"El anonimato digital potencia el periodismo amarillo"
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez (Tucum¨¢n, Argentina, 1934) sufri¨® una operaci¨®n delicada, se someti¨® a curas prolongadas, y mientras tanto escribi¨® art¨ªculos, termin¨® una novela, Purgatorio, sali¨® a cenar, viaj¨® a M¨¦xico a cumplimentar a su amigo Carlos Fuentes por su cumplea?os, y adem¨¢s tuvo tiempo de salir a cenar con amigos, para discutir con ellos sobre todo lo que se mueve y para seguir siendo un miembro muy activo de la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo que preside otro amigo suyo, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Es su car¨¢cter. Fue periodista de chico, siempre quiso contar historias, y el d¨ªa en que no cuente historias (verdaderas o de ficci¨®n) dejar¨¢ de ser Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, el periodista. Nosotros le entrevistamos en su casa de Buenos Aires (tiene otra en New Jersey, en cuya universidad de Rutgers es profesor) en medio de uno de esos vaivenes de salud, que afront¨® y afronta como un jabato en la hora m¨¢s alta de la fabricaci¨®n de un peri¨®dico, o de una novela. Si t¨² preguntas en Argentina, en cualquier sitio, por el periodista que definir¨ªa hoy la pasi¨®n por este oficio, qui¨¦n ser¨ªa hoy un maestro, y una mayor¨ªa te dice este nombre. Aunque ha sido alentado por los premios que ha recibido por sus novelas a abandonar el oficio, esta es su pasi¨®n; la ejerci¨® en la revista Primera plana, en el diario La Naci¨®n; en el exilio, que le salv¨® de las garras de la dictadura militar argentina, trabaj¨® como periodista en Venezuela y en M¨¦xico; en este ¨²ltimo pa¨ªs, en Guadalajara, puso en marcha en un diario. Aunque ha dirigido redacciones, su pasi¨®n ha sido el reportaje, y de esa dedicaci¨®n es un ejemplo m¨²ltiple su recopilaci¨®n Lugar com¨²n la muerte. Su enfermedad no le ha disminuido el ¨¦nfasis tranquilo con el que se enfrenta a la vida, y en este caso al porvenir del periodismo. Despu¨¦s de hablar con ¨¦l en Buenos Aires le dijo a unos periodistas argentinos sobre la esencia de sus dos oficios solapados, el escritor de ficciones y el periodista: "La literatura si no es desobediencia no es. La literatura, como el periodismo, son centralmente actos de transgresi¨®n, maneras de mirar un poco m¨¢s all¨¢ de tus l¨ªmites, de tus narices. Todo lo que he escrito en la vida son actos de b¨²squeda de libertad. Nada me daba m¨¢s placer -cuando publicaba mis primeros art¨ªculos en La Gaceta de Tucum¨¢n- que mi madre le dijera a mis hermanas: "Tenemos que ir a misa a rezar por el alma de Tom¨¢s, que est¨¢ totalmente perdida". Con esta alma totalmente perdida tratamos de juntar los pedazos del periodismo de ayer y de hoy.
"S¨®lo lo escrito permanece. Aquello que no ha sido narrado, no existe; y lo que ha sido escrito se convierte en verdad"
"Con el periodismo, t¨² le sirves a un lector; le presentas una realidad con la mayor honestidad posible"
Pregunta. ?De qu¨¦ viene esta pasi¨®n?
Respuesta. Desde que tengo memoria he querido contar historias. Como no me pagan por hacerlo, me desvi¨¦ hacia el periodismo, donde eso era posible. Escrib¨ª cr¨®nicas y, como tuve un ¨¦xito modesto en esos ejercicios, cuando me propuse escribir novelas no quise dejarme llevar por la facilidad del oficio que hab¨ªa adquirido. Quise componer novelas puras, de espaldas a toda brizna de realidad, y no existen las novelas puras. Yo quer¨ªa negar todo lo que era (el periodista, el cr¨ªtico de cine, el investigador de las cr¨®nicas de Indias) y de hecho lo negu¨¦ en mi primera novela, que data de 1967 y no he querido volver a publica.
