Los tesoros de la Marina espa?ola duermen tierra adentro
El Archivo Hist¨®rico de la Armada reside en el palacio del almirante ?lvaro de Baz¨¢n, un bajel renacentista varado en el coraz¨®n de La Mancha.- La Marina planea trasladarlo a la localidad madrile?a de Villanueva de la Ca?ada
Los infinitos p¨¢ramos de La Mancha albergan, a¨²n hoy, tesoros por descubrir. En pleno coraz¨®n de Espa?a, en un paraje equidistante de los principales puertos y a medio camino entre el litoral y Madrid del que le separan 230 kil¨®metros, guarda la Marina espa?ola parte sustancial de su enjundiosa historia. Sobre una de las atalayas que forma el paisaje al pie de Sierra Morena, encima del caser¨ªo de Viso del Marqu¨¦s, hoy con tres mil moradores, se yergue un soberbio edificio de vigorosos muros cuya noble hechura permite evocar el pasado grandioso de su due?o. Se trata del palacio de ?lvaro de Baz¨¢n, primer marqu¨¦s de Santa Cruz, Almirante de la Mar Oc¨¦ana. Sus victorias navales en la Berber¨ªa frente a los corsarios, en las Azores ante portugueses y franceses, contra ingleses en Gibraltar y en Lepanto sobre el turco, llenaron de gloria las armas y los buques de Espa?a bajo el reinado de Felipe II.
Tal vez por todo ello, su palacio, testimonio vivo de aquellas proezas, fue considerado como lugar id¨®neo para guardar, tierra adentro, el Archivo Hist¨®rico de la Marina espa?ola. Decenas de miles de documentos, cartas na¨²ticas, portulanos, libros de bit¨¢coras, hojas de servicios, despachos de buques y jugosas correspondencias, dan fe de tantas otras gestas y relatan la historia del poder¨ªo naval de Espa?a y de su imperio. El archivo se ve ampliado al universo de las ciencias experimentales, Matem¨¢ticas, F¨ªsica, Astronom¨ªa, Trigonometr¨ªa, Zoolog¨ªa y Bot¨¢nica, entre otras disciplinas, de las que marinos ilustrados espa?oles, gracias a la pr¨¢ctica obtenida en sus singladuras y expediciones, fueron en los siglos XVIII y XIX avanzados pioneros.
El palacio permanece desde 1949 cedido a la Armada durante 90 a?os por sus propietarios, los marqueses de Santa Cruz, al precio simb¨®lico de una peseta de entonces, eso s¨ª, en papel moneda y m¨¢s precisamente, la que lleva en su faz la efigie barbada y con gola del primer marqu¨¦s, Se?or de El Viso, nacido en Granada en 1526 y muerto en Lisboa en 1588.
No obstante, la Marina se propone evacuar el Archivo en fechas venideras, para alojarlo en un gran edificio de la localidad madrile?a de Villanueva de la Ca?ada. El proyecto fue aprobado mediante un convenio suscrito el pasado mes de diciembre entre la alcald¨ªa local y la Marina. Contar¨¢ con una capacidad de 45 kil¨®metros, as¨ª se miden los archivos, frente a los 15 kil¨®metros de legajos que atesora el archivo manchego; permitir¨¢ alojar el contenido de otros seis archivos de la Armada dispersos por distintos emplazamientos de la pen¨ªnsula. El proyecto ha sido presupuestado en 18 millones de euros, seg¨²n fuentes navales. Por su parte, fuentes cercanas a los titulares del palacio, muestran sorpresa ante tal iniciativa, de la que dicen no haber recibido detalles. Su perplejidad, aseguran, se acent¨²a habida cuenta del alcance de la cesi¨®n de tan magno recinto, que tan significativo escenario hist¨®rico brinda desde hace m¨¢s de 60 a?os al Archivo Hist¨®rico de la Armada.
Armas y letras
Don ?lvaro, hijo de Ana de Guzm¨¢n, primog¨¦nita del Conde de Teba y de ?lvaro de Baz¨¢n El Viejo, quien hab¨ªa mandado las galeras espa?olas que vigilaban el Estrecho de Gibraltar por orden del Emperador Carlos V, creci¨® en la mar junto a su padre. Desde su mocedad aprendi¨® las artes n¨¢uticas, complementadas por sus conocimientos del quehacer de la infanter¨ªa, que aplic¨® con magistral desenvoltura ante poderosos adversarios y por la cual es considerado por los principales tratadistas el padre de la Infanter¨ªa de Marina, arma de la que Espa?a fue pionera en un encarnizado desembarco norteafricano. Educado por el humanista Pedro Gonz¨¢lez de Simancas, el joven marino recibi¨® una esmerada cultura renacentista que, unida a su talento como estratego, as¨ª como a la bravura de su audacia t¨¢ctica en los mares y en tierra firme o sus estancias en la Italia esplendente del siglo XVI, le convirtieron en una de las principales personalidades de la Europa de su tiempo y en el militar de m¨¢s nombrad¨ªa continental.
