El lat¨ªn recobra un sill¨®n en la Academia
El fil¨®logo Juan Gil ingresa en la RAE con un discurso sobre don Juan y sus ra¨ªces en la literatura cl¨¢sica
La RAE ha tapado esta tarde un sorprendente agujero: el de los latines. Juan Gil Fern¨¢ndez (Madrid, 1939), catedr¨¢tico de Filolog¨ªa Latina de la Universidad de Sevilla, especialista en moz¨¢rabes y jud¨ªos conversos, amigo de tender puentes entre el mundo cl¨¢sico y su herencia castellana, estudioso de Nebrija y la Inquisici¨®n, ha ingresado para ocupar el sill¨®n e, vacante desde el fallecimiento del novelista Miguel Delibes, en marzo de 2010. En su preceptiva glosa, Gil ha elogiado al autor de El hereje como "un defensor apasionado de los d¨¦biles", un sagaz recreador del "alma del ni?o", un incansable trabajador ( "el objetivo fue siempre el mismo. Escribir, escribir en d¨ªas buenos y en d¨ªas malos") y un hombre de bien: "Quien luch¨® en la Guerra Civil, siendo apenas un adolescente, en el bando de los vencedores, muy pronto tendi¨® la mano a los vencidos".
Hac¨ªa 26 a?os, desde la muerte de Antonio Tovar, que ning¨²n latinista participaba en la vida de la Academia, un hecho que Gil ha rese?ado con asombro en su discurso de ingreso. "En una Academia como la espa?ola deber¨ªa ser casi obligado porque el lat¨ªn es la base de nuestra lengua", comentaba el fil¨®logo un d¨ªa antes de la ceremonia.
Gil tiene una vasta colecci¨®n de ensayos. Algunos de los m¨¢s atractivos indagan en Crist¨®bal Col¨®n, a quien en alguna ocasi¨®n ha definido como p¨¦simo gobernante y fant¨¢stico escritor. Para su discurso de ingreso, sin embargo, no ha elegido al visionario navegante sino a un personaje barroco creado por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla y agrandado a la condici¨®n de mito universal gracias a sucesivas recreaciones literarias, el don Juan.
El fil¨®logo rastrea en el mundo cl¨¢sico y encuentra antecedentes en el Olimpo hom¨¦rico, "una escuela viva de donjuanismo", donde Zeus reina como "el perfecto burlador" y sirve de ejemplo para el resto de dioses y semidioses. (Asunto distinto son las castas diosas, excepto Afrodita). Ahora bien, avisa Gil, los griegos se cuidaron de dar a los mortales unas licencias que atentaban contra el matrimonio y la perpetuaci¨®n de la estirpe en una sociedad patriarcal: "Lo l¨ªcito para Zeus no lo era para los hombres".
Encuentra el fil¨®logo hasta siete similitudes entre don Juan y Paris, el raptor de Helena, la bell¨ªsima reina de Esparta, a la que Gil define como "la primera femme fatale de la Historia": su hermosura, su maestr¨ªa en la seducci¨®n, su insaciable sed amorosa, su perpetuo viajar, su soledad y su final airado a modo de castigo. Hay tambi¨¦n divergencias: "Se aprecia el abismo que separa la mente griega del Barroco". El valor es una de ellas. Paris, sin ser un cobarde integral, decae en ciertas circunstancias, mientras que don Juan jam¨¢s da signos de flaqueza. Uno da?a a individuos, otro causa un desastre universal que afecta a Troya. Y sobre todo, les aguard¨® una suerte distinta. "La figura de Paris, execrada por su propio hermano, nunca logr¨® rehabilitarse (...) Don Juan, en cambio, el perdulario impenitente de final tan terrible como asombroso, se abri¨® paso en la literatura europea fagocitando a otros personajes alternativos". Moli¨¨re, Byron o Goldoni son algunos de los autores que reinterpretan al mito en el futuro y contribuyen a su inmortalidad literaria.
En su contestaci¨®n, el acad¨¦mico Francisco Rodr¨ªguez Adrados, antiguo profesor de Juan Gil y uno de los defensores de su candidatura junto a Emilio Lled¨® y Salvador Guti¨¦rrez, ha recordado con humor la manifestaci¨®n que compartieron ambos en Sevilla contra la desaparici¨®n del lat¨ªn como lengua obligatoria y como la secretaria del consejero de turno les afe¨® la conducta "porque siendo, dijo, personas tan serias (tan viejos, quer¨ªa decir), organiz¨¢bamos manifestaciones". "La protesta no era de gran trap¨ªo, un poco pobretona (tengo fotos), casi como el entierro de la sardina, pero ten¨ªa el m¨¦rito del testimonio", ha rememorado Rodr¨ªguez Adrados.
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