P. ?Y el periodista c¨®mo ve ahora este oficio?
R. Ante el periodismo, ante lo que vendr¨¢, siento una cierta perplejidad; las formas de lectura est¨¢n cambiando vertiginosamente y el periodismo de papel se est¨¢ convirtiendo en un veh¨ªculo inc¨®modo para la lectura. Mucha gente prefiere las versiones on-line de los peri¨®dicos, y yo les encuentro un riesgo, sobre todo en los comentarios a las noticias o a las opiniones. Por un lado, hay una libertad necesaria para escribir y para expresarse con soltura. Por el otro, el anonimato de los posteos abre el camino a una peligrosidad impunidad. No me preocupan tanto los descuidos y malos tratos a que se somete el lenguaje, que es nuestra herramienta esencial. Me preocupa m¨¢s que se lea mal y que esa ligereza en la lectura derive en una ligereza en la acusaci¨®n. El anonimato encubre una cierta infamia, encubre a veces sentimientos deleznables. Esto no es el periodismo, por supuesto; es una perversi¨®n del periodismo, pero es algo para lo cual el periodismo es un veh¨ªculo en este momento.
P. Pero ya hab¨ªa periodismo amarillo.
R. Lo hab¨ªa y lo hay. Lo que pasa es que esto potencia, multiplica, la fuerza del periodista amarillo. Todos los d¨ªas vemos se?ales de este tipo de periodismo que se manifiesta en forma de acusaci¨®n. Escrib¨ª una columna sobre la carnicer¨ªa que se hizo con Ingrid Betancourt y con Clara Rojas cuando fueron liberadas por las FARC. Periodistas muy serios, con una larga trayectoria, a?adieron le?a al fuego de los chismes sobre la intimidad de las ex rehenes.
P. ?C¨®mo tendr¨ªan que establecerse los l¨ªmites?
R. Este es un trabajo b¨¢sico de los editores. Cuando se fund¨® la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo la intenci¨®n era proporcionar a los j¨®venes periodistas, a trav¨¦s de los talleres, el tipo de educaci¨®n sobre la edici¨®n de textos que hab¨ªamos tenido la gente de mi edad durante los tiempos de nuestra formaci¨®n profesional. Esa educaci¨®n ha sido arrasada ahora por la rapidez de v¨¦rtigo con la que se trabaja.
P. ?C¨®mo fue esa educaci¨®n suya?
R. Empec¨¦ en el periodismo por necesidad, porque mis padres y yo mismo desconfi¨¢bamos de que el trabajo universitario y la literatura fueran a permitirme vivir: As¨ª que empec¨¦ trabajando en La Gaceta de Tucum¨¢n, como correctoR. Fue una escuela formidable, porque all¨ª estaban todos los profesores desaprobados por el peronismo. Hab¨ªa un gran fil¨®sofo franc¨¦s, Roger Labrousse, una extraordinaria profesora de Historia, Mar¨ªa Elena Vela, otra profesora de Filosof¨ªa, Selma Ag¨¹ero... Ten¨ªamos conversaciones muy ricas mientras discut¨ªamos los problemas de la gram¨¢tica o de las separaciones de s¨ªlabas. Esa fue mi primera forma de educaci¨®n period¨ªstica. Si cuidas el lenguaje, la ¨¦tica viene en consonancia, porque la responsabilidad empieza por la herramienta que manejas. Desde el principio yo supe que no hab¨ªa una sola verdad; s¨¦ que no hay una sola verdad y que si t¨² y yo narramos lo que estamos viendo en este momento lo contar¨ªamos de forma diferente.
P. Muchas verdades, y muchas mentiras. Recuerda cuando en Internet se anunci¨® la muerte del Nobel Le Cl¨¨zio un minuto despu¨¦s de que le dieran el Nobel...
R. Bueno, eso pas¨® con Le Cl¨¨zio y eso pasa cientos de veces, con muertes, con divorcios, con separaciones, con amor¨ªos... Y no s¨®lo sucede en Internet, sucede tambi¨¦n en el periodismo de papel. Hay ejemplos memorables. Recuerda lo que pas¨® en The Washington Post con Janet Cooke, la periodista que se invent¨® la historia de un ni?o que se inyectaba hero¨ªna con el permiso de su madre..., y que era una historia falsa. Y la de aquel periodista mit¨®mano que hizo caer a toda la c¨²pula de editores del New York Times porque no advirtieron que, por pereza, estaba creando una realidad completamente falsa. A ese tipo de tropiezos est¨¢ expuesto tambi¨¦n el periodismo que ahora consideramos verdadero.
Pero yo a ese respecto tengo una an¨¦cdota personal.