Su fama, sancionada por Felipe II con el t¨ªtulo de marqu¨¦s de Santa Cruz, se vio culminada por la victoria de Espa?a, asistida por G¨¦nova, Venecia y el Papa P¨ªo V, en Lepanto, sobre aguas griegas -"la m¨¢s grande ocasi¨®n que vieran los siglos", seg¨²n Miguel de Cervantes Saavedra, egregio subordinado de ?lvaro de Baz¨¢n como lo fueran asimismo Lope de Vega y Juan de Ercilla, entre otros grandes de las letras que blandieron asimismo las armas bajo su mando y que glosaron sus haza?as.
A las ¨®rdenes de Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II, gobern¨® Baz¨¢n en Lepanto la Escuadra de Reserva que resolvi¨® el combate contra el otomano Mehmet I, el fanal de cuya nave capitana se traer¨ªa el marqu¨¦s a Espa?a como trofeo -junto con otros farolones semejantes- para situarlo, precisamente, sobre el dintel de la capilla de su futuro palacio. Otros de estos enormes candiles lucen en la escalera de la mansi¨®n madrile?a de los marqueses de Santa Cruz, en la calle de san Bernardino.
Al lado de ?lvaro de Baz¨¢n pele¨® tambi¨¦n el insigne marino genov¨¦s Andrea Doria, con quien mantendr¨ªa una estrecha amistad, tanta, que al declinar su vida, el primer marqu¨¦s de Santa Cruz decidi¨® erigir en el coraz¨®n de La Mancha un palacio semejante al de los Doria en G¨¦nova, pero no un palacio cualquiera sino s¨®lo aquel que llegara a ser inolvidable testimonio en piedra, concepto y colorido del Renacimiento, en clave genovesa y sobre una mansi¨®n de anterior factura. Santa Cruz consigui¨® satisfacer su anhelo: la traza del palacio fue ideada en 1562, como consta en las contratas para edificar fachada y escaleras cuyas actas guarda el Archivo de Protocolos de Madrid, en la calle de Alberto Bosch. En 1564 comenz¨® la construcci¨®n que durar¨ªa hasta despu¨¦s de la muerte de Santa Cruz en 1588.
C¨¢rcel, hospital y escuela
De planta cuadrada con 55 metros de lado, el edificio presenta un aspecto semejante al de una fortificaci¨®n, como el enrejado de ancho nudo de las grandes ventanas de su planta baja anuncia. Seg¨²n explica el conservador del recinto, subteniente condestable de la Armada Francisco Moreno, el hoy nuevamente palacio, fue con posterioridad hospital, cuartel bajo la ocupaci¨®n francesa -etapa en la que sufri¨® expolio- m¨¢s adelante prisi¨®n, escuela, granero, cuadra y sede de un destacamento de Regulares que, en la posguerra civil, combati¨® desde all¨ª al maquis comunista que luchaba con las armas en la mano contra Franco, en las estribaciones de la cercana Sierra Morena. Al poco de concluir aquel pen¨²ltimo destino, sus due?os lo recobraron y lo cedieron a la Armada, que mantuvo permanentemente en el palacio a una veintena de marineros de reemplazo y una unidad de mando a cargo del archivo.
Hoy son cuatro las personas que laboran en el Archivo, dos facultativas, una auxiliar y una persona de mantenimiento. A su cargo se encuentran los 15 kil¨®metros de legajos, distribuidos en alargados estantes o en c¨¢maras metalizadas sobre nueve salas en dos plantas, baja y principal, y una m¨¢s grande bajo el suelo en s¨®tano, que albergan documentos de extraordinaria val¨ªa hist¨®rica: as¨ª, el informe encargado por la Armada espa?ola sobre la explosi¨®n registrada el 15 de febrero de 1898 en el acorazado estadounidense Maine frente al apostadero de La Habana, desencadenante de la guerra hispano-norteamericana que puso fin al imperio hispano en Am¨¦rica. Las fichas y hojas de servicios de toda la oficialidad y mariner¨ªa desde 1784 en adelante permanecen almacenadas en seis salas de la planta baja del palacio, as¨ª como un ala entera del amplio s¨®tano que subyace al generoso patio columnado y central del palacio.
