'La dolce vita' de Fellini y la amarga censura de Franco
El cincuentenario de la obra maestra del director italiano es la ocasi¨®n para repasar los efectos nefastos de la dictadura sobre el cine en Espa?a
La dolce vita ni siquiera tiene 30 a?os en Espa?a. Un joven un poco crecido, como si fuera un protagonista de Los In¨²tiles, otra pel¨ªcula de Federico Fellini, justo mientras en el resto del mundo la obra maestra del director italiano acaba de celebrar medio siglo de vida, un fascinante cincuent¨®n. Solo 21 a?os m¨¢s tarde de su estreno, el 28 mayo 1981, La dolce vita supo c¨®mo estaban hechas las salas espa?olas. Hasta entonces hab¨ªa conocido apenas peque?os clubs clandestinos donde los cin¨¦filos la ve¨ªan a escondidas del control que el franquismo ejerc¨ªa a trav¨¦s de la Junta Superior de Orientaci¨®n Cinematogr¨¢fica. Pero la historia habr¨ªa podido ir de manera diferente. "Con el cambio de Gobierno de 1962 y la actitud m¨¢s abierta que quer¨ªa mostrar el Ejecutivo, La dolce vita estuvo a punto de estrenarse, aunque plagada de cortes, pero el veto del miembro eclesi¨¢stico de la comisi¨®n censora lo impidi¨®", relata Rom¨¢n Gubern, historiador del cine espa?ol que se ocup¨® del tema de la censura en su tesis y en diferentes libros .
"Fellini utilizaba solo una palabra para la censura:rid¨ªcula", cuenta un experto que fue amigo del director italiano
Cuando al cine espa?ol fue restituida la libertad de expresarse, el s¨¦ptimo arte ya hab¨ªa sido superado por la televisi¨®n como medio de masas y de transmisi¨®n cultural
La opini¨®n del Vaticano, de la Roma que estaba al otro lado del r¨ªo respecto a la via Veneto que la pel¨ªcula hizo inmortal, fue decisiva. La Santa Sede hab¨ªa lanzado su anatema contra la degeneraci¨®n moral de la cinta, y si esto en Italia contribuy¨® a su ¨¦xito, en Espa?a signific¨® su suspensi¨®n. La comisi¨®n que evaluaba las pel¨ªculas estaba formada por un militar, un miembro de la Falange, un representante de la industria cinematogr¨¢fica y uno de la iglesia. Con la reforma de 1946, que instituy¨® un ¨²nico organismo en lugar de los dos que hab¨ªa hasta ese momento, el ¨²nico censor que ten¨ªa el derecho de veto era el eclesi¨¢stico, lo que explica la completa sumisi¨®n a los dict¨¢menes de la jerarqu¨ªa cat¨®lica.
Cuando, poco despu¨¦s de su estreno en Italia, La dolce vita gan¨® la Palma de Oro en Cannes, el esc¨¢ndalo montado por las altas esferas religiosas se hizo vehemente. Fue en particular un arzobispo de Mil¨¢n, Giovanni Battista Montini, que tres a?os m¨¢s tarde se har¨ªa m¨¢s famoso con el nombre de Pablo VI, en calidad de Papa, el m¨¢s tenaz en la persecuci¨®n. "Contrariamente a lo que se piensa y se cuenta sobre las razones del veto, no fue el c¨¦lebre ba?o en la Fontana di Trevi de Anita Ekberg lo que desat¨® las iras del Vaticano", revela Pier Marco de Santi , profesor de Historia del cine italiano en la Universidad de Pisa, autor de un libro sobre la pel¨ªcula y amigo de Fellini. "La verdadera raz¨®n de esa actitud fue la escena del castillo de Sutri, donde aparec¨ªan como figurantes personajes de la 'aristocracia negra', es decir la alta nobleza romana cerca del Vaticano, que participaron en las grabaciones sin saber que el montaje del director los retratar¨ªa en un ambiente lascivo, al punto de convertirse en una org¨ªa", cuenta De Santi.
