La d¨¦cada prodigiosa de Bill Gates
Esta entrevista se public¨® originalmente en EL PA?S SEMANAL el 13 de enero de 2002. Posteriormente se recuper¨® con motivo de la celebraci¨®n del 35? aniversario de dicha publicaci¨®n
Con su aire candoroso y t¨ªmido, podr¨ªa ser el personaje de cualquier comedia norteamericana de los a?os cincuenta, de esas que narraban la vida pl¨¢cida en un pueblo de provincia, en el que los j¨®venes se daban el lote a bordo de un viejo Buick en cualquier rinc¨®n del motocine y luego acud¨ªan endomingados a los oficios de la parroquia para arrepentirse de sus pecados. Como la mayor¨ªa de sus compatriotas, Bill Gates parece sorprenderse de la imagen irremediable de prepotencia que su pa¨ªs despierta en las conciencias de m¨¢s de medio mundo, y ha aprendido a describir su vida en una frase que, de tan sencilla, resume todo un entendimiento de la existencia, y hasta podr¨ªa convertirse en una especie de ideario cosmog¨®nico: es un hombre enamorado del software. He ah¨ª todo el secreto. El software es el paradigma de nuestra civilizaci¨®n, la nueva fuente creadora de conocimiento y riqueza, que mueve el mundo casi sin que lo percibamos. El que lo domine ense?orear¨¢ la Tierra. A sus 14 a?os, William Gates III se qued¨® maravillado ante la gran cantidad de cosas que se pod¨ªan hacer y desarrollar a base, simplemente, de combinar c¨®digos binarios (ceros y unos, detr¨¢s de unos y ceros) y decidi¨® poner manos a la obra. Desde entonces no ha parado, aunque, como ¨¦l mismo reconoce, hay cosas que so?¨® en su adolescencia y todav¨ªa no ha podido conseguir. Eso le ayuda a mantenerse en forma, con lo que no cesa de anunciar que la primera d¨¦cada del nuevo milenio, ¨¦sta en la que ya estamos embarcados, acarrear¨¢ grandes cambios en el comportamiento de la sociedad digital.
Este hombre, que pasa por ser el m¨¢s rico del mundo, se inscribe cual ning¨²n otro en lo mejor de la tradici¨®n cultural de los autodidactas que, desde Benjam¨ªn Franklin a Tom¨¢s Alva Edison, asocia la vida cotidiana de las gentes, las cometas y los graneros, los garajes y los desvanes, a los grandes inventos de la humanidad. Como todo buen millonario que se ha hecho a s¨ª mismo, se muestra mucho m¨¢s interesado por su trabajo que por su fortuna, que parece s¨®lo consecuencia natural del triunfo y, de ninguna manera, condici¨®n del mismo. Basta con imaginar a cualquier chico listo de la clase media norteamericana para comprender c¨®mo es el personaje, casado con una compa?era de trabajo, feliz padre de dos hijos, fiel a su familia y a su patria chica, que ha construido un imperio desde su lejano rinc¨®n en el Estado de Washington. Su hogar -una singular residencia, edificada en madera, bronce y acero, a orillas de la bah¨ªa de Seattle- y su empresa -un verdadero campus similar al de las mejores universidades, que alberga ya a m¨¢s de 30.000 empleados- apenas distan media hora de camino en autom¨®vil. Aunque es un incansable viajero, cuya mano se mueren por estrechar los pol¨ªticos y los empresarios de todo el mundo, y aunque su sistema operativo Windows constituye uno de los productos m¨¢s universales que hoy en d¨ªa existen, Gates no ha logrado desprenderse de ese aire sutilmente provinciano que tanto le diferencia de los yuppies neoyorquinos o de los bur¨®cratas del distrito federal. Por lo dem¨¢s, todo en ¨¦l rezuma optimismo, jovialidad, y s¨®lo frunce el gesto cuando se le citan las acusaciones de monopolio de que es objeto o las maniobras de sus competidores -m¨¢s o menos encabezados por Sun Microsystems- para aliarse en contra suya bajo un lema gen¨¦rico de defensa de la libertad.
He tenido oportunidad de escuchar a Bill Gates, en seminarios y conferencias, decenas de veces, y la fortuna de poder hablar con ¨¦l en repetidas ocasiones. Cada a?o, por la primavera, suele reunir en Seattle a un centenar de ejecutivos, empresarios, inversores y representantes del mundo acad¨¦mico para discutir problemas concretos de la sociedad de la informaci¨®n. Sus invitados, entre los que ya figuramos media docena de espa?oles, asisten durante tres d¨ªas a un interesant¨ªsimo debate en el que ¨¦l mismo hace de oficiante mayor. El evento se culmina con una cena en su propia casa, en la que puede visitarse no s¨®lo el sal¨®n de cine particular, con sonido sensurround, sof¨¢s impresionantes y todo lo imaginable, sino, sobre todo, la espectacular biblioteca, en la que ha reunido una hermosa colecci¨®n de cartas aut¨®grafas de Napole¨®n a Josefina y de Beethoven a su editor, as¨ª como un ejemplar firmado por todos y cada uno de los presidentes norteamericanos que ha habido en la historia, desde Washington a nuestros d¨ªas. Tambi¨¦n pude recibirle en la Real Academia Espa?ola hace un par de a?os, y fui testigo de su inter¨¦s por rubricar acuerdos que permitieran la normalizaci¨®n y unificaci¨®n del idioma castellano en la Red. Gates es un conversador nato, buen escuchador y buen hablador a la vez, alguien que aprende r¨¢pidamente de sus interlocutores y que es capaz de decir con toda la naturalidad del mundo cosas que a ellos les dejan los ojos como platos. A principios de diciembre de 2001 estuvo en Madrid para presentar la ¨²ltima versi¨®n de Windows. Durante casi hora y media mantuvimos un di¨¢logo sobre cuestiones relacionadas con el futuro previsible en la Red, la sociedad de la informaci¨®n y el impacto social de las nuevas tecnolog¨ªas, pero tambi¨¦n sobre el poder de Microsoft y las acusaciones de monopolio a que tiene que hacer frente. He aqu¨ª el resultado.
Juan Luis Cebri¨¢n. Muchos te¨®ricos, yo incluido, y en cierta medida usted mismo, hemos aventurado que la sociedad digital anuncia el nacimiento de una nueva civilizaci¨®n, una nueva cultura, en la medida en que nuestras costumbres, nuestros h¨¢bitos, nuestras formas de vida, se van a transformar sustancialmente. Recuerdo su opini¨®n, reiterada muchas veces, en el sentido de que las consecuencias de la revoluci¨®n digital ser¨¢n comparables o mayores a las de la industrial. ?Sigue pensando lo mismo ahora, despu¨¦s de todos los problemas surgidos en este sector y del escepticismo creciente frente a la nueva econom¨ªa? ?Sigue creyendo que nos encontramos ante una nueva civilizaci¨®n, que afectar¨¢ al mundo tanto como, en su d¨ªa, lo hizo la invenci¨®n de la imprenta?
