, donde no se permite a nadie ser como es porque cada uno debe ser como el aparato desea, el amor se convierte en el ¨²nico recept¨¢culo de sentido respecto a una vida considerada alienada, en el lugar de la individuaci¨®n, en el espacio para el ejercicio de la propia libertad hasta los l¨ªmites de la anarqu¨ªa, porque all¨¢ donde el derecho del sentimiento se considera absoluto y divinizado como ¨²nica y aut¨¦ntica v¨ªa para la realizaci¨®n de uno mismo, ?qu¨¦ nos defiende de la naturaleza del sentimiento que posee como caracter¨ªsticas propias la inestabilidad y la variabilidad?
Nada. Por esta raz¨®n en el amor construcci¨®n y destrucci¨®n acontecen juntas, la realizaci¨®n y la p¨¦rdida de uno mismo tienen ¨ªntimas fronteras.
Desligado de cualquier correspondencia social a la que la sociedad lo hab¨ªa vinculado, en la edad de la tecnolog¨ªa el amor yace ¨²nicamente en las manos de los individuos que se encuentran y tiene su fundamento en el
secreto de su intimidad, ¨²nico lugar donde hallan expresi¨®n las exigencias m¨¢s personales e imprescindibles. En contra de la realidad de las abstracciones, de las estad¨ªsticas, de los n¨²meros, de las f¨®rmulas, de lo funcional, de los roles, el amor refleja la realidad de los individuos que rechazan dejarse absorber totalmente por el r¨¦gimen de la racionalidad que, a medida que va expandi¨¦ndose y se convierte en totalizador, va dotando de mayor atractivo la irracionalidad que gobierna el amor.
Como ¨²nico espacio que queda para ser realmente uno mismo, el amor se convierte en la sola respuesta al anonimato social y a aquella soledad radical determinada, en la edad de la tecnolog¨ªa, por la fragmentaci¨®n de todos los v¨ªnculos.
Es como si el amor reclamara, en contra de la realidad regulada por la racionalidad t¨¦cnica, una realidad propia que permitiera a cada uno, a trav¨¦s de la relaci¨®n con el otro, realizarse a s¨ª mismo. Y en un primer plano, naturalmente, no est¨¢ el otro, sino uno mismo. Y esto por necesidad,
por lo tanto m¨¢s all¨¢ de cualquier buena o mala intenci¨®n, porque a aquel que siente que est¨¢ viviendo en una sociedad que no le concede ning¨²n contacto aut¨¦ntico con el propio yo, ?c¨®mo se le puede negar el buscar en el amor aquel yo que necesita para vivir y que no percibe en otro lugar?
Pero de este modo el amor se envuelve en su enigma: el desear, el esperar, el entrever una posibilidad de realizaci¨®n para s¨ª mismo, topan con la naturaleza del amor que es esencialmente relaci¨®n hacia el otro, donde los dos dejan de encarnar roles, de cumplir acciones orientadas hacia un
objetivo y, en la b¨²squeda de la propia autenticidad, se transforman en algo diferente a aquello que eran antes de la relaci¨®n, revelan el uno al otro distintas realidades, se crean rec¨ªprocamente ex novo, buscando en el t¨² el propio yo.
Si todo esto es cierto, en la edad de la tecnolog¨ªa, donde parecen haberse desmoronado todos los v¨ªnculos sociales, el amor, m¨¢s que una relaci¨®n hacia el otro, aparece como un culto exasperado de la subjetividad, en perfecta coherencia con el exasperado individualismo hacia el que nuestra cultura no cesa de educarnos, y para la que el otro es s¨®lo un medio para el desarrollo del yo.
Y as¨ª, en la edad de la tecnolog¨ªa y de la raz¨®n instrumental, donde no hay acci¨®n que no est¨¦ rigurosamente dirigida hacia un objetivo, el amor, que aparece ante el individuo como salvaci¨®n sup¨¦rstite de este escenario ineluctable, acaba confirmando, parad¨®jicamente, este mismo escenario en el r¨¦gimen de la intimidad, donde el ser es funcional al yo, expuesto a la b¨²squeda de s¨ª mismo y del propio rescate del anonimato social empujado hasta los l¨ªmites de la insignificancia.
