?pera en pantalones cortos
Una representaci¨®n gratuita de 'Aida' en el Templo de Debod re¨²ne a m¨¢s de 2000 aficionados y curiosos
El precio no fue ayer excusa para disfrutar de una ¨®pera de Verdi. En el parque de Debod, una representaci¨®n gratuita de Aida hizo que las 2000 sillas preparadas se quedaran cortas. A partir de las 20.30, el templo egipcio se convirti¨® en escenario para un coro de 31 cantantes, 8 solistas y 21 m¨²sicos. Los miembros de la orquesta, situados al comienzo del pasillo de piedra, actuaron con un sobrio traje negro. Frente a la fachada principal, los int¨¦rpretes daban vida a sus personajes caracterizados como soldados, sacerdotes o la protagonista, una esclava que suspira por un amor que le est¨¢ prohibido.
A¨ªda Cebolla, de 18 a?os, muestra su carnet de identidad para demostrar que se llama como el personaje principal. Asegura que no es casualidad: "Me lo pusieron por mi abuelo, esta era su ¨®pera favorita. Nunca la hab¨ªa visto en vivo", explica. En primera fila, un chico dos a?os menor termina una bolsa de patatas fritas. ?l, como muchos otros, ha venido en pantalones cortos.
"La gente asocia la ¨®pera a algo elitista. El p¨²blico que va al Teatro Real suele estar familiarizado con esta m¨²sica, pero hoy es una oportunidad para darla a conocer a todo el mundo", explica Dolores granados, que da vida a la protagonista. Sentada en un banco del parque, espera pacientemente que la maquilladora termine con ella. Muy cerca, dos ni?os juegan con una pelota. "Las circunstancias son las que son. No me importa tener que actuar con micr¨®fono, lo que cuenta es la m¨²sica compuesta por Verdi".
El director de escena, Ignacio Garc¨ªa, particip¨® en el montaje que implic¨® en Antenas a 450 artistas. "Estamos en crisis y hay que adaptarse a este marco, y sobre todo al tiempo: se ha preparado todo en 15 d¨ªas. No es la representaci¨®n m¨¢s ortodoxa porque hemos eliminado algunas partes para que s¨®lo durase dos horas". La iniciativa parti¨® del distrito de Moncloa-Aravaca, como celebraci¨®n del D¨ªa de la M¨²sica, que se celebraba al d¨ªa siguiente. Garc¨ªa parece satisfecho con el resultado: "El templo es fant¨¢stico".
Multitud de curiosos se acercan para ver empezar el espect¨¢culo. La gente toma asiento donde puede para ver -o aunque sea escuchar- la obra. Pasada media hora, unos cuantos pierden el inter¨¦s. La gran mayor¨ªa se queda, aunque el viento y el fr¨ªo ponen las cosas un poco m¨¢s dif¨ªciles. Pero la gente aguanta. En la parte de atr¨¢s del templo, los actores tienen unas sillas y botellas de agua. Son unos camerinos a la vista de cualquiera que quiere asomarse. El final se aproxima, la gente va cogiendo el truco a los momentos en los que se puede aplaudir. Alguno se anima a gritar "bravo". Los que est¨¢n sentados e incluso los paseantes guardan un respetuoso silencio. Una se?ora mayor que ha venido con un elegante vestido rojo, Bernarda, est¨¢ encantada. "Yo hab¨ªa ido a la zarzuela, pero nunca a algo como esto. Me parece estupendo".
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