Federico S¨¢nchez vuelve con ustedes... por una noche
Jorge Sempr¨²n rescata en el Senado al conspirador comunista con cuya identidad vivi¨® en la clandestinidad
Un lunes del franquismo Federico S¨¢nchez, un tipo guapo, alto, muy distinguido, se extra?¨® de que los vociferantes parroquianos del bar en el que desayunaba en Madrid hablaran sin cesar de un personaje llamado Alfredo Di St¨¦fano.
Movido por la curiosidad, este parroquiano de aire internacional irrumpi¨® en la charla: "?Y qui¨¦n es Di St¨¦fano?"
Se hizo alrededor un silencio denso, y hasta se par¨® el humo. De pronto, Federico S¨¢nchez se dio cuenta de que hab¨ªa metido la pata, y la evidencia inmediata le puso sobre aviso: acababa de mostrar su ignorancia acerca de la existencia del futbolista m¨¢s importante de todos los tiempos. Al menos en Madrid. Y no saber de f¨²tbol entonces era como desconocer ahora a qu¨¦ corresponde el diminutivo Pe.
Para cualquiera eso podr¨ªa ser normal; para Federico S¨¢nchez podr¨ªa haber supuesto un suicidio. Porque Federico era (y qui¨¦n no lo sabe ya) el conspirador que a principios de los a?os cincuenta el Partido Comunista de Espa?a envi¨® a Madrid para organizar la oposici¨®n al franquismo.
Ese personaje era Jorge Sempr¨²n; cuando gan¨® el premio Formentor con El largo viaje uno de los que le conoci¨® en Madrid como Federico S¨¢nchez, el escritor Juan Garc¨ªa Hortelano, le advirti¨® a ?ngel Gonz¨¢lez, el poeta, en cuya casa vivi¨® clandestino Federico: "Le hemos dado el premio a Federico S¨¢nchez: se llama Sempr¨²n".
Ahora Sempr¨²n tiene 85 a?os, para 86, sigue siendo guapo, tiene el pelo completamente blanco, fue ministro de Cultura de Felipe Gonz¨¢lez y dio por liquidado a Federico S¨¢nchez como personaje hace mucho tiempo; en concreto, cuando dej¨® el Gobierno socialista, en 1991, despu¨¦s de tres a?os de ejercicio, y cuando public¨® su libro Federico S¨¢nchez se despide de ustedes, que apareci¨® en 1993.
Se despidi¨®, pero reapareci¨® anoche, en el Senado. "Por una hora", dijo, "estar¨¢ con ustedes Federico S¨¢nchez".
Y Sempr¨²n empez¨® a desgranar la historia del alter ego que casi le vende en un bar de Madrid en torno a 1955 por no saber qui¨¦n era Di Stefano.
Fue la primera de las conferencias de un ciclo que rinde homenaje a la Generaci¨®n del 56, que se concentra en torno a una noticia de prensa que constituye el centro del cartel que para el acontecimiento ha dise?ado Alberto Coraz¨®n. La noticia es del 10 de febrero de 1956, es una nota de la Direcci¨®n General de Seguridad del franquismo y dice as¨ª: "Con ocasi¨®n de las alteraciones del orden producidas en Madrid, y adem¨¢s de las detenciones ya comunicadas en nota anterior, han ingresado como detenidos en esta Direcci¨®n General de Seguridad don Miguel S¨¢nchez-Mazas Ferlosio, don Dionisio Ridruejo Jim¨¦nez, don Ram¨®n Tamames G¨®mez, don Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n, don Enrique M¨²jica Herzog, don Javier Pradera Cort¨¢zar y don Gabriel Elorriaga Fern¨¢ndez, todos los cuales han quedado a disposici¨®n de la autoridad".
Anoche estaban all¨ª, escuchando al resucitado Federico, algunos de aquellos detenidos: M¨²jica, que ahora es Defensor del Pueblo, Pradera, que es director de Claves de la Raz¨®n Pr¨¢ctica. Pradera va a intervenir en el ciclo, el 21 de abril: 1956: una nueva visi¨®n de la Guerra Civil. Miguel Boyer, Bartolom¨¦ Clavero, Ram¨®n Tamames y Rodolfo Mart¨ªn Villa hablar¨¢n en fechas sucesivas; entre los personajes de los que unos u otros van hablar, porque fueron protagonistas de aquel tiempo, est¨¢n Francisco Bustelo, El¨ªas D¨ªaz, Jes¨²s Ib¨¢?ez, Ra¨²l Morodo, Gregorio Peces-Barba, Francisco Tom¨¢s y Valiente, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n..., todos ellos relacionados con esa generaci¨®n.
