El pesimista er¨®tico
El director habla de su vida, de cine, de los actores con los que ha trabajado y de su concepto del erotismo.
Hablar con ¨¦l es como estar en medio de uno de los largos planos de sus filmes: como si hubiera mil cosas sucediendo y una voz se alzara contando una historia que al principio parece incoherente pero que se convierte al final en el relato al que todos atienden, hasta que el foco pone en primer plano la figura de quien lleva la voz cantante. En el centro de ese plano est¨¢ Luis Garc¨ªa Berlanga, pero habla mirando hacia todos los lados.
De su declarada pasi¨®n por el erotismo, y por los objetos er¨®ticos, apenas hay una muestra en su despacho de la calle Gaztambide, en Madrid. Es un zapato de tac¨®n y pedrer¨ªas que mira sobre una habitaci¨®n espartana: un tel¨¦fono, un escritorio sobre el que hay un homenaje a Billy Wilder -en ingl¨¦s, el cartel de Con faldas y a lo loco-, y un folio sobre el que ¨¦l mismo ha escrito un recado del que no debe olvidarse. Enfrente, sobre una mesa de reuniones totalmente desnuda, los planos de la Ciudad de la Luz, un proyecto que Luis Garc¨ªa Berlanga acaricia al menos desde que Enrique Tierno Galv¨¢n era alcalde de Madrid, y que finalmente se ha ejecutado en Alicante.
Berlanga se sienta en su despacho, cuando llega, como quien ocupa un barco prestado; su sitio deben ser el plat¨® o los grandes espacios o las habitaciones abigarradas de su cine, o su casa, o El Corte Ingl¨¦s, en cuya cafeter¨ªa fragu¨® con su amigo el guionista Rafal Azcona algunas de sus grandes ideas para las pel¨ªculas. Pero aqu¨ª est¨¢, vestido con su traje gris, entre ejecutivo y so?ador, este pesimista declarado que viene ya de muchas batallas, algunas de las cuales fueron, adem¨¢s, fueron batallas de verdad. Tiene 84 a?os. Dice que ese tiempo que ya se ha echado a la espalda, y que ha convertido su cabello en una superficie completamente blanca, tambi¨¦n le ha da?ado la memoria. Lucha para buscar algunos nombres, pero de los hechos y de los sucesos, y de las an¨¦cdotas, tiene un recuerdo prodigiosamente n¨ªtido. Debe ser un tertuliano magn¨ªfico, porque al padecer horror al vac¨ªo no deja un solo espacio de la conversaci¨®n sin rellenar, y lo hace no s¨®lo indagando sobre lo que le pasa a los otros sino sobre lo que le ocurre a su alma, que desnuda sin muchos remilgos en seguida que se le pregunta por algo que no sea una an¨¦cdota o una circunstancia.
En el cuaderno de notas tengo escrito que, nada m¨¢s comenzar a hablar, al sentarse, excus¨¢ndose por llegar tarde, explicando que el sue?o le vence sobre todo estos d¨ªas en que le cuesta tanto empezar a dormir, nos habl¨® de las parcelas infernales a las que le lleva el pesimismo que siempre ha alentado su vida. Nos habl¨®, en la entrevista, de su manera de ser de adolescente: ten¨ªa, y tiene, un alto sentido de la amistad, necesita a los amigos, los quiere cerca, es m¨¢s: en la adolescencia sent¨ªa celos cuando unos amigos se iban con otros y a ¨¦l no le daban cuenta. Y por lo que le escuchamos a lo largo de un d¨ªa en aquel despacho espartano en el que Berlanga nos recibi¨®, esa manera de ejercer, y de demandar, la amistad sigue vigente como necesidad imperiosa.
Aunque a estas edades parezca contradictorio hablar del esp¨ªritu adolescente de Berlanga, s¨ª es cierto que este valenciano de hablar torrencial y risue?o esconde algo m¨¢s que el alma de un cineasta de ¨¦xito que ha puesto al erotismo en el primer plano de sus obsesiones. Es tambi¨¦n, o acaso sobre todo, un hombre melanc¨®lico que siempre se mostr¨® demasiado activo para luchar contra la soledad en la que se sent¨ªa a la vez c¨®modo y acosado: la quer¨ªa tocar, pero le debe haber asustado llegar al fondo, perderse en ella. Por eso hizo cine.