P. Adelante.
R. En mi primer d¨ªa en La Naci¨®n me encargaron el obituario de Sacha Guitry. La necrol¨®gica era un g¨¦nero muy cuidado en el diario; escrib¨ª esa con los datos del archivo y con lo que yo recordaba. Me solt¨¦ el lenguaje, no me fi¨¦ s¨®lo de los datos, y don Bartolom¨¦ Mitre, el director, vino a felicitarme. Sent¨ª entonces que ese eco de un periodismo diferente pod¨ªa tener una cierta repercusi¨®n en los lectores. Despu¨¦s me nombraron cr¨ªtico de cine, y empec¨¦ a escribir cr¨ªticas iconoclastas, disconformes. Un d¨ªa nos quitaron la publicidad las grandes productoras; el peri¨®dico quiso que reformara mis criterios, y yo retir¨¦ mi firma. Me mandaron a ver muertos, a una secci¨®n que se llamaba Movimiento mar¨ªtimo, sobre los ahogados en el R¨ªo de la Plata. Era un castigo. Me fui. Y malviv¨ª hasta que apareci¨® Primera plana, la revista de Jacobo Timerman. All¨ª unos j¨®venes dimos rienda suelta a nuestro apetito por narrar, y descubrimos otro pa¨ªs. Timerman se fue al a?o y medio. Nos quedamos al frente de la Redacci¨®n tres j¨®venes rebeldes.
P. ?Qu¨¦ se siente al poner un peri¨®dico nuevo en marcha?
R. Un delirio. Con Timerman la revista era m¨¢s conservadora; en 1963 se pregunt¨® cu¨¢l era el hecho cultural del a?o, y yo dije: "Los Beatles". No salieron, pero pusimos en la portada a Borges, a Cort¨¢zar, a Garc¨ªa M¨¢rquez, a Cabrera Infante. Antes de eso hab¨ªan tratado muy mal en Primera plana los cuentos de Cort¨¢zar y La ciudad y los perros de Vargas Llosa. Descubrimos que hab¨ªa una literatura latinoamericana y gracias a eso fuimos abriendo paso a la literatura y nos alimentamos de ella...
P. Entonces se estaba inventando el nuevo periodismo en Estados Unidos, pero ustedes ya lo hac¨ªan en Am¨¦rica Latina.
R. Y creo que adem¨¢s entre nosotros naci¨® por instinto, por pura necesidad de narrar, por el vicio de leer novelas y por estar disconformes con el modo que se ten¨ªa de narrar la realidad. ?Por qu¨¦ no podemos narrar en periodismo como en las novelas? En dos de mis primeras novelas trabajo el nuevo periodismo: en La novela de Per¨®n narro de modo novelesco una investigaci¨®n muy seria, y en Santa Evita decido invertir los t¨¦rminos del nuevo periodismo. Si en la primera hab¨ªa contado, con los recursos de la novela, lo que me parec¨ªa period¨ªsticamente cierto, en Santa Evita narro con los recursos del periodismo una ficci¨®n absoluta, y la gente se la crey¨®.
P. Se mezclan las aguas.
R. Y eso te obliga a tener un cuidado ¨¦tico muy severo. El lector no se debe sentir confundido: la ficci¨®n es ficci¨®n y el periodismo es periodismo, porque corres el riesgo de pervertir ambos g¨¦neros.
P. Y el periodismo es una materia delicada.
R. Yo parto del hecho de que el periodismo es ante todo un acto de servicio, un servicio al lectoR. Con el periodismo t¨² le sirves a un lector; le presentas una realidad con la mayor honestidad posible, con los mejores recursos narrativos y verbales de que dispones. Pero en todo momento tienes que dejar bien claro que esa es la realidad que t¨² has visto, en cuya veracidad conf¨ªas... En la ficci¨®n, en cambio, tienes que dejar en evidencia que esos datos que das no son confiables. Por eso puso debajo del t¨ªtulo de Santa Evita la palabra novela.
P. El periodismo es una materia omnipresente. ?Hasta en Borges!
R. Borges empieza siendo un periodista; dirige un suplemento cultural en el diario Cr¨ªtica, ?imag¨ªnate, el diario m¨¢s popular de Buenos Aires! Ah¨ª ¨¦l arranca haciendo un periodismo de imaginaci¨®n. De hecho, su Historia universal de la infamia est¨¢ basada en hechos reales que ¨¦l transforma en ficciones.
