Wilco, virtuosismo extremo
"Anoche en San Sebasti¨¢n hasta el ¨²ltimo rasgueo de guitarra, hasta el ¨²ltimo movimiento de un grano de arroz dentro de una maraca llegaba perfectamente a los o¨ªdos del espectador"
Los saltadores de trampol¨ªn chinos son famosos por su capacidad para arrojarse al vac¨ªo desde 10 metros de altura, hacer un triple mortal y medio en el aire, y entrar de cabeza, como un torpedo, en la piscina sin levantar apenas una gota de agua. Son los mejores: perfeccionistas, arrolladores y pr¨¢cticamente invencibles. En la competici¨®n -salvo que medie un cataclismo inesperado- har¨¢n los saltos m¨¢s limpios, los m¨¢s altos, con los giros en su justa medida: ni muy r¨¢pidos, ni demasiado lentos como para perder una pizca de elegancia. Estos atletas, adem¨¢s, ser¨¢n capaces de ejecutar aquellos prodigios proyectando la ilusi¨®n de que resulta tan f¨¢cil conseguirlos que casi no requieren esfuerzo. En sus evoluciones no habr¨¢ tensi¨®n ni asomo exterior de sufrimiento. Al contrario: todo ser¨¢ gr¨¢cil. Sencillamente perfecto. Pero tal vez sea en su excelencia donde resida su tal¨®n de Aquiles, pues al cabo del tiempo, sus victorias se convertir¨¢n en previsibles. Seguiremos emocion¨¢ndonos boquiabiertos con sus saltos m¨¢s all¨¢ de la perfecci¨®n, pero el acto de conseguirlas ir¨¢ perdiendo dramatismo y finalmente pasi¨®n.
Salvando las distancias, esto mismo es lo que puede ocurrirle a Wilco, la banda de Chicago que ha revolucionado el cotarro durante sus impresionantes e imprescindibles conciertos en Espa?a. Ayer, el cr¨ªtico musical de este peri¨®dico Diego A. Manrique titulaba su cr¨®nica sobre el primer concierto del grupo en Espa?a (Madrid el pasado d¨ªa 1 en el Circo Price) con esta sentencia: Wilco, el precio de la perfecci¨®n. Un t¨ªtulo y una cr¨ªtica sorprendentes para cualquiera que hubiera asistido a aquellas dos horas incre¨ªbles y arrolladoras en las que el sexteto fue capaz de visitar casi todos los mejores lugares de la m¨²sica de los ¨²ltimos 40 a?os con tal virtuosismo y poder¨ªo que consegu¨ªan en el oyente una potent¨ªsima capacidad de evocaci¨®n. Tanto que uno sal¨ªa de aquella sala con la sensaci¨®n de haber tenido la suerte de asistir a un momento irrepetible y excepcional, de esos que no se prodigan mucho en la vida.
Anoche, tras el tercer concierto de Wilco en Espa?a en el Kursaal de San Sebasti¨¢n, se comprend¨ªa todo y uno comenzaba a ser capaz de poner en su sitio las palabras de Manrique: "Wilco se ha convertido en una m¨¢quina perfectamente lubricada, dise?ada para complacer y apabullar. Todo est¨¢ milim¨¦tricamente calculado: esos cl¨ªmax instrumentales que se refuerzan con fogonazos cegadores, esos pregrabados avasalladores, esa imagen de Tweedy como gnomo atormentado que finalmente accede a hablarnos para soltar piropos al p¨²blico espa?ol". Efectivamente todo eso volvi¨® a repetirse anoche, y lo que pareci¨® un milagro en Madrid aqu¨ª deven¨ªa en la confirmaci¨®n de que estamos ante unos m¨²sicos con tanto talento y tanto trabajo detr¨¢s que rozan la perfecci¨®n all¨¢ donde acudan. Los miembros de Wilco son capaces de subirse a una elevada plataforma de 23 canciones; lanzarse, como si tal cosa, en unas piruetas elaborad¨ªsimas de casi dos horas y zambullirse en la piscina sin levantar apenas agua, aqu¨ª o en cualquier otra noche en cualquier otro lugar del mundo.
Y esa sensaci¨®n incluso se acentuaba ayer por el formato del espect¨¢culo en un auditorio con una ac¨²stica estupenda y con todo el p¨²blico -unas 2.000 personas- sentado en sus butacas en una actitud silenciosa y respetuosa. En Madrid la velada fue al estilo tradicional con la pista llena de gente de pie, bebiendo enormes vasos de cerveza, fusilando con m¨®viles y c¨¢maras todo lo que ocurr¨ªa en el escenario y pegando botes cuando la furia y la potencia de Wilco lo requer¨ªa.
Tal vez por eso, anoche en San Sebasti¨¢n hasta el ¨²ltimo rasgueo de guitarra, hasta el ¨²ltimo movimiento de un grano de arroz dentro de una maraca llegaba perfectamente a los o¨ªdos del espectador, aumentando a¨²n m¨¢s la impresi¨®n de encontrarse frente a una banda cuyo mayor activo es simple y llanamente la perfecci¨®n. Puede tambi¨¦n que por ese motivo Tweedy y sus compa?eros decidieran incluir en el repertorio hasta siete canciones que no aparecieron en el concierto de Madrid, temas m¨¢s escorados hacia la tranquilidad y el medio tiempo como Ashes of american flags, I'll fight, Capitol City (The whole love) o The lonely one. Hubo novedades, pero tambi¨¦n estuvieron la desasosegante interpretaci¨®n de Via Chicago, el Jesus, etc m¨¢s llevado hacia el country y la furia de Impossible Germany y Heavy metal drummer.
Es decir, salvo sobresaltos, esta noche en Vigo (¨²ltima plaza de Wilco en Espa?a), quienes acudan a la llamada de la banda asistir¨¢n a una velada medida, con todas las notas afinadas hasta el exceso y puestas en su sitio con la perfecci¨®n -como en One sunday morning- de gotas de lluvia que caen tras los cristales de una ventana. Pero tambi¨¦n es justo que ese p¨²blico sepa que estar¨¢n ante un milagro que ocurre casi todas las noches. Cada vez que Wilco se sube a un escenario. As¨ª de incre¨ªble. As¨ª de normal.
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