Bill Gates. No creo que yo haya sido nunca tan rotundo como para hablar de una nueva civilizaci¨®n. Son palabras excesivas, y no acostumbro a ir tan lejos. Desde luego, el impacto generado por el mundo digital es equivalente al de la revoluci¨®n industrial; no mayor, pero s¨ª equivalente. La diferencia, que magnifica la situaci¨®n actual, es que el industrialismo se desarroll¨® durante muchas generaciones, mientras que el cambio digital se est¨¢ llevando a cabo en s¨®lo una generaci¨®n y media o dos. El proceso est¨¢ mucho m¨¢s comprimido, de modo que la impronta laboral, los conocimientos adquiridos con que uno se inicia en los primeros estadios de la vida tendr¨¢n que cambiar durante el transcurso de su carrera profesional. Si las cosas se movieran m¨¢s lentamente no sufrir¨ªamos ese tipo de impacto que, por lo dem¨¢s, sigo creyendo que es muy grande. Entre los a?os 1988 y 2000 hab¨ªa una especie de man¨ªa, ya se sabe, un ambiente de locura parecido al de la fiebre del oro, respecto de las promesas digitales. Marzo de 2000 marc¨® un hito. En realidad, Microsoft no estaba de moda en aquel tiempo; nosotros segu¨ªamos diciendo que la rentabilidad econ¨®mica importaba, lo mismo que la investigaci¨®n y el desarrollo a largo plazo. Por eso alguna de nuestra gente decidi¨® marcharse a correr esas nuevas aventuras, pero ahora sabemos que es dif¨ªcil hacerse ricos de la noche a la ma?ana, y una empresa que s¨®lo se dedica a hacer un sitio web no genera una situaci¨®n comercial sostenible. Nosotros -insisto- no cre¨ªamos que lo que pasaba fuera tuviera ning¨²n sentido, y esper¨¢bamos que siguiera siendo importante contar con una perspectiva m¨¢s tradicional sobre la investigaci¨®n, el desarrollo a largo plazo y la rentabilidad. Por eso creo que los t¨¦rminos "nueva civilizaci¨®n" y "nueva cultura" son demasiado contundentes. Habr¨ªa que matizarlos. Las herramientas digitales se configuran de acuerdo con los deseos de las personas sobre su uso, no comportan en s¨ª mismas ninguna civilizaci¨®n.
J. L. C. Sin embargo, usted sol¨ªa hablar de la existencia de un estilo de vida en la web: una nueva forma de hacer, de aprender, de producir, de entretenerse. Me pregunto si esa visi¨®n de las cosas sigue siendo v¨¢lida.
B. G. Cuando hablo del estilo de vida en la web me refiero a un ambiente en el que damos por hecho el acceso a la informaci¨®n, y en el que las comunicaciones son m¨¢s f¨¢ciles. No tiene que ver con los intereses fundamentales de las personas, que no han cambiado en absoluto, sino m¨¢s bien con la idea de que demos por supuesto ese acceso a la informaci¨®n en la misma medida en que tambi¨¦n lo hacemos respecto a la existencia de coches, o a que la electricidad funciona todos los d¨ªas. Hoy organizamos nuestras vidas sabiendo que tenemos la capacidad de viajar a distintos lugares en autom¨®vil, que podemos llamar por tel¨¦fono a la gente..., ese tipo de cosas. El problema, por el momento, es que la utilizaci¨®n de las herramientas de Internet de forma habitual s¨®lo ata?e todav¨ªa a un peque?o porcentaje de la poblaci¨®n debido a que tenemos que lograr que sean m¨¢s sencillas y baratas. Pero hay personas, en determinadas empresas o universidades, que se sit¨²an a la vanguardia en la adopci¨®n de estas perspectivas, y viven dando por supuesto que todo eso existe.
J. L. C. He visto un art¨ªculo suyo en donde predice que, m¨¢s o menos en la pr¨®xima d¨¦cada, contaremos con el libro electr¨®nico como algo de uso corriente. Tambi¨¦n asegura que desaparecer¨¢ la mayor parte del papel en la facturaci¨®n y en la informaci¨®n interna de las empresas. ?De verdad cree que el libro electr¨®nico tendr¨¢ ¨¦xito? ?Y qu¨¦ pasar¨¢, entonces, con los peri¨®dicos, con el soporte papel en general? Usted adora los libros tradicionales, he visto la biblioteca que tiene en su casa, y es casi un fan¨¢tico de ellos, pero empiezo a pensar que acabaremos compr¨¢ndolos, primordialmente, en los anticuarios.
B. G. Los libros de ficci¨®n son los que menos afectados se ver¨¢n por el ordenador personal, o lo que podemos llamar la perspectiva digital. En cambio, en las enciclopedias esta perspectiva aporta mucho. Podemos obtener con rapidez enlaces, art¨ªculos relacionados, efectuar b¨²squedas. Si hoy pregunt¨¢ramos a los colegiales espa?oles qu¨¦ tipo de enciclopedias utilizan, nueve de cada diez responder¨ªan que es una digital, frente a s¨®lo uno que utilice otra en papel. Hace una d¨¦cada, las cosas eran muy distintas.
J. L. C. Estoy de acuerdo en que los libros de referencia y consulta, quiz¨¢ los de texto tambi¨¦n, ser¨¢n los que primero se vean sustituidos.
