Bregovic dispara la rueda de las emociones
El m¨²sico "yugoslavo" cierra una noche vitalista en el Circo Price
Virtuosos del ritmo sin tregua. Bodas y funerales. Un continuo subir y bajar que se resume en unas irrefrenables ganas de bailar y no parar. Y la pausa como paso necesario al desenfreno en un ejercicio de equilibrio perfecto. Es lo que Goran Bregovic y su banda transmitieron anoche en el Circo Price de Madrid, en un intenso espect¨¢culo de voces, viento, cuerda y percusi¨®n. Dos horas y medias de vaiv¨¦n estudiado. Su particular revisi¨®n del folclor tradicional balc¨¢nico presentado bajo la excusa de Alkohol. Sljivovica (Rakia, un licor t¨ªpico de los balcanes), el ¨²ltimo disco de este compositor nacido en Sarajevo y que, de madre ortodoxa serbia y padre croata cat¨®lico, siempre se ha sentido, "yugoslavo".
Sorprendieron, puntuales, desde el mismo comienzo. Dos trompetas, dos trombones y un saxo arrancaron a tocar entre la gente, para luego subir al escenario. Primer golpe de efecto. Sobre la tarima, 21 m¨²sicos entregados a la causa de la diversi¨®n. Con sentimiento, rendidos a la apolog¨ªa de la bebida que Bregovic, copa en mano, continuamente propon¨ªa. "Zivjeli! [salud]". Porque en las bodas y los funerales balc¨¢nicos toca beber y bailar.
El publico core¨® sin parar el soul Ya, ya, un cl¨¢sico de Lee Dorsey. Y se arranc¨® a cantar en portugu¨¦s con Ausencia'. Y es que, las canciones de su ¨²ltimo ¨¢lbum se mezclaron ayer con la m¨²sica de las pel¨ªculas de su compatriota Emir Kusturica, y con algunos detalles de Karmen con final feliz, la ¨®pera compuesta por ¨¦l mismo.
Pero por m¨¢s que cantaba el p¨²blico, el protagonismo absoluto fue para cada uno de los integrantes de la Banda de Bodas y Funerales. Diestros para tocar el tambor, el acorde¨®n y para cantar. Como Alen Ademovic, hombre orquesta, culpable esencial de la cadencia de semejante frenes¨ª. Las cantantes b¨²lgaras, sincronizadas hasta conmover una y otra vez, remataron la faena.
Ayer el cielo alumbraba cuarto menguante, pero todo el mundo vio la luna llena cuando comenzaron los acordes de Mesecina. Y el Circo Price bail¨®. Y patale¨® al ritmo de Gas, gas, parte de su Sljivovica.
El p¨²blico cant¨®, ovacion¨® y pidi¨®, hasta que Bregovic, un tanto asombrado por el dominio de cada una de sus letras, correspondi¨®. "Ser¨¢ mejor que cant¨¦is vosotros, yo beber¨¦", dijo. Y brind¨® por el p¨²blico antes de poner a todo el mundo a gritar "al ataque" para, a partir de ah¨ª, saltar sin parar. Porque, mientras el m¨²sico balc¨¢nico lanzaba tiros al aire, lleg¨® la canci¨®n m¨¢s esperada de la noche, Kalashnikov. Y la gente brinc¨®, ebria de ritmos, como los personajes de Underground, la pel¨ªcula de Kusturica. Los dos bises fueron el cierre deseado, el colof¨®n exacto que la noche demandaba. Comprendi¨® la gente entonces ese lema que ha hecho suyo: "Quien no se vuelve loco no es normal".
Bregovic, al que muchos acusan de copiar las bases del sonido c¨ªngaro m¨¢s tradicional, demostr¨® anoche ser un maestro del espect¨¢culo. Domin¨® los tiempos, midi¨® cada presentaci¨®n, fue de menos a m¨¢s. Se luci¨® con el cierre, apote¨®sico, en un ambiente empapado ya de una embriaguez r¨ªtmica absoluta. No corri¨® la Rakia, pero s¨ª el ritmo. Alkohol Sljivovica. En septiembre toca beber Champagne.
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