P. Y la obsesi¨®n de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez por el dato es equivalente a la que siente Truman Capote porque no se le escapen detalles en A sangre fr¨ªa...
R. En el caso de Garc¨ªa M¨¢rquez es porque a ¨¦l le importa mucho la creaci¨®n de un universo veros¨ªmil, aun en las novelas. El lector se identifica m¨¢s con lo que narras si esto le parece verdadero... Garc¨ªa M¨¢rquez es un obsesivo de la informaci¨®n; yo lo he visto trabajar en Noticia de un secuestro con una obsesi¨®n por la informaci¨®n precisa que va m¨¢s all¨¢ de todo c¨¢lculo. Ya era en ese momento un escritor de primera l¨ªnea, hab¨ªa ganado el premio Nobel y estaba trabajando en ese libro-reportaje como en cualquiera de sus novelas de otro registro. No hay que descreer de un solo dato. En cambio, no le creas ni un solo dato de El general en su laberinto: es todo invenci¨®n e imaginaci¨®n.
P. Se retroalimentan el periodismo y la ficci¨®n, y juntos constituyen el llamado nuevo periodismo. ?Qu¨¦ le dio el uno a la otra?
R. En primer lugar, un mayor y mejor acercamiento del lector al hecho tal como es. Porque proporciona una identificaci¨®n entre el lector y los personajes a los cuales est¨¢s aludiendo. El viejo periodismo dec¨ªa: "En el tsunami habido ayer en el sureste asi¨¢tico murieron equis personas; una gran ola avanz¨® kil¨®metros y alcanz¨® aldeas y ciudades...", mientras que el nuevo periodismo empezar¨ªa as¨ª una noticia como esa: "La se?ora Tapa Raspatundra estaba en la orilla de su pueblo en Java cuando un enorme nubarr¨®n en el horizonte le hizo prever la cat¨¢strofe, tom¨® a sus ni?os en brazos y escap¨® de una tragedia que caus¨® equis muertos". Cuentas el horror de la ola e identificas al lector con un personaje que vive en primer plano la tragedia. El relato introduce al lector en la historia.
P. ?Y el periodismo de siempre se est¨¢ alejando del periodismo deseable?
R. Siento que en el periodismo tradicional se trata al lector como si tuviera doce o catorce a?os; en vez de alzar a los lectores hacia la inteligencia de su medio rebaja su lenguaje. Se trata de masificar el periodismo, y esta es una de las enfermedades de esta ¨¦poca.
P. Otra enfermedad es la conversi¨®n de la informaci¨®n en espect¨¢culo.
R. Pensando que esa frivolizaci¨®n atrae lectores... Para eso es mejor publicar en los faldones del diario trozos de novelas, como se hac¨ªa en el siglo XIX...
P. Los pol¨ªticos tambi¨¦n son presentados ahora como parte del espect¨¢culo, y ellos mismos se comportan a menudo como si fueran actores, ¨¢vidos de la c¨¢mara...
R. No dudo que el efectismo sea m¨¢s entretenido, pero la misi¨®n del periodismo es no obedeceR. El periodismo es un acto de servicio, pero no es un acto de servilismo, y por lo tanto los periodistas tienen que hacer aquello que su conciencia le dicta... El poder o amordaza o trata de comprar al periodista; pero primero trata de halagarlo, y hay formas muy sutiles de halago; programas en las televisiones del Estado, una forma nueva del sobre a fin de mes.
P. Usted pas¨® una experiencia central en su vida, la dictadura militaR. En ¨¦pocas as¨ª el periodismo no se reconoce a s¨ª mismo.
R. La dictadura tuvo un efecto muy nocivo, muy venenoso en mi pa¨ªs, y cercen¨® muchas de las dignidades period¨ªsticas de ese tiempo, no s¨®lo en Argentina, tambi¨¦n en Chile... Y yo pas¨¦ ese tiempo en Venezuela, en el exilio. En aquella ¨¦poca no exist¨ªa la posibilidad de acceder a la lectura diaria del periodismo en otro pa¨ªs. En la distancia se ve¨ªa que aquel proceso que se viv¨ªa en Argentina era dictatorial, y atrozmente dictatorial. Recuerdo que a los pocos d¨ªas de estar en El Nacional de Caracas, donde me acogieron, me pidieron una cr¨®nica sobre Argentina. La titul¨¦ Una larga marcha entre los escombros; recog¨ªa ah¨ª los nueve puntos de la Junta Militar, que condenaba a la ciudadan¨ªa a la obediencia ciega. Me dec¨ªan: "Te equivocas, Videla es el bueno; ha triunfado la l¨ªnea m¨¢s civilizada del Ej¨¦rcito, hay una l¨ªnea m¨¢s perversa..." La hab¨ªa, pero Videla hab¨ªa preparado arteramente la matanza completa de toda conciencia de la sociedad.
