Eur¨ªdice en la discoteca
"No amo mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / dar¨ªa la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, fortalezas, / una ciudad deshecha, gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, monta?as / -y tres o cuatro r¨ªos". ?ste es sin duda el poema m¨¢s popular de Jos¨¦ Emilio Pacheco, un verdadero himno nacional paralelo en M¨¦xico. El nuevo premio Cervantes lo escribi¨® en 1967, con 28 a?os, y lo incluy¨® en el poemario No me preguntes c¨®mo pasa el tiempo (Joaqu¨ªn Mortiz, 1969). En ese libro estaba ya Pacheco todo entero. El mismo que, con los a?os, dar¨ªa t¨ªtulos ya cl¨¢sicos como Islas a la deriva (Siglo XXi, 1973), El silencio de la luna (Pre-Textos, 1996) o los recent¨ªsimos, La edad de las tinieblas o Como la lluvia (ambos en Visor). Estos dos ¨²ltimos han venido a unirse en estas ¨²ltimas semanas a Contraeleg¨ªa (Universidad de Salamanca/Patrimonio Nacional), una amplia antolog¨ªa de su obra publicada con motivo del Premio Reina Sof¨ªa de Poes¨ªa Iberoamericana.
Si lo m¨¢s dif¨ªcil para un poeta es encontrar una voz inconfundible, la de Pacheco es, ante todo, clara y antirret¨®rica, ¨ªntima y comunitaria, hecha a la vez de historia y mito, Europa y M¨¦xico, una conversaci¨®n en la que se celebra el mundo tanto como se denuncian los desmanes del mundo. La suya es una poes¨ªa sin palabras po¨¦ticas pero sin prescindir del misterio. Lo primero (es uno de los grandes traductores de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot) lo aprendi¨® de la literatura anglosajona, menos dado al lirismo esdr¨²julo que la francesa, de tanto influencia en la tradici¨®n hisp¨¢nica. Lo segundo, de su maestro Octavio Paz. M¨¢s de una vez ha dicho Pacheco que conserva tres ejemplares de Piedra de sol, la obra cumbre de Paz: uno para leer, otro para releer y otro para que lo entierren con ¨¦l.
Pacheco, adem¨¢s, ha llevado su compromiso a la narrativa con t¨ªtulos como El principio del placer, Las batallas del desierto o Morir¨¢s lejos, su novela m¨¢s celebrada. Y al cine. A cuatro manos con Arturo Ripstein escribi¨® en 1973 el gui¨®n de El santo oficio, en palabras del propio director, la primera y ¨²nica vez que se ha tocado el tema de la persecuci¨®n de la Inquisici¨®n contra los jud¨ªos: "En las pel¨ªculas sobre la Inquisici¨®n siempre est¨¢n persiguiendo brujas o herej¨ªas de tipo sat¨¢nico". "No me salv¨¦", ha dicho alguna vez el propio Pacheco, profesor universitario durante a?os, "de los comentarios de l¨¢stima que dec¨ªan: "Pobre muchacho, tanto que promet¨ªa y ten¨ªa que terminar como todos, en el periodismo y en el cine".
Eur¨ªdice en una discoteca, la propia vejez reflejada en la del b¨ªblico rey David, Bill Gates, el libro digital y el DVD son algunos de los protagonistas y asuntos que pueblan la obra po¨¦tica de Jos¨¦ Emilio Pachecho, un autor que domina las formas cl¨¢sicas pero no renuncia a enfrentarse a la sociedad moderna, alguien que en cada poema se pregunta por lo que son capaces de decir las palabras de ese mismo poema: "La perra infecta, la sarnosa poes¨ªa. / Risible variedad de la neurosis, / precio que algunos pagan / por no saber vivir. / La dulce, eterna, luminosa poes¨ªa".
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