El escritor que abrazaba hombres
Hay dos tipos de escritores: los que se asilan del mundo y tratan de modificarlo desde sus libros y personajes sin otro compromiso que la b¨²squeda permanente de la excelencia; y los que como Jos¨¦ Saramago, que adem¨¢s de escribir obras esenciales como El memorial del convento, El a?o de la muerte de Ricardo Reis, los dos ensayos, el de la ceguera y el de la lucidez, y la maravillosa Ca¨ªn, entre otras, son capaces de salir al mundo y tratar de cambiarlo con sus propias manos. Esa generosidad quijotesca la debi¨® de heredar de su abuelo, quien antes de morir hace ya muchos a?os se levant¨® de la cama, abraz¨® los cuatro ¨¢rboles que ten¨ªa en su huerto y se fue en paz, con la tranquilidad del deber cumplido.
Saramago nunca se escondi¨®. Renunci¨® a muchas l¨ªneas escritas en su atalaya de T¨ªas, en Lanzarote, desde donde se ve el mar, por salir a la calle y dar voz a los que no la tienen, a los que nadie escucha, a los que nadie ve. Estuvo en todas las batallas en las que hab¨ªa un ser humano al que abrazar, fuese en Chiapas o en Hait¨ª, en Argentina, Chile o Uruguay, donde dictaduras sangrientas y crueles dejaron la huella de la otra cara del hombre. Libr¨® batallas en favor de ?frica, del continente oscuro y silenciado por una globalizaci¨®n informativa que solo habla de las cosas del hombre blanco, y otras en favor de sus inmigrantes desde su Lanzarote adoptiva, frontera primera para los que huyen de las guerras, la miseria, las enfermedades y la pobreza. Tambi¨¦n tom¨® partido por Palestina y los palestinos, cuya persecuci¨®n y desgracia compar¨® con la que sufrieron muchos jud¨ªos en la Europa nazi y que le granje¨® la beligerante enemistad de todos los gobiernos israel¨ªes.
Jos¨¦ Saramago sab¨ªa que el premio Nobel de Literatura no era solo un galard¨®n, el m¨¢s importante para un escritor, era sobre todo una responsabilidad. Un gran altavoz para una voz que siempre habl¨® en favor de los desfavorecidos, de los que escribi¨® y duplic¨® en personajes extraordinarios como Baltasar y Blimunda en El memorial, seres que habitaron sus libros d¨¢ndoles el sentido trascendente de las grandes obras.
Una vez, sentado ante el jard¨ªn de su casa, un reportero le habl¨® de la relaci¨®n entre el periodismo y la literatura. "Son orillas de un mismo r¨ªo", dijo algo presuntuoso el informador. Saramago le mir¨® a los ojos y respondi¨®: "?Qu¨¦ m¨¢s quisieran los periodistas! Cuando uno lee una obra maestra como Guerra y Paz de Tolstoi es mejor persona, ha vivido otra vida. Cuando uno lee un buen reportaje solo est¨¢ mejor informado".
Ahora que se ha apagado el hombre, queda el escritor, el ser comprometido, sus obras y su ejemplo. Y nos queda su memoria, que se transformar¨¢ en memoria africana y en ?frica. Los hombres grandes nunca mueren, solo se van y nos acompa?an de otra forma.
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