B. G. Las enciclopedias digitales tendr¨¢n un precio razonable, se podr¨¢n actualizar, y se podr¨¢ acceder a ellas tambi¨¦n razonablemente. Incluso ahora es algo evidente. ?Qu¨¦ desventajas tienen todav¨ªa? La principal es que se precisa un ordenador, y tenemos que saber c¨®mo utilizarlo. Hay que conseguir que los ordenadores tengan un funcionamiento sencillo y sean m¨¢s baratos. Desde luego, las enciclopedias son lo primero, y despu¨¦s vendr¨¢n los formularios, un impreso comercial que haya que rellenar constituir¨¢ el siguiente paso. Podr¨ªa tratarse de un informe con las cifras de ventas de mi empresa: al tenerlas en pantalla puedo examinarlas y buscar m¨¢s informaci¨®n, escribir anotaciones, y envi¨¢rselas a otra persona. Ser digital tiene el valor a?adido de que podemos movernos, interactuar, como hacemos ahora con los peri¨®dicos. Si hablamos, en cambio, de las obras de ficci¨®n, yo las pondr¨ªa al final del proceso porque no necesitamos efectuar b¨²squedas, ni hacer apuntes en ellas, ni tampoco tienen enlaces o cosas que se puedan se?alar y ampliar, ni nada por el estilo. El valor a?adido de lo digital para las obras de ficci¨®n es muy bajo, y los libros son hermosos, el papel es barato, port¨¢til, no precisa bater¨ªas ni ning¨²n otro artilugio. Por lo dem¨¢s, no pretendo hacer ninguna predicci¨®n, pero podr¨ªa asegurar que a finales de esta d¨¦cada habr¨¢ m¨¢s personas que lean los peri¨®dicos en formato digital de los que lo hagan en papel. Si tomamos, por ejemplo, un diario de informaci¨®n financiera, nos moveremos un poco hacia la izquierda del espectro, en el sentido de que se transformar¨¢ antes, porque nos gusta pulsar sobre el nombre de una empresa y ver cu¨¢l es su cotizaci¨®n actual, o sus bonos, o cuestiones de ese g¨¦nero. La necesidad de que esa informaci¨®n se entregue puntualmente es mayor que en ning¨²n otro caso. Tambi¨¦n los anuncios por palabras pasar¨¢n a ser b¨¢sicamente digitales. Las obras de ficci¨®n, en cambio, s¨®lo adoptar¨¢n ese formato si, por ejemplo, alguien compra los nuevos blocs digitales como soporte de otros documentos y, por comodidad, opta ocasionalmente por leer obras de ficci¨®n en ese formato. Pero ser¨ªa lo ¨²ltimo, y no nos aportar¨ªa mucho esa experiencia.
J. L. C. Ha mencionado los blocs digitales, a los que yo miro como el terminal que acabar¨¢ por transformar las relaciones del usuario con la sociedad digital. Ahora imagino que podr¨ªan servir como soporte a las colecciones de bolsillo. ?Piensa lanzar esos nuevos blocs pronto?
B. G. Para el pr¨®ximo oto?o.
J. L. C. O sea, que en dos a?os, por decir algo, en lugar de tener esta libreta en la que tomo notas de nuestra conversaci¨®n, o cuando est¨¦ en una reuni¨®n o en un consejo, acudir¨¦ con un bloc digital.
B. G. Efectivamente, as¨ª es.
J. L. C. ?Seguro?
B. G. Me estoy gastando cientos de millones de d¨®lares para hacer que suceda. Evidentemente no soy objetivo en esto, pero no creo estar cometiendo ninguna locura, y me juego mi credibilidad. S¨ª, estamos consiguiendo que el bloc electr¨®nico sea una realidad. Tenemos socios que se ocupan del hardware y nosotros producimos el software. Es un cambio bastante radical porque supone poder tener algo en la mano y moverlo, no mantenerlo fijo, cambiar de punto de vista. O sea, que podremos leerlo casi en cualquier postura, con cualquier perspectiva, hacer lo que se denomina lectura de inmersi¨®n, y olvidarnos de todo lo dem¨¢s, centr¨¢ndonos exclusivamente en el contenido. Eso no puede hacerse en una posici¨®n fija. Hemos realizado m¨²ltiples pruebas con pantallas maravillosas, de incre¨ªble resoluci¨®n, a las que colocamos en una posici¨®n concreta y pedimos entonces a la gente que lea en ellas. Pues bien, por mucho que sea la pantalla m¨¢s bonita del mundo, el usuario piensa que no es tan buena. Sin embargo, si le damos algo que pueda tener en sus manos, con lo que pueda cambiar de punto de vista inconscientemente, sin que se fatiguen los m¨²sculos del cuello, sin cansancio ocular, la gente podr¨¢ sumergirse por completo en la lectura, y eso es lo importante. El bloc digital es un milagro de la miniaturizaci¨®n, de los microprocesadores de bajo consumo, de las bater¨ªas, de las pantallas de cristal l¨ªquido... Los ¨²ltimos cinco o seis a?os han tra¨ªdo consigo grandes avances en este campo. De modo que no se trata ahora de si es algo que ha de suceder o no, sino solamente de cu¨¢ndo suceder¨¢. Ese cu¨¢ndo ser¨¢ aproximadamente dentro de un a?o.
J. L. C. A m¨ª me bastar¨ªa saber que dentro de cinco funcionar¨¢.
B. G. Si me da ese margen de tiempo, los blocs digitales ser¨¢n verdaderamente planos, peque?os y baratos. Despu¨¦s necesitaremos otro lustro para contar con pantallas y bater¨ªas mejores, para que el consumo sea m¨¢s bajo y se pueda enlazar con una red m¨¢s inal¨¢mbrica y de bajo coste.
J. L. C. Otra cuesti¨®n trascendente es el futuro de la m¨²sica. Estamos de acuerdo en que Internet y las redes digitales ser¨¢n el primer mecanismo para su distribuci¨®n. ?Qu¨¦ va a pasar con los discos compactos, los equipos sofisticados, hermosos y car¨ªsimos que tenemos en casa?
B. G. En este caso, mis argumentos son de lo m¨¢s s¨®lido, y est¨¢n a favor de que nos moveremos r¨¢pidamente hacia una perspectiva puramente digital. Me gustan los libros, tienen belleza y tradici¨®n. Los discos de pl¨¢stico no incorporan, en cambio, ese tipo de valor que pueda redimirlos. Me entusiasma el hecho de que uno pueda coger sus canciones y organizarlas sin tener que escucharlas en el orden que la compa?¨ªa discogr¨¢fica quiere, y que no tengamos despu¨¦s que levantarnos, y sacar el disco, e intentar no estropearlo, y colocarlo en su cajita. Adem¨¢s, si nos trasladamos no podemos llevarnos nuestros discos con nosotros, ?y qu¨¦ hacemos?, ?nos los llevamos a pesar de todo?, ?compramos otro equipo?, ?los dejamos en el coche para que se reblandezcan con el sol? Los discos son artefactos absolutamente inc¨®modos, pero si cont¨¢ramos con un peque?o disco digital que pudi¨¦ramos llevar en el bolsillo y enchufarlo al coche, o a un reproductor port¨¢til, o...
J. L. C. ?Est¨¢ listo ese prototipo?
B. G. ?Desde luego! En el caso de la m¨²sica contamos ya con dispositivos muy buenos que podemos transportar con nosotros. ?Qu¨¦ es lo que obstaculiza los avances? En cierta medida, las compa?¨ªas discogr¨¢ficas, que intentan averiguar la forma de conceder los derechos en el nuevo formato, porque gran parte de la actividad digital en la m¨²sica consiste en el pirateo. Ahora, finalmente, las discogr¨¢ficas est¨¢n comenzando a otorgar algunos derechos, y eso es un gran paso adelante. El tama?o de los discos de esos reproductores port¨¢tiles, as¨ª como la calidad con que almacenan la m¨²sica, ha mejorado much¨ªsimo. El avance en este terreno lo veremos muy pronto.
