Vidas rebeldes, la leyenda fotogr¨¢fica del ¨²ltimo 'western'
Un libro recoge las m¨ªticas im¨¢genes de Magnum de la pel¨ªcula que clausur¨® las carreras de Marilyn y Clark Gable.- De Cartier Bresson a Eve Arnold: nueve fot¨®grafos hist¨®ricos participaron en el trabajo
A algunos rodajes les persigue la leyenda. Al de Vidas rebeldes (The Misfits, en ingl¨¦s) adem¨¢s, le persigue la mayor melancol¨ªa. Hab¨ªa tanto dolor acumulado en aquel set que todav¨ªa hoy, medio siglo despu¨¦s de que John Huston reuniera en el desierto de Nevada a tres estrellas en su ocaso -Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift- se puede palpar la fatal deriva en la que estaban sus c¨¦lebres int¨¦rpretes. Vidas rebeldes no era un western al uso. Era, en palabras de su escritor, Arthur Miller, un western del este. Un ox¨ªmoron que ¨¦l resolv¨ªa a lo grande: "?El ¨²ltimo western?".
The Misfits: la historia de un rodaje (Phaidon) es la reedici¨®n -por primera vez en Espa?a- de un libro cl¨¢sico que recoge, con textos de Serge Toubiana y una larga entrevista a Miller, gran parte de las 200 im¨¢genes capturadas, entre otros, por Eve Arnold, Henri Cartier Bresson, Elliot Erwitt, Dennis Stock e Inge Morath. Es decir, palabras mayores de la historia de la fotograf¨ªa. Todos ellos quisieron buscar la verdad detr¨¢s de los protagonistas de una pel¨ªcula en la que -quiz¨¢ porque se intu¨ªa el adi¨®s- se apoderaron como nunca de sus personajes hasta hacerlos m¨¢s suyos que nunca. Vidas rebeldes (The Misfits) fue la ¨²ltima pel¨ªcula de Gable, que la rod¨® gravemente enfermo y que morir¨ªa pocos d¨ªas despu¨¦s de rodar su ¨²ltimo plano; tambi¨¦n fue la ¨²ltima de Marilyn, la actriz pasaba por uno de sus ciclos autodestructivos y que ve¨ªa que su matrimonio con Miller naufragaba; y fue unas de las ¨²ltimas de Clift, cuya adicci¨®n a las drogas estaban terminando de romper el rostro de cristal que pocos a?os antes se hab¨ªa desfigurado en un accidente de tr¨¢fico. En definitiva, se mascaba la tragedia cuando la agencia Vidas rebeldes Magnum decidi¨® enviar a nueve de sus mejores c¨¢maras a retratar la vida de aquella producci¨®n.
Un filme de leyenda
El trabajo de aquellos reporteros ha contribuido a agigantar la leyenda del filme. No solo porque Inge Morath (a la que debemos algunas de las im¨¢genes m¨¢s hermosas de una Marilyn tan inmensa como desquiciada) acabara casada con Miller sino porque pocas veces unas estrellas del cine han parecido tan de carne y hueso. La identificaci¨®n con lo que rodaban de Gable, Monroe y Clift (que crearon entre ellos una extra?a relaci¨®n de padre-hija-hermano) era tan poderosa que vida-rodaje y pel¨ªcula forman hoy parte de la misma verdad o, si se quiere, la misma ficci¨®n.
Evidentemente, a esa identificaci¨®n contribuy¨® que el escritor de la pel¨ªcula era Miller, el hombre que mejor conoc¨ªa la inseguridad que acechaba a la mujer m¨¢s deseada del planeta y el hombre que hab¨ªa buscado el reparto perfecto y al director perfecto para su mujer y para su historia. En su entrevista con Toubiana, el autor de Muerte de un viajante reconoce sus sentimientos encontrados con la pel¨ªcula. Fue concebida como un regalo para su mujer pero se convirti¨® en la pel¨ªcula que provoc¨® su definitivo colapso. Era, explica Miller, su gran oportunidad para demostrar que pod¨ªa ser una actriz dram¨¢tica. Y eso, al menos, qued¨® claro. Pero la incurable inseguridad de la actriz pudo con todo lo dem¨¢s.
La historia de una chica que viaja a Reno para divorciarse y del grupo de vaqueros que all¨ª conoce, cazadores furtivos de caballos salvajes, estaba llena de di¨¢logos que hoy es imposible leer sin sentir un escalofr¨ªo. Una de esas historias de perdedores que ya no tienen nada que perder. Gable (Gay Langland, el viejo vaquero del que es imposible no enamorarse hasta los huesos) le dice a Marilyn (Roslyn, esa chica triste capaz de hacer feliz al m¨¢s miserable de los hombres): "Algunas veces tenemos que irnos, con motivo o sin ¨¦l. Morir es tan natural como vivir. Y un hombre que tiene miedo a morir tiene miedo a vivir". Resulta dif¨ªcil no intuir algo perverso en la mano de Miller, el hombre que mov¨ªa los hilos de la ficci¨®n sabiendo demasiado de su trastienda.
Como resulta imposible no ver que todo aquello fue posible porque all¨ª estaba un director que amaba la vida mucha m¨¢s de lo amaba las pel¨ªculas. John Huston se comport¨® con su c¨¦lebre cinismo, pero tambi¨¦n con una sabidur¨ªa y elegancia que ojal¨¢ no hubieran perecido con los de su raza. Marilyn rod¨® una escena semidesnuda para ganar audiencia y Huston decidi¨® cortarla ("siempre he sabido que las chicas tienen pechos", dijo el director justificando su renuncia al plano). Solo es una peque?a decisi¨®n, pero de esas que agrandan una figura. Un d¨ªa, fuera del rodaje, el director se fue al casino con su actriz, y all¨ª le dio el ¨²nico consejo que un hombre como ¨¦l pod¨ªa darle: "Cari?o, no lo pienses, solo tira los dados. Esa es la historia de tu vida. No lo pienses, hazlo".
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