Llama la atenci¨®n otro de los documentos atesorados, con fecha de 1884, que incluye un asunto a¨²n hoy de especial actualidad: Apuntes sobre el ozono e importancia de su estudio... lleva por t¨ªtulo, que indica la posici¨®n avanzada de la Ciencia espa?ola de entonces gracias a los estudios realizados desde el mar por marinos con vocaci¨®n cient¨ªfica. Conmueven igualmente las relaciones e inventarios de inmigrantes acopiadas por el Archivo y que a¨²n hoy, seg¨²n explica la archivera Silvia L¨®pez Wehrli, "son consultadas por familiares y descendientes suyos, se?aladamente hispanoamericanos, para obtener pruebas de acreditaci¨®n de acceso a la doble nacionalidad". Abundan los despachos de buques y singladuras de las Comandancias de Vigo y A Coru?a, as¨ª como las hojas de servicios, que dejaron de archivarse entre fechas posteriores al 18 de julio de 1936 y abril de 1939. La del entonces capit¨¢n de fragata Luis Carrero Blanco, mano derecha del dictador Francisco Franco, que ser¨ªa presidente del Gobierno hasta su asesinato por ETA en 1973, da cuenta de una petici¨®n suya realizada en 1929 para gozar del t¨ªtulo de profesor, mientras estaba destinado en el submarino B-2 con base en Cartagena. Posee el archivo una sala de investigadores con 6 puestos de consulta que el pasado a?o 2010 acogieron hasta 248 sesiones de trabajo. La direcci¨®n inform¨¢tica del archivo es archivoalvarodebazan@fn.mde.es
Emporio renacentista
Los muros del palacio de los Baz¨¢n son robustos, de piedra, ladrillo y un mampuesto rojizo cuya c¨¢lida tonalidad recuerda a la piedra dorada salmantina de Montemayor. Al alzar la vista hacia sus cubiertas de tejas anaranjadas, un piso y dos entreplantas m¨¢s arriba, la mirada permite intuir que fueron en su d¨ªa rematadas por cuatro torreones. Existieron y hoy han desaparecido, tras los devastadores efectos que sobre el palacio y su excelsa ornamentaci¨®n caus¨® el terremoto de Lisboa, acaecido al sur de Portugal, con epicentro en el cabo de San Vicente y que en 1755 hizo venirse abajo una parte importante del palacio, consecutivamente reconstruido. Una pilastra de panza combada muestra en el patio los efectos del se¨ªsmo sobre su tronco.
Columnado con dos fustes de estilo toscano en basas de caliza apeadas junto a dos ca?ones, un portal¨®n con casetones de madera y llamadores de hierro se abre a la entrada del visitante, bajo un arco de medio punto tallado en piedra. La altura de la b¨®veda del zagu¨¢n sorprende al reci¨¦n llegado, cuya mirada se posa sobre los frescos que profusamente decoran su c¨®ncava oquedad. Fue Giovanni Battista Castello, m¨¢s conocido como El Bergamasco, su principal tracista, que se recre¨® en la escalera y en el patio claustrado con un exquisito dominio de las proporciones. El concepto mismo de la villa romana, su mejor canon, se percibe en todas ellas. No en vano, Castello fue disc¨ªpulo en Roma de Miguel Angel Buonarroti. Con El Bergamasco trabajaron el arquitecto y escultor Giovanni Battista Olamosquin, asistido por los maestros de obras Domenico y Alberto, ambos genoveses. Pintores fueron los hermanos Gian Battista y Francesco P¨¦roli, as¨ª como el sobrino de ambos, Esteban, adem¨¢s del espl¨¦ndido fresquista C¨¦sar Arbasia junto con Fabrizio Castello y Nicola Granello, hijo e hijastro del tracista, tambi¨¦n de naci¨®n genovesa. Entre todos cubrieron con sus vivaces pinturas hasta 8.000 metros cuadrados de b¨®vedas, el conjunto pict¨®rico hecho con esta t¨¦cnica y sobre motivos mitol¨®gicos m¨¢s amplio de Espa?a y uno de los m¨¢s importantes de Europa.
Ellos tachonaron tambi¨¦n las c¨²pulas palaciegas con inn¨²meros grutescos, adornos de estilizados dise?os y vivo colorido, que juegan trenzadas simetr¨ªas repletas de caprichos, as¨ª como escenas sacras, de linajes y combates, con mapas y vistas a¨¦reas, tambi¨¦n pintadas al fresco sobre los paramentos bajo las arcadas, de las principales ciudades y enclaves donde las armas de Baz¨¢n triunfaron sobre sus adversarios o fueron testigos de su predominio: Navarino, Argel, Ceuta, N¨¢poles y G¨¦nova, en la planta baja, se completan con T¨²nez, Mesina, Tetu¨¢n, Venecia y Mil¨¢n, en la planta superior, como se muestra sobre los espl¨¦ndidos dinteles de las puertas que dan al patio central, jalonado por columnas y pilastras d¨®ricas de asientos ¨¢ticos. Se yerguen en la planta inferior sobre un suelo de mosaico, con linternas de aljibes, que imita los de las grandes villas romanas. Su aroma clasicista impregna todas las estancias y genera en el visitante emoci¨®n y respeto.