J. L. C. El problema es que con toda esta abundancia de herramientas y capacidades nuevas, con la extensi¨®n de las redes y el dominio de Microsoft en el software, hay mucha gente que le mira a usted como al Gran Hermano; al de Orwell, me refiero, no al de ese horrible programa televisivo. Dicen: ?bueno, este hombre va a controlar absolutamente mi capacidad de acci¨®n en la Red, porque con todas las posibilidades nuevas, a base de la mejora permanente del software de Microsoft, finalmente todo el mundo estar¨¢ en sus manos! ?C¨®mo lo ve usted? ?No se siente como el nuevo Gran Hermano de la nueva situaci¨®n, si no vamos a llamarla, ya, nueva civilizaci¨®n?
B. G. M¨¢s bien justo como lo contrario. Nosotros ofrecemos a los usuarios herramientas para que puedan ser creativos. Las personas pueden dar a esas herramientas la forma que quieran. Cuando proporcionamos un procesador de textos no controlamos lo que escriben. Usted puede poner lo que desee, nosotros no lo vemos. Los ordenadores han pasado de ser algo enorme y caro, que s¨®lo pod¨ªan tener los Gobiernos y las grandes empresas, a convertirse en un instrumento popular. Mi prop¨®sito es que existan ordenadores baratos con montones de buen software, que se conviertan en herramientas capaces de otorgar poder a las personas. Ha habido reg¨ªmenes pol¨ªticos que han intentado reprimir y evitar que se comparta la informaci¨®n. El hecho de que dispusi¨¦ramos de ordenadores personales, de correo electr¨®nico y de sitios web ha vuelto esa ambici¨®n en algo pr¨¢cticamente imposible, porque cualquiera que tenga acceso a un PC puede publicar, establecer su sitio web, y los Gobiernos represivos, que pod¨ªan secuestrar peri¨®dicos y censurar cadenas de televisi¨®n y emisoras de radio, se topan con muchas m¨¢s dificultades a la hora de controlar todos los ordenadores personales que existen. Por lo dem¨¢s, si lo hicieran, reducir¨ªan la eficacia de ese pa¨ªs. El PC podemos usarlo como prefiramos. Yo no obligo a nadie a navegar por ning¨²n sitio; puede hacerlo por donde le pete, s¨®lo tiene que escribir una direcci¨®n y llegar¨¢ hasta ella. Lo que nosotros damos son herramientas neutras y en blanco, y hemos optado por no ser una empresa de medios de comunicaci¨®n. Aunque hemos hecho algunas cosas en ese campo, como la enciclopedia o el servicio de noticias, sabemos que es algo que no dominamos. S¨®lo damos a la gente sistemas de comunicaci¨®n y herramientas de software. Una empresa de nuestra competencia, AOL, adopt¨® una estrategia distinta al fusionarse con Time Warner. Tiene un estudio cinematogr¨¢fico y otro de grabaci¨®n, posee sus contenidos e intenta promocionarlos; es decir, que no es neutral. Un buen ejemplo de lo diferente de nuestra actitud lo encontramos en nuestra idea del servicio Passport. Con ¨¦l podemos registrarnos y funcionar en todos los sitios web. De esta forma, si uno no tiene Passport y acude a alg¨²n sitio que tenga un peque?o bolet¨ªn, le pedir¨¢n un nombre de usuario y contrase?a, y tendr¨¢ que escribir toda esa informaci¨®n. Es tan inc¨®modo que jam¨¢s se regresa a ese lugar, con lo que siempre acabamos por acudir a unas pocas p¨¢ginas web que sean buenas. Pero si podemos ir a diferentes sitios sabiendo que no tenemos que volver a registrarnos ni adoptar un nuevo nombre de usuario, o si queremos compartir informaci¨®n sin esos requisitos, se crear¨¢ una aut¨¦ntica apertura, que es de lo que se trataba con Internet. A eso responde el Passport: la idea consiste en que se pueda acceder f¨¢cilmente a cualquier sitio web sin tener que ce?irse exclusivamente a los grandes. El Passport pretende hacer realidad ese sue?o, que s¨®lo puede conseguirse si no precisamos recordar cincuenta contrase?as distintas para usarlas en seg¨²n qu¨¦ ocasi¨®n.
J. L. C. Pero gracias al registro del sistema usted podr¨¢ crear una especie de base de datos universal de consumidores y usuarios. La amenaza del Gran Hermano aparece otra vez.
B. G. El Passport est¨¢ sometido a f¨¦rreos controles sobre la utilizaci¨®n de esa informaci¨®n. Contamos con las directrices sobre la intimidad de la Comisi¨®n Federal de Comercio y el protocolo europeo sobre protecci¨®n de datos, hemos creado grupos de trabajo con estas entidades para elaborar directivas en materia de privacidad y para asegurarnos de que sean verdaderamente completas y se puedan llevar a la pr¨¢ctica. Passport mantendr¨¢ el m¨¢s alto est¨¢ndar en esta materia. Toda la informaci¨®n quedar¨¢ sometida al control del usuario. Piense en su tarjeta de cr¨¦dito: si es digital, usted puede decidir d¨®nde da su informaci¨®n, y Microsoft no la vende ni la entrega sin que usted decida expresamente d¨®nde quiere que vaya. Tambi¨¦n ahora nos hacemos cargo de los mensajes de correo electr¨®nico, que, en cierto sentido, son algo mucho m¨¢s privado, pero somos muy claros en cuanto a la forma de gestionarlos, y la gente est¨¢ satisfecha. Algunas empresas han decidido manejar todo esto dentro de la propia organizaci¨®n, y Passport podr¨ªa tener su propia versi¨®n dentro de la compa?¨ªa si quisieran, de la misma forma que tienen su correo electr¨®nico si lo deciden. Todo esto es opcional, pero estamos trabajando para asegurarnos de que las preocupaciones sobre la privacidad en Internet no eviten que la gente saque provecho de ¨¦sta. Cuando se le pregunta al p¨²blico qu¨¦ es lo que le da reparo a la hora de usar la Red, las cuestiones sobre la intimidad figuran por encima de la facilidad o no de su uso. Tenemos que dedicar tiempo a explicar lo que estamos haciendo para garantizar esa protecci¨®n, y que el usuario conf¨ªe.
J. L. C. Con todo, y perdone que sea tan insistente, cuando el 90% de los ordenadores personales del planeta est¨¢n equipados con Windows y el 70% de los navegadores son Explorer, podr¨¢ aceptar, como m¨ªnimo, que Microsoft es un monopolio, tanto si le gusta reconocerlo como si no, o incluso aunque los monopolios a veces puedan no ser tan malos como los pintan. En pocas palabras, tendr¨¢ que aceptar que la gente diga que Microsoft tiene el monopolio mundial de los lenguajes o de las herramientas inform¨¢ticas.