De algunos habl¨® el catedr¨¢tico y ex senador Antonio L¨®pez Pina, que ha sido el coordinador de este homenaje; aquella generaci¨®n, para ¨¦l, y se lo dijo a Sempr¨²n, cuando ¨¦ste termin¨® su charla, "tuvo muchas f¨¦s , en plural, muchos deseos de luchar por una Espa?a mejor".
Y all¨ª estaba Federico, "resucit¨® por una noche", dijo su cuerpo, Jorge Sempr¨²n. Sus confesiones fueron muy jugosas, y conectan en cierto modo con el art¨ªculo que hoy publica Antonio Elorza en las p¨¢ginas de Opini¨®n de EL PA?S.
Stalin, dijo Federico, quiso para Espa?a una salida democr¨¢tica; por eso apoy¨® a la Rep¨²blica. No quer¨ªa una salida leninista. Se lo dijo, en una carta que ha tenido luego poco eco, a Francisco Largo Caballero. Y cuando ya la Rep¨²blica fue vencida, Stalin intervino de nuevo con respecto a los asuntos de Espa?a: le dijo a Carrillo, y all¨ª estaba Sempr¨²n, en Mosc¨², que el PCE deb¨ªa olvidarse de la lucha armada como m¨¦todo revolucionario; la clase obrera de obediencia comunista ten¨ªa que organizarse en los colectivos sindicales ortodoxos, los del franquismo. Ese fue el germen de Comisiones Obreras. A Carrillo eso no le gust¨®, pero tuvo que obedecer. Y tampoco le gust¨® escuchar que fue Stalin el abuelo de Comisiones al que fue m¨¢ximo dirigente de este sindicato, Antonio Guti¨¦rrez, ahora diputado socialista. "No le gust¨® escucharlo, pero as¨ª fue. Stalin fue el abuelo de Comisiones".
Como Federico (un nombre sin historia, un apellido sin trascendencia, S¨¢nchez) Sempr¨²n vino a Espa?a en 1953; ese fue su primer viaje clandestino; se relacion¨® con Gabriel Celaya, con Enrique M¨²jica, y cada semana enviaba "una carta insulsa" a sus compa?eros de partido en el centro log¨ªstico de la organizaci¨®n, Par¨ªs, Buscarest..., para que supieran que exist¨ªa. Fue a ver a Vicente Aleixandre (como hispanista, y el luego premio Nobel le dijo: "Es usted el hispanista franc¨¦s que mejor habla espa?ol de todos los que he conocido..."). 1956 fue un momento culminante: aquellos detenidos, algunos de los cuales eran comunistas, eran el eje de una nueva situaci¨®n: se hab¨ªan diluido los valores falangistas, y se hab¨ªan agotado los valores del Sindicato Espa?ol Universitario, SEU; los estudiantes eran de clases acomodadas, pero ya profesaban una fe distinta, la fe comunista, o un progresismo que detestaba la herencia de los padres... Con ese grupo trabaj¨® Sempr¨²n como Federico S¨¢nchez.
Federico entendi¨® en seguida que la poes¨ªa era un excelente veh¨ªculo de conocimiento y de relaci¨®n, provoc¨® encuentros universitarios en torno a los poetas... Trab¨® relaci¨®n con Blas de Otero, que nunca fue del partido, pero al que el partido quiso publicar en Francia. El libro in¨¦dito sigue ah¨ª, en manuscrito; algunos poemas public¨® luego Blas, pero uno de ellos, que se titulaba en el original A la Uni¨®n Sovi¨¦tica, se public¨®, ya en Espa?a, con este otro t¨ªtulo: A mi madre.
Fue, desde el punto de vista del partido en el que militaba, "un momento de m¨¢ximo fervor democr¨¢tico", y ese fervor se fue diluyendo hasta que se diluy¨® del todo, Federico se fue diluyendo tambi¨¦n y finalmente emergi¨® Jorge Sempr¨²n para asombro, por ejemplo, de Hortelano y de Gonz¨¢lez, que trabajaban juntos en el Ministerio de Obras P¨²blicas, enfrente de la casa de ?ngel donde Federico S¨¢nchez simulaba que era un hispanista que estudiaba, por ejemplo, la poes¨ªa de Aleixandre.
Enfrente esa casa, cada d¨ªa, Federico/Jorge ve¨ªa al salir la estatua de Franco, a quien hab¨ªa venido a hostigar. Dijo mucho m¨¢s Federico S¨¢nchez, pero Sempr¨²n lo cort¨® cuando ya empez¨® a poner nostalgia en su historia.
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