Juan Antonio Bardem, que trabaj¨® con ¨¦l en algunos proyectos al principio de las carreras de ambos, le llamaba El Fanfarr¨®n Negativo, y sus compa?eros de rodajes le llamaron M¨ªster Cagada, porque cada vez que terminaba de rodar un plano, aunque hubiera salido excelente, exclamaba: "?Vaya cagada!". Esa valoraci¨®n singularmente negativa de todo lo que se hac¨ªa y el hecho de que una de las grandes obras de Berlanga se llama Bienvenido m¨ªster Marshall -cuyo p¨®ster, por cierto, est¨¢ sobre su cabeza mientras nos habla-, valieron para que le quisieran hacer pasar a la historia como M¨ªster Cagada. Su amigo el cineasta Jess Franco, que ha sido su ayudante de direcci¨®n en algunas pel¨ªculas, ha rescatado ahora el apelativo para titular las memorias de Berlanga publicadas recientemente por Aguilar, Bienvenido, m¨ªster Cagada. Ha sido Jess, y no yo, nos dice Berlanga, quien lo ha hecho todo: ha escrito el libro condensando lo que ¨¦l dijo, pero ¨¦l no quiere ver el resultado: jam¨¢s ley¨® ni una biograf¨ªa ni una entrevista, tampoco leer¨¢ esta: le da fastidio imaginar c¨®mo se pondr¨¢n algunos de los que haya hablado diciendo cosas que quiz¨¢ no son ni adecuadas ni justas. No quiere perder amigos, ni contrariarlos.
Con el pretexto del libro de Jess Franco nos sentamos con Berlanga; ¨¦l dice que es ca¨®tico y libertario, desordenado y fren¨¦tico. Es cierto si se mira la superficie de su manera de ser, pero despu¨¦s de mucho hablar con ¨¦l nosotros sacamos la impresi¨®n de que siempre ha tenido mucho m¨¢s orden en su cabeza que la que ¨¦l mismo confiesa. Un d¨ªa nos dijo Michel Piccoli, su actor en Tama?o natural, que Berlanga le parec¨ªa Don Quijote. Alguien le dijo que tambi¨¦n se pod¨ªa ser Sancho. El propio Berlanga no lo cree, pero no estar¨ªa mal describirlo diciendo que tiene algo de ambos h¨¦roes improbables.
Pregunta. ?De d¨®nde le viene el pesimismo, ese que le hac¨ªa decir ?vaya cagada! cada rato?
Respuesta. Al tercer d¨ªa de nacer, ya me estaba cagando en la sociedad espa?ola. Es lo que he hecho toda mi vida. Siempre he tenido la sensaci¨®n de que no iba a tener nada positivo. Y he intentado crearme v¨¢lvulas de escape. La principal es el erotismo. Es lo m¨¢s importante de mi vida, una de las pocas cosas que me asciende desde el nivel del barro y de la mierda de esta sociedad que me ha tocado...
P. Dec¨ªa Michel Piccoli que usted era un Quijote...
R. Tendr¨¦ que darle las gracias. Hombre, ?don Quijote! ?Tendr¨ªa que ser el marqu¨¦s de Sade! Es curioso, Michel Piccoli me llama El Imb¨¦cil Infeliz y yo le llamo a ¨¦l El Imb¨¦cil Feliz. Yo creo que soy el m¨¢s antiguo amigo de Piccoli en Espa?a.
P. ?Y hubo muchas razones para venir equipado de pesimismo a este mundo?
R. ?Joder, yo no soy un m¨¦dico de los que estudian psicoan¨¢lisis! A veces te cuesta razonar qu¨¦ te pasa, por qu¨¦ est¨¢s mal si nadie te ha hecho ninguna cabronada, pero est¨¢s mal. Hasta los ocho a?os, hasta la guerra civil, yo era un solitario total, no ten¨ªa amigos, no sal¨ªa, estaba encerrado con un solo juguete. Ten¨ªa la fantas¨ªa est¨²pida de querer ser invisible y me inventaba algunas cosas para poderlo ser. Luego lleg¨® la guerra civil, y como se cerr¨® todo, pues tuve que salir de casa, y ah¨ª me encontr¨¦ con un mont¨®n de amigos. Y la guerra civil la viv¨ª como una apasionada aventura con un grupo de amigos que eran famosos en Valencia por las burradas que hac¨ªamos. En el 36 yo ten¨ªa quince a?os. Y a los trece ya sab¨ªa qu¨¦ pasaba en Espa?a porque mi padre era diputado republicano, y mi abuelo hab¨ªa sido senador con Sagasta. Mi familia era una familia de pol¨ªticos, y con ellos supe que la pol¨ªtica era una cagada, como todo.
[Berlanga fue hace unos d¨ªas a un coloquio organizado por la Complutense, con el rector, Carlos Berzosa. Aunque ese no era el prop¨®sito, el di¨¢logo deriv¨® hacia la guerra civil. A Berlanga le doli¨® que no le hicieran caso cuando quiso contar sus opiniones. Aqu¨ª las sigue expresando].
R. Mi padre iba cada semana a las Cortes, y ven¨ªa a casa los domingos. Era evidente que, desde que gan¨® el Frente Popular, se produjo en Espa?a una crispaci¨®n espantosa, y desde mi sitio de solitario yo ve¨ªa eso, aunque mi padre no lo contara. Mi padre era del partido de Lerroux, pero se pas¨® a la Uni¨®n Republicana, con Diego Mart¨ªnez Barrio. La crispaci¨®n de ahora es tan terrible como la que hubo entonces, o incluso m¨¢s, lo que pasa es que ahora nosotros estamos vacunados contra el fusil y contra la trinchera, pero todo se parece mucho. Aquella crispaci¨®n estaba tambi¨¦n alentada por el hambre, pero ahora no hay hambre... Ahora nadie ir¨ªa con las escopetas al monte, pero se vive un momento angustioso contra el que es bueno alertar.
