Blake Edwards, el hombre que cre¨® a Peter Sellers
El director estadounidense y el actor brit¨¢nico protagonizaron una de las colaboraciones m¨¢s prol¨ªficas y divertidas de la historia del cine
A principios de los sesenta un actor brit¨¢nico llamado Peter Sellers iba de g¨¦nero en g¨¦nero buscando un hueco donde quedarse. No era f¨¢cil para un int¨¦rprete sin etiquetas que hab¨ªa hecho teatro cl¨¢sico, suspense, comedia, cine negro y hasta drama. Sellers era adem¨¢s un tipo con poca paciencia y m¨¢s man¨ªas que un futbolista. El primero que se dio cuenta de ello y lo aprovech¨® fue Stanley Kubrick que tir¨® de las obsesiones reales del personaje para llenar las costuras de Clare Quilty, un tipo deshilachado en eterna batalla a muerte consigo mismo. La pel¨ªcula se llam¨® Lolita y a¨²n nos acordamos de ella.
La colaboraci¨®n con Kubrick fue su puerta de entrada a un nuevo mundo, y ese mundo se llamaba Blake Edwards. Edwards, un director de Tulsa, un sitio que para muchos estadounidenses ni siquiera sale en los mapas, trataba de hacer carrera sin pisar cabezas, tirando de su talento como realizador y de su buen hacer como guionista. Adem¨¢s, hab¨ªa hecho sus pinitos como actor, aunque solo fuera por probarse.
Su mejor amigo en aquel planeta de trapicheos era un m¨²sico llamado Henry Mancini. Los dos estaban destinados a hacer historia, a vivir en los tarareos y los silbidos de los cin¨¦filos (y los que no) por los siglos de los siglos, pero en aquel momento ni Mancini ni Edwards se ve¨ªan haciendo otra cosa que no fuera trabajar, d¨ªa y noche, fines de semana y cuando fuera necesario. En 1961 el director arras¨® con una pel¨ªcula llamada Desayuno con diamantes, un monumento al cine cl¨¢sico con Audrey Hephburn gritando "soy un icono" desde cada ¨¢ngulo de c¨¢mara, de frente o de perfil. No era una comedia aunque lo pareciera y su banda sonora, Moonriver, es simplemente una leyenda. Edwards profundiz¨® tan solo un a?o despu¨¦s en ese g¨¦nero tan escurridizo que es el drama y regal¨® a las plateas D¨ªas de vino y rosas, una severa reflexi¨®n sobre los demonios de alta graduaci¨®n donde una pareja decid¨ªa compartir su amor por el alcohol, un amante despechado y poco amigo de los tr¨ªos.
En 1963, con su nombre en boca de todo el que era alguien en Hollywood, al realizador le dio por dar un volantazo: un gui¨®n que ¨¦l mismo hab¨ªa escrito junto a Maurice Richlin llamado La pantera rosa hab¨ªa gustado a los mandamases de la Metro Goldwyn Mayer (MGM) que le hab¨ªan dado luz verde. La MGM propuso a Sellers como actor principal y el actor convenci¨® a Edwards de que ¨¦l era el hombre id¨®neo. Sellers deb¨ªa llenar los zapatos de un inspector franc¨¦s cuyas habilidades detectivescas eran comparables a su atractivo con las mujeres, esto es ningunas. El polic¨ªa en cuesti¨®n respond¨ªa al nombre de Jacques Closeau y era -limpia y llanamente- un idiota. Un idiota franc¨¦s, para m¨¢s se?as. Edwards, que se ten¨ªa por un hombre pr¨¢ctico, puso la pel¨ªcula a los pies de Peter Sellers, le mim¨® como solo se mima a los que son familia y consigui¨® que el gigantesco actor se saliera del mapa. Las risas se oyeron hasta en Marte, la pel¨ªcula fue triunfo comercial gigantesco e inesperado y en la MGM se frotaron las manos. Sellers, un enemigo declarado de todo el mundo y de s¨ª mismo en primer lugar, acept¨® el dinero y se puso a darlo todo por la franquicia mientras criticaba a Edwards en todos los tendederos posibles, p¨²blicos y privados, por ser "torpe y limitado".
Al director le daba igual, con un gran estudio a sus espaldas pod¨ªa hacer lo que se le antojara y si eso significaba hacer Panteras Rosas pues Panteras Rosas al canto. Sellers mientras tanto aumentaba fama y fortuna con cada entrega y le regalaba al actor di¨¢logos de otra ¨¦poca y un proyecto llamado a hacer historia: El guateque.
En 1968 los ¨¢nimos segu¨ªan caldeados, Sellers y Edwards parec¨ªan un matrimonio que no se aguanta pero que se resiste a desaparecer. Con el actor en la -oscurecida- piel del terror¨ªfico int¨¦rprete indio Hrundi V.Bakshi, un secundario dispuesto a destruir ¨¦l solito un rodaje sin ni siquiera hab¨¦rselo propuesto antes, la pareja sell¨® su uni¨®n para siempre. Nunca el nombre de uno se mencionar¨ªa sin la coletilla del otro, lo que la comedia ha unido que no lo separe el hombre.
Los dos siguieron colaborando hasta mediados de los a?os setenta, cuando Sellers ya se hab¨ªa convertido en un monstruo que cre¨ªa que todo el mundo le persegu¨ªa. El actor muri¨® en 1980 y cuatro a?os despu¨¦s Edwards contaba que ¨¦ste "era insoportable, al final no se pod¨ªa trabajar con ¨¦l". "Quer¨ªa comprar cada pel¨ªcula en la que hab¨ªa trabajado y quemar los negativos, cre¨ªa que era un actor p¨¦simo. Aquella ¨¦poca fue terrible".
Han pasado tres d¨¦cadas y parece que la pareja se reunir¨¢ por fin de nuevo: Blake Edward mor¨ªa esta tarde en Santa M¨®nica, California, como consecuencia de las complicaciones de una neumon¨ªa. Ten¨ªa 88 a?os y m¨¢s de 70 pel¨ªculas a sus espaldas, de las cuales treinta hab¨ªan gozado de la m¨²sica de su colega y amigo Mancini. En 2004 le dieron un Oscar honor¨ªfico, el que le hab¨ªan estado negando durante cuarenta a?os. Peter Sellers, todo hay que decirlo, nunca lo gan¨®. Al menos, cuando se reencuentren, ya tendr¨¢n algo de lo que hablar.
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