Ruidismo con pedigr¨ª
Los Animal Collective demuestran en Madrid que ir a uno de sus conciertos es cualquier cosa menos una experiencia c¨®moda y rutinaria
Hay chicos modernos que aseguran escuchar a Animal Collective por las ma?anas, a la hora de desayuno, e incluso presumen de tararear varias canciones del cuarteto. Lo primero es muy leg¨ªtimo; lo segundo, o una fanfarroner¨ªa o un cerebro desperdiciado para la f¨ªsica cu¨¢ntica y dem¨¢s cotas superiores de la inteligencia humana.
Los de Baltimore son, como demostraron anoche en La Riviera, cualquier cosa menos una experiencia c¨®moda y rutinaria. Pero ello no equivale necesariamente a considerarlos, como algunos, la formaci¨®n m¨¢s relevante que ha dado el nuevo siglo.
S¨ª, puede que escuchar a buen volumen Merriweather post pavillion, su te¨®rica obra magna de 2009, tenga efectos m¨¢s vigorizantes que la cafe¨ªna a la hora de enfrentarse a la jungla metropolitana de cada d¨ªa. El men¨² comprende psicodelia severa, minimalismo electr¨®nico, ruidos urbanos, pitidos estridentes y deconstrucciones varias.
Los supuestos ingredientes tomados del folk o el pop de armon¨ªas vocales son m¨¢s indescifrables, mientras que los gui?os a la world music solo pueden aceptarse desde una perspectiva muy laxa. De acuerdo, a veces parecen practicar una lectura hardcore de Vampire Weekend.
Un p¨²blico joven, moderno, con bermudas a la moda y barba de tres d¨ªas se congreg¨® en torno a estos cuatro ap¨®stoles neoseculares. Toda esa chavaler¨ªa que se ha estado muriendo de aburrimiento con la programaci¨®n viejuna de Puerta del ?ngel result¨® no ser tan abundante como intu¨ªamos: apenas 900 personas (menos de la mitad del aforo) acudieron al encuentro con la banda m¨¢s hiperb¨®lica de la d¨¦cada, la que desencadena riadas de ep¨ªtetos en Pitchfork y dem¨¢s epicentros de la contemporaneidad. O el personal ya se ha calzado las chanclas de la playa o resulta m¨¢s llevadero hablar bien de Animal Collective que acudir a uno de sus conciertos.
Unas proyecciones de est¨¦tica acuosa acompa?an las voces, a ratos excitantes, pero en otros pasajes con textura de g¨¢rgara de Panda Bear, mientras Avey Tare, Geologist y Deakin parecen aceptar un papel m¨¢s discreto.
Hay momentos extra?amente mel¨®dicos (Did you see the words, la in¨¦dita A long time ago) y algunas apoteosis bien conducidas. As¨ª es el ruido con pedigr¨ª: tan atractivo como sobrevalorado.
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