La 'senyera' y la barretina
Cuando se abri¨® la puerta de cuadrillas, se arm¨® la tremolina en la plaza; y todo, porque Seraf¨ªn Mar¨ªn, natural de la localidad barcelonesa de Montcada y Reixac, apareci¨® envuelto en la senyera, a modo de capote de paseo, y tocado con la barretina en lugar de la montera. Una parte de los tendidos aplaudi¨® con ardor, mientras otra se sinti¨® ofendida y lo abronc¨® sonoramente. Aunque el diestro no tuvo ocasi¨®n de explicarse, parece f¨¢cil concluir que su gesto era una defensa de la fiesta en Catalu?a y no una afrenta al resto del pa¨ªs, como algunos entendieron.
De cualquier modo, el gesto tuvo su aqu¨¦l, y como reclamo publicitario no tiene precio. Curiosamente, Mar¨ªn brind¨® su segundo toro a la concurrencia, y ya lo hizo con la montera en la mano; cuando la tir¨® a la arena se cercior¨® de que c
ayera boca abajo, se?al inequ¨ªvoca de una superstici¨®n tan taurina como nacional. El cuadro se hubiera cerrado si Eugenio de Mora, castellano de Toledo, hubiera elegido la tradicional capa espa?ola, y Bol¨ªvar, la bandera colombiana. Pero no fue as¨ª, porque los toreros no se hablan antes de las corridas y pasa lo que pasa.
Valga, sin embargo, el detalle de Mar¨ªn como una reivindicaci¨®n de la fiesta en su tierra de nacimiento, lo que es tan v¨¢lido y justo como la de los que se manifiestan en contra.
Despu¨¦s, cuando el toro sali¨® y dijo no entender de autonom¨ªas ni de gustos, el torero catal¨¢n estuvo por encima de las adversas circunstancias de sus toros, y aclar¨® que cree en su propia recuperaci¨®n como torero. Le tocaron dos mansos de a¨²pa, pero con ambos dos se mostr¨® firme y decidido; el quinto, muy desfondado, no le permiti¨® lucimiento, pero s¨ª el segundo, al que cit¨® de largo, tir¨® de la embestida con decisi¨®n, y consigui¨®, sobre todo, una tanda de tres naturales hondos y emotivos, arrastrando la muleta y ligando antes del obligado de pecho. A la faena le falt¨® continuidad, porque el toro raj¨® pronto, pero ah¨ª qued¨® lo mejor de la tarde.
No se arredraron sus compa?eros; es m¨¢s, ¨¦sta fue una de las pocas tardes en que la terna sobresali¨® sobre la sosa y mansa condici¨®n de los toros, lo cual no deja de ser noticia. Un hombre como Eugenio de Mora, que parece estar de vuelta, se empe?¨® con extraordinaria decisi¨®n en torear como casi se debe con decoro, firmeza y la seriedad que le caracteriza. Poca calidad atesoraba su lote, pero no se desanim¨® el torero, y se justific¨® sobradamente. Al primero, una piltrafa, le rob¨® muletazos de calidad, y al cuarto, de la misma condici¨®n, lo mulete¨® de rodillas antes de que el animal ense?ara su ausencia de clase.
Y en el mismo tono se mostr¨® Bol¨ªvar: voluntarioso, valiente, sin perder nunca la cara ni arrojar la toalla. Al inv¨¢lido tercero lo recibi¨® de muleta con el cartucho de pescao, que populariz¨® Pepe Luis V¨¢zquez, y se justific¨® con escaso material, y tir¨® de la corta embestida del ¨²ltimo, que tampoco le ofreci¨® facilidades.
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