Excelsa simetr¨ªa
Las cuatro tr¨ªadas dobles de arcos apuntados del patio, en cuyos vanos se sit¨²an puertas de dinteles barrocos -el palacio fue incesantemente modernizado a partir de 1610- muestran la serena oquedad de una escalera de tempo maestoso donde dos estatuas se ense?orean del espacio ascendente bajo solemnes cruj¨ªas mientras las esculturas representan al marqu¨¦s y a su padre, efigiados a la romana al modo de Marte y Neptuno, respectivamente. La segunda planta alberga la Sala de Honor, ¨¦sta con dos espl¨¦ndidas chimeneas en m¨¢rmol negro y pizarra con mensulones de titanes, m¨¢s una balandra y un bergant¨ªn; le siguen salas de David, Argos, D¨¦dalo y Faet¨®n; un sal¨®n de Linajes; las saletas del Olimpo, Diana, Apolo, Tob¨ªas y Danae, as¨ª como la c¨¢mara de don ?lvaro, en la esquina del edificio, donde se dice que pernoctaba Franco en sus cacer¨ªas por el coto de la Sierra de Mudela; las habitaciones privadas de los marqueses se sit¨²an en el ala opuesta.
Todas las b¨®vedas de las estancias de la planta superior planta se ven decoradas profusamente con motivos mitol¨®gicos. Tras un tapiz del muro de la capilla, oratorio donde reposan los restos del primer marqu¨¦s y su cercana parentela, se aprecia un grafito escrito por un soldado franc¨¦s durante la devastadora ocupaci¨®n de 1808 y en otra cercana estancia, una historiada letra capitular B, de retorcidos rabos, atribuye su autor¨ªa a lord Byron. Lope de Vega elogi¨® al due?o y su palacio que, siglos despu¨¦s, provocar¨ªa la admiraci¨®n, tambi¨¦n por escrito, de Gregorio Mara?¨®n y otros ilustres visitantes.
El alineamiento de los salones a trav¨¦s de las puertas permite calibrar su excelente simetr¨ªa y genera un devaneo ¨®ptico dimensional, tan caro a los arquitectos del Renacimiento. Un sinf¨ªn de alegor¨ªas a la Navegaci¨®n, la Fama, el Poder, la Paz y la Victoria pueblan los nobles techados cuyo turbi¨®n y riqueza de relatos all¨ª pintados, por su profusi¨®n, parece escapar a la posibilidad de interpretarlos cabalmente: J¨²piter, Proserpina, H¨¦rcules, Sabinas, Orfeos y Apolos, en colosal cortejo, rinden testimonio en cada rinc¨®n del palacio a la celebridad de ?lvaro de Baz¨¢n, de quien los historiadores aseguran que jam¨¢s conoci¨® derrota militar alguna ni en los mares ni en tierra firme. M¨¢s de medio centenar de batallas ganadas, decenas de ataques, ofensivas, levantamientos de cercos y asedios sin cuento, adem¨¢s de dos mil cristianos rescatados al turco y 26.000 adversarios prisioneros, atestiguan su fama de almirante invicto. Empero, cuando en 1588 ultimaba el marqu¨¦s en Lisboa los preparativos de la flota lista para combatir a Inglaterra, fue relevado del mando y al poco muri¨®, quiz¨¢ de pena, como ha sugerido alguno de sus bi¨®grafos.
Un jard¨ªn con setos de aligustre, decorado hace treinta a?os con cer¨¢mica historicista, muestra emparedadas las estatuas orantes de don Alonso de Baz¨¢n, hermano de don ?lvaro, y de su esposa Mar¨ªa de Guzm¨¢n, en m¨¢rmol gris veteado. A lo largo de toda la ub¨¦rrima mansi¨®n prolifera el escudo ajerezado de los Baz¨¢n, oriundos del valle navarro de semejante nombre. La leyenda cuenta que Sancho Abarca III de Navarra, preso de un rey franc¨¦s, fue rescatado por el fundador del linaje tras vencer en el tablero jaquelado a su regio captor. La escena figura en la b¨®veda del sal¨®n de Linaje, cuyas esquinas superiores muestran la orgullosa her¨¢ldica blanquinegra. Cinco siglos despu¨¦s de su construcci¨®n, el palacio de Viso del Marqu¨¦s, tan alhajado y soberbio bajel, contempla en silencio desde la entra?a de La Mancha la dulce singladura del discurrir de los d¨ªas.
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