Fue por este motivo que la campa?a contra el filme fue brutal. L'Osservatore Romano, el diario oficial de la Santa Sede, public¨® por primera vez un editorial en portada dedicado a una obra cinematogr¨¢fica, titul¨¢ndolo Basta! En las iglesias, el bolet¨ªn que se colgaba en las entradas sobre los niveles de peligro moral de los estrenos estim¨® el film "prohibido para todos" y la excomuni¨®n cruz¨® las fronteras. No fue solo Espa?a la que acat¨® la orden de la Roma cat¨®lica. Tampoco Portugal y Grecia permitieron la visi¨®n de La dolce vita. "Desde luego, la obra felliniana era tan importante que quien amaba el cine encontr¨® la manera para verla. Luis Garc¨ªa Berlanga me cont¨® una vez que ¨¦l pudo verla en uno de estos cine clubs clandestinos que intentaban sortear las imposiciones de la censura", explica De Santi.
"Era costumbre que los cin¨¦filos que viv¨ªan en Barcelona se fueran a Perpi?¨¢n, una localidad francesa cerca de la frontera, para ver las cintas vetadas o las que hab¨ªan sufrido cortes", explica Gubern, "mientras quien viv¨ªa en Madrid, se tragaba el viaje en coche hasta Portugal". Pero, para La dolce vita, ni siquiera el horizonte luso era suficiente. Fellini segu¨ªa las vicisitudes de sus trabajos en el extranjero, aunque intentaba no dar demasiada importancia al asunto. El recuerdo del profesor De Santi sobre lo que pensaba el director romagnolo es lac¨®nico: "Tanto ¨¦l como Nino Rota, el autor de la banda sonora, utilizaban una sola palabra para la censura: rid¨ªcula".
Los da?os de la Junta Superior de Orientaci¨®n Cinematogr¨¢fica
Rid¨ªcula es quiz¨¢s la palabra m¨¢s adecuada para describir la censura de Francisco Franco, pero lo fuera o no, los estragos que provoc¨® vetando o modificando obras cinematogr¨¢ficas fueron enormes. Retratar la tragedia griega Edipo Rey obviando el momento en el que el protagonista termina acost¨¢ndose con su propia madre parece imposible, pero la censura franquista lo consigui¨® y en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de la obra realizada por Pier Paolo Pasolini cort¨® exactamente esta parte. Tambi¨¦n logr¨® estropear la que para muchos es la escena cumbre del neorrealismo italiano a?adiendo una voz en off, cuando, en Ladr¨®n de bicicletas de Vittorio de Sica, padre e hijo se cogen de la mano y se pierden en la muchedumbre de Roma, justo al final. El a?adido postizo reconfortaba al espectador diciendo: "Pero Antonio no estaba solo, su hijito Bruno, apret¨¢ndole la mano, le dec¨ªa que hab¨ªa un futuro lleno de esperanza".
La censura franquista en el mundo del cine fue as¨ª: f¨®bica al sexo, mistificadora y chapucera. Seg¨²n Roman Gubern, "Lo peor de la censura no fueron los cambios, sino todo lo que no lleg¨® al mercado". Adem¨¢s de La dolce vita, obras como El gran dictador de Charlie Chaplin y Viridiana de Luis Bu?uel nunca llegaron a estrenarse en las pantallas espa?olas mientras vivi¨® el Caudillo, con efectos nefastos que no se limitaron exclusivamente a obstaculizar la construcci¨®n de una cultura cinematogr¨¢fica madura en Espa?a. "El d¨ªa que la dictatura se acab¨®, llegaron a los cines todas las pel¨ªculas que durante casi 40 a?os no se pudieron ver, lo que signific¨® una concurrencia brutal e insostenible para las producciones nacionales", explica Gubern.
Por supuesto, si la censura estropeaba o prohib¨ªa la visi¨®n de las pel¨ªculas que proced¨ªan del extranjero, mucho peor era lo que pasaba con las obras de celuloide que nac¨ªan en los confines de Espa?a. La represi¨®n en este caso llegaba en dos tiempos, en el gui¨®n inicial y en la cinta lista para ser estrenada. "Lo peor de todo fue la autocensura, las limitaciones que se impon¨ªan los mismos directores", opina Ferran Alberich, cin¨¦filo, autor de cortos, rescatador de pel¨ªculas antiguas y autor de un trabajo de inestimable valor que le encarg¨® la Filmoteca Espa?ola : juntar el material censurado por la tijera franquista, por lo menos el que a¨²n era recuperable. El resultado de esta faena fueron 120 rollos, 65.000 metros de pel¨ªculas y 35 horas de proyecci¨®n.