B. G. No, y perm¨ªtame darle muchos motivos por los que ese t¨¦rmino no es adecuado en este caso. Pongamos que usted se compr¨® hace dos a?os un ejemplar de Windows y Office. ?Qu¨¦ ingresos me aporta usted este a?o? Si no hago algo que sea muy innovador, una nueva versi¨®n much¨ªsimo mejor, usted podr¨¢ seguir utilizando el mismo software toda su vida. La ¨²nica posibilidad que tengo de obtener dinero, necesario entre otras cosas para pagar el sueldo de mis empleados y remunerar a mis accionistas, es haciendo algo que sea infinitamente mejor que el Windows de hoy. Si no, los ingresos que obtengo son cero, nada de nada. ?ste es uno de los mercados m¨¢s exigentes que haya habido jam¨¢s. Mi mayor competencia es mi cartera de clientes, porque no me pagan una renta de alquiler, y tenemos que seguir innovando para poder obtener ingresos. Por eso hemos incrementado el presupuesto de investigaci¨®n y desarrollo, nos gastamos 5.000 millones de d¨®lares al a?o y los dedicamos fundamentalmente a investigar el reconocimiento de voz o de escritura. En resumen, esta situaci¨®n es exactamente la contraria de un monopolio.
J. L. C. Me parece discutible. Lo curioso es que cuanto m¨¢s mejore su software, durante mayor tiempo mantendr¨¢ a sus clientes, y se quedar¨¢ as¨ª con la porci¨®n m¨¢s grande del pastel.
B. G. S¨®lo mientras la gente quiera.
J. L. C. Usted explota su propio talento. En este caso no se trata de petr¨®leo que est¨¦ bajo tierra, no se trata de una materia prima. La materia prima que usted usa es su talento. Pero lo cierto es que el 90% de la humanidad utiliza el talento de Bill Gates en sus ordenadores personales.
B. G. S¨®lo seguir¨¢ siendo as¨ª mientras hagamos un buen trabajo. En los mercados t¨ªpicos existe una cierta limitaci¨®n de recursos que hace temibles los monopolios. En nuestro sector, si alguien hace un sistema operativo que mejore el nuestro, todo el mundo puede cambiarse a ¨¦l de un d¨ªa para otro. Yo no tengo contratados a todos los genios de este mundo; he contratado a los que he podido, pero hay miles y miles de personas con mucho talento ah¨ª fuera. El hecho de que durante alg¨²n tiempo tengamos una cuota de mercado significativa es natural, porque en cualquier periodo, si alguien efectivamente crea el mejor software, obtiene su correspondiente r¨¦dito. Pero eso no garantiza una posici¨®n en el futuro. IBM era predominante en el mercado de sistemas operativos, y, con todo, en esta nueva era se est¨¢ viendo relegada a un papel bastante modesto.
J. L. C. Pero hay empresas como AOL, Fidelity..., empresas muy grandes e importantes que han creado un grupo que se presenta como una alianza, y aunque digan que no est¨¢n en contra de Microsoft...
B. G. ?Qu¨¦ alianza?
J. L. C. La Alianza de la Libertad, creo que se llama.
B. G. Conozco la iniciativa, y mi pregunta es si se trata de un esfuerzo bienintencionado y serio por parte de la industria, basado en una soluci¨®n tecnol¨®gica viable. Porque si es as¨ª, puede constituir una propuesta ¨²til y beneficiosa para los clientes. Pero tampoco s¨¦ si es s¨®lo una iniciativa de Sun para perjudicar a Microsoft, lo que dif¨ªcilmente aportar¨ªa beneficio alguno a los consumidores.
J. L. C. ?Se refiere a Sun Microsystems?
B. G. S¨ª, aunque, por lo dem¨¢s, al hecho de que ocurran estas cosas se denomina competencia. Nuestra postura, por el momento, es la de esperar y ver. Las iniciativas de esta Alianza por la Libertad y el Passport de Microsoft no son excluyentes. Ya hace meses que propusimos la creaci¨®n de un sistema universal de identificaci¨®n de los usuarios en Internet, que podr¨ªan utilizar as¨ª el servicio ofrecido por Microsoft o por cualquier otro proveedor.
J. L. C. En definitiva, la Alianza puede no ser tan mala...
B. G. Ya le he explicado. Si no hubiera nadie realizando esas o parecidas actividades, entonces podr¨ªan decirme: ?aj¨¢!, nadie ha anunciado que vaya a competir con ustedes, ahora empezamos a sospechar. Bueno, pues nuestra competencia ya ha dicho que est¨¢ contra nosotros. No somos la ¨²nica empresa que se dedica a este negocio. IBM sigue teniendo cuatro veces nuestro tama?o en cuanto a ventas, empleados, etc¨¦tera, pero gracias a que nosotros adoptamos una pol¨ªtica de precios bajos logramos una rentabilidad en resultados absolutamente desproporcionada respecto al n¨²mero de trabajadores que tenemos. Estos mercados son muy diversos. ?Hay tantas empresas! Dell es muy grande, IBM es grande, los japoneses... ?Hay much¨ªsima gente que se dedica a esto!
J. L. C. Perm¨ªtame darle un punto de vista europeo sobre la cuesti¨®n. Todas o la mayor¨ªa de esas grandes empresas son estadounidenses. De donde se deduce que la globalizaci¨®n es, en realidad, la americanizaci¨®n del mundo a trav¨¦s del poder de las empresas, no de las fuerzas militares o el Gobierno de Estados Unidos.
B. G. Siempre hay que pensar en todo esto desde el punto de vista de los consumidores. Cuando los americanos supimos que los japoneses fabricaban por fin coches fiables fue una buena noticia, porque nos gustan los autom¨®viles buenos y los compramos. Algunos pol¨ªticos se confundieron e intentaron detener la entrada de esos magn¨ªficos autos, pero en realidad todo ello sirvi¨® para crear una din¨¢mica muy positiva ante la que las compa?¨ªas americanas tuvieron que responder. El mercado funciona, y no tiene ninguna inclinaci¨®n hacia ning¨²n pa¨ªs en concreto, sino hacia el lugar donde se encuentre el producto m¨¢s eficaz. La eficacia de Windows reside en que se puede aprender a utilizar f¨¢cilmente, y la cantidad de dinero que se ha ahorrado el usuario al tener s¨®lo un sistema y no veinte distintos es sencillamente descomunal.
J. L. C. Pero de hecho existe una transferencia del poder de los Gobiernos al poder de las grandes empresas. Hay muchos pa¨ªses del mundo desarrollado, no me estoy refiriendo s¨®lo a los emergentes, que consideran que el poder de Microsoft es tan grande que los pol¨ªticos necesitan fotografiarse con usted simplemente para demostrar a los electores que gozan de su favor...