P. ?C¨®mo era su padre, Berlanga?
R. Un pol¨ªtico. Como mi abuelo, al que envenenaron; fue presidente de la Diputaci¨®n de Valencia. Hizo la ley del Alcohol, en 1909, y de ah¨ª viene la leyenda de que lo envenenaron unos alcoholeros gallegos. Yo de alcoholes no entiendo. Tiempo despu¨¦s de esa ley, mientras estaba en un mitin, le dio una peritonitis y muri¨®, y por eso dijeron que lo hab¨ªan envenenado. Un a?o despu¨¦s del incidente, el cura del pueblo dijo que s¨ª, que en el banquete ¨¦l mismo le hab¨ªa puesto veneno al abuelo porque los gallegos le hab¨ªan sobornado.
P. Y su padre recogi¨® la antorcha pol¨ªtica.
R. Y de ah¨ª viene que yo me llame Garc¨ªa Berlanga, porque as¨ª se llamaba mi abuelo. Entonces mi abuelo estaba en el Partido Liberal, que luego ser¨ªa el Partido Republicano. Mi padre se llamaba Garc¨ªa Pardo, y eso no vend¨ªa en las elecciones, ten¨ªa que tomar el apellido de mi abuelo, que era el famoso. As¨ª que le pusieron un gui¨®n y se pas¨® a llamar Garc¨ªa-Berlanga Pardo, y ese apellido pas¨® a mi, y ahora a mis hijos e incluso a mis nietos, tomos se llaman Garc¨ªa gui¨®n Berlanga. Mi padre no ten¨ªa la pasi¨®n pol¨ªtica de mi abuelo, pero sigui¨® adelante, cumpl¨ªa con su deber. Su jefe pol¨ªtico, Mart¨ªnez Barrio, cuenta en sus memorias algo como esto: vienen a verme Manteca (que era muy amigo de mi padre) y Garc¨ªa Berlanga; son unos golferas que siempre est¨¢n jugando al billar en los casinos militares, yendo a las putas, unos golferas. Yo me acuerdo que cada domingo me tra¨ªa revistas, aquella revista Cr¨®nica en la que hab¨ªa t¨ªas en pelotas, algo muy suculento para jovencillos como nosotros. Pues lo que sigue contando Mart¨ªnez Barrio es muy importante: que Manteca y Garc¨ªa Berlanga le cuentan, como est¨¢n tan en contacto con los casinos militares, que se est¨¢ preparando una rebeli¨®n militar. Y a?ade Mart¨ªnez Barrio, el muy bruto: "Como son unos correveidiles no les he hecho mucho caso". ?Si les hubiera hecho caso!
P. ?Y c¨®mo vivi¨® usted la guerra civil?
R. Maravillosamente. Tuve la idea de hacer una pel¨ªcula con la idea de que hab¨ªan sido unas largas vacaciones, e incluso estaba trabajando con el escritor Jose Luis Sampedro en la idea, pero tuve que abandonarla porque la plagi¨® un cineasta.Mi padre se march¨®, porque le persegu¨ªan los anarquistas, y f¨ªjate que yo he querido a los anarquistas. Se fue a Torrelodones, con el coronel republicano Mangada, y luego volvi¨® a Valencia. No pudimos ir a nuestra casa solariega, se la hab¨ªan quemado, iban a por ¨¦l, y despu¨¦s se fue a T¨¢nger. All¨ª lo cogi¨® Franco. Hay persecuciones, muertes, pero, f¨ªjate, en medio de aquel caos yo sent¨ªa que estaba viviendo unas largas vacaciones. Descubr¨ª qu¨¦ eran los amigos, aprend¨ª a encontrar felicidad en los libros. Se suprimieron los colegios, robaba libros, me intelectualic¨¦.
P. ?Qu¨¦ libros robaba?
R. Toda la literatura francesa, Cocteau. Alguna vez comparaba libros, no vayas a creer. Invent¨¢bamos cosas para robar. Un m¨ªo invent¨® una caja de zapatos que parec¨ªa que estaba cerrada y en la que met¨ªamos todos los libros que pod¨ªamos. O me los met¨ªa debajo de la gabardina, y una vez salieron despedidos, nada m¨¢s salir a la calle, los vol¨²menes de una colecci¨®n entera de revistas de arquitectura. Yo entonces quer¨ªa ser arquitecto.
P. Y su padre estaba en el exilio.
R. Lo agarraron en el exilio, en T¨¢nger, lo trajeron y le pidieron la pena de muerte. F¨ªjate, hubo dos divisionarios en la Divisi¨®n Azul [la que envi¨® Franco a ayudar a Hitler, en la segunda guerra mundial], Luis Ciges, y Luis Garc¨ªa Berlanga, y los padres de ambos eran diputados de Uni¨®n Republicana, el de Ciges hab¨ªa sido gobernador en ?vila y mi padre era tan solo diputado. Al de Ciges lo fusilaron los franquistas y mi padre tuvo que huir tanto de los franquistas como de los anarquistas. F¨ªjate lo que es la vida...