De aquel trabajo tit¨¢nico Ferran sac¨® en 1994 Corten veinti¨²n metros de chinos, un best of que reun¨ªa unos 150 casos que bien muestran el modus operandi de la junta censora. Un general estadounidense afirma: "Quiero que record¨¦is que ning¨²n bastardo gan¨® jam¨¢s una guerra muriendo por su patria, la gan¨® haciendo que otros pobres, est¨²pidos bastardos murieron por ella". Censurado. Un grupo de ni?os entierran un gato simulando una romer¨ªa. Censurado. Una mujer dice a su marido: "Hacemos menos el amor que en una pel¨ªcula espa?ola". Censurado. Los tres ejemplos, sacados de Patton de Franklin Schaffner (uno de los guionistas era Francis Ford Coppola), de Yo he visto la muerte, un documental de Jos¨¦ Mar¨ªa Forqu¨¦ y de No desear¨¢s a la mujer del vecino de Fernando Merino son paradigm¨¢ticos: la junta destinada a vigilar el s¨¦ptimo arte se ensa?aba en igual medida sobre cine extranjero y nacional, sobre cine con fines did¨¢cticos y recreativos y con tres obsesiones claras: pol¨ªtica, religi¨®n y sexo.
Alberich piensa que despu¨¦s de m¨¢s de 30 a?os desde la instauraci¨®n de la democracia los efectos nefastos de la censura se han difuminado hasta desaparecer, aunque s¨ª, la a?oranza por lo que pod¨ªa ser y no ha sido es grande: "Ten¨ªamos directores como Berlanga, Bu?uel, y Fern¨¢n G¨®mez que pose¨ªan una gran inquietud, quer¨ªan contar mucho y habr¨ªan podido sin la censura, considerando adem¨¢s el fervor del cine de aquellos a?os, en particular el neorrealismo italiano. Cuando a los directores espa?oles les fue restituida la libertad de expresarse, el cine ya hab¨ªa sido superado, como medio de masas y de transmisi¨®n cultural, por la televisi¨®n".
Chapuzas maestras
Voces desde la censura
- En la escena final de Ladr¨®n de bicicletas un comentario matiza la desolaci¨®n con un mensaje optimista.
- Los cuatrocientos golpes de Fran?ois Truffaut tiene tambi¨¦n una visi¨®n esperanzadora a?adida al final, mientras el protagonista corretea hacia la orilla del mar.
Homosexualidad: ?que viene el coco!
- Tarz¨¢n asustaba sumamente a los censores. Sus anchos pectorales pod¨ªan "desviar peligrosamente la atenci¨®n de los adolescentes de la sexualidad femenina". La gran aventura de Tarz¨¢n, protagonizada por Gordon Scott, fue mutilada de tal manera que hasta la Junta reproch¨® la torpeza de los censores.
-Con faldas y a lo loco de Billy Wilder fue prohibida porque subsist¨ªa "la veda de maricones" (sic).
-Escenas que suger¨ªan amores lesbianos en Las amigas de Pedro Lazaga y Raquel, Raquel de Paul Newman fueron censuradas.
Doblajes pervertidos
-En Mogambo de John Ford se practic¨® quiz¨¢s la chapuza cumbre de la censura espa?ola. Una pareja viene convertida en el doblaje espa?ol en hermano y hermana para evitar que se consume un adulterio. Lamentablemente, los dos dorm¨ªan en la misma cama y se besaban cari?osamente en la boca. Al adulterio se prefiri¨® el incesto.
- A¨²n m¨¢s all¨¢ se lleg¨® con El ¨ªdolo de barro de Mark Robson. All¨ª una pareja se convirti¨® con el doblaje en padre e hija.
Los viejos amigos
-Adolf Hitler y Benito Mussolini siempre fueron mimados por los censores. Pero, si la prohibici¨®n de pel¨ªculas como El gran dictador, Ser o no ser de Ernst Lubitsch o Roma ciudad abierta de Roberto Rossellini es comprensible (las tres se estrenaron durante los cuarenta), lo que sorprende es la defensa de los dos dictadores hasta las postrimer¨ªas del r¨¦gimen. En 1971, la versi¨®n espa?ola de La superjuerga de Stano, una inocua comedia musical italiana, se vio amputada de unos segundos en los que un tema burl¨®n acompa?aba secuencias de los que fueron los l¨ªderes del fascismo italiano y del nazismo alem¨¢n.
(Ejemplos tomados de Corten veint¨²n metros de chinos de Ferran Alberich, de los textos sobre la censura de Rom¨¢n Gubern y de La censura cinematogr¨¢fica en Espa?a de Alberto Gil).
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