B. G. No, no.
J. L. C. ... es usted el que da poder a los pol¨ªticos, en lugar de ser los gobernantes quienes le otorgan el suyo.
B. G. No diga poder, aqu¨ª no se trata de poder. Esos pol¨ªticos se interesan por la forma de impulsar cambios que generen el bienestar de la sociedad. Dialogar con ellos no tiene nada que ver con el poder. En los a?os veinte estaba bien visto que se reunieran con representantes de las compa?¨ªas automovil¨ªsticas para que les explicaran que estaban haciendo algo que iba a transformar el mundo. Siempre que haya un cambio de ese g¨¦nero es magn¨ªfico que los pol¨ªticos escuchen.
J. L. C. Pero usted se ha quejado en diversas ocasiones, y yo estoy de acuerdo, en que la velocidad en la actualizaci¨®n de las nuevas t¨¦cnicas, del software nuevo, de las herramientas nuevas, incluso del nuevo hardware, es bastante buena, pero la implantaci¨®n de la banda ancha es muy lenta. Eso depende en gran medida de los Gobiernos, esos que dicen estar tan interesados por los cambios venideros. ?Qui¨¦n si no deber¨ªa estar a cargo de crear un nuevo entorno en el que la banda ancha pueda difundirse y distribuirse por todo el mundo sin los problemas que tenemos ahora?
B. G. Existen diversas razones para esta situaci¨®n. Por un lado est¨¢n los costes reales de las redes, que no podemos ignorar. Si hubiera alg¨²n gran invento, o el lanzamiento de un sat¨¦lite m¨¢gico, o... una amplitud de banda infinita e inal¨¢mbrica, el problema podr¨ªa solucionarse r¨¢pidamente. Todos queremos que aparezca alguien y nos diga que lo va a conseguir, pero no conozco nada cre¨ªble que vaya a cambiar efectivamente la situaci¨®n. No en la pr¨®xima d¨¦cada. Ahora tenemos a las compa?¨ªas telef¨®nicas tendiendo l¨ªneas ADSL, o a compa?¨ªas de cable con sus modem; pero en parte por cuestiones normativas o porque la competencia es limitada, y en parte por los costes, la banda ancha est¨¢ llegando muy lentamente a los hogares. Es diferente en lo que se refiere a la distribuci¨®n a las empresas. Si usted tiene una oficina en el centro de Madrid o Barcelona puede llamar a varias compa?¨ªas capaces de proporcionarle la necesaria amplitud de banda. Eso explica que ahora mismo las empresas est¨¦n obteniendo m¨¢s beneficio que los consumidores en lo que se refiere a los costes de comunicaci¨®n.
J. L. C. Los Estados o las autoridades p¨²blicas tienen un importante papel en esta cuesti¨®n. El mercado como tal, por s¨ª solo, parece incapaz de ofrecer estructuras y redes de banda ancha de forma generalizada. Necesitamos pol¨ªticas p¨²blicas.
B. G. Desde luego, hacen falta pol¨ªticas p¨²blicas en este tema. Lo mismo que se precisa construir las redes de distribuci¨®n de electricidad, de agua..., se necesitan redes de distribuci¨®n de datos por banda ancha. Muchas veces no resulta econ¨®mico duplicar redes, por lo que los Gobiernos tienen que entrar en escena y crear un m¨¦todo de regulaci¨®n de precios. Los economistas discrepan sobre cu¨¢l es la mejor forma de hacerlo. Hay muchas ¨¢reas del comercio que no est¨¢n sometidas a regulaci¨®n, y quedan a merced de la libre competencia; pero ¨¦ste no puede ser el caso respecto a esos sistemas de distribuci¨®n, por los costes fijos que conlleva construir una red f¨ªsica. En el futuro previsible de las redes de datos, los Gobiernos tendr¨¢n que desempe?ar su papel. J. L. C. ?Est¨¢ de acuerdo en que los pa¨ªses o las ¨¢reas que cuentan con acceso de alta velocidad ser¨¢n m¨¢s ricos, y tendr¨¢n m¨¢s acceso al conocimiento y m¨¢s capacidad de desarrollo, que las ¨¢reas que no lo tienen? De ser as¨ª, la sociedad de la informaci¨®n estar¨ªa creando, de hecho, un abismo cada vez mayor entre los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo y los avanzados. La diferencia entre pobres y ricos aumenta porque las pol¨ªticas p¨²blicas no distribuyen suficientemente la nueva riqueza, ligada al conocimiento.
B. G. Si sopesamos todos los elementos, creo que la nueva tecnolog¨ªa de la informaci¨®n ha sido m¨¢s un factor igualador que promotor de disparidades. En la India, ocho millones de personas est¨¢n creando software y producen 8.000 millones de d¨®lares anuales en exportaciones. Hay trabajos muy bien pagados all¨ª gracias a Internet, porque pueden contar con clientes en lugares lejanos, fundamentalmente en Estados Unidos. Se est¨¢n generando empleos similares en muchas otras partes del mundo. Si va a los hospitales de ?frica ver¨¢ en ellos con frecuencia un ordenador personal que mantiene un expediente de vacunaciones que permite a los m¨¦dicos mantenerse en contacto con la informaci¨®n m¨¢s novedosa, con las revistas m¨¦dicas...
J. L. C. Pero eso es porque est¨¢n conectados. Hace falta estar conectado para disfrutar de esa nueva realidad.
B. G. Todos los pa¨ªses del mundo lo est¨¢n. No es necesario que estemos conectados en casa. Cuando se inauguran bibliotecas, nadie aspira a que tengamos una en cada hogar. Obtendremos la mayor parte del beneficio digital siempre y cuando nuestros Gobiernos, en primer lugar, y nuestras universidades y empresas, inmediatamente despu¨¦s, est¨¦n conectados. Si adem¨¢s podemos conectar nuestros hogares obtendremos ventajas adicionales, claro. Pero en Estados Unidos s¨®lo el 10% de las casas tiene acceso a la banda ancha, y, a pesar de ello, somos l¨ªderes en cuanto al beneficio empresarial derivado del uso de las perspectivas digitales.
J. L. C. Hay otro papel tradicional de los Gobiernos que tambi¨¦n se aplica a la Red. En estos d¨ªas se est¨¢ debatiendo en la Comisi¨®n Europea la legislaci¨®n sobre Internet. ?Se imagina una ley que sea capaz de controlar la Red, de limitarla?
B. G. S¨ª, Internet no est¨¢ por encima de la ley. Pongamos que tenemos determinadas normas sociales sobre la pornograf¨ªa, pues tendr¨¢n que hacerse cumplir tanto en la Red como en el papel o en cualquier otro soporte. Y si hay normas sobre la difamaci¨®n, pues igualmente se aplican.