P. ?Y su madre c¨®mo vivi¨® todo eso?
R. Mi madre intent¨® que sus hijos sobrevivi¨¦ramos a aquello, no porque nos quisieran matar , que no era el caso. Me movilizaron en la que se llam¨® La Quinta del Biber¨®n, y estuve en la batalla de Teruel, a cuarenta grados bajo cero, y despu¨¦s, en la Divisi¨®n Azul, estuve en Rusia a 52 bajo cero.
P. Se lo han preguntado mil veces. Mil una: ?por qu¨¦ fue usted a la Divisi¨®n Azul?
R. Fui porque me lo pidi¨® la familia, porque mi padre estaba con petici¨®n de pena de muerte. Pero en realidad lo que me motiv¨® a ir fue una chica. Yo estaba enamorado de ella, cre¨ª que estando en la Divisi¨®n Azul se quedar¨ªa prendada de mi valor y no me mand¨® ni una carta, y adem¨¢s se hizo novia de mi amigo m¨¢s ¨ªntimo. Fui tambi¨¦n porque me lo pidieron, a lo mejor sirve para que le conmuten la pena a tu padre. Tambi¨¦n fui porque era amigo de los falangistas, que luego no fueron, el que se jug¨® las pelotas fui yo, pero afortunadamente no me pas¨® nada. Nunca dispar¨¦ un tiro, jam¨¢s mat¨¦ a nadie: hac¨ªamos campeonatos de tiro disparando a los postes de la luz, pero jam¨¢s le dispar¨¦ a un hombre. Me pusieron a vigilar, en una torre vig¨ªa, pero no ve¨ªa nada, y me inventaba las cosas. Cuando sub¨ªa a la torre vig¨ªa, en la que estuve nueve meses, no sent¨ªa miedo a los alemanes. Hac¨ªa un viento espantoso, y a lo que yo le tem¨ªa era a Dr¨¢cula. Una vez, subiendo por aquel agujero, me ca¨ª, y me salv¨¦ gracias a que el fusil se qued¨® en diagonal, y me pude agarrar... Y mi mayor miedo era encontrarme a Dr¨¢cula.
P. ?Usted entendi¨® aquella guerra?
R. Si no he entendido la vida, c¨®mo voy a entender una guerra. La guerra es una complicaci¨®n de la vida.
P. ?Y ha reflexionado sobre eso?
R. No... Est¨¢bamos en la guerra, ese era el hecho. En ese periodo hab¨ªa muertos por todas partes, y en la posguerra aquel se?orito [Franco] sigui¨® matando, y en un caso y otro yo me refugiaba en lo que quer¨ªa ser. Primero quise ser pintor, y despu¨¦s acarici¨¦ la posibilidad de ser arquitecto, pero hab¨ªa que hacer un a?o de Ciencias Exactas, y eso no iba conmigo... Escrib¨ª poes¨ªa, y en este libro [Bienvenido Mister Cagada] hay algunos de mis poemas, uno que le hice a Lorca cuando yo ten¨ªa quince a?os, y que es una aut¨¦ntica cagada, y otro, La pistola, un soneto que est¨¢ mejor. Tengo como cuarenta poemas, y me he llegado a presentar al Adonais... Empec¨¦ a pintar con Ricardo Zamorano, aquel que dibujaba en Triunfo. Es un superviviente de aquel tiempo, como yo... Pero yo en la guerra estaba encerrado, robando libros, ley¨¦ndolos. Y conociendo la pasi¨®n de la amistad: ?lleg¨¢bamos a tener celos entre nosotros! Y cuando acab¨® la guerra, las guerras, apareci¨® otra vez la soledad. Unas largas vacaciones, y hubo tantas muertes, pero ninguna fue cercana, por fortuna. Me fui enriqueciendo intelectualmente, aunque esa palabra, enriqueciendo, suene tan rara para hablar de aquellos tiempos.
P. Y estaba la condena a muerte de su padre...
R. Como se produjo tan tarde en el curso de la guerra nosotros est¨¢bamos m¨¢s tranquilos, porque pens¨¢bamos que ya entonces no iban a fusilar. Pero lo que s¨ª estuvo claro es que no sirvi¨® para nada, a la hora de lograr la conmutaci¨®n por otra pena, mi presencia en la Divisi¨®n Azul... De la Divisi¨®n Azul consegu¨ª tan solo dos cosas: que me aprobaran el examen de Estado, que era como la Rev¨¢lida de despu¨¦s, y que me dejaran entrar gratis en el club de tenis de Valencia... Fueron las dos cosas que consegu¨ª por aquella heroicidad... No te puedo dar nombres, pero lo que sucedi¨® con la conmutaci¨®n de la pena de muerte de mi padre fue terrible: hubo que pasar por el estraperlo de la muerte...