P. Brecht dec¨ªa que hab¨ªa que cantar tambi¨¦n en tiempos sombr¨ªos. ?Y hacer periodismo?
R. En Brasil hubo momentos memorables bajo la dictadura; cuando la censura oficial prohib¨ªa la publicaci¨®n de ciertas noticias los peri¨®dicos sal¨ªan con espacios en blanco all¨ª hubieran sido impresas tales informaciones. En Argentina eso no sucedi¨®. Aqu¨ª o eras c¨®mplice o no sab¨ªas a qu¨¦ te expon¨ªas. La complicidad fue una exigencia para poder trabajar en el periodismo. Los periodistas chilenos han pedido disculpas por su obediencia a la dictadura de Pinochet. Los periodistas de mi pa¨ªs no han pedido disculpas. Muchos de ellos se enorgullecen de lo que hicieron: creen que hicieron lo correcto y estaban de acuerdo con lo que se hac¨ªa.
P. Cuando Garc¨ªa M¨¢rquez le entreg¨® a I?aki Gabilondo el premio de la Fundaci¨®n Nuevo Periodismo le dijo en alto que ahora le¨ªa la prensa y se pon¨ªa a rabiar como un perro. ?A usted le pasa?
R. Lo que pasa es que a Gabo le molestan ciertas carencias de calidad en la prensa, ciertos errores en la calidad. M¨¢s de una vez se ha ofrecido a corregir gratis El tiempo de Bogot¨¢. ?l se levanta rabioso cuando lee t¨ªtulos mal puestos o equivocados, copetes [entradillas] que repiten la noticia del t¨ªtulo...
P. ?A usted le pasa?
R. No, no me comprometo tanto con lo que leo, soy un lector m¨¢s pasivo... Me irrita, por ejemplo, la confusi¨®n de nombres, porque creo que la identidad de una persona es tambi¨¦n un nombre. Si t¨² confundes a una persona y la llamas de otra manera, disminuyes a esa persona. Y me molestan erratas torpes. Ves una errata y ya no te crees el resto. Y ves un error, y el resto te parece garrafal.
P. Con todo lo que hay sobre la mesa sobre lo que es el periodismo hoy, ?cu¨¢l ser¨ªa su diagn¨®stico sobre el porvenir del oficio?
R. Periodistas habr¨¢ siempre, como narradores. Defoe es anterior al periodismo, como Homero o Herodoto; eran todos narradores de hechos que daban como ciertos, y la historia sigue en pie gracias a que el hombre siempre tuvo vocaci¨®n de narrar sus hechos. No narraba las ausencias: narraba aquello que le parec¨ªa narrable o contable. S¨®lo lo escrito permanece; aquello que no ha sido narrado no existe, y lo que ha sido escrito se convierte en verdad. Y eso seguir¨¢ siendo as¨ª. ?El periodismo? Las transformaciones son muy vertiginosas. Cuando yo era un ni?o no hab¨ªa televisi¨®n, hab¨ªa radio y era una radio mucho m¨¢s precaria que la de ahora: En mi primer trabajo en el peri¨®dico las grabaciones de las noticias se hac¨ªan en cilindros de cera. La primera vez que fui a Madrid a entrevistar a Per¨®n, en 1966, las noticias se transmit¨ªan por t¨¦lex, o por telegrama. Y ahora mira los adelantos que hay. A este ritmo, ?c¨®mo quieres que prediga el futuro?
P. ?Y el pasado? ?Qu¨¦ le ha dado este oficio?
R. Un buen modo de ganarme el pan. Un modo decoroso, esforzado y muy laborioso. El periodismo generalmente no est¨¢ bien pagado, pero sea cual fuese el salario yo he procurado dar lo mejor de mi, porque lo que siempre me pareci¨® es que estaba en juego mi persona, mi ser, mi naturaleza humana, y no lo que recibiese a cambio. Eso es lo que me ha dado el oficio.
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