J. L. C. Pero nos har¨ªa falta una norma com¨²n, porque lo que para ustedes es pornograf¨ªa en su pa¨ªs, aqu¨ª a lo mejor no lo es.
B. G. En realidad lo que hace falta es que podamos bloquear el tr¨¢fico, y tenemos que lograr que el mecanismo para hacerlo sea m¨¢s eficaz. Hemos de ser capaces de decidir que determinados sitios web, con independencia de qui¨¦n sea el que haga la conexi¨®n de Internet, puedan ser bloqueados.
J. L. C. ?Qui¨¦nes tienen que ser capaces? ?Las empresas? ?Los Parlamentos? ?Los Gobiernos?
B. G. B¨¢sicamente, el poder judicial puede exigir que los proveedores de Internet les concedan la capacidad de decidir que tal o cual sitio web pueda ser bloqueado. Digamos que hay un sitio que contiene difamaciones seg¨²n el derecho de Estados Unidos, pero su servidor est¨¢ en Finlandia...
J. L. C. ... Por ejemplo, y en virtud del derecho finland¨¦s no se considera difamaci¨®n.
B. G. Eso es. El juez dictar¨¢ un auto ordenando el bloqueo de ese sitio web en Estados Unidos, y el mecanismo t¨¦cnico para conseguirlo es perfectamente factible. Evidentemente, pueden intentar ocultarlo y cambiarlo de lugar, pero la decisi¨®n judicial es la medida m¨¢s t¨ªpica.
J. L. C. ?El poder de control estar¨ªa en manos de los propietarios de los servidores o de las redes, de quien fuera capaz de detener la descarga...?
B. G. El control estar¨¢ en manos de los jueces, pero tendr¨¢ que ser puesto en pr¨¢ctica por los proveedores. Cuando un magistrado dice que se puede pinchar la l¨ªnea telef¨®nica de fulano de tal porque es un terrorista, no va personalmente con los alicates y los cables para hacerlo ¨¦l mismo, sino que ordena a la compa?¨ªa telef¨®nica que lo haga. De la misma forma, si un juez dice que quiere que se bloquee determinado sitio web que se alberga en Finlandia, har¨¢ que los responsables de las conexiones se re¨²nan para averiguar la forma de cumplir su orden.
J. L. C. De modo que se siente seguro, c¨®modo, con la idea de que somos capaces de limitar y controlar Internet, y de someterla a ley. ?Qu¨¦ ocurre entonces con los derechos de autor y la propiedad intelectual? Usted es una v¨ªctima de la pirater¨ªa, igual que tantos.
B. G. Internet hace que sea m¨¢s f¨¢cil compartir la propiedad intelectual, o sea, que siempre habr¨¢ alguien que intente distribuir o vender cosas il¨ªcitamente. Tambi¨¦n hay contrabando de cigarrillos, o loter¨ªas falsas, de modo que es necesaria una cierta vigilancia permanente en ese tema. Con todo, creo en la honradez b¨¢sica de las personas, e Internet no va a cambiar la idea fundamental de que un escritor, o un poeta, quien sea, debe ser pagado por el uso de su propiedad intelectual. La mayor¨ªa de los Estados han firmado ya un acuerdo para protegerla. El grado de comprensi¨®n de las normas por parte de los ciudadanos, as¨ª como el grado de cumplimiento, var¨ªa much¨ªsimo de un pa¨ªs a otro; pero, como principio pol¨ªtico, el valor de la creatividad no se rechaza en ning¨²n pa¨ªs desarrollado. Hoy la situaci¨®n no es perfecta, y no creo que jam¨¢s vaya a serlo, aunque habr¨¢ un equilibrio y se podr¨¢ controlar.
J. L. C. Cuando estuve en Seattle visit¨¦ su casa, y me qued¨¦ maravillado con el nivel de inform¨¢tica que incorpora; es, desde luego, un lugar muy interesante, y ahora me dicen que en el centro de investigaci¨®n de Microsoft usted ha construido la Casa del Futuro. ?Esta casa del futuro es su propio hogar, y puede serlo para todas las personas, para el ciudadano com¨²n?
B. G. Mi casa est¨¢ pasada de moda si la comparamos con otras. Quienes la construyeron est¨¢n trabajando en el centro de investigaci¨®n de Microsoft para conseguir un modelo m¨¢s actualizado, que ser¨¢ m¨¢s sencillo de instalar y estar¨¢ dirigido a todo el mundo. Yo mismo sustituir¨¦ todos los sistemas de mi casa por los que ellos est¨¢n desarrollando. Cuando la hice, por ejemplo, tuve que tender una red de cable que en el futuro ser¨¢ inal¨¢mbrica. Tambi¨¦n usamos muchos ordenadores personales, aproximadamente unos noventa, y ahora hemos averiguado la forma de conseguir los mismos resultados sin tener que utilizar tantos terminales.
J. L. C. ?Ser¨¢n port¨¢tiles?
B. G. Los ordenadores se proyectar¨¢n, a trav¨¦s de una red inal¨¢mbrica, sobre muchas pantallas distintas. En mi casa hay un ordenador por pantalla; no tenemos un PC que controle varias de ellas, pero ya hemos averiguado la forma de hacerlo, lo que reduce mucho los costes.
J. L. C. Por supuesto su casa es muy grande, es un lugar magn¨ªfico para vivir; pero, en t¨¦rminos pr¨¢cticos, ?cree que se utilizar¨¢n todas esas herramientas digitales en los hogares normales del futuro, los de la gente normal, de clase media? ?En un plazo de 10 o 15 a?os, el microondas aceptar¨¢ mis ¨®rdenes si le pido de viva voz que me cocine un huevo durante tres minutos?
B. G. En un plazo de 15 a?os, desde luego que s¨ª. ?se es mucho tiempo. Para aquellas personas que aspiren a conseguir funciones de control del hogar, el coste tendr¨¢ que ser necesariamente baj¨ªsimo y la sencillez alta, porque los beneficios son, al cabo, modestos; para encender o apagar las luces, configurar el sistema de riego o gestionar la seguridad, todo eso ya funciona actualmente sin dificultades. Ahora lo que m¨¢s atrae son los sistemas para organizar fotograf¨ªas, m¨²sica o v¨ªdeos; para ver un programa concreto de televisi¨®n cuando se quiera; para encontrarlos de manera f¨¢cil, y para jugar a los mejores videojuegos del mundo. ?sos son los campos en los que percibimos una mayor demanda. Por el contrario, son pocos los que anhelan tener una c¨¢mara en la puerta de entrada y, cuando est¨¦n de viaje, poder echar un vistazo para ver si todo va bien.