P. ?C¨®mo fue eso?
R. Mi hermano mayor, que era quien llevaba la casa, se enter¨® de que en Madrid hab¨ªa dos personas, uno era un m¨¦dico de los ojos y una hermana suya, que cobraban el estraperlo de la muerte... Les dabas una cifra importante y consegu¨ªan la sustituci¨®n de la pena. Mi padre ten¨ªa una f¨¢brica de electricidad, y una finca con much¨ªsimas hect¨¢reas, con muchos pinos, que serv¨ªan para hacer cajas de naranjas... Y tuvimos que venderlo todo para alcanzar aquella cifra del estraperlo de la muerte... Al final la pena se conmut¨® por veinte a?os de c¨¢rcel... Imag¨ªnate lo que suceder¨ªa con los que no ten¨ªan dinero, o con los que no sab¨ªan que ese estraperlo se daba, pues se los llevaban por delante, una cabronada... Mi padre estuvo tres o cuatro a?os en la c¨¢rcel, ten¨ªa una grave afecci¨®n de coraz¨®n, y muri¨® cuando deb¨ªa tener 60 a?os. No era muy viejo.
P. Cuando se lee lo que usted le dice a Jess Franco se advierte que es cierto que usted es un gran solitario...
R. F¨ªjate que no lo voy a leer, me da un gran apuro. No he le¨ªdo ninguna biograf¨ªa, ni lo que ha escrito Antonio G¨®mez Rufo, ni lo que ha escrito Diego Gal¨¢n, que me perdonen. Cuando se pasa a literatura lo que decimos los del cine me siento raro, porque el gui¨®n es lo que m¨¢s se aproxima a la literatura de todo lo que es el cine, as¨ª que un libro sobre un cineasta como yo no es literatura, es otra cosa. La gente del cine somos los m¨¢s gilipollas del mundo porque somos los m¨¢s vanidosos del mundo. ?Has visto que cada seis meses salen en los peri¨®dicos jerarquizaciones: este tipo es el n¨²mero uno del mundo, este tipo es el n¨²mero uno del cine espa?ol, o del cine europeo, o del cine mundial? Eso me irrita: ?y por qu¨¦ no jerarquizan sobre el que mejor hace los trasplantes? Pamplinas.
P. ?De d¨®nde viene su propensi¨®n a la soledad?
R. F¨ªjate que yo creo que no he logrado el ideal total de la soledad... Y tampoco he ido a que me la analicen. Cuando voy por ah¨ª no doy la sensaci¨®n de ser un solitario. S¨ª me he analizado la timidez; fui a un m¨¦dico, que era hermano de un gran capo del Opus; ser¨ªa hermano de uno del Opus, pero all¨ª estuvimos, sentados, hablando de erotismo y de putas. Fue cuando a¨²n estaba en la Escuela de Cine. Quer¨ªa quitarme la timidez. Pero hab¨ªa otra cosa que tambi¨¦n me quer¨ªa quitar: la verborrea. Y es que yo hablaba -?y hablo!- much¨ªsimo, con quien quiera que est¨¦ pego la hebra y hablo y hablo y hablo, soy incansable. Y he consultado con dos o tres m¨¦dicos y todos me dicen que es lo que me queda de la timidez, la verborrea. Es una barrera, para que no me conozcan. Una protecci¨®n.
P. Pero usted siempre ha trabajado con otros. Directores, como Bardem, guionistas, como Azcona, actores...
R. Alfredo Landa dijo de mi lo que mejor me define: [Berlanga] es un hijo de puta con ventanas a la calle, pero si me llama siempre me tendr¨¢ a su lado. Luego se hacen ¨ªntimos amigos m¨ªos, pero en los rodajes me odian. Es una cosa de asesinarnos mutuamente...
P. Y usted hace esas pel¨ªculas corales en las que todo el mundo habla al mismo tiempo, como si fuera usted muchas veces hablando...
R. Yo creo que hago las pel¨ªculas as¨ª por pura pereza. El primer plano que hicimos Bardem y yo se hizo de esa manera, y nos pareci¨® una fatalidad, pero luego a mi me sirvi¨® de pauta...
P. Dec¨ªa que en la adolescencia manten¨ªa fuertes lazos de amistad, y luego ha tenido parejas estables, como Bardem o como Azcona...
R. Hombre, con Azcona dej¨¦ de hacer guiones y eso ha hecho que dejemos de vernos, porque nos junt¨¢bamos para escribir, para buscar ideas, pero de vez en cuando nos vemos, no tanto como debi¨¦ramos, pero es que ya no se hacen tertulias... La ciudad est¨¢ llena de coches, uno tarda mucho en desplazarse y ya es m¨¢s dif¨ªcil verse... Una vez, hace dos o tres a?os, quise montar una tertulia: el primer d¨ªa fuimos dos o tres, se muri¨® uno de los que la propusieron, a la segunda semana fuimos dos, y finalmente acud¨ª yo solo...
