El periodista que no ces¨® de narrar
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, fallecido este domingo en Argentina, no conceb¨ªa el periodismo sin la literatura, y viceversa
Un contador de historias. Eso fue Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. Naci¨® en Tucum¨¢n, Argentina, en 1934. Cuando era un chiquillo su madre se encomendaba a Dios para salvar el alma de su hijo, que ya escrib¨ªa textos que seg¨²n ella iban a condenarle. Cuarenta a?os m¨¢s tarde ¨¦l mismo tuvo que desaparecer para que no le condenara la dictadura militar, que le persigui¨® con la muerte y le conden¨® al exilio. Busc¨® en la ra¨ªz de la historia rara de su patria y se meti¨® en la piel de Juan Domingo Per¨®n y Eva Duarte, sobre cuyo mundo raro escribi¨® novelas fascinantes, sobre todo Santa Evita y La novela de Per¨®n. Ha sido uno de los grandes periodistas de la lengua espa?ola, y ahora mismo era uno de los m¨¢s sobresalientes narradores de nuestra cultura; como Mario Vargas Llosa, era una especie de hermano menor del boom que encabezaron sus amigos Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez o Carlos Fuentes.
Su manera de ser era la de un reportero pero al mismo tiempo su car¨¢cter era el de una esponja. Nada de lo que suced¨ªa era ajeno a su curiosidad, y todo lo que cay¨® bajo esa capacidad natural de pesquisa y memoria se convirti¨® luego en retrato, en recuerdo y en todo caso en escritura. Hab¨ªa en su forma de escribir una soberbia naturalidad, que recorri¨® tanto sus reportajes como sus art¨ªculos o sus novelas; estaba especialmente dotado para la ficci¨®n, como demostr¨® en su excelente El vuelo de la reina (Premio Alfaguara 2002). Pero tanto esa novela como El cantor de tangos (Planeta, 2004) o Purgatorio (Alfaguara, 2009) tienen como ra¨ªz su propia experiencia, lo que supo por su vida o por lo que le contaron. Este ¨²ltimo libro, Purgatorio, cuenta la historia de un desaparecido por la dictadura que azot¨® su pa¨ªs, y es al mismo tiempo un recuento, que a veces parece autobiogr¨¢fico, de lo que su generaci¨®n sufri¨® en aquel delirio atroz en el que los militares convirtieron su pa¨ªs. Mezcla de realidad y de sue?o, tiene los pies en la tierra, en Argentina, como siempre tuvo ah¨ª su alma Tom¨¢s Eloy, tambi¨¦n durante el destierro al que lo condenaron Videla y los suyos.
Tanto esas novelas como los distintos libros que escribi¨® en torno a Per¨®n, Evita y el peronismo magnifican la capacidad de retrato, period¨ªstico, literario, de Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. Su indagaci¨®n es incesante, como si su pasi¨®n por el rigor que ¨¦l pensaba que deb¨ªa imperar en el periodismo se hubiera trasladado, intacta, a su vocaci¨®n de novelista; en esa sintaxis lujosa pero sobria en la que convirti¨® el esqueleto de su estilo est¨¢ escrito un libro memorable, Lugar com¨²n la muerte, en el que recogi¨® muchos de los perfiles o encuentros que mantuvo con gente mayor que ¨¦l, como Jorge Luis Borges, Jos¨¦ Lezama Lima o Augusto Roa Bastos. Esos textos configuran ahora un monumento propio que es precursor y avanzadilla en espa?ol de lo que los norteamericanos llamaron nuevo periodismo.
El s¨ªmbolo mayor de su actitud period¨ªstica ante la realidad escalofriante de Argentina es su libro La pasi¨®n seg¨²n Trelew, el relato de la rebeli¨®n y la matanza de los guerrilleros detenidos en una base militar de Trelew; ese texto, publicado por vez primera en 1973, fue prohibido y luego quemado por los militares, y fue como el anuncio del odio y la sa?a con la que Tom¨¢s Eloy fue perseguido en seguida que se instaur¨® la dictadura militar, tres a?os m¨¢s tarde. Se exili¨® en Venezuela y en M¨¦xico, y en ambos pa¨ªses fund¨® o dirigi¨® peri¨®dicos, y sigui¨® escribiendo reportajes, art¨ªculos y novelas, tarea que continu¨®, sin desmayo, hasta que las consecuencias de un c¨¢ncer que fue min¨¢ndole inexorablemente le impidi¨® ejercer las pasiones que iluminaron su vida.
Fue un maestro de periodistas; ense?¨® en la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo que preside su amigo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. En los ¨²ltimos tiempos, los azotes que recibe el oficio por parte de los que lo malversan le tra¨ªa a mal traer; de Internet le apasionaba la rapidez con que pod¨ªa circular la informaci¨®n, pero le inquietaban las posibilidades de dispersar rumores y errores que nadie contrastaba. Le indign¨® (y al tiempo le caus¨® perplejidad, ¨¦l era as¨ª) que Wikipedia hubiera dado la noticia falsa de la muerte de Ted Kennedy, que adem¨¢s padec¨ªa su propia enfermedad; pero consideraba que el periodismo pod¨ªa superar esos sarampiones y seguir siendo, como dir¨ªa su amigo Garc¨ªa M¨¢rquez, el mejor oficio del mundo...
No conceb¨ªa el periodismo sin la literatura, y viceversa. Dijo acerca de ambas vocaciones, que en ¨¦l se daban juntas: "La literatura si no es desobediencia no es. La literatura, como el periodismo, son centralmente actos de transgresi¨®n, maneras de mirar un poco m¨¢s all¨¢ de tus l¨ªmites, de tus narices. Todo lo que he escrito en la vida son actos de b¨²squeda de libertad. Nada me daba m¨¢s placer -cuando publicaba mis primeros art¨ªculos en La Gaceta de Tucum¨¢n- que mi madre le dijera a mis hermanas: "Tenemos que ir a misa a rezar por el alma de Tom¨¢s, que est¨¢ totalmente perdida".
Era un narrador oral insuperable. Acaso escribi¨® sus libros tan s¨®lo para no olvidar las extraordinarias historias que contaba como si dentro de ¨¦l funcionara un motorcito que las calentaba para convertirlas en f¨¢bulas con las que cubri¨® de gloria los peri¨®dicos, las novelas y los o¨ªdos perplejos de sus alumnos, de sus amigos y de sus lectores. Hasta el ¨²ltimo instante, cuando ya no pudo m¨¢s, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez tuvo a su lado el ordenador, para escribir, para estar al tanto; s¨®lo el dolor de la despedida fue m¨¢s grande que la vocaci¨®n que le convirti¨® en un maestro.
Babelia
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