J. L. C. Cuando usted visita un pa¨ªs, Espa?a por ejemplo, se suele decir que "el hombre m¨¢s rico del mundo ha llegado a Madrid o Barcelona", ¨¦sa es una idea que se tiene de usted...
B. G. [Risas].
J. L. C. ... y otra idea es: "el hombre que se enfrent¨® a Bill Clinton y al fiscal general por la ley antimonopolio" o "el hombre que invent¨® Windows y es un experto en tecnolog¨ªa, un cient¨ªfico...". Hay, en cambio, otras personas que le consideran un intelectual de la nueva cultura. ?Usted c¨®mo se ve? Es decir, evidentemente usted es un empresario, ?pero c¨®mo se considera o se sue?a a s¨ª mismo? ?Como un hombre de negocios? ?Como un experto en tecnolog¨ªa? ?Como un visionario de la humanidad? ?O quiz¨¢ se contempla, al final, fundamentalmente como un t¨ªpico padre de familia norteamericana?
B. G. Bueno, sin lugar a dudas, dedico una gran parte de mi tiempo a ser padre, y es de las cosas que me resultan m¨¢s gratificantes. Todo el mundo tiene muchos perfiles distintos. Yo me veo m¨¢s como un experto en tecnolog¨ªa que como un hombre de negocios. Alguien me dijo una vez: "Usted es un magn¨ªfico empresario. ?Por qu¨¦ no se dedica al pan, o a los coches, o algo por el estilo?". ?Oiga!, contest¨¦, pues porque esas cuestiones no me apasionan lo m¨¢s m¨ªnimo. Cuando ten¨ªa entre 13 y 19 a?os me apasionaba averiguar qu¨¦ direcci¨®n tomar¨ªa el mundo de los ordenadores y qu¨¦ ser¨ªan capaces de hacer, y me he pasado el resto de mi vida intentando hacer realidad los sue?os que ten¨ªa entonces. Hay cosas que ide¨¦ a mis 14 a?os y que a¨²n no he logrado terminar. Adoro el software, y en parte ¨¦se es el motivo por el que me empleo menos en cuestiones directivas, para poder dedicarme m¨¢s a la elaboraci¨®n de software. Entiendo el mundo de la empresa, no tengo falsas modestias en esto, y lo encuentro fascinante; leo biograf¨ªas de empresarios, sigo el desarrollo de otras compa?¨ªas, participo mucho en nuestros procesos empresariales, a pesar de que ahora mismo tengo a Steve * para que se ocupe m¨¢s de todo eso. Pero lo que verdaderamente me pone en marcha, me motiva, es hacer buenos productos de software. En resumen, dir¨ªa que mi primer inter¨¦s es mi familia, tengo una familia magn¨ªfica y me siento muy afortunado por ello; en segundo lugar, me encanta trabajar con gente inteligente haciendo un software magn¨ªfico, y ahora, un poco como tercer foco de atenci¨®n, tengo una fundaci¨®n con la que exploro cu¨¢les son las mayores necesidades de la humanidad, qu¨¦ es lo que falta, y qu¨¦ es lo que no se est¨¢ haciendo para satisfacer esas necesidades.
J. L. C. Recuerdo una an¨¦cdota de lord Carrington, que le dijo al ex presidente del Gobierno espa?ol Gonz¨¢lez lo siguiente: "Estos estadounidenses son muy raros. No s¨®lo quieren que les teman, sino tambi¨¦n que les quieran. Ustedes, los espa?oles, y nosotros, los brit¨¢nicos, hemos tenido un imperio, y sabemos lo que eso significa. Cuando uno tiene un imperio es imposible que la gente te quiera". Usted ha creado, desde luego, un imperio siendo un hombre joven todav¨ªa, y ahora hay much¨ªsimos j¨®venes manifest¨¢ndose en las calles contra la globalizaci¨®n, contra la americanizaci¨®n, contra las grandes empresas, contra imperios como el suyo. ?Usted se siente querido o piensa que su persona es demasiado controvertida? ?No percibe que pueda convertirse en un s¨ªmbolo de la globalizaci¨®n, de ¨¦sos que la gente repudia?
B. G. La verdad es que cuando uno va pr¨¢cticamente a cualquier pa¨ªs y le pregunta a los j¨®venes en qu¨¦ empresa les gustar¨ªa trabajar, Microsoft suele ser el n¨²mero uno de la lista. Nosotros acudimos a las universidades para hablar con los j¨®venes de lo que est¨¢ pasando, y es absolutamente incre¨ªble el nivel de entusiasmo que demuestran por adoptar el cambio, utilizar las herramientas digitales y hacerlas ascender a nuevas cimas que ni nosotros mismos hab¨ªamos imaginado jam¨¢s. Tenemos una formidable reputaci¨®n entre los j¨®venes, y eso forma parte de nuestro ¨¦xito: hay millones de usuarios, millones de personas que nos ayudan a hacer que nuestro producto sea mejor. Adem¨¢s estamos en un negocio en el que no se plantean problemas medioambientales, porque lo ¨²nico que hacemos es enviar bits por l¨ªneas y cables. Y en realidad ayudamos a la gente a que vea que no tiene que utilizar tanto papel o tomar tantos aviones..., cosas as¨ª. Sentimos por eso un ambiente favorable. Lo que intentamos es conseguir bajos costes y gran volumen en nuestros productos. Nuestras licencias constituyen normalmente una parte muy peque?a del presupuesto de tecnolog¨ªa de la informaci¨®n de cualquier empresa. Al hacer que nuestro personal sea m¨¢s eficaz conseguimos que la gente obtenga un extraordinario ahorro en t¨¦rminos de rentabilidad laboral y costes de consultor¨ªa. Por ello, en todo caso, me siento abrumado por el inter¨¦s y la emoci¨®n que percibo respecto a mi persona. En los primeros a?os de Microsoft trabaj¨¢bamos en solitario con la esperanza de estar haciendo lo correcto; ahora es como si el mundo nos hubiera dado la raz¨®n, reconociendo que, efectivamente, los ordenadores otorgan poder a las personas.
J. L. C. Es decir, finalmente se siente querido, m¨¢s que nada.
B. G. Dir¨ªa que s¨ª. Mi padre y mi madre siempre me han querido... [risas de ambos]. Aunque, como en el caso de cualquier empresa que tenga ¨¦xito, tambi¨¦n existe una cierta pol¨¦mica en torno nuestro. Pero el balance final es que percibimos m¨¢s cari?o que otra cosa, porque somos una parte del futuro de la gente... del que la gente quiere formar parte.
![El fundador de Microsoft, Bill Gates.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/V3FBMLJIB4WHY5O7LUFC22CWKY.jpg?auth=49f350087f5fd8d2f27722bd2ba2b1504dbdca5bf37e3a95f10dc02cbf06cbc1&width=414)
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