P. Es dif¨ªcil ahora mantener las amistades...
R. Con Azcona no hay distanciamiento... Era siempre una amistad profunda, y se nota cuando nos vemos, aunque estemos cag¨¢ndonos en la vida mutuamente...
P. ?C¨®mo mantiene usted su soledad? La gente relaciona la soledad con la tristeza o con la melancol¨ªa...
R. Para m¨ª la soledad es una satisfacci¨®n o un enriquecimiento de mi situaci¨®n biol¨®gica y mental... Al estar solo me enriquezco... Me permite quitarme de encima una serie de accesorios, unos reales, como la chaqueta, o el pantal¨®n, y otros mentales, y al quit¨¢rmelos me siento cojonudamente. ?T¨² no tienes soledad? Pues yo tengo mucha, aunque ahora tenga que convocar una junta para lo que estamos haciendo en Alicante [La Ciudad de la Luz], tengo que ir a un festival er¨®tico en Barcelona, y as¨ª sucesivamente... Disimulando la soledad.
P. Y lo que usted ha querido siempre es encontrarse con mujeres...
R. Hombre, eso es lo jodido de todo esto... Al lado de otros superseductores yo no soy nada, quiz¨¢ por timidez... Y acaso por timidez llegu¨¦ en un tiempo a tener una pulsi¨®n que me trajo muchas complicaciones.
P. ?Qu¨¦ pulsi¨®n?
R. Abofetear a las mujeres. Un d¨ªa est¨¢bamos en Hamburgo, con los de la Escuela de Cine, una chica se levant¨® de una mesa, y yo me levant¨¦, fui a ella y la abofete¨¦. No s¨¦ por qu¨¦ llegu¨¦ a tener esa pulsi¨®n, que no tiene nada que ver con algo que me apasiona, el sadomasoquismo, pero nunca me ha gustado la bofetada. Y sin embargo tuve ese impulso, que de repente le pegaba una bofetada a una se?ora. La primera vez fue en la Gran V¨ªa, y no lleg¨® a ser una bofetada de verdad. Est¨¢bamos en un paso de peatones y le pegu¨¦ a aquella chica con un peri¨®dico doblado. C¨®mo se puso. La segunda fue esa de Hamburgo. Al principio la chica se indign¨®, como los que estaban a mi alrededor. No s¨¦ qu¨¦ me pas¨®, no era como esas cosas del sadomasoquismo, atar y todo eso, que me producen placer, era algo muy distinto. Eso no me produc¨ªa placer, por eso lo llamo pulsi¨®n. Ocurri¨® durante un a?o o dos. Una vez, en Bocaccio, en Barcelona, le di una bofetada a una modelo entonces famosa. Me salv¨® de un linchamiento mi amigo el productor Alfredo Matas, que era un hombre de gran prestigio all¨ª. Y aquella vez de Hamburgo la cosa se calm¨®, e incluso la chica luego se vino conmigo, me cogi¨® de la mano, me llev¨® con sus compa?eras de residencia y pasamos una noche maravillosa.
P. O sea que le perdon¨®...
R. C¨®mo que me perdon¨®, que eso debi¨® ponerla cachonda.
P. A usted no le gustar¨ªa que le dieran una bofetada.
R. ?No! Yo soy sadomasoquista, pero no me gustan las bofetadas... Me dejar¨ªa atar, me gustan todos los juegos sadomasoquistas, pero lo que es la bofetada, no. Lo que menos me gusta del mundo es pegarle una hostia a un tipo o a una chica...
P. ?Qu¨¦ l¨ªmites le pone usted al erotismo?
R. Yo, ninguno. A mi me los ponen la sociedad y la biolog¨ªa, que es la que m¨¢s me los pone.
P. ?Y la familia?
R. No les hace gracia, naturalmente, pero lo admiten hasta un cierto punto. Pero no creas que lo practico las veinticuatro horas del d¨ªa: por pereza, por torpeza, por falta de seducci¨®n y por falta de coraje. Creo que la pereza es lo que me frena m¨¢s: la falta de decisi¨®n para ponerte en marcha en busca del placer...
P. ?Es placer o felicidad?
R. Si esto se logra con una persona sola durante una larga temporada es felicidad. Pero desgraciadamente ese estado de placer continuado no se puede tener con una sola persona largo tiempo.
P. Mucha gente mantiene esos deseos de placer en secreto.
R. Es lo habitual. Pero un d¨ªa, dando una charla con un amigo que tiene las mismas pasiones que yo, me dije que hab¨ªa que contarlo, y por eso ya lo digo ante todo el mundo.
P. ?Qu¨¦ dicen en casa?
R. Al principio se cabreaban, pero se vengan haci¨¦ndome que sea el presidente espa?ol de los calzonazos... Pero yo me he hecho propagandista de esa manera de buscar el placer porque estoy seguro que en esa b¨²squeda hay mucha felicidad... Si la gente descubriera los placeres que hay en el sadomasoquismo, incluso en lo m¨¢s b¨¢sico, los azotes en el culo, alcanzar¨ªa porcentajes muy altos de felicidad.
P. ?Y c¨®mo teniendo esa pasi¨®n s¨®lo ha hecho una pel¨ªcula que roza el erotismo, Tama?o natural?
R. Porque no creo que el cine sea un veh¨ªculo del erotismo. Ni siquiera el cine porno. El ¨²nico veh¨ªculo del erotismo es el libro. Y no los he hecho porque tampoco soy un escritor. La instantaneidad del cine impide el placer. Carece de poder de sugerencia. En el libro la rubia es aquella persona a la que t¨² idealizas, pero en el cine la rubia es esa rubia que est¨¢ en la pantalla. El libro te excita la imaginaci¨®n, t¨² modificas a la rubia. En Nueve semanas y media Mickey Rourke le echa leche y frutas a la chica, Kim Bassinger, y eso es muy er¨®tico, pero eso es un instante, casi no te da tiempo a convertirlo en imaginaci¨®n propia.
P. As¨ª que definitivamente Tama?o natural es una pel¨ªcula sobre la soledad...
R. No es er¨®tica para nada. Es la ¨²ltima que se permiti¨® antes de morir Franco. Es una historia muy dura. Me erotiz¨® sin querer porque la mu?eca que hicimos cost¨® nueve millones de pesetas. Me acuerdo de que el presidente de la Paramount, que la produc¨ªa, dijo: "?Co?o, con ese dinero porque no contratan a Brigitte Bardot y que se est¨¦ quieta durante toda la pel¨ªcula!".
P. ?Y le propusieron m¨¢s pel¨ªculas er¨®ticas?
R. Me han propuesto, y una hubiera hecho, pero estaba rodando Nacional III. Pero la hizo un franc¨¦s imb¨¦cil, que parece que hace pel¨ªculas er¨®ticas para lectoras de Telva. Era Histoire d?O... Es mejor en libro que en pel¨ªcula, aunque la hubiese hecho yo y no aquel imb¨¦cil...
P. ?Qu¨¦ ha querido contar en el cine que ha hecho?
R. Lo que me ha salido. Lo que hay en mis pel¨ªculas es pesimismo, aunque he tenido la suerte de recubrirlo con un sainete c¨®mico, de modo que diga lo que diga la gente se r¨ªe, o se sonr¨ªe.
P. Puede haber pesimismo, pero tambi¨¦n rabia... Al menos con rabia se va uno del cine, despu¨¦s de ver Bienvenido, m¨ªster Marshall, Pl¨¢cido o El verdugo...
R. Yo creo que no hab¨ªa ninguna rabia. Van envueltas en chocolate, de modo que te da la impresi¨®n de que est¨¢s viendo un sainete. En El verdugo te mueres de risa con esos di¨¢logos que introdujo Miguel Mihura, cuando Manolo Mor¨¢n le habla a esa cantante que va por los pueblos.
P. Hay mucho surrealismo en su cine.
R. Siempre busco situaciones que no sean cotidianas, que sean disparatadas. Pero muchas han existido. En la Guerra Civil fui a un palacio en el que hab¨ªa vivido un marqu¨¦s que guardaba fotos en pelotas en las que se le ve¨ªa follando, y guardaba tarritos en los que hab¨ªa almacenado vello p¨²bico, con sus especificaciones: este es de la ni?a Tal, de doce a?os, este es de la joven Cual, de diecisiete. Los guardaba en tubos de aspirinas, y yo saqu¨¦ eso en La escopeta nacional. En cierto modo, parecen objetos del surrealismo. ?Si lo hubiera hecho Marcel Duchamp, imag¨ªnate lo que habr¨ªa valido!
P. En las pel¨ªculas parece que hay una fiesta constante. ?Se pasa bien con usted en los rodajes o es verdad que es usted un rompepelotas?
R. Es una dispersi¨®n total; los actores lo hacen muy bien, y producen el efecto que logran las pel¨ªculas que hago, pero se pasan el rodaje cag¨¢ndose en m¨ª. Otras veces se quedan contentos, sobre todo cuando les dejo improvisar, e improvisando se convierten en guionistas v¨¢lidos, aunque no cobren por ello...
P. Usted habla muy bien de los actores...
R. Y me pas¨® una cosa desagradable: di una conferencia y dije que los actores eran unos gilipollas porque no se daban cuenta de que eran los que hac¨ªan que la pel¨ªcula funcione... Y en un peri¨®dico pusieron simplemente: "Luis Berlanga dice que los actores son unos gilipollas". Era un elogio y mira en qu¨¦ lo convirtieron.
P. ?Qui¨¦nes son sus actores?
R. Habr¨ªa nombres para hacer el elenco de una pel¨ªcula. Muchos ven¨ªan del teatro; me cay¨® la loter¨ªa de estar al lado de grandes actores del teatro... No necesitaban que les dijera nada, a los actores no hay que decirles nada, ni mimarlos, si son buenos y saben hacer su papel.
