Este s¨¢bado hubo verdad

El a?o pasado por estas fechas un toro de Dolores Aguirre fue devuelto al corral, despu¨¦s de una faena inmensa y vibrante de Joselillo. Este s¨¢bado casi sucede lo mismo. En el ¨²ltimo toro, un pavo de 625 kilos, con unos pitones como pu?ales, otra vez Joselillo traz¨® un curso de gesto de torero valiente. Inici¨® la faena con las dos rodillas en tierra dando derechazos estallantes. Puso a la plaza de pie. Luego, dando distancia al toro, vinieron los pases con las dos manos, realizados de manera larga y llenos de emoci¨®n y de verdad. Cada serie, llamando al toro de lejos y aguantando las embestidas, era una muestra embraguetada de c¨®mo son los toreros bravos. Un valiente estaba dictando una lecci¨®n de valor y entrega. Sufri¨® un revolc¨®n por estar toreando de cerca, sin mentiras. Otra vez, como el a?o pasado, repito, los aceros le traicionaron. No quisieron que ese muchacho tan entregado en la plaza pamplonesa saliera por la puerta grande. Si a ese toro le llega a matar medianamente bien, se hubiera ganado a ley las dos orejas y la puerta grande.

Toreros como ¨¦ste tienen que pechar con las corridas duras, en tanto las figuras (algunas de filfa y capul¨ª) no las quieren ver ni siquiera en v¨ªdeo. Las corridas duras, como la de este s¨¢bado, las tienen que lidiar los toreros modestos, con su punto de compulsiva desesperaci¨®n. Ellos mantienen la poca y, a la vez, gran verdad de esta gran mentira que han tejido las figuras y la legi¨®n de mu?idores que les jalean. La ganadera de Berango (Vizcaya) Dolores Aguirre llev¨® a Pamplona una gran corrida. Este s¨¢bado s¨ª Pamplona se pareci¨® a la Pamplona de la Feria del Toro.

Seraf¨ªn Mar¨ªn no tuvo la suerte de cara. Adem¨¢s pech¨® con el mans¨ªsimo de la corrida. David Mora dej¨® un poso de torero de calidad. Atesora unas buenas mu?ecas. Tiene gusto. Sue?a con ser torero de exquisita torer¨ªa. Exhibi¨® momentos muy bellos. Reparti¨® en peque?as dosis acentos de mu?eca templadora. L¨¢stima que se pasara de faena en el quinto de la tarde.

Despu¨¦s de asistir a corridas como esta, con sus grandes luces y alguna sombra, todo hay que decirlo, uno echa la mirada atr¨¢s y vuelve a poner en su memoria a los relumbrones del toreo quienes s¨®lo han matado alguna corrida dura alguna vez cuando empezaron. Despu¨¦s, todo ha sido un camino de rosas: af¨¦itame ese toro, esa ganader¨ªa no que es muy dura, quiero toros bobones, sin fuerza, a poder ser que se caigan un poco, etc, etc. Pero es verdad que alg¨²n d¨ªa la posteridad les escatimar¨¢ los favores que muchos de los cr¨ªticos contempor¨¢neos les dispensaron. Y en alguna ocasi¨®n habr¨¢ que decirles a esos mu?idores: no pong¨¢is a nadie una cororna de laurel demasiado grande, o le caer¨¢ en torno del cuello como un cepo.