Como filosof¨ªa del ?yo? entendida en sentido biogr¨¢fico-terap¨¦utico, el amor tiene la ra¨ªz de sus entusiasmos y de sus sufrimientos no tanto, como se cree, en los resultados biogr¨¢ficos de la primera infancia, susceptibles de tratamiento psicoterap¨¦utico, como en la l¨®gica interna, en la cual la identidad cerrada de cada uno de nosotros adquiere experiencia a trav¨¦s de su exposici¨®n al otro, para volver desilusionada a descubrir que el otro era s¨®lo un pretexto para aquella realizaci¨®n de s¨ª mismo que, en una sociedad regulada por la racionalidad t¨¦cnica, parece no disponer de otro lugar para expresarse que no sea el de la intimidad.
Pero cuando se busca la intimidad para s¨ª mismo y no para el otro, el individuo no sale de su soledad y mucho menos de su impermeabilidad, porque ya en la intenci¨®n de encontrarse a s¨ª mismo en el amor ha bloqueado cualquier movimiento de trascendencia, de excedencia, de
posterioridad, capaz de poner en juego su autosuficiencia intransitiva y de abrir una brecha o incluso una herida en su identidad protegida. Una especie de fractura de s¨ª mismo para que el otro lo atraviese. Esto es el amor.
No una b¨²squeda de uno mismo, sino del otro, que sea capaz, naturalmente bajo nuestra propia responsabilidad, de alterar nuestra identidad, desequilibr¨¢ndola en sus defensas. El otro, de hecho, a menos que pase a mi lado como nosotros pasamos cerca de las paredes, me altera. Y sin esta alteraci¨®n que me quiebra, me resquebraja, me expone ?c¨®mo puedo ser atravesado por el otro, que es el ¨²nico que me permite ser, adem¨¢s de m¨ª mismo, algo m¨¢s all¨¢ de m¨ª?
El amor no es la b¨²squeda de la propia secreta subjetividad, que no puede encontrarse en la vida social. Amor es m¨¢s bien la expropiaci¨®n de la subjetividad, es el ser arrastrado del sujeto m¨¢s all¨¢ de su identidad, es entregarse a este arrastre, porque s¨®lo el otro puede librarnos del peso de una subjetividad que no sabe qu¨¦ hacer de s¨ª misma.
?Qu¨¦ significa ese deseo de los amantes, ese buscarse y tocarse sino un intento de violar sus seres con la esperanza de acceder a aquel v¨¦rtice moral que es la verdadera comunicaci¨®n, m¨¢s all¨¢ de la fingida comunicaci¨®n a la que nos obliga nuestra cultura de la funcionalidad y de la eficiencia?
Para constituir realmente una contraposici¨®n respecto a la t¨¦cnica y a la raz¨®n instrumental que la gobierna, el amor no puede ser la b¨²squeda de uno mismo a trav¨¦s de la instrumentaci¨®n del otro, sino que tiene que ser una entrega incondicional de uno mismo a la otredad que compromete nuestra identidad, no para evadirse de nuestra soledad, ni para fundirse con la identidad del otro, sino para abrirla a aquello que somos, a nuestra nada.
Entonces el amor se presenta realmente como subversi¨®n radical de la estabilidad, del orden, de la identidad, de la propiedad que, para usar la met¨¢fora jaspersiana, est¨¢n regulados por la ley del d¨ªa (das Gesetz des Tages) que nada sabe de la pasi¨®n por la noche (die Leidenshaft zur Nacht) que sumerge cada estabilidad y cada identidad diurna para que el amor pueda abrirse camino.
Y, con el amor, el otro, no para que yo pueda hallar el sentido profundo de m¨ª mismo, sino para que pueda perder ese m¨ª mismo diurno que no me consiente acceder a aquella noche del indiferenciado de la cual hemos emergido un d¨ªa, pero con la que ser¨ªa extremadamente peligroso perder el contacto.
Por esto decimos que el amor no es una cosa tranquila, no es delicadeza, confidencia, consuelo. Amor no es comprensi¨®n, participaci¨®n, amabilidad, respeto, pasi¨®n que toca el alma o que contamina los cuerpos. Amor no es silencio, pregunta, respuesta, se?al de fe eterna, laceraci¨®n de intenciones un tiempo unidas, traici¨®n de promesas incumplidas, naufragio de sue?os interrumpidos. Amor es violaci¨®n de la integridad del individuo, es tocar con las manos los l¨ªmites del hombre.
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