P. Nombra mucho a Manuel Aleixandre y a Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez...
R. L¨®pez V¨¢zquez iba a ser el protagonista de El verdugo. Pero una era coproducci¨®n con Italia y me impusieron a Nino Manfredi, que lo hizo muy bien, pero se ve¨ªa que no era espa?ol. ?C¨®mo se pon¨ªa el sombrero Jos¨¦ Luis no se la pon¨ªa nadie! Una vez hicimos Azcona y yo un gui¨®n para un corto que iba a ir en una pel¨ªcula que firmar¨ªamos cuatro directores, sobre f¨¢bulas de Lafontaine. S¨®lo Azcona y yo cumplimos el encargo, y L¨®pez V¨¢zquez era un organillero. ?Era genial! C¨®mo improvisa, qu¨¦ genial actor c¨®mico. Si se produc¨ªa una ruptura en el rodaje, ¨¦l cambiaba sobre la marcha, y ya estaba otra vez en el papel. Aleixandre no improvisaba. Pero a lo largo de las pel¨ªculas ¨¦l te iba proporcionando, con su voz peculiar, como una m¨²sica especial, era un acompa?amiento maravilloso.
P. ?l se enfad¨® con usted en Tama?o natural.
R. Todos se enfadaron conmigo, y me llamaron hijo de puta. Pero yo lo recibo muy bien porque s¨¦ que en el fondo nos queremos. Creo que he quedado bien con todos ellos. Con doscientos o trescientos que he tenido a mis ¨®rdenes a lo largo de mi vida me habr¨¦ cabreado con cuatro o cinco, y nunca espa?oles.
P. ?Qu¨¦ pel¨ªculas suyas ama?
R. Yo no jerarquizo. Jerarquizar es vanidoso, ya te lo he dicho.
P. ?Y directores o pel¨ªculas que le hayan influido?
R. Me ha gustado siempre el humor, y debe haber cuarenta que me hayan impresionado, pero las que tengo en un altar son To be or not to be, de Lubitsch, y El apartamento, de Billy Wilder, que es maravillosa, es la mejor cosa que se ha hecho a todos los niveles...
P. Hablando con usted uno parece estar usando el plano secuencia que tan famoso le ha hecho, como si todos los personajes que son usted mismo se manifestaran al mismo tiempo...
R. El plano secuencia lo us¨¦ porque me aburr¨ªa cambiar luces, planos. Fue por pereza. Le dije al operador: vamos a empezar aqu¨ª y vamos siguiendo al actor, y luego al otro actor, y mientras hable t¨² le sigues, hasta que tropieces y entonces paramos. Era para liberarme de la pereza. Y me enamor¨¦ mucho de esa t¨¦cnica.
P. Dice usted que su vida ha sido una lucha entre la correcci¨®n y el desmadre...
R. Todo el mundo se tambalea entre seguir las reglas o desobedecerlas. Me gustar¨ªa que me dejaran ser enteramente libertario. Se empe?an en que sea m¨¢s pepero que Rajoy o m¨¢s socialista que Zapatero, y yo lo que quiero ser es un anarquista... Una cosa muy jodida.
P. ?Y qu¨¦ se siente usted?
R. Yo me intent¨¦ hacer del Partido Ego¨ªsta, que cre¨® Tucker, el de los coches, en Estados Unidos. Cuando me quise hacer, ya se hab¨ªa disuelto. Y me quise hacer ciudadano del mundo. Y as¨ª me siento, ciudadano del mundo. Cuando acab¨® la guerra quise hacer una tertulia de falangistas y de anarquistas, y de otros partidos, estaba en esa tertulia Pepe Mart¨ªnez, a quien ayudamos a salir a Barcelona, y luego cre¨® Ruedo Ib¨¦rico. Se nos junt¨® tambi¨¦n Pepe Hierro. Y era una tertulia en la que no hab¨ªa aquel aire cruento que hubo en la guerra. Ahora ya no puede haber tertulias as¨ª. Los que menos me gustaban entonces eran los comunistas, pero cu¨¢nto lucharon, con Bardem a la cabeza, para que me hiciera del partido. Hasta que dijeron: "Con Berlanga no podemos". Iba contra mi manera de ser todo aquel reglamento que ten¨ªan los comunistas.
P. ?Qu¨¦ hace ahora?
R. Estoy metido en La Ciudad de La Luz, en Alicante. Son unos grandes estudios. Ya se est¨¢ rodando La dama boba, de Manuel Iborra, la primera pel¨ªcula que se hace all¨ª. Intent¨¦ montar esa ciudad del cine con Tierno. Y no sali¨®. Y despu¨¦s de muchas vicisitudes sali¨® en la Comunidad Valenciana; primero Joan Lerma [presidente socialista de la Comunidad] dijo que s¨ª, pero no se pusieron a hacerlo, hasta que lleg¨® [Eduardo] Zaplana y dijo adelante, y estamos terminando.
P. ?Nada de cine?
R. Nada.
P. As¨ª que no se siente ni Sancho ni Quijote...
R. No tengo nada del Quijote. Yo creo que soy el ¨²nico espa?ol que no debi¨® pasar de la p¨¢gina tercera del Quijote.
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