La raz¨®n de la edad

Ha tenido que pasar mucho tiempo, hasta que cumpli¨® 70 este a?o de 2009, para que Jos¨¦ Emilio Pacheco deje de parecer el adolescente que quiz¨¢ sigue en su alma. Sigue riendo igual, como si estuviera a punto de celebrar una travesura, y sigue pareciendo atolondrado, como si viniera de una nube. Acaso no dejar¨¢ de ser adolescente mientras escriba poes¨ªa, aunque pierda los bol¨ªgrafos y no se lleve bien con los artilugios de escribir.

Su mirada, que cuidan sus gafas de concha oscura, es tambi¨¦n la de un chiquillo divertido con lo que se le est¨¢ ocurriendo en lo rec¨®ndito; hallarlo, en los estrados o en los patios, es la garant¨ªa de que algo va a ir bien. No es hombre de palacios, aunque la Reina de Espa?a le haya llevado ahora al Palacio de Oriente a entregarle el premio po¨¦tico que lleva su nombre, el Reina Sof¨ªa. En cualquier sitio parece m¨¢s bien aquel que no sabe qui¨¦n lo ha invitado, o que ni siquiera sabe si lo invitaron; su curriculo, que est¨¢ lleno de premios, viaja por su cuenta, ¨¦l no lo lleva consigo.

Donde otros escritores menos galardonados ense?an tachones de engreimiento, ¨¦l lleva la humildad de un poeta, simplemente, un tipo al que de ni?o le dijeron: "All¨ª donde termina el arco iris hay un tesoro". Y desde que tiene uso de raz¨®n busca detr¨¢s del arco iris las palabras que expliquen los tesoros. Por eso jam¨¢s ha mostrado en la mirada el cansancio al que acaso